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Full text of "Asalto al cielo - Antología poética"

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Asalto ai cielo 

Antología poética 



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Fundación Editorial 

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el perroy larana 



Asalto al cielo 

Antología poética 


República Bolivariana de Venezuela 

Fundación Editorial 



el perroy larana 


© Primera edición: Editorial Arte y Literatura, Instituto Cubano del Libro, 1975 
© Segunda edición: Lundación Editorial El perro y la rana 2010 

Centro Simón Bolívar 
Torre Norte, piso 21, El Silencio 
Caracas - Venezuela / 1010 
Teléfonos: 0212-7688300 / 7688399 

Correos electrónicos: 

elperroylaranacomunicaciones@yahoo.es 

atencionalescritor@yahoo.es 

Páginas web: 

www. elp erroy larana. g ob. ve 
www.ministeriodelacultura.gob.ve 

Compilador y editor de la primera edición 

David Chericián 

Selección de textos para la primera edición 

Ángel Augier, David Chericián, Roberto Díaz, Roberto Fernández Retamar, Nicolás Guillén, 
Luis Marré, Luis Suardíaz 

Revisión e inclusión de textos para la presente edición: 

Elis Labrador 

Diseño y diagramación 

Kervin Falcón 

Transcripción: 

Morella Cabrera 


Corrección: 

Daniela Pervan 
Jenaro Rueda 


Hecho el Depósito de Ley 
Depósito legal lf40220108003576 
ISBN 978-980-14-1336-3 
Impreso en Venezuela 



Gobierno Bolivariano I Ministerio del Poder Popular 

de Venezuela I para la Cultura 



Asalto al cielo 

Antología poética 


A manera de presentación para esta edición 

Muchas cosas han pasado en los últimos 35 años después que fuera compilado 
e impreso Asalto al cielo, por la Editorial Arte y Literatura del Instituto Cubano del 
Libro, en 1975. Cuba cumplía 16 años de Revolución, y para celebrar el primer 
Congreso Comunista se editó esta antología poética de espíritu revolucionario con 
poemas de casi todos los países del mundo. 

Había pasado la invasión de Bahía de Cochinos (1961), neutralizada en menos de 
72 horas. Un año después sobrevino la crisis de los misiles. En el momento en que 
fue compilado este libro, muchos países de Latinoamérica, Oriente, Europa y Africa 
se encontraban intervenidos por la diplomacia del dólar: en 1973 un golpe de Estado 
no sorprende a Salvador Allende, ya había advertido sobre la injerencia norteameri¬ 
cana en las decisiones de su país. En Uruguay, la CIA apoya el golpe de Juan María 
Bordaberry, ideando el “Plan Cóndor” desde 1970 hasta 1980 con la colaboración 
de los gobiernos de Argentina, Chile, Paraguay, Brasil y Bolivia. En Nicaragua la ul- 
traderecha recibe dinero para financiar a sus grupos armados en la década de 1980- 
1990 con el objetivo de derrocar al gobierno sandinista: dinero obtenido a través 
de Irán, producto de la venta de armamento autorizada por el gobierno de Ronald 
Reagan, operación conocida como Irán-Contra. Una dictadura transversal en todo el 
continente suramericano y parte del Caribe se configura desde los Estados Unidos. 

Libia es bombardeada en 1986, destruyendo varias bases militares “terroristas”; 
también Panamá en 1989, Iraq en 1998 (la segunda invasión es en el 2003), Serbia 
en 1999 y Afganistán en 2001. 

En el 2002 apoyan el golpe de Estado contra Hugo Chávez (neutralizado en me¬ 
nos de 48 horas por la intervención directa del pueblo). En el 2009 dirigen y finan¬ 
cian el golpe de Estado en Honduras y oficializan las bases militares en Colombia; 
más recientemente, aprovechan el terremoto del 2010 en Haití para formar otra 
base en El Caribe. En fin, ven las ganancias hasta en las desgracias naturales. Palestina 
aún sigue inédita y cotidiana en su dolor (jamás nos acostumbraremos a ese grito), 
causado por Israel y los Estados Unidos. ¿Quién es Caín y quién es Abel? La lista es 
interminable. 

En 1991, la URSS se desmembró y algunos países como Yugoslavia y Checoslo¬ 
vaquia copiaron el modelo separatista e hicieron lo mismo con sus naciones. La 
primera se dividió en seis territorios y la segunda en dos. Esto dio más fuerza a un 
fenómeno que propulsaron los de Wall Street llamado neoliberalismo: como una 
receta se diseñaron planes para controlar y regular la economía con base en restric¬ 
ciones y que con el tiempo se evidenció que todo había sido un invento patrocinado 
por los banqueros del Fondo Monetario Internacional. Si el sistema comunista no 
había funcionado en la Europa del Este, tampoco lo hizo el neoliberalismo y menos, 
recientemente, lo que ha comenzado a llamarse “la globalización”; para muestra, la 
última crisis financiera norteamericana del 2008. 

En Venezuela, luego de los eventos del Caracazo (1989), los del 4 de febrero y 27 
de noviembre de 1992, se empezó a madurar y a pensar en otro sistema de gobierno 
para reemplazar al que teníamos hasta entonces: el país pedía sinceramente un cam¬ 
bio. Una derecha conservadora se alternaba el poder con el visado norteamericano, 
la “democracia representativa” beneficiaba los intereses extranjeros, a los partidos 
políticos y a las grandes trasnacionales. El país estaba al borde de la quiebra por el 


“modelo democrático”; los escenarios pasados estaban latentes cuando Hugo Chávez 
ganó la presidencia con una propuesta diferente y un proyecto de país inédito y, so¬ 
bre todo, democrático: el Estado Socialista. Se tomó el cielo por asalto reescribiendo 
lo que se consideraba el fin de la historia. No estaba, es verdad, la URSS, pero bajo 
libre elección los países de Suramérica y el Caribe comenzaron a idear otras alter¬ 
nativas posibles para el desarrollo de sus naciones, a través de acuerdos, convenios 
y colaboraciones sin que esto fuera una interferencia a la soberanía de cada Estado. 

Ciertamente, muchas cosas han cambiado en estos 35 años: Cuba no está sola y 
ningún país de Latinoamérica y el Caribe plurilingüe debería volver a la condición 
de virreinato diplomático de los intereses norteamericanos. 

En vista de los eventos sufridos a través de todos estos años, un libro como el pre¬ 
sente también tenía que cambiar, se realizaron algunas mejoras a la edición original: 
se actualizaron datos como el lugar de nacimiento del autor, la fecha de fallecimiento 
y la incorporación de poetas de otros países. Su contenido nos pedía más testimo¬ 
nios locales y vivenciales, así que las voces seleccionadas buscan ampliar ese registro 
conservando el espíritu contemporáneo y revolucionario, por no decir actual, de 
Asalto al Cielo. 

Estos cambios no han alterado la propuesta original, hemos respetado la intencio¬ 
nalidad de la antología y al mismo tiempo se ha enriquecido. Quizás esto se convierta 
en una práctica a imitar por otro país al momento de ser editado Asalto al cielo. Estos 
poemas con tono de propaganda, de manifiesto, de proclamas, van acompañados de 
una estética de la reflexión y la contemplación hacia lo social sin perder su origina¬ 
lidad. Sus imágenes mueven a la conciencia de pertenecer a un ahora histórico; a la 
lucha por las injusticias en que se ven sometidos los menos privilegiados; el amor 
hacia el otro, no el católico sino su antecesor, el cristiano y verdaderamente humano 
visto como una poética del cambio; una Revolución verdadera, (¿acaso no es el fin 
último del poema que esto ocurra en el universo del lector?), donde la historia per¬ 
sonal se convierta en ejemplo, advertencia y búsqueda de la verdad, donde el poeta 
señale el porvenir desde el presente material y real porque sabemos que toda revo¬ 
lución social es también una revolución cultural. Si el arte “debe instruir y perfec¬ 
cionar, espolear a la acción y dar el ejemplo verdadero, inspirado e inspirador (...) 
contribuir a la felicidad del público en general y convertirse en posesión de toda la 
nación” 1 , entonces estos poemas logran lo anterior, queda como un testamento no 
solo de vida, sino de esperanza a través de la escritura, queda de ellos la palabra, la 
poesía y la constancia como una confesión de fe política y poética. 


Elis Labrador 
Fundación Editorial El perro y la rana 


1 Harnold Hauser: “Revolución y arte en Historia social de la literatura y el arte”. 1968, p. 327. 



Prólogo a la primera edición 

Se reúnen en este volumen de poesía, que se publica en saludo al Primer Congre¬ 
so del Partido Comunista de Cuba, más de cien poetas en un conjunto de cincuenta 
países. 

A nadie puede ocultarse que una antología de poemas revolucionarios de todo el 
mundo y de todos los tiempos habría requerido una masa colosal de papel impreso, 
inadmisible en un volumen como el presente. Adoptamos por ello una restricción 
que adquiere, sin embargo, cierto honor simbólico, pues nos permite abarcar dos 
grandes fechas de la historia contemporánea: el año 1848, que abre la antología y 
en que “un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo”, y se publica el 
célebre Manifiesto, y la fecha que la cierra, aquella en que estalla la gran revolución 
de 1917, cuando las banderas del socialismo y el comunismo ondearon por primera 
vez en un palacio oficial y quedó establecido de modo irreversible el primer Estado 
obrero y campesino del mundo. 

Debemos añadir que se ha preferido insertar aquellos textos en que al ímpetu 
creador revolucionario va unida una alta calidad artística: es la obra de grandes poe¬ 
tas que en todas las épocas y en todos los países han puesto su voluntad y su talento 
al lado de los oprimidos, aun con riesgo de la vida. Esto, cuidándonos al mismo 
tiempo de cualquier riesgo de dogmatismo, de cualquier criterio esteticista estrecho 
o apasionado. Muestra de ello puede ofrecerla el grupo de poetas de la Comuna de 
París, que si no todos alcanzan una alta categoría lírica 2 , escribieron sus mejores poe¬ 
mas tras las barricadas y se hicieron merecedores de la frase con que Carlos Marx ca¬ 
lificó aquella heroica actitud, el asalto al cielo con que hemos titulado esta selección. 

Nos ha parecido justo, más aún, indispensable, la inclusión de los poetas mártires 
de nuestra América —-Javier Heraud, peruano; Otto René Castillo, guatemalteco; el 
haitiano Jacques Viaux; el nicaragüense Leonel Rugama; los cubanos Raúl Gómez 
García, Agustín Gómez Lubián y Sergio Saíz. Algunos de ellos habían ya alcanzado 
notables logros en su producción; otros fueron sorprendidos por la muerte en plena 
lucha, apenas estrenadas sus armas literarias y cuando acababan de rebasar el tem¬ 
prano límite de la adolescencia. 

Inclúyese también un conjunto de poetas, como justísimo homenaje a los lu¬ 
chadores palestinos, que enfrentan ahora mismo la agresión sionista del Estado de 
Israel, realizada con la ayuda técnica y material —incluso directa— del imperialismo 
norteamericano. En esta lucha participan los poetas no sólo con sus versos, sino con 
el ejemplo de su abnegación y heroísmo. Algunos guardan prisión en las cárceles 
israelíes, otros empuñan las armas en los destacamentos guerrilleros, otros, en fin, 
afrontan el dramático y cotidiano riesgo de la clandestinidad. 

La misma razón nos obliga a incluir poemas encontrados en cadáveres de guerri¬ 
lleros vietnamitas caídos en combate; héroes que no lograron gozar de la victoria 
contra el imperialismo norteamericano, cuya derrota hace aún más ostensible el 
desplome del vencido invasor. 

Bien que no exenta de rigor, como ya hemos advertido, esta selección está lejos 
de constreñirse a poetas comunistas y socialistas, pues incluye a quienes supieron, 
en su tiempo y de acuerdo con su circunstancia, entregar obra y vida a los humil- 


2 Los textos de poetas de la Comuna, que incluyen “La Internacional”, aparecen transcritos literalmente para mejor información del 
lector. 



des, y combatieron en todos los campos, con todas las armas, con toda su poesía, 
al opresor. 

Abre las páginas de esta antología un poema de Heine “Los tejedores de Silesia”, 
en versión de José Martí. La cierran los versos presurosos y férvidos de quien alcanzó 
en sí mismo las más altas calidades del hombre de letras y del hombre de acción, 
arquetipo ya en nuestra época del hombre nuevo: Ernesto Che Guevara. 


Nota de la primera edición sobre la traducción de los poemas 


Los poemas traducidos llevan al pie el nombre del traductor. Cuando aparecen dos 
traductores, el primero es el autor de la versión literal, y el segundo, de la literaria. El 
traductor, o traductores, de dos o más poemas de un mismo autor figura al final del 
último poema. En los casos en que nada se consigna, no había indicación alguna en 
la fuente de donde los poemas se tomaron. 



HEINRICH HEINE 

Alemania, 1797-1856 

Los tejedores de Silesia 

Con ojos secos, lúgubres y ardientes, 
Rechinando los dientes, 

Se sienta en su telar el tejedor: 

¡Germania vieja, tu capuz zurcimos! 

Tres maldiciones en la tela urdimos; 
¡Adelante, adelante el tejedor! 

¡Maldito el falso Dios que implora en vano, 
En invierno tirano, 

Muerto de hambre el jayán en su obrador! 
¡En vano fue la queja y la esperanza! 

Al Dios que nos burló, guerra y venganza: 
¡Adelante, adelante el tejedor! 

¡Maldito el falso rey del poderoso 

Cuyo pecho orgulloso 

Nuestra angustia mortal no conmovió! 

¡El último doblón nos arrebata, 

Y como a perros luego el rey nos mata! 
¡Adelante, adelante el tejedor! 

¡Maldito el falso Estado en que florece, 

Y como yedra crece 

Vasto y sin tasa el público baldón; 

Donde la tempestad la flor avienta 

Y el gusano con podre se sustenta! 
¡Adelante, adelante el tejedor! 

¡Corre, corre sin miedo, tela mía! 

¡Corre bien noche y día, 

Tierra maldita, tierra sin honor! 

Con mano firme tu capuz zurcimos: 

Tres veces, tres, la maldición urdimos: 
¡Adelante, adelante el tejedor! 



Himno 


Yo soy la espada, soy la llama. 

Yo he iluminado tu sendero oscuro; cuando las líneas chocaban, en la batalla, yo 
iba delante de ti, en las primeras ñlas. 

Yacen en torno a mí los cadáveres de mis amigos, pero salimos victoriosos; salimos 
victoriosos, pero en torno a mí yacen los cadáveres de mis amigos. Entre el júbilo, 
a la canción de triunfo, se mezclan las lamentaciones por los muertos. Pero no es 
tiempo de llorar ni de regocijarse. Suena de nuevo la trompeta, otra vez vamos al 
frente a la batalla— 

Yo soy la espada, soy la llama. 


Versión: David Chericián 



SÁNDOR PETÓFI 

Hungría, 1823-1849 

El pueblo 

Con una mano a la esteva 
y la otra al arma prendida, 
va el pobre, buen pueblo andando, 
sangre o sudor derramando 
mientras le dure la vida. 

¿A qué el sudor que le corre? 

Si todo lo que quisiera 
para cubrirse o comer, 
de sí misma, puede ser 
que madre tierra le diera. 

Y si el enemigo viene, 

¿a qué la sangre, la espada? 

¿Por la patria?... ¡Si es un hecho 
que donde hay patria hay derecho 
y el pueblo no tiene nada! 


1846 

Versión: Andrés Simor y Elíseo Diego 


La guerra siempre 

La guerra siempre fue el mejor 
pensamiento de mi pensar, 

¡la guerra donde el corazón 
se entrega por la libertad! 

¡Un sacramento que hay que merece 
la amarga pena de cavar 
nuestra tumba con nuestras armas, 
por el cual debemos sangrar: 

Y no es otro que el sacramento 
de la querida libertad! 

Locos, los que por otra causa 
su vida fueron a entregar. 


Paz, paz al mundo, pero nunca 
la de un tirano al gobernar; 
paz solamente de la mano 


1 



sagrada de la libertad. 


Cuando haya paz en todo el mundo, 
en todo el mundo en general, 
arrojaremos nuestras armas 
hasta el mismo fondo del mar. 

Mientras así no sea, ¡armas, 
armas hasta la muerte habrá! 

¡Aunque dure la guerra justa 
hasta el día del juicio ñnal! 

1847 


Canto nacional 

¡Ponte, húngaro, en pie, la patria te implora! 
¡Ahora o nunca, la hora es ahora! 

¿Seremos esclavos o libres? ¡Decid! 

Esa es la cuestión del momento, ¡elegid! 

¡Al Dios de los húngaros 
juramos 

no ser más esclavos, 
juramos! 

Hasta hoy a esclavos fuimos condenados. 
Rabian en sus tumbas los antepasados, 
que libres supieron morir y vivir 
y en un suelo esclavo no pueden dormir. 

¡Al Dios de los húngaros 
juramos 

no ser más esclavos, 
juramos! 

Bribón y malvado quien por su bandera 
no diera la vida si preciso fuera, 
el que considera su vida mejor 
que de nuestra patria el sagrado honor. 

¡Al Dios de los húngaros 
juramos 

no ser más esclavos, 
juramos! 

Brilla más la espada que la vil cadena, 
mejor luce el brazo si su luz lo llena; 
tú, pueblo, no obstante, con cadena vas. 
¡Vieja espada nuestra, dinos dónde estás! 

¡Al Dios de los húngaros 


16 



juramos 

no ser más esclavos, 
juramos! 

Será el nombre de húngaro otra vez hermoso, 
digno de la fama de su nombre honroso; 
la infamia que siglos yugo al pueblo fue, 

¡hemos de lavarla ya puestos de pie! 

¡Al Dios de los húngaros 
juramos 

no ser más esclavos, 
juramos! 

Donde nuestras tumbas se eleven del suelo 
se hincarán los nietos mirando hacia el cielo, 
y en entrecortadas voces de oración 
dirán nuestros nombres con su bendición. 

¡Al Dios de los húngaros 
juramos 

no ser más esclavos, 
juramos! 

1848 


Se rebeló el mar 

Se rebeló el mar del pueblo, 
se salió de su caudal 
y el cielo y la tierra espanta 
cuando olas bravas levanta 
su fuerza descomunal. 

¿Veis esta fiesta, esta danza? 
¿Oís la música fuerte? 

Los que aún no lo sabíais 
ahora aprender podríais 
cómo el pueblo se divierte. 

Se estremece y ruge el mar, 
los buques, a la deriva, 
se hunden en el infierno, 
el timón ya sin gobierno, 
quebrada la vela altiva. 


Enloquece tú, diluvio, 
y arrebata cada cosa; 
muestra tu fondo profundo 


1 



y a las nubes, iracundo, 
lanza tu espuma furiosa; 
escribe con ella al cielo 
como una verdad eterna: 
aunque el galeón esté arriba, 
el agua, abajo, está viva, 

¡y es el agua quien gobierna! 


1848 


¡Ahorcad a los monarcas! 

Lamberg, Latour 3 —puñal, soga en sus cuellos, 
y tal vez otros vengan detrás de ellos; 

¡pueblo mío, a ser grande al fin empiezas! 

Está muy bien, muy bien cortar cabezas, 
pero han de andar más lejos tus abarcas— 
¡Ahorcad a los monarcas! 

Puedes segar la hierba noche y día, 
que mañana la habrá donde hoy no había. 
Puedes quebrarle al árbol su ramaje, 
que ostentará después nuevo follaje; 
hay que arrancarlos sin dejar ni marcas— 
¡Ahorcad a los monarcas! 

¿No has aprendido todavía, oh mundo, 
a odiar al rey desde lo más profundo? 

¡Si entre vosotros derramar pudiera 
el odio indómito que mi alma fiera 
hincha y agita como el mar las barcas! 
¡Ahorcad a los monarcas! 

No hay nada bueno que en sus pechos entre, 
son malos ya desde el materno vientre, 
su vida toda es infamia y sevicia, 
su pérfida mirada el aire vicia, 
la tierra en que se pudren cría charcas— 
¡Ahorcad a los monarcas! 

La patria es triste campo de batalla, 
la muerte en ella con furor estalla, 
aquí arde una ciudad, allá una aldea, 
el aire, con los ayes, se caldea; 
el rey con el dolor llena sus arcas— 

¡Ahorcad a los monarcas! 


3 Ferenc Fülóp Lamberg (1791-1848), comandante militar de Hungría en 1858; el pueblo lo ajustició.Theodor Latour (1780-1848), 
ministro de la Guerra del gobierno deViena, ejecutado por el pueblo vienés. 




Héroes, en vano vuestra sangre fluye 
si la corona al fin no se destruye. 

El monstruo alza otra vez la faz horrenda 
y hay que empezar de nuevo la contienda. 
¿Habrán ardido en vano las comarcas? 
¡Ahorcad a los monarcas! 

Amistad y piedad sean las leyes 
para todos, ¡menos para los reyes! 

Arrojo mi laúd, mi espada al viento, 
y el cadalso usaré como instrumento 
si nadie quiere ahorcar a los jerarcas— 
¡Ahorcad a los monarcas! 


1848 

Versiones: Andrés Simor y David Chericián 



GEORG WEERTH 

Alemania, 1822-1856 

Canción de los mozos errantes 

Florecían los cerezos 
Cuando allí nos alojamos. 

Florecían los cerezos: 

En Fráncfort nos alojamos. 

Nos dijo el vil posadero: 

«¡Qué ropa más sucia y corta!» 

¡Tú, piojoso posadero, 

Métete en lo que te importa! 

Danos un poco de vino 

Y también danos cerveza, 

Y a más de cerveza y vino, 

Un asado a la francesa. 

Como un gallo el grifo canta: 

¡Esta bebida es divina! 

Pero deja en la garganta 
El regusto de la orina. 

Trajo entonces una liebre 
Con perejil adobada. 

Y viendo muerta a la liebre 
Se nos quedó el alma helada. 

Y cuando fuimos al lecho, 

Ya rezada la oración, 

Nos picaron en el lecho 
Chinches en toda ocasión. 

Esto en Fráncfort sucediera, 

En esa linda ciudad: 

Quien un tiempo allí viviera 
Sabe que esto es la verdad. 


El pobre Tom 

La muerte al pobre Tom dijo: 
«¡PobreTom, oh ven, mi hijo! 
Yen a la fosa tan fría 
Que te espera todavía. 



Sé valiente, noble y fiero, 

Oh, pobre Tom: yo te quiero. 
Yen, te ruego, ven conmigo 
Si quieres hallar abrigo. 

Te cubriré con hermosas 
Flores: las horas penosas 
Ya no habrás de verlas más: 

Por eso ven, oh, Tomás. 

Tu cama está preparada». 

Como nocturna balada 
Una melodía se oyó: 

«Yen, Tom» — y Tom descendió. 


Versiones: Otto Dill y R. Fernández Retamar 



POETAS DE LA COMUNA DE PARÍS 


JEAN-BAPTISTE CLÉMENT 

1836-1903 

El tiempo de las cerezas 

A la valiente ciudadana Louise, la ambulanciera 
de la calle Fontaine-au-Roi, el domingo 
28 de mayo 1871 


Cuando vuelva el tiempo de las cerezas, 

Y el ruiseñor alegre y los mirlos burlones 

Estén todos de fiesta, 

Las muchachas tendrán pasión en sus cabezas 

Y los enamorados sol en el corazón. 

Cuando vuelva el tiempo de las cerezas 
Silbarán mejor los mirlos burlones. 

Pero es muy corto el tiempo de las cerezas, 

En el que las parejas van a coger en sueños 
Los hermosos pendientes: 

Las cerezas de amor con sus trajes iguales 
Ruedan bajo las hojas como gotas de sangre. 
Pero es muy corto el tiempo de las cerezas 
—Pendientes de coral que recogen en sueños. 

Cuando estéis en el tiempo de las cerezas, 

Si tenéis miedo de las penas de amor 
Evitad a las muchachas. 

Yo que no temo a las penas crueles 
Viviré hasta sufrir su visita algún día. 

Cuando estéis en el tiempo de las cerezas 
Tendréis también penas de amor. 

Amaré siempre el tiempo de las cerezas: 

Desde aquel tiempo guardo abierta una herida 
Que daña el corazón. 

Y la dama Lortuna, que me está prometida, 

No sabrá nunca aliviar mis pesares. 

Amaré siempre el tiempo de las cerezas 

Y el recuerdo de entonces que daña el corazón. 


1871 



GASTON CRÉMIEUX 

1836-1871 

A Clovis Hugues 

Deja que duerman en su hábito 

nuestros mártires de la libertad, 

no entreabras el santuario 

del reposo merecido: 

nos basta, cuando contemples 

sus trazos y sus nombres gloriosos, 

que revivan por sus ejemplos. 

¡Nos pertenece morir como ellos! 

17 de octubre de 1871 



CLOVIS HUGUES 

1851-1907 

En una inscripción 

En las inscripciones se leen extrañas cosas. 

Ayer hojeaba yo una lista. Los lugares 

ostentaban ciertos nombres deslumbrantes. Tuve 

dulces sorpresas. Habría encontrado mal 

que otro no hubiese visto como yo las tempestades 

de la multitud germinar bajo esta ola de epítetos 

o no hubiese respirado como yo perfumes 

de familia y de paz en lo que algunos 

escribieron. Pero lo que me llegó más hondo al alma, 

lo que me hace llorar como llora una mujer 

y me llenó de espanto, de sollozos asfixiantes, 

de odio por este siglo en el que aun nuestros niños 

son mártires, lo que me embriagó de cólera 

en esta eclosión del alma popular, 

fueron estas ocho palabras que la piedra estremecieron 

«Un pequeño prisionero de cuatro años y medio». 



VÍCTOR HUGO 

1802-1885 

El proceso a la revolución 

Cuando citáis, jueces, ante las barras 
A la Revolución, que fue dura y bárbara 

Y feroz al punto de cazar los búhos 

Y que, sin respetar faquires, derviches, morabitos 
Molestó a todas las gentes de iglesia y puso en fuga, 

Sin miramientos, al abad y al jesuita, 

La cólera os domina. 

Sí, es verdad, desde entonces 

El hombre-rey, el hombre-dios, fantasmas de las cumbres, 

Se esfuman, se vuelven guerreros, legiones papales; 

Un viento misterioso sopla sobre estas frentes pálidas; 

Y vosotros, los del tribunal, os indignáis. 

¡Cuánto duelo!, las negras breñas están de lágrimas bañadas, 
Las fiestas de la noche voraz han terminado; 

El mundo tenebroso expira, ¡cuánto luto! 

Se hace el día, ¡es horrible! El murciélago 
Está ciego y la garduña vaga dando gritos; 

El gusano pierde su esplendor; ay, el zorro llora; 

Bestias que a la tarde salían a cazar en el instante 
En el que el pequeño pájaro se aletarga acosado; 

La desolación de los lobos colma los bosques; 

Los espectros oprimidos no saben ya qué hacer. 

Si eso continúa, y si esta luz 

Persiste en aterrar al pigargo y al cuervo, 

El vampiro morirá de hambre en la tumba; 

El rayo, sin piedad, apresa a la sombra y la devora... 

Oh, jueces, juzgáis los crímenes del alba. 



ACHILLE LE ROY 

1841-1929 

El canto de los proletarios 

(fragmentos) 


La principal causa de la miseria pública es el número de zánganos 
ociosos que se alimentan del sudor y del trabajo de los otros 

TOMÁS MORO 

Creo fírmemente que un día no habrá parias en el banquete de la vida 

BLANQUI 


Oh, trabajadores que la miseria oprime. 

¿Es que hay para nosotros más lamentable suerte? 
Porque los poderosos dominan por el crimen, 
¿Tendremos que sufrir siempre hasta la muerte? 
Pues el obrero, como el viejo esclavo, 

Sufre aún las más inicuas leyes. 

Los opresores tienen una buena política: 

Ahogan la voz del sufrimiento. 

¡Adelante, proletarios! 

Luchemos por la Igualdad. 

Tiranos y mercenarios, 

¡Den paso a la Libertad! 

Cuando a un rico, el pobre proletario, 

Tras lamentarse de un trabajo ingrato, 

Reclama en fin un más justo salario, 

Hacen llamar al gendarme o al soldado. 

Ese es el argumento aterrador, sin réplica, 

De los usurpadores hartos de capital; 

Pues también los burgueses a la amable República 
Lusilan sin piedad, eso es fatal. 

Proscritos arrojados a mortales riberas, 

Que en la cárcel tratan como bandidos, 

Sentimos como nuestros estos mismos ultrajes: 

¿Y vuestros proscriptores impunes quedarán? 
Pues a los héroes fugitivos de nuestras fronteras, 
Los Mac-Mahon, Galliffets y Garcins, 

A estos bravos verdugos de nuestros camaradas 
Les quedará el título de asesinos. 

Desdichados los campos, las aldeas, 

Bajo la misma carga, gimen todos. 

Abandonemos las estériles querellas 



Para agruparnos bajo una misma bandera. 
Colectivismo, esperanza de la indigencia, 
Por ti sellemos nuestra Santa Alianza, 

Y guerra a muerte a todo vil explotador. 

De la Croix-Rousse a la Ricamarie, 

En nuestra sangre ha germinado el porvenir, 

Y la Comuna, indignamente traicionada, 
¡Para vengarse verá su día venir! 

¡Marcha al cañón, Revancha social! 

¡Sé nuestra guía, Internacional, 

Y venceremos bajo tu rojo estandarte! 

La humanidad en pro del Socialismo, 

Verá entonces brillar días mejores: 

Los dirigentes de infernal despotismo 
No tendrán más soldados ametralladores. 

El mundo al fin será de la alegría 
Cuando reine la Solidaridad; 

Pues cada hombre ignorando la pobreza 
Sólo conocerá Lraternidad. 



LOUISE MICHEL 

1830-1905 

A mis hermanos 


Prisión deVersailles, 8 de septiembre de 1871 


¡Pasad, pasad días y horas! 

¡Que la hierba crezca sobre los muertos! 
Caed, cosas apenas nacidas; 

Buques, id lejos de los puertos. 

Pasad, pasad, noches profundas, 

Deshaceos, oh, viejos montes; 

Los calabozos, las tumbas, las olas, 

Proscritos o muertos volveremos. 

Volveremos, multitud innumerable; 
Volveremos, por todos los caminos, 
Espectros vengadores saliendo de la sombra, 
Volveremos, apretando las manos. 

Unos en sus pálidos sudarios, 

Otros todavía sangrantes, 

Pálidos, bajo las banderas rojas, 

Los huecos de las balas en sus flancos. 

¡Todo acabó! Los fuertes, los bravos, 

Todos han caído, oh, mis amigos, 

Y ya se arrastran los esclavos, 

Los traidores y los viles. 

Ayer, yo os vi, mis hermanos, 

Hijos del pueblo victorioso, 

Fieros y valientes como nuestros padres, 
Marchar, la Marsellesa en los ojos. 

Hermanos, en la lucha gigante, 

Amé vuestro coraje ardiente, 

La metralla rugiente y tonante, 

Las banderas flotantes en el viento. 


Versión (literal): David Chericián 



EUGÉNE POTTIER 

1816-1887 

La Internacional 


Al ciudadano Gustave Lefrangais, 
miembro de la Comuna 


Es la lucha fínal: 
Agrupémonos y mañana 
La Internacional 
Será el género humano. 

¡De pie los condenados de la tierra! 

¡De pie, los forzados del hambre! 

La razón truena en su cráter, 

Es la erupción del final. 

Hagamos del pasado tabla rasa, 

Esclava multitud, ¡de pie!, ¡de pie! 

El mundo va a cambiar de base 
Nada somos, ¡todo vamos a ser! 

No más salvadores supremos: 

Ni Dios, ni César, ni tribuno, 

Productores, ¡salvémonos nosotros! 
¡Decretemos el saludo común! 

Para que rinda cuentas el ladrón, 

Y sacar de su cárcel al espíritu, 

Avivemos nosotros nuestra forja, 

¡El golpe al hierro cuando está caliente! 

El Estado oprime y la ley engaña, 

El impuesto desangra al desdichado; 

Ningún deber al rico se le impone; 

El derecho del pobre es letra muerta. 

No más languidecer bajo tutela, 

Quiere otras leyes la igualdad: 

«¡Nada de derechos sin deberes, dice, 

Y nada de deberes sin derechos!». 

Horrendos en sus apoteosis, 

Los reyes de la mina y del riel 
¿Han hecho alguna vez alguna cosa 
Que no sea apropiarse del trabajo? 

En las cajas fuertes de la pandilla 
Lo que él ha creado se ha reunido. 


29 



Al decretar que todo lo devuelvan 
No pide el pueblo más que lo debido. 

Los reyes nos hartan de humo, 

¡Paz a nosotros, guerra a los tiranos! 
Apliquemos la huelga a los ejércitos, 
¡Rompamos filas, el garrote en mano! 

Si se obstinan estos caníbales 
En hacer héroes de nosotros, 

Pronto sabrán que nuestras balas 
Son para nuestros propios generales. 

Obreros, campesinos, nosotros somos 
El gran partido de los trabajadores; 

La tierra no pertenece más que a los hombres, 
El ocioso irá a vivir en otra parte. 

¡Con cuánta carne nuestra se alimentan! 

Pero si los cuervos, los buitres 
Desaparecen, una de estas mañanas, 

¡El sol por siempre brillará! 

Es la lucha fínal: 
Agrupémonos y mañana 
La Internacional 
Será el género humano. 



JULES VALLES 

1832-1885 

Horas de exilio 

XXVI — Londres 

Por azar, un domingo, él empujó esa puerta, 
un día en que la ciudad vacía parece muerta; 
vagaba triste y solo, como hace el proscrito, 
buscando el sol de Francia en el cielo infinito... 

Ciudad muerta, a pesar de sus arrabales negros de usinas, 
el torrente de la multitud y el grito de las máquinas, 
a pesar de sus huracanes de oro, de barro y hierro; 

—¡no se oye un corazón latir en este infierno! 

No parecen nacidos para el amor o el odio 
estos ingleses que hacen los niños por docenas, 
que lanzan sobre el mar los buques a millares 
y creen tener al mundo bajo sus pies esclavo, 

¡pero que no saben lo que es la fantasía, 
que nunca beberán el viento 4 de la poesía! 

¡Se matarán una noche de asco y tedio, 
mas morirán sin haber adorado ni odiado! 

Así no estamos hechos nosotros los franceses, 
que nos embriaga todo, la fe nos enardece, 
que sentimos correr temblores en la piel 
junto a una mujer, a la sombra de una bandera, 
que pasamos de golpe de la alcoba a la calle, 
que la pasión siempre atormenta y mata a menudo. 

La abeja de nuestros corazones no sabe dónde alojarse. 
Amamos el azar, buscamos el peligro 
y queremos ver siempre que una llama ilumina 
los ojos de los insurrectos o las miradas femeninas. 

Así estaba hecho al menos aquel proscrito... 

Él había gastado su juventud en eso, 
toda la primavera, la mitad del otoño... 

Había tenido la vida, después de todo, alta y buena, 
había amado mucho, luchado y sufrido mucho, 
guardado su corazón de llama y su salud de hierro, 
a su hora había seguido su fantasía, 
comido con Lúculo, cenado con Aspasia. 

Pero en los días de combate, hasta en los días sin esperanza, 
él estaba allí siempre para cumplir su deber. 

Los que viven así conservan de esa mezcla 


4 Se trata indudablemente de un lapso por «vino». 




en los ojos y el corazón algo extraño... 

El empujó la puerta... no vio nada más al principio 

que algunos alegres dibujos y molduras de oro, 

cortinas que parecían trozos de banderas rojas; 

no era levadura y ese olor de pocilga 

que llena la taberna donde el granuja sucio y borracho 

en los vasos de gin arroja sus últimos centavos. 

Un café —como los que brillan y chacharean 

en esos grandes bulevares donde los vividores se entretienen 

en el París que ríe y galantea y corre, 

corre tras el pan, o la gloria, o el amor. 

Le llegó un perfume de patria a las narices, 
uno de esos frescores que hinchan el pecho 
como una reminiscencia de las dueñas de antaño... 

¿Por qué pensó pues en el amor al instante? 

Acababa de oír a través del silencio 
tintinear una voz de oro en una risa de Francia. 

Buscó de dónde venían esa risa y esa voz 
y vio caer sobre él cálida y dulce a la vez 
una mirada que traicionaba un alma de soñadora... 

¡Esto place a los mártires de la vida borrascosa! 

Todo lo que esconde un sueño, una pena, lo desconocido 
hace soñar a un bravo, cavilar a un vencido. 

Yo no sé, niña, cuál es tu origen... 

(tienes algunas veces actitudes de huérfana) 
pero te veo ganar bravamente tu pan, 
como tú yo fui pobre y te tiendo la mano. 

Me gusta tu coraje y amo tu gracia. 

Has sabido guardar los aires de tu raza, 
seguir siendo una dama que se saluda al pasar. 

¡Una sonrisa, una mirada, de llama, de sangre!— 

¡En este mundo de ingleses tú sola eres viviente, 
tú sola pareces dulce y pareces ardiente! 

¿Quién te amará, pues? ¿A quién amarás? 

Seguramente más de uno se postrará a tus pies, 
pero, ¿a quién querrás tú hacer la vida dichosa? 

Alguien te llamaba delante de mí «la Encantadora». 

«¿A quién aprovechará el encanto?» —añadía—. 

«No a uno de los que sufren en el exilio. 

Ella debe creer con los héroes de Versalles 
que la sangre vencida es de los canallas». 

Yo no respondí nada y miré hacia ti: 

¡Y esto en tus ojos cálidos y dulces no leí! 



Para este papel pareces demasiado buena y también demasiado orgullosa, 
tú tienes por momentos la cabeza demasiado altanera; 

¡cuando se tiene esa mirada, no se desprecia 
a pobres, a valientes, a muertos y a proscritos! 

¡Pues bien! Somos de la misma familia, 
ambos exiliados, yo viejo, tú muchacha... 

Tú también vives lejos del país natal, 
tú vives en un mundo insolente y brutal 
y para el cual nunca tú habías sido hecha 
con esa tierna risa y tus ojos de poeta. 

Sí, somos un poco compañeros de desdicha; 
tú eres, como yo, proscrita y sin felicidad. 

¡Oh, no te enfades y perdona si oso, 
como si se arrojara sangre sobre una rosa, 
hilvanar a tu nombre un nombre de comunera! 

—Te he hecho en mi corazón un lugar aparte—. 

De otro serás la querida o la mujer, 
yo quiero reservarte un rincón fresco en mi alma 
allí hacerte un lugar a la sombra, lejos del día, 
entre la amistad pura y el culpable amor. 

No sé qué suerte me reserva la vida, 

cuento con volver a ver pronto o tarde la patria, 

¡vivir un gran amor, y morir fusilado! 

Pero estoy seguro (yo sé cómo estoy hecho) 

que lluevan ramilletes o sangre o lágrimas, 

en el París en fiesta o el París en armas, 

estoy seguro de guardar el conmovedor recuerdo 

de este rincón de Inglaterra donde me gustaba venir, 

donde he pensado los versos que acabas de leer, 

pensando sólo en ti y soñar y sonreír, 

donde he pasado alegre algunas horas de exilio, 

donde entré —sin saber— una mañana de abril. 


Versión (literal): Francisco de Orad 




JRISTO BOTEV 

Bulgaria, 1848-1876 


El ahorcamiento de Vasil Levski 

Oh, madre mía, patria bendita, 

¿por qué es tu llanto casi inaudible? 
Y tú, oh, cuervo, ave maldita, 

¿sobre qué tumba graznas terrible? 

Oh, yo sé, madre, yo sé que lloras 
porque es esclavo tu suelo amado, 
tu voz doliente colma las horas 
con el vacío de tu llamado. 

Llora, allá cerca, junto a Sofía 
se alza la horca, la más horrenda, 
y de ella cuelga, Bulgaria mía, 
un hijo tuyo, fuerza tremenda. 

Perros y lobos el campo asuelan, 
funesto el cuervo grazna a lo lejos, 
los niños lloran, las madres velan, 
ardientemente ruegan los viejos. 

El viento azota campos de zarza, 
canta el invierno su cruel canción, 
el llanto al frío sin fe se engarza 
y en dolor hunden al corazón. 


Versión: José Martínez Matos y David Chericián 


Jadyi Dimiter 

¡Vivo, está vivo! En la montaña, 
yace en su sangre, jadea inerme, 
roto su pecho por la honda herida, 
el joven héroe, viril y fuerte. 

Hacia un costado cayó el fusil, 
al otro el sable ya en dos partido; 
sus ojos núblanse y el cuello inclina, 
su boca al mundo todo maldijo. 

Yace el héroe, y desde el cielo 
el sol inmóvil con furor arde; 



la segadora canta en el campo 
y con más fuerza brota la sangre. 

Madura el trigo... ¡Canten, cautivas, 
tristes canciones! ¡Oh, sol, enciende 
la tierra esclava! ¡Mas calla, calla, 
corazón mío! Ya muere el héroe... 

Quien por ser libre caiga en combate 
jamás perece; luto le guardan 
la tierra, el cielo, bosques y bestias, 
y los poetas su gloria cantan. 

De día el águila sombra le brinda, 
y el lobo lame su herida, manso; 
el bravo halcón sobre él se cierne 
y al héroe cuida como a un hermano. 
Viene la noche, la luna fulge, 
los astros cubren la faz celeste, 
susurra el bosque, el viento fluye, 
del Balean surgen cantos rebeldes. 

Y bellas ninfas, maravillosas, 
niveos sus velos, rozando leves 
la verde hierba, vienen, entonan 
sus melodías en torno al héroe. 

Una con hierbas venda su herida, 
rocíalo aquélla con agua fresca, 
otra sus labios besa de prisa 
y él la contempla, sonriendo tierna. 

Di, hermana, dónde Karadyá es ido, 
y dónde es ida mi tropa fiel; 
dintelo, hermana, llévate mi alma, 
que aquí yo quiero morir después. 

Luego, batiendo palmas, se abrazan 
y con canciones al cielo van, 
vuelan y cantan hasta la aurora 
buscando el alma del Karadyá. 

Pero amanece y en la montaña 
el héroe yace, corre su sangre, 
lámele el lobo la cruel herida, 
y el sol de nuevo brilla implacable. 



Mi plegaria 


Alabado Dios nuestro... 


Dios mío, Dios justiciero, 
no tú que en el cielo estás, 
sino tú, Dios, que en mí entero 
vives y la luz me das. 

No tú, ante quien de hinojos 
las monjas y los prelados 
prenden cirios a tus ojos, 
bestias de ortodoxia hinchados. 

No tú quien de barro creó 
al hombre y a la mujer 
y al ser humano dejó 
esclavo en la tierra ser. 

No tú, que a papas, patriarcas 
y reyes tiendes las manos 
y con la desdicha marcas 
a mis humildes hermanos. 

No tú, que al esclavo cuentas 
rezos, dolor y añoranza 
y hasta morir lo alimentas 
sólo de vana esperanza. 

No tú, Dios de la mentira, 
de miserables tiranos, 
no tú, fetiche que inspiras 
la opresión de los humanos. 

Sino tú, Dios del decoro, 
de los esclavos guardián, 
a quien los pueblos en coro 
gran ñesta celebrarán. 

Inspíranos amor vivo 
por la libertad, señor, 
y que combata el cautivo 
a su amo, y sea vencedor. 

¡Haz que mi brazo sea fuerte 
cuando se rebele el siervo 
y que encuentre yo la muerte 
en ese combate acerbo! 



Versiones: José Martínez Matos y Elíseo Diego 


¡No dejes que se me enfríe 
lejos el corazón yerto 
ni que mi voz se extravíe 
silenciosa en el desierto!... 


Compartimos 

Nuestro sentir igual es de profundo 
y nos hermana el mismo pensamiento 
y sé que no habrá nada en este mundo 
que nos obligue al arrepentimiento. 

El bien o el mal que en esta vida hagamos 
que lo enjuicien los años venideros, 
ahora, hombro con hombro, unidos vamos 
con paso firme a inaugurar senderos. 

En nuestra vida en tierras extranjeras 
como buenos hermanos compartimos 
miserias, penas, fieles compañeras, 
y mañana seremos como fuimos. 

Juntos sabremos compartir reproches 
y del necio sufrir la burla vana, 
sin gemir sufriremos en las noches 
todo el azar de la existencia humana. 

Ante ídolos humanos y pasiones 
jamás se perderá nuestra cabeza, 
porque encontramos nuestros corazones 
pulsando nuestras liras de tristeza. 

Adelante los pechos y la idea 
a cumplir la palabra que empeñamos, 
compartiendo nuestra última pelea 
a la muerte también juntos vayamos. 


Lucha 

La vida pasa en desventura y penas, 
la sangre con furor bulle en las venas, 
la mirada es sombría, el pensamiento 



no ve si el bien o el mal es su alimento... 

En el alma el recuerdo yace fuerte 
y se repite con rencor airado, 

¡no hay amor en el pecho, fe en la suerte 
ni esperanza que pueda al hombre honrado 
sacar del sueño largo de la muerte! 

Al hombre honrado se le juzga loco 
y es venerado el tonto dondequiera, 
dicen: «Es rico», y nadie piensa un poco 
en cuántos el rufián mandó a la hoguera, 
en cuánto desvalido destruyera 
y cómo ante su dios ha hurtado el daño 
con ruegos, juramentos, con engaño. 

Y al que a su pueblo infiere tal ultraje 
sirve la iglesia con marcado esmero, 
ante él se inclina el profesor salvaje, 
reflexiona con él el gacetero 
que en el temor a dios está la esencia 
de la sabiduría... Esta es la ciencia 
de unos lobos con pieles de cordero, 
primera piedra de un mentir sagrado 
que al pensamiento humano ha pretendido 
mantener para siempre encadenado. 

Salomón, el tirano corrompido, 
lanzado al paraíso en el pasado, 
en su rosario de proverbios dijo 
entre tantos la estúpida sentencia 
que aún hoy el padre le repite al hijo: 

«Teme a dios y al monarca reverencia». 

¡Oh, santa estupidez! Siglos enteros 
contra ella ha combatido la conciencia; 
en desventura y penas han caído 
quienes lucharon, di, ¿qué han conseguido? 
El mundo acostumbrado a llevar yugo 
respeta el despotismo y la maldad, 
besa el hierro en la mano del verdugo 
y oye con fe al que oculta la verdad: 
calla y ruega ante el palo que te azota, 
cuando muerda una fiera tu piel rota 
y te beba la sangre una serpiente, 
cree en el dios eterno solamente: 

«Dios, perdona a este pobre pecador»—, 
Dios no perdona el odio: es todo amor... 



¡Mentira, esclavitud, he aquí la esencia 
de lo que reina en esta tierra impía! 

Y en garantía de la descendencia 
eternamente pugnan noche y día. 

En este reino de pecado, cruento, 
reino de llanto, infamia y corrupción, 
de maldad infinita y aflicción, 
bulle hoy la lucha y, con un largo aliento, 
raudos pasos a un fin sagrado van... 
Nosotros gritaremos: «Plomo o pan». 


Versiones: José Martínez Matos y David Chericián 



MIHAI EMINESCU 

Rumania, 1850-1889 

Emperador y proletario 

Sentados en los bancos de la oscura taberna, 
donde la luz traspasa los sucios vidrios pálidos, 
junto a las mesas largas en que adusto se apoya, 
con su rostro sombrío, el rebaño de nómadas: 
los hijos de los pobres, la plebe proletaria. 

¡Ah! —dijo uno—, ¿dijisteis que el hombre es una 
en este mundo amargo tan lleno de tormento? 

Ni una chispa hay en él inocente y fecunda, 
vil y sucia es su luz como el globo de fango, 
sobre el que reina el hombre de manera absoluta. 

Decidme, ¿qué es justicia? Los poderosos viven 
circundando de leyes su amor y su fortuna; 
los bienes que robaron les sirven para eso 
y para conspirar contra aquellos que sufren 
uncidos al trabajo para toda la vida. 

Los unos, placenteros, pasarán la existencia, 
deslizando sus días, sus horas sonrientes. 

En verano, las ñestas —el ámbar de los vinos, 
el frescor de las frondas y los Alpes helados—, 
la noche haciendo día hasta dormirse al alba. 

La virtud para ellos ya no existe. Predican 
porque les son precisos los brazos vigorosos, 
para empujar con fuerza los carros del Estado 
y combatir por ellos en la guerra encendida. 

Así, mientras morimos, ellos pueden ser grandes. 

Las flotas poderosas y los grandes ejércitos, 
las coronas que ponen los reyes en su frente, 
y todos los millones de riqueza lujosa 
que amontonan los ricos oprimiendo a los pobres, 
salen de los sudores del pobre pueblo esclavo. 

Religión, esa frase por ellos inventada, 

para que con más fuerza se inclinen ante el yugo, 

porque si al corazón faltase la esperanza 

de ser recompensados después de la miseria, 

¿podríais soportarlo como bestias de carga? 



Con sombras irreales os velan vuestra vista, 
haciendo que creáis que habrá una recompensa... 

¡No!, la muerte concluye la vida y el placer, 
y aquel que en este mundo sólo ha sufrido penas 
nada encuentra, los muertos no son más que los muertos. 

Mentiras, frases, eso sostienen los Estados 
no buscan ofrecernos un orden natural; 
por defender sus bienes, su bienestar, su gloria, 
han armado tu brazo para que te golpees 
y luches contra ti mientras ellos te empujan. 

¿Por qué seréis esclavos de la riqueza espuria, 
vosotros, que vivís apenas del trabajo? 

¿Por qué para vosotros la enfermedad, la muerte, 
mientras ellos, espléndidos, en su opulencia hueca 
se pasean felices sin tiempo de morir? 

¿Por qué olvidáis que sois el número y la fuerza? 
Fácilmente podríais repartiros la tierra. 

No construyáis más muros que guarden sus tesoros, 
ni otros muros en donde encierren vuestro grito 
si un día reclamáis el derecho a la vida. 

Las leyes los protegen, los placeres son suyos 
y sorben de la tierra los jugos más sabrosos; 
voluptuosidad llaman a sus ñestas ruidosas, 
atrayendo hacía ellas las más bellas muchachas 
que dejan su hermosura entre seniles brazos. 

Y si nos preguntásemos, ¿entonces, qué nos queda? 

El trabajo, que a ellos aumenta sus placeres, 
la esclavitud por vida, el llanto y el pan negro, 
niños envilecidos, vergüenzas y miseria... 

¡Ellos, todo, tú, nada; ellos, cielo, tú, horror! 

Leyes no necesitan —la virtud vive sólo 

donde está la riqueza—, la ley es para ti, 

es a ti a quien la imponen, a quien echan la pena 

cuando alargas la mano hacia el bien tentador, 

pues no han de perdonarte aunque mueras de hambre. 

¡Aplastad este orden tan cruel como injusto, 

que entre ricos y pobres el mundo ha dividido! 

Pues después de la muerte no existe recompensa, 
haced que en este mundo os den la parte justa. 

¡Igualdad para todos y vivid como hermanos! 



Romped la estatua antigua de la Venus desnuda, 
quemad todos los lienzos con sus cuerpos de nieve; 
ellos traen al espíritu la perniciosa idea 
de la perfección viva del hombre, mientras caen 
en la trama del vicio las hijas de los pobres. 

Destruid lo que excite su corazón enfermo, 
destruid los palacios, templos que esconden crímenes, 
echad al fuego estatuas de todos los tíranos 
y que la lava corra royendo los escombros 
hasta borrar la huella de los que los imiten. 

Destruid lo que enseña vanidad y fortuna, 
oh, despojad la vida de su pétreo vestido, 
del oro, de la púrpura, del horror, de las lágrimas; 
que sea sólo un sueño, que sólo un sueño quede, 
que sin pasión resbale hacia el tiempo infinito. 

Alzad con los escombros pirámides gigantes, 
como un memento morí en lo alto de la historia; 
así ha de ser el arte que se abrirá a tu alma 
ante la eternidad, y no un cuerpo desnudo 
con aire de venderse bajo los ojos viles. 

¡Oh, traed el diluvio, ya esperasteis bastante, 
y veréis cómo el bien por el bien traerá el alba! 

El puesto de la hiena lo ocupó el charlatán, 
la crueldad antigua, el dulzón envidioso; 
han cambiado las formas, pero siguen los males. 

Mas cuando regreséis a las edades de oro, 
a los mitos azules que murmurando ofrecen 
alegrías iguales por igual compartidas, 
aunque la muerte llegue extinguiendo la lámpara, 
os parecerá un ángel de abundantes cabellos. 

Entonces será fácil morir sin amargura, 
vivirán vuestros hijos el mundo deseado, 
no gemirán campanas ni llorarán sus bronces 
por aquel que cumplió su destino total; 
nadie lo llorará, porque vivió su vida. 

Y las enfermedades que la miseria incuba 
en los pobres mortales desaparecerán, 
germinando en el mundo lo que está destinado, 
apurando la copa hasta el fin, si lo quiere, 
muriendo al no encontrar razón para vivir. 



Por la orilla del Sena, en faetón de gala, 
pasa el César hundido, pálido en sus pasiones; 
el sordo rumor bronco de cientos de carruajes, 
golpeando el granito, no enturbia sus ideas; 
el pueblo, enmudecido, le abre paso, humillado. 

Su sonrisa profunda, callada, inteligente, 
su mirada que lee el fondo de las almas, 
su mano conductora del destino del mundo, 
saludan al tropel de harapos que lo mira. 

Su grandeza está unida secretamente a ellos. 

Engreído en su altura, orgullo solitario 
y privado de amor, que es principio del mal, 
conduce con dos riendas: injusticia y mentira. 

A través de los siglos la histeria va pasando, 
y siempre el mismo cuento del martillo y el yunque. 

Y él —vértice orgulloso de todos los que oprime— 
saluda, mientras pasa, a su defensor mudo. 

Si en el mundo faltase vuestra humilde presencia, 
ese origen oscuro que hace radiar su gloria, 
en medio de derrumbes el César se hundiría. 

Con vuestras sombras mudas que no creen en nada, 
con vuestra risa fría, desnuda de piedad, 
con vuestro buen sentido de justicia y de bien, 
con vuestra poderosa y terrible presencia, 
curva bajo su yugo a aquellos que lo odiaron. 

París en oleajes de tempestad se enciende 
y torres como antorchas arden en pleno viento; 
a través de las llamas, flotan en torbellino 
los aullidos, entrando en ese mar caliente. 

El siglo es un cadáver, París sólo es su tumba. 

En las calles sangrando de llamas cegadoras, 
sobre las barricadas de losas de granito, 
la plebe proletaria, mueve sus batallones, 
con las armas brillantes, al aire el gorro frigio, 
y doblan las campanas con su sonido ronco. 

Blancas como de mármol, y como él impasibles, 
cruzan el aire rojo las mujeres en armas, 
los endrinos cabellos sueltos sobre los hombros, 
cubriéndoles los senos, y en los ojos profundos 






la miseria y la rabia que arden desesperadas. 

¡Oh, combates velados por tus ricos cabellos, 

—qué valiente que es hoy esa niña perdida—, 
pues la bandera roja, su sombra justiciera, 
santifica tus horas de fango y de pecado! 

¡No eres tú la culpable, sí los que te vendieron! 

Tranquilo el mar relumbra y por sus placas grises 
desliza sucesivas láminas de cristal, 
que corren hacia el mundo; del bosque misterioso 
surge la luna llena de los campos de arar, 
inundándolo todo con sus ojos triunfales. 

Sobre las ondas quietas, mecidos, acunados, 
flotan viejos veleros, esqueletos desnudos, 
sombras lentas que miran inflar su arboladura 
mientras la luna pasa como un halo de fuego 
y amarilla mantiene su imagen como un blanco. 

En las costas batidas por el furor del mar, 
el César vela siempre cerca del tronco curvo 
del sauce desmayado, que a los aires del agua, 
en círculos radiantes se inclina bajo el soplo 
del céfiro nocturno y resuena en cadencia. 

Y piensa que a través de la noche estrellada 
marcha sobre las aguas y la cima del bosque, 
con su gran barba blanca —en la frente sombría 
la corona de paja pendiéndole marchita—, 
el viejo Rey Lear. 

Estupefacto mira el César a las nubes, 
y en sus pliegues temblando las estrellas le muestran 
todo el sentido oculto de su vida brillante, 
abriéndole los ojos... El eco de los pueblos 
se parece a las voces de amargura del mundo: 

En cada hombre vivo un mundo hace su ensayo, 
el viejo Demiurgo se esfuerza vanamente; 
en todo ser el mundo repite la pregunta: 

¿Adonde va la flor, dime, de dónde vienen 
sus oscuros deseos sembrados en la nada? 

El sentido del mundo, sus ansias y su gloria, 
el alma de los vivos —surtidor arriesgado 
cual árbol floreciente— los esconde en su centro; 






en cada flor levanta su savia toda entera, 
pero antes de dar fruto casi todas perecen. 

Así el humano fruto se hiela en su camino, 
el uno es un esclavo, emperador el otro, 
cubriendo con engaños su pobre, triste vida, 
y exhibiendo ante el sol su miserable imagen 
—imagen— pues los dos tienen igual destino. 

Bajo distintos hábitos van los mismos deseos, 
y la humanidad es tan sólo un mismo hombre, 
bajo distintas formas aparece la vida, 
con su cruel misterio, que a nadie se revela, 
fundada de infinitos deseos sobre un átomo. 

Si sabes que este sueño con la muerte se acaba, 
que detrás de nosotros todas las cosas quedan, 
hagamos lo que hagamos, entonces te fatiga 
el perseguir estéril... y una idea te asalta: 

«Que el sueño de la muerte es la vida del mundo». 

Versión: María Teresa León y Rafael Alberti 



A. GUERRA JUNQUEIRO 

Portugal, 1850-1923 

A la mocedad de las escuelas 

Rota su túnica a pedazos 
la Patria agonizando está. 

Mocedad, dale tus abrazos, 
bésala y álzala en tus brazos, 

¡no morirá! 

Con siete lanzas los traidores 
la traspasaron, vedla allá... 

Mocedad, unge sus dolores 
háblale y cúbrela de flores, 

¡no morirá! 

Turba de esclavos libertina, 
no oyen los gritos que ella da... 

¡Oh, mocedad, loca heroína! 

¡Besa su espada diamantina!, 

¡no morirá! 

Ya desfallece, tiembla, llora, 
vacila, cae... ha muerto ya... 

¡No, Mocedad renovadora!, 

¡dale tu sangre ebria de aurora!, 

¡no morirá! 

Tus propias venas atropella, 
dale tu sangre: ¡es hora ya! 

¡Oh, Mocedad heroica y bella! 
¡Muere cantando!... ¡Muere!... ¡Y ella 
revivirá! 


8 de diciembre de 1890 


El cazador Simón 


A Fialho d’Almeida 


Yace el rey impedido y moribundo 
en el castillo lóbrego y silente; 
turba el grave mutismo el mar profundo... 
La reina llora inconsolablemente... 



—Papagayo real, ¿qué hay por la plaza? 

—El príncipe Simón que va de caza. 

Los bronces doblan por el rey que ha muerto... 
¡Muerte tremenda, pavoroso horror! 

Lloran las almas, en un gesto yerto, 
lágrimas de amargura y de dolor... 

—Papagayo real, ¿qué hay por la plaza? 

—Es el rey don Simón que va de caza. 

El extranjero audaz escupe afrentas 
en el sagrado de las patrias ruinas... 

Se crispan unas manos violentas, 
llenan los pechos furias leoninas... 

—Papagayo real, ¿qué hay por la plaza? 

—Es el rey don Simón que va de caza. 

¡Muerta la libertad, la patria muerta! 

¡Noche sin luz en páramos desiertos! 

¡El extranjero ríe a nuestra puerta! 

¡La infamia guarda el polvo de los muertos! 

—Papagayo real... ¿qué hay por la plaza? 

—Es el rey don Simón que va de caza. 

¡Tiros!... La lucha y el clamor no cesa... 

Pasa la multitud en rebelión... 

¡Resuena en el clarín la Marsellesa! 

Un trono estalla en súbita explosión... 

—Papagayo real... ¿qué hay por la plaza? 

—¡Es alguien, alguien, que ha salido a caza 
del cazador Simón! 


Vianna do Castelho, 8 de abril de 1890 


La bendición de la locomotora 

Completa está la obra. La máquina ya alienta 
dando en ondas al aire su hálito singular; 
pero antes de arrancar dan al párroco cuenta, 
que es preciso que un cura la venga a bautizar. 

Como ella es, de seguro, producto de Caín, 




hija de la razón y de la fuerza humana, 
échenle en las entrañas un poco de latín, 
y afírmenla en la fe católico-romana. 

Han de existir en ella diabólicos pecados 

porque es de cobre y hierro; porque estos dos metales 

salen de la cantera sucios y excomulgados, 

como los niños de los vientres maternales. 

¡Aprisa!, conjuradle los demonios que encierra, 
¡extraed la herejía del acero brillante! 

Como procede de las forjas de Inglaterra, 
no cabe duda que es un poco protestante. 

Para que el monstruo cruce, perdiéndose de vista, 
como un sueño febril, la domada extensión, 
necesita un hisopo —y al lado un maquinista— 
algo de teología —con algo de carbón. 

La comunión acerquen a su boca de fiera; 
prediquenle sermones, enséñenle a rezar 
y con agua bendita llénenle la caldera, 
que con agua del cielo tal vez no pueda andar. 


A Inglaterra 

(fragmento) 

¡Oh cínica Inglaterra, oh beoda imprudente! 

¿Qué deben tus colonias a tu gran corazón? 

La hipocresía, la Biblia y el aguardiente: 
la mortaja de Cristo les diste largamente 
partida en taparrabos de punto de algodón. 

Vendes amor a metros con tus manos bastardas 
y vendes a tu Dios sólo atenta a tu fin; 

¡de su vieja cruz haces culatas de espingardas, 
su cuerpo lo conviertes en pólvora y bombardas, 
su sangre la transformas en aguarrás y ginl 

Tus apóstoles van, prostituta insolente, 
con el fin de salvar a la negra ralea, 
en busca de los negros de Oriente y Occidente, 
bautizándolos en Jordanes de aguardiente, 
mostrándoles tu Dios en tu hostia —¡la guinea! 

Tu honra te importa menos que moneda contante, 



y tu pudor es como un Matabal en cueros; 
ladrón de cuenta abierta, bárbaro traficante 
das a los negros, para hacer de ellos corderos, 
tu Biblia a cambio de colmillos de elefante. 

¡Tu religión, tu Biblia!...Tu Biblia es una agenda 
donde en números truecas las virtudes humanas, 
y un Dios de compra y venta es el Dios de tu ofrenda: 
Cristo resucitado para abrir una tienda 
de alcohol, de carbón, de corchos y de panas. 

Por las sendas del tiempo —¡oh, milano dañino!— 
anda un pueblo a los logros de su estrella polar, 
y tú eres el ladrón que le sale al camino, 
con las mañas del lobo y el coraje del vino 
a exigirle la bolsa para dejarle andar. 

Si ves un pobre, al hombro te echas la carabina, 
si ves un fuerte, callas y esperas que te dé. 

Ahora pide limosna tu mano, ahora asesina, 
y es tu orgullo cobarde, Boyardo vil de esquina, 
un tigre que anda a rastras y un lacayo de pie. 

Cuando ya surge, en oros, el arco de la alianza 
que a los siglos futuros dará entrada triunfal; 
por donde diez naciones marchando en pos de Francia 
con palmas en las manos y cantos de esperanza 
llegarán a la nueva Jerusalén ideal; 

cuando rompe la aurora feliz del magno día 
y nos llama un clarín frenético a lo lejos... 

Cuando abierta en el cielo la inmensa Profecía, 
el coloso de hierro y oro, la Tiranía, 
comienza a vacilar en sus cimientos viejos; 

cuando París entona una epopeya homérica 
con el timbre inmortal de su voz de héroe griego; 
cuando, como una ráfaga espléndida y quimérica, 
aquel ciclón de luz que dio la vuelta a América 
retorna hacia nosotros las dos alas de fuego; 

cuando, en fin, de la patria el corazón radiante 
palpitaba en un claro vaticinio de gloria, 
a ojos del mundo entero, sin causa, de repente, 
brutalísimamente, 

en plena Europa, en pleno día y en plena historia, 

como si fuera noche y en matorral espeso, 
se estrangula de un pueblo heroico el porvenir; 




se roba una nación, como un can roba un hueso, 
y el sol, viendo esta infamia, no deja de lucir, 
y ríe, en pleno sol, el bandolero ileso. 

¡Y perdona la tierra la rapiña en acecho! 

¡Y no sumerge al monstruo la cólera del mar! 

¡Y no estalla en rugidos de dolor ningún pecho! 
¡Oh quimera, oh tristeza, oh Justicia, oh Derecho! 
¿Dónde estás, Providencia... que te quiero insultar? 

Las naciones un día, como hienas dementes, 
tu imperio han de rasgar en feroz convulsión... 

Y en el torvo alalí, dando saltos ardientes, 
con espumas de rabia bañándoles los dientes, 

¡te han de dar cada una su tremenda sanción! 

Y sola quedarás en tu isla normanda 

con tus viejos varones de los tiempos de Arthús; 
devorará tu pecho como un cáncer, la Irlanda, 
y en tu carne has de ver, oh meretriz nefanda, 
que la sangre da lodo y que el oro da pus, 

Y como unos brutales monstruos de pesadilla 
en las tristes entrañas de una nave sin rumbo 
a la luz que proyecta la tormenta amarilla, 
sintiendo a cada embate que se parte la quilla, 
sintiendo que son presa del mar a cada tumbo, 

se degüellan, febriles, roncos, dilacerantes, 
ardiendo las pupilas en brasas infernales, 
panteras contra hienas, osos contra elefantes, 
culebras retorciendo los anillos sonantes, 
búfalos embistiendo leopardos y chacales; 

asimismo vosotros, dura raza asesina, 

sobre la patria nave que azota el mar rugiendo, 

habéis de devoraros en feroz degollina 

de la que sólo quede, bajo densa neblina 

y entre charcos de sangre, una Gomorra ardiendo. 

Y millones, millones de bocas afamadas 
han de dilacerarte los miembros con furor, 

y tu piedra a estallidos, tu carne a puñaladas, 
han de caer, del mismo látigo ensangrentadas, 
entre crujir de huesos y blasfemias de horror... 





Sobre tu sangre elTámesis desbordará su risa, 
del cuerpo de tu rey comerá un perro hambrón, 
tu suelo ha de temblar como una pitonisa 
y la raez sin ley, sin dios y sin camión 
¡rasgará tus entrañas pútridas, Dios Millón! 

Bancos, docks, almacenes, prisiones, monumentos, 
reventarán, ni resto ni rastro ha de quedar... 

Y al fragor que levanten tus últimos lamentos, 
responderán —¡ladrando!— las furias de los vientos, 
responderá —¡escupiendo!— la ironía del mar. 



JOSÉ MARTÍ 

Cuba, 1853-1895 

Versos sencillos 

XXX 

El rayo surca, sangriento, 

El lóbrego nubarrón: 

Echa el barco, ciento a ciento, 
Los negros por el porrón. 

El viento, fiero, quebraba 
Los almácigos copudos; 

Andaba la hilera, andaba, 

De los esclavos desnudos. 

El temporal sacudía 
Los barracones henchidos: 

Una madre con su cría 
Pasaba, dando alaridos. 

Rojo, como en el desierto, 

Salió el sol al horizonte: 

Y alumbró a un esclavo muerto, 
Colgado a un seibo del monte. 

Un niño lo vio: tembló 
De pasión por los que gimen: 

¡Y, al pie del muerto, juró 
Lavar con su sangre el crimen! 
XXXIV 

¡Penas! ¿Quién osa decir 
Que tengo yo penas? Luego, 
Después del rayo, y del fuego, 
Tendré tiempo de sufrir. 

Yo sé de un pesar profundo 
Entre las penas sin nombres: 

¡La esclavitud de los hombres 
Es la gran pena del mundo! 

Hay montes, y hay que subir 
Los montes altos; ¡después 
Veremos, alma, quién es 
Quien te me ha puesto al morir! 


52 



XLI 


Cuando me vino el honor 
De la tierra generosa, 

No pensé en Blanca ni en Rosa 
Ni en lo grande del favor. 

Pensé en el pobre artillero 
Que está en la tumba, callado: 
Pensé en mi padre, el soldado: 
Pensé en mi padre, el obrero. 

Cuando llegó la pomposa 
Carta, en su noble cubierta, 
Pensé en la tumba desierta, 

No pensé en Blanca ni en Rosa. 


Académica 

Yen, mi caballo, a que te encinche: quieren 
Que no con garbo natural el coso 
Al sabio impulso corras de la vida, 

Sino que el paso de la pista aprendas, 

Y la lengua del látigo, y sumiso 
Des a la silla el arrogante lomo:— 

Yen, mi caballo: dicen que en el pecho 

Lo que es cierto, no es cierto: que la estrofa 
ígnea que en lo hondo de las almas nace, 

Como penacho de fontana pura 
Que el blando manto de la tierra rompe 

Y en gotas mil arreboladas cuelga, 

No ha de cantarse, no, sino las pautas 
Que en moldecillo azucarado, y hueco 
Encasacados dómines dibujan: 

Y gritan: «¡Al bribón!» —¡cuando a las puertas 
Del templo augusto un hombre libre asoma!— 
Ven, mi caballo, con tu casco limpio 

A yerba nueva y flor de llano oliente, 

Cinchas estruja, lanza sobre un tronco 
Seco y piadoso, donde el sol la avive, 

Del repintado dómine la chupa, 

De hojas de antaño y de romanas rosas 
Orlada, y deslucidas joyas griegas—. 

Y al sol del alba en que la tierra rompe 
Echa arrogante por el orbe nuevo. 



Hierro 


Ganado tengo el pan: hágase el verso— 

Y en su comercio dulce se ejercite 
La mano, que cual prófugo perdido 
Entre oscuras malezas, o quien lleva 
A rastra enorme peso, andaba ha poco 
Sumas hilando y revolviendo cifras. 

Bardo, ¿consejo quieres? 

Pues descuelga 

De la pálida espalda ensangrentada 
El arpa dívea, acalla los sollozos 
Que a tu garganta como mar en furia 
Se agolparán, y en la madera rica 
Taja plumillas de escritorio y echa 
Las cuerdas rotas al movible viento. 

Oh alma! oh alma buena! mal oficio 
Tienes!: póstrate, calla, cede, lame 
Manos de potentado, ensalza, excusa 
Defectos, teñios —que es mejor manera 
De excusarlos—, y mansa y temerosa 
Vicios celebra, encumbra vanidades: 

Verás entonces, alma, cuál se trueca 
En plato de oro rico tu desnudo 
Plato de pobre! 

Pero guarda ¡oh alma! 

¡que usan los hombres hoy oro empañado! 

Ni de eso cures, que fabrican de oro 
Sus joyas el bribón y el barbilindo; 

Las armas no, —¡las armas son de hierro! 

Mi mal es rudo: la ciudad lo encona: 

Lo alivia el campo inmenso: ¡Otro más vasto 
Lo aliviará mejor! —Y las oscuras 
Tardes me atraen, cual si mi patria fuera 
La dilatada sombra. 

¡Oh, verso amigo; 

Muero de soledad, de amor me muero! 

No de vulgar amor; estos amores 
Envenenan y ofuscan: no es hermosa 
La fruta en la mujer, sino la estrella. 

La tierra ha de ser luz, y todo vivo 
Debe en torno de sí dar lumbre de astro. 

¡Oh, estas damas de muestra! ¡Oh, estas copas 
De carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño 



que las enjoya y que las nutre echadas! 

¡Te digo, oh, verso, que los dientes duelen 
De comer de esta carne! 

Es de inefable 

Amor del que yo muero, del muy dulce 
Menester de llevar, como se lleva 
Un niño tierno en las cuidosas manos, 
Cuanto de bello y triste ven mis ojos. 

Del sueño, que las fuerzas no repara 
Sino de los dichosos, y a los tristes 
El duro humor y la fatiga aumenta, 

Salto, al Sol, como un ebrio. Con las manos 
Mi frente oprimo, y de los turbios ojos 
Brota raudal de lágrimas. ¡Y miro 
El Sol tan bello y mi desierta alcoba, 

Y mi virtud inútil, y las fuerzas 
Que cual tropel famélico de hirsutas 
Fieras saltan de mí buscando empleo; 

Y el aire hueco palpo, y en el muro 
Frío y desnudo el cuerpo vacilante 
Apoyo, y en el cráneo estremecido 
En agonía flota el pensamiento, 

Cual leño de bajel despedazado 

¡Que el mar en furia a playa ardiente arroja! 
¡Sólo las flores del paterno prado 
Tienen olor! ¡Sólo las ceibas patrias 
Del sol amparan! Como en vaga nube 
Por suelo extraño se anda; las miradas 
Injurias nos parecen, y el Sol mismo, 

¡Más que en grato calor, enciende en ira! 

¡No de voces queridas puebla el eco 
Los aires de otras tierras: y no vuelan 
Del arbolar espeso entre las ramas 
Los pálidos espíritus amados! 

De carne viva y profanadas frutas 
Viven los hombres —¡ay! ¡mas el proscripto 
De sus entrañas propias se alimenta! 
¡Tiranos: desterrad a los que alcanzan 
El honor de vuestro odio: ya son muertos! 
Valiera más ¡oh, bárbaros! que al punto 
De arrebatarlos al hogar, hundiera 
En lo más hondo de su pecho honrado 
¡Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura 
Grato es morir, horrible, vivir muerto. 

¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda 
De compasión de la fortuna al triste 



Que no sabe domarla: a sus mejores 
Hijos desgracias da Naturaleza: 

Fecunda el hierro al llanto, el ¡golpe al hierro! 


Banquete de tiranos 

Hay una raza vil de hombres tenaces 
De sí propios inflados, y hechos todos, 
Todos, del pelo al pie, de garra y diente: 

Y hay otros, como flor, que al viento exhalan 
En el amor del hombre su perfume. 

Como en el bosque hay tórtolas y fieras 

Y plantas insectívoras y pura 
Sensitiva y clavel en los jardines. 

De alma de hombres los unos se alimentan: 
Los otros su alma dan a que se nutran 

Y perfumen su diente los glotones, 

Tal como el hierro frío en las entrañas 
De la virgen que mata se calienta. 

A un banquete se sientan los tiranos 
Donde se sirven hombres: y esas viles 
Que a los tiranos aman, diligentes 
Cerebro y corazón de hombres devoran: 

Pero cuando la mano ensangrentada 
Hunden en el manjar, del mártir muerto 
Surge una luz que les aterra, flores 
Grandes como una cruz súbito surgen 

Y huyen rojo el hocico, y pavoridos 
A sus negras entrañas los tiranos. 

Los que se aman a sí: los que la augusta 
Razón a su avaricia y gula ponen: 

Los que no ostentan en la frente honrada 
Ese cinto de luz que el yugo funde 
Como el inmenso sol en ascuas quiebra 
Los astros que a su seno se abalanzan: 

Los que no llevan del decoro humano 
Ornado el sano pecho: los menores 

Y segundones de la vida, sólo 
A su goce ruin y medro atentos 

Y no al concierto universal. 

Danzas, comidas, músicas, harenes, 

Jamás la aprobación de un hombre honrado. 

Y si acaso sin sangre hacerse puede 



Hágase... clávalos, clávalos 

En el horcón más alto del camino 

Por la mitad de la villana frente. 

A la grandiosa humanidad traidores, 
Como implacable obrero 
Que un féretro de bronce clavetea. 
Los que contigo 

Se parten la nación a dentelladas. 


Contra el verso retórico... 

Contra el verso retórico y ornado 
El verso natural. Acá un torrente: 

Aquí una piedra seca. Allá un dorado 
Pájaro, que en las ramas verdes brilla, 

Como una marañuela entre esmeraldas— 

Acá la huella fétida y viscosa 

De un gusano: los ojos, dos burbujas 

De fango, pardo el vientre, craso, inmundo. 

Por sobre el árbol, más arriba, sola 

En el cielo de acero una segura 

Estrella; y a los pies el horno, 

El horno a cuyo ardor la tierra cuece— 
Llamas, llamas que luchan, con abiertos 
Huecos como ojos, lenguas como brazos, 
Savia como de hombres, punta aguda 
Cual de espada: ¡la espada de la vida 
Que incendio a incendio gana al fin, la tierra! 
Trepa: viene de adentro: ruge: aborta. 
Empieza el hombre en fuego y para en ala. 

Y a su paso triunfal, los maculados, 

Los viles, los cobardes, los vencidos, 

Como serpientes, como gozques, como 
Cocodrilos de doble dentadura, 

De acá, de allá, del árbol que le ampara, 

Del suelo que le tiene, del arroyo 
Donde apaga la sed, del yunque mismo. 
Donde se forja el pan, le ladran y echan 
El diente al pie, al rostro el polvo y lodo, 
Cuanto cegarle puede en su camino. 

El, de un golpe de ala, barre el mundo 

Y sube por la atmósfera encendida 
Muerto como hombre y como sol sereno. 

Así ha de ser la noble poesía: 

Así como la vida: estrella y gozque; 

La cueva dentellada por el fuego, 




El pino en cuyas ramas olorosas 
A la luz de la luna canta un nido 
Canta un nido a la lumbre de la luna. 


Antes de trabajar 

Antes de trabajar, como el cruzado 
Saludaba a la hermosa en la arena, 

La lanza de hoy, la soberana pluma 
Embrazo, a la pasión, corcel furioso 
Con mano ardiente embrido, y de rodillas 
Pálido domador, saludo al verso. 

Después, como el torero, al circo salgo 
A que el cuerno sepulte en mis entrañas 
El toro enfurecido. Satisfecho 
De la animada lid, el mundo amable 
Merendará, mientras expiro helado, 

Pan blanco y vino rojo, y los esposos 
Nuevos se encenderán con las miradas. 

En las playas el mar dejará en tanto 
Nuevos granos de arena: nuevas alas 
Asomarán ansiosas en los huevos 
Calientes de los nidos: los cachorros 
Del tigre echarán diente: en los preñados 
árboles de la huerta, nuevas hojas 
Con frágil verde poblarán las ramas. 

Mi verso crecerá: bajo la yerba 
Yo también creceré: ¡Cobarde y ciego 
Quien del mundo magníñco murmura! 


Bien: yo respeto 

Bien: yo respeto 

A mi modo brutal, un modo manso 

Para los infelices e implacable 

Con los que el hambre y el dolor desdeñan, 

Y el sublime trabajo; yo respeto 

La arruga, el callo, la joroba, la hosca 

Y flaca palidez de los que sufren. 

Respeto a la infeliz mujer de Italia, 

Pura como su cielo, que en la esquina 
De la casa sin sol donde devoro 



Mis ansias de belleza, vende humilde 
Piñas dulces y pálidas manzanas. 
Respeto al buen francés, bravo, robusto, 
Rojo como su vino, que con luces 
De bandera en los ojos, pasa en busca 
De pan y gloria al Istmo donde muere. 


Pollice verso 

¡Sí!, ¡yo también, desnuda la cabeza 
De tocado y cabellos, y al tobillo 
Una cadena lurda, heme arrastrado 
Entre un montón de sierpes, que revueltas 
Sobre sus vicios negros, parecían 
Esos gusanos de pesado vientre 

Y ojos viscosos que en hedionda cuba 
De pardo Iodo lentos se revuelcan! 

Y yo pasé, sereno entre los viles 

Cual si en mis manos, como en ruego juntas, 
Sus anchas alas púdicas abriese 
Una paloma blanca. Y aún me aterro 
De ver con el recuerdo lo que he visto 
Una vez con mis ojos. Y espantado 
¡Póngome en pie, cual a emprender la fuga! 
¡Recuerdos hay que queman la memoria! 
¡Zarzal es la memoria; mas la mía 
Es un cesto de llamas! A su lumbre, 

El porvenir de mi nación preveo. 

Y lloro. Hay leyes en la mente, leyes 
Cual las del río, el mar, la piedra, el astro, 
Ásperas y fatales: ese almendro 

Que con su rama oscura en flor sombrea 
Mi balconzuelo, viene de semilla 
De almendro: y ese rico globo de oro 
De dulce y perfumoso jugo lleno 
Que en blanca fuente una niñuela cara, 

Flor del destierro, cándida me brinda, 
Naranja es, y vino de naranjo. 

Y el suelo triste en que se siembran lágrimas 
Dará árbol de lágrimas. La culpa 

Es madre del castigo. Y se derrama 
La sangre que se vierte. No es la vida 
Una copa de ajenjo, que se torna 
En hiel para los míseros, y en férvido 
Tokay para el feliz: la vida es grave, 

Y hasta el pomo ruin la daga hundida, 




al flojo gladiador clava en la arena. 

(,..)Porción del Universo; frase unida 

A frase colosal, sierva ligada 

A un carro de oro que a los ojos mismos 

De los que arrastra en rápida carrera 

Ocúltase en el áureo polvo: sierva 

Con invisibles riendas 

¡A la incansable Eternidad atada! 

Circo la tierra es, como el romano, 

Y junto a cada cima una invisible 
Panoplia al hombre aguarda, donde lucen, 
Cual daga cruel que hiere al que la blande 
Los vicios, y cual límpidos escudos 

Las virtudes; la vida es la ancha arena, 

Y los hombres, esclavos gladiadores; 

Pero el pueblo y el rey —callados miran 
En grada excelsa en la desierta sombra!— 

—Pero miran! Y a aquel que en la contienda 
Bajó el escudo, o lo dejó de lado, 

O suplicó cobarde, o abrió el pecho 
Laxo y servil a la enconosa daga 
Del enemigo, las vestales rudas 
Desde el sitial de la implacable piedra 
Condenan a morir, pollice verso !— 

Y hasta el pomo ruin la daga hundida 
Al flojo gladiador clava en la arena. 

Alza ¡oh, pueblo! el escudo, que esta vida 
Es cosa grave, y cada acción es culpa 
Que como aro servil se lleva luego 
Cerrado al cuello —o premio generoso 
Que del futuro mal próvido libra. 

¿Veis los esclavos? Como cuerpos muertos 
Atados en racimo, a vuestra espalda 
Irán vida tras vida, y con las frentes 
Pálidas y angustiosas, la sombría 
Carga en vano halaréis, hasta que el viento, 
De vuestra pena bárbara apiadado, 

Sus átomos postreros evapore! 

¡Oh, qué visión tremenda! ¡Oh, qué terrible 
Procesión de culpables! Como en llano 
Negro los miro, torvos, anhelosos, 

Sin fruta el arbolar, secos los píos 
Bejucos, por comarca funeraria 



¡Donde ni el sol da luz, ni el árbol sombra! 

Y bogan en silencio, como en magno 
Océano sin agua, y a la frente 

Llevan, cual yugo el buey, la cuerda uncida, 

Y a la zaga, listado al cuerpo flaco 

De hondos azotes, el montón de siervos! 
¿Veis las carrozas, las ropillas blancas 
Risueñas y ligeras, el luciente 
Corcel de crin trenzada y riendas ricas, 

Y la albarda, de plata suntuosa 
Prendida y el menudo zapatillo, 

Cárcel a un tiempo de los pies y el alma! 
Pues ved, que los extraños os desdeñan 
Como a raza ruin, menguada y floja! 


Al buen Pedro 

Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras 
Porque tras mis orejas el cabello 
En crespas ondas su caudal levanta; 

¡Diles, bribón, que mientras tú en festines, 
En rubios caldos y en fragantes pomas, 
Entre mancebas del astuto Norte, 

De tus esclavos el sudor sangriento, 
Torcido en oro descuidado bebes— 
Pensativo, febril, pálido, grave, 

Mi pan rebano en solitaria mesa 
Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo 
De libertar de su infortunio al siervo 
¡Y de tu infamia a ti! Y en estos lances, 
Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa 
Faltar la monedilla que reclama 
Con sus húmedas manos el barbero. 


Dos patrias 

Dos patrias tengo yo; Cuba y la noche. 
¿O son una las dos? No bien retira 
Su majestad el sol, con largos velos 
Y un clavel en la mano, silenciosa 
Cuba cual viuda triste me aparece. 

¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento 
Que en la mano le tiembla! Está vacío 
Mi pecho, destrozado está y vacío 
En donde estaba el corazón. Ya es hora 



De empezar a morir. La noche es buena 
Para decir adiós. La luz estorba 
Y la palabra humana. El universo 
Habla mejor que el hombre. 

Cual bandera 

Que invita a batallar, la llama roja 

De la vela flamea. Las ventanas 

Abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo 

Las hojas del clavel, como una nube 

Que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa... 


Yugo y estrella 

Cuando nací, sin sol, mi madre dijo: 

«Flor de mi seno, Homagno generoso, 

De mí y de la Creación suma y reflejo 
Pez que en ave y corcel y hombre se torna, 
Mira estas dos, que con dolor te brindo, 
Insignias de la vida: ve y escoge. 

Este es un yugo: quien lo acepta, goza. 

Hace de manso buey, y como presta 
Servicio a los señores, duerme en paja 
Caliente, y tiene rica y ancha avena. 

Esta, oh misterio que de mí naciste 
Cual la cumbre nació de la montaña, 

Esta, que alumbra y mata, es una estrella. 

Como que riega luz, los pecadores 
Huyen de quien la lleva, y en la vida, 

Cual un monstruo de crímenes cargado, 

Todo el que lleva luz, se queda solo. 

Pero el hombre que al buey sin pena imita, 
Buey vuelve a ser, y en apagado bruto 
La escala universal de nuevo empieza. 

El que la estrella sin temor se ciñe, 

Como que crea, crece!: 

¡Cuando al mundo 
De su copa el licor vació ya el vivo: 

Cuando, para manjar de la sangrienta 
Fiesta humana, sacó contento y grave 
Su propio corazón: cuando a los vientos 
De Norte y Sur vertió su voz sagrada— 

La estrella como un manto, en luz lo envuelve, 
Se enciende, como a fiesta, el aire claro, 

Y el vivo que a vivir no tuvo miedo, 

Se oye que un paso más sube en la sombra!». 



—Dame el yugo, oh mi madre, de manera 
Que puesto en él de pie, luzca en mi frente 
Mejor la estrella que ilumina y mata. 



RUBEN DARIO 

Nicaragua, 1867-1916 


A Roosevelt 

¡Es con voz de la Biblia o verso de Walt Whitman, 

Que habría de llegar hasta ti, Cazador! 

Primitivo y moderno, sencillo y complicado, 

Con algo de Washington y cuatro de Nemrod. 

Eres los Estados Unidos, 

Eres el futuro invasor 

De la América ingenua que tiene sangre indígena, 

Que aún reza a Jesucristo y aún habla español. 

Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza; 

Eres culto, eres hábil; te opones aTolstoi. 

Y domando caballos o asesinando tigres, 

Eres un Alejandro-Nabucodonosor. 

(Eres un profesor de energía, 

Como dicen los locos de hoy). 

Crees que la vida es incendio, 

Que el progreso es erupción, 

Que donde pones la bala 
El porvenir pones. 

No. 

Los Estados Unidos son potentes y grandes. 

Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor 
Que pasa por las vértebras enormes de los Andes. 

Si clamáis, se oye como el rugir del león. 

Ya Hugo a Grant le dijo: las estrellas son vuestras. 
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol 

Y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos. 

Juntáis el culto a Hércules el culto de Mammón; 

Y alumbráis el camino de la fácil conquista, 

La libertad su antorcha en Nueva York. 

Mas la América nuestra, que tenía poetas 
Desde los tiempos de Netzahualcóyotl, 

Que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco, 
Que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió; 

Que consultó los astros, que conoció la Atlántida 
Cuyo nombre nos llega resonando en Platón, 

Que desde los remotos momentos de su vida 
Vive de luz, de fuego, perfume, de amor, 

La América del grande Moctezuma, del Inca, 

La América fragante de Cristóbal Colón, 

La América católica, la América española, 

La América en que dijo el noble Guatemoc: 

“Yo no estoy en un lecho de rosas”; esa América 



Que tiembla de huracanes y que vive de Amor; 
Hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive. 
Y sueña. Y ama, y vibra, y es la hija del Sol. 
Tened cuidado. ¡Vive la América española! 

Hay mil cachorros sueltos del León Español. 

Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo, 
El riflero terrible y el fuerte Cazador, 

Para poder tenernos en vuestra férreas garras. 

Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! 



AHMED CHAUKI 

Egipto, 1868-1932 

Oh velas sobre el Tíger 

Vela que sobre el Tíger navegas al ocaso, 

Que mis lágrimas te preserven de desgracias 
Por las tranquilas aguas, 

Por donde en otros tiempos el profeta 
Pasó, deslízate por el agua como rayos de luz. 
Desde el embarcadero a las orillas donde nadan 
Perfumes de jardines, 

Hacia maravillosos valles en donde reinan 
La alegría y la paz. 

Obtuviste mi perdón en esta tierra 
Ante los ojos de los antílopes 
De las tristes miradas, 

En la tierra lejana donde vive mi gran pueblo 
Que obtuvo la libertad: la mejor 
De toda recompensa. 


Versiórr.Victoria Carneado y David Chericián 



ANTONIO MACHADO 

España, 1875-1939 


El mañana efímero 


A Roberto Castrovido 


La España de charanga y pandereta, 

cerrado y sacristía, 

devota de Frascuelo y de María, 

de espíritu burlón y de alma quieta, 

ha de tener su mármol y su día, 

su infalible mañana y su poeta. 

El vano ayer engendrará un mañana 
vacío y ¡por ventura! pasajero. 

Será un joven lechuzo y tarambana, 
un sayón con hechuras de bolero; 
a la moda de Francia realista, 
un poco al uso de París pagano, 
y al estilo de España especialista 
en el vicio al alcance de la mano. 

Esa España inferior que ora y bosteza, 
vieja y tahúr, zaragatera y triste; 
esa España inferior que ora y embiste, 
cuando se digna usar de la cabeza, 
aún tendrá luego parto de varones 
amantes de sagradas tradiciones 
y de sagradas formas y maneras; 
florecerán las barbas apostólicas, 
y otras calvas en otras calaveras 
brillarán, venerables y católicas. 

El vano ayer engendrará un mañana 
vacío y ¡por ventura! pasajero, 
la sombra de un lechuzo tarambana, 
de un sayón con hechuras de bolero, 
el vacuo ayer dará un mañana huero. 
Como la náusea de un borracho ahíto 
de vino malo, un rojo sol corona 
de heces turbias las cumbres de granito; 
hay un mañana estomagante escrito 
en la tarde pragmática y dulzona. 

Mas otra España nace, 
la España del cincel y de la maza, 
con esa eterna juventud que se hace 
del pasado macizo de la raza. 

Una España implacable y redentora, 
España que alborea 


67 



con un hacha en la mano vengadora, 
España de la rabia y de la idea. 


A don Francisco Giner de los Ríos 

Como se fue el maestro, 

la luz de esta mañana 

me dijo: Van tres días 

que mi hermano Francisco no trabaja. 

¿Murió?... Sólo sabemos 

que se nos fue por una senda clara, 

di ciándonos: Hacedme 

un duelo de labores y esperanzas. 

Sed buenos y no más, sed lo que he sido 
entre vosotros: alma. 

Vivid, la vida sigue, 

los muertos mueren, y las sombras pasan; 
lleva quien deja y vive el que ha vivido. 
¡Yunques, sonad; enmudeced, campanas! 

Y hacia otra luz más pura 

partió el hermano de la luz del alba, 

del sol de los talleres, 

el viejo alegre de la vida santa. 

...¡Oh, sí, llevad, amigos, 
su cuerpo a la montaña, 
a los azules montes 
del ancho Guadarrama! 

Allí hay barrancos hondos 

de pinos verdes donde el viento canta. 

Su corazón repose 

bajo una encina casta, 

en tierra de tomillos, donde juegan 

mariposas doradas... 

Allí el maestro un día 

soñaba un nuevo florecer de España. 


Baeza, 2 1 febrero, 1915 


El crimen fue en Granada 

I 

El crimen... 


Se le vio, caminando entre fusiles, 



por una calle larga, 
salir al campo frío, 
aún con estrellas, de la madrugada. 

Mataron a Federico 
cuando la luz asomaba. 

El pelotón de verdugos 
no osó mirarle la cara. 

Todos cerraron los ojos; 
rezaron: ¡ni Dios te salva! 

Muerto cayó Federico 

—sangre en la frente y plomo en las entrañas— 

...Que fue en Granada el crimen 

sabed —¡pobre Granada!— en su Granada... 


II 

El poeta y la muerte 

Se le vio caminar solo con Ella, 
sin miedo a su guadaña. 

—Ya el sol en torre y torre; los martillos 
en yunque —yunque y yunque de las fraguas. 
Ffablaba Federico, 

requebrando a la muerte. Ella escuchaba. 
«Porque ayer en mi verso, compañera, 
sonaba el golpe de tus secas palmas, 
y diste el hielo a mi cantar, y el filo 
a mi tragedia de tu hoz de plata, 
te cantaré la carne que no tienes, 
los ojos que te faltan, 
tus cabellos que el viento sacudía, 
los rojos labios donde te besaban... 

Eloy como ayer, gitana, muerte mía, 

qué bien contigo a solas, 

por estos aires de Granada ¡mi Granada!». 


III 

Se le vio caminar... 

Labrad, amigos, 

de piedra y sueño, en el Alhambra, 
un túmulo al poeta, 
sobre una fuente donde llore el agua, 
y eternamente diga: 

el crimen fue en Granada ¡en su Granada! 



Meditación del día 


Frente a la palma de fuego 
que deja el sol que se va, 
en la tarde silenciosa 
y en este jardín de paz, 
mientras Valencia florida 
se bebe el Guadalaviar 
—¡Valencia de finas torres, 
en el lírico cielo de Ausías March, 
trocado su río en rosas 
antes que llegue a la mar!— 
pienso en la guerra. La guerra 
viene como un huracán 
por los páramos del alto Duero, 
por las llanuras de pan llevar, 
desde la fértil Extremadura 
a estos jardines de limonar, 
desde los grises cielos astures 
a las marismas de luz y sal. 

Pienso en España, vendida toda 

de río a río, de monte a monte, de mar a mar. 


Sonetos 

I 

La primavera 

Más fuerte que la guerra —espanto y grima— 
cuando con torpe vuelo de avutarda 
el ominoso trimotor se encima 
y sobre el vano techo se retarda, 

hoy tu alegre zalema el campo anima, 
tu claro verde el chopo en yemas guarda. 
Fundida irá la nieve de la cima 
al hielo rojo de la tierra parda. 

Mientras retumba el monte, el mar humea, 
da la sirena el lúgubre alarido, 
y en el azul el avión platea, 

¡cuan agudo se filtra hasta mi oído, 
niña inmortal, infatigable dea, 
el agrio son de tu rabel florido! 




II 


El poeta recuerda las tierras de Soria 

¡Ya su perfil zancudo en el regato, 
en el azul el vuelo de ballesta, 
o, sobre el ancho nido de ginesta, 
en torre, torre y torre, el garabato 

de la cigüeña!... En la memoria mía 
tu recuerdo a traición ha florecido; 
y hoy comienza tu campo empedernido 
el sueño verde de la tierra fría, 

Soria pura, entre montes de violeta. 

Di tú, avión marcial, si el alto Duero 
a donde vas recuerda a su poeta 

al revivir su rojo Romancero; 

¿o es, otra vez, Caín, sobre el planeta, 
bajo tus alas, moscardón guerrero? 


III 

Amanecer en Valencia desde una torre 

Estas rachas de marzo, en los desvanes 
—hacia la mar— del tiempo; la paloma 
de pluma tornasol, los tulipanes 
gigantes del jardín, y el sol que asoma, 

bola de fuego entre morada bruma, 
a iluminar la tierra valentina... 

¡Hervor de leche y plata, añil y espuma, 
y velas blancas en la mar latina! 

Valencia de fecundas primaveras, 
de floridas almunias y arrozales, 
feliz quiero cantarte, como eras, 

domando a un ancho río en tus canales, 
al dios marino con tus albuferas, 
al centauro de amor con tus rosales. 



IY 

La muerte del niño herido 

Otra vez en la noche... Es el martillo 
de la fiebre en las sienes bien vendadas 
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo! 

¡las mariposas negras y moradas! 

—Duerme, hijo mío. —Y la manita oprime 
la madre, junto al lecho. —¡Oh flor de fueg 
¿quién ha de helarte, flor de sangre, dime? 
Hay, en la pobre alcoba olor de espliego; 

fuera, la oronda luna que blanquea 
cúpula y torre a la ciudad sombría. 

Invisible avión moscardonea. 

¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía? 

El cristal del balcón repiquetea. 

—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría! 

Y 

De mar a mar entre los dos la guerra, 
más honda que la mar. En mi parterre, 
miro a la mar que el horizonte cierra. 

Tú, asomada, Guiornar, a un finisterre, 

miras hacia otro mar, la mar de España 
que Camoens cantara, tenebrosa. 

Acaso a ti mi ausencia te acompaña, 

A mí me duele tu recuerdo, diosa. 

La guerra dio al amor el tajo fuerte. 

Y es la total angustia de la muerte, 
con la sombra infecunda de la llama 

y la soñada miel de amor tardío, 

y la flor imposible de la rama 

que ha sentido del hacha el corte frío. 


VI 

Otra vez el ayer. Tras la persiana, 
música y sol; en el jardín cercano, 
la fruta de oro, al levantar la mano, 



el puro azul dormido en la fontana. 

Mi Sevilla infantil ¡tan sevillana! 

¡cuál muerde el tiempo tu memoria en vano 
¡Tan nuestra! Aviva tu recuerdo, hermano. 

No sabemos de quién va a ser mañana. 

Alguien vendió la piedra de los lares 
al pesado teutón, al hambre mora, 
y al ítalo las puertas de los mares. 

¡Odio y miedo a la estirpe redentora 
que muele el fruto de los olivares, 
y ayuna y labra, y siembra y canta y llora! 



ENDRE ADY 

Hungría, 1877-1919 


El nieto de Gyorgy Dózsa 

Soy el nieto de Gyorgy Dózsa, un hombre noble, 
triste y pobre que llora la angustia de su pueblo. 
¡Eh, señores!, sería bueno hablar a los hombres 
que usan guadaña porque el verano es violento. 

Violento es el verano y es recta la guadaña. 

¡Eh, señores!, hay muchos puños almidonados. 
¿Qué será si el errante pueblo de Gyorgy Dózsa 
fluye con rabia enorme en un torrente airado? 

Si viene el pueblo, ¡eh, señores!, ¿qué será 
de los palacios viles, este ejército infame 
adonde correrá cuando vengamos todos 
con llaves tintineantes las puertas a cerrar? 


Alzó el vuelo el pavorreal 

«Por liberar a los pobres, a la casa provincial 
Del gobierno, decidido, alzó el vuelo el pavorreal». 

Delicados, orgullosos, con plumas de luz lozana, 
Proclaman esta noticia: distinto será el mañana. 

Será el mañana distinto, por fin distinto, y verán 
Nuevos ojos, nuevas caras que al cielo sonreirán. 

Los árboles ancestrales hacen gemir nuevos vientos, 

Ya esperamos, ya esperamos nuevos húngaros portentos. 

O estamos locos y a todos nos destruye la maldad 
O esta fe que proclamamos será pronto realidad. 

Nuevos hornos, nuevos santos, nuevas fes y llamaradas, 
Si no sois ciertos, hundios de nuevo en la niebla-nada. 

O inunda el fuego la casa de gobierno ya anticuada, 

O nuestra alma permanece como hasta hoy sojuzgada. 

O cobran los verbos húngaros sentido nuevo, o perdida 
quedará entre los despojos la triste húngara vida. 



«Por liberar a los pobres, a la casa provincial 
gobierno, decidido, alzó el vuelo el pavorreal». 


Canción del hijo proletario 

Día y noche mi padre, en fatigosa 
labor corre sudando aquí y allá, 
otro hombre más grande que mi padre 
no hay en ningún lugar. 

Las ropas de mi padre están raídas, 
pero a mí va a comprarme un traje nuevo 
y con amor me habla de un hermoso 
futuro para el pueblo. 

Mi padre es prisionero de los ricos, 
le hacen daño, lo humillan, lo maltratan, 
pero siempre nos trae por la noche 
la voz de la esperanza. 

Mi padre es luchador, es un gran hombre, 
nos da orgullo a nosotros, nos da fuerzas, 
porque incapaz sería de humillarse 
ante algunas monedas. 

Es mi padre hombre pobre y afligido, 
pero si a su hijo tanto no atendiera, 
podría detener esta terrestre, 
comedia gigantesca. 

Si mi padre quisiera, ya no habría 
ricos, sería suyo su sudor, 
y serían mis compañeros todos 
lo mismo que yo soy. 

Si mi padre dijera una palabra, 

¡ay!, muchos temblarían al oírle, 
y ya no vivirían esos muchos 
contentos y felices. 

Mi padre sin cesar trabaja y lucha, 
no existe otro, quizás, más fuerte que él, 
pues mi padre es también más poderoso 
que el mismo rey. 


Versiones: Susana Vályi Nagy y David Chericián 


75 



TUDOR ARGHEZI 

Rumania, 1880-1967 


Yo, sombra 

En la puerta de la eternidad, al acecho, como una gata, 
olfateándote, estuve escondida durante siglos. 

En los negros arcoiris de las noches te esperé. 

Tu surgir de la nada se realizó muy lentamente. 

Incorporaste los hombros, te apoyaste en los codos 
y comprobaste que no era posible sostenerte en la cintura. 

Intentaste girar lentamente sobre las caderas 
pero el esfuerzo grande te hizo caer. 

Y rodaste sobre las piedras como la serpiente herida. 

Pero a pesar de caer una y otra vez, tu fe no te abandonó. 

No podré olvidar nunca la lucha que sostuviste contigo 
ni la vasta llanura tendida entre círculos de horizontes. 

En medio de ella estaba el hombre atado 

luchando en la gran soledad, cuerpo a cuerpo con su sombra. 

El mismo silencio contenía su aliento esperando 
la decisión de la lucha entre la tierra y tu esfuerzo. 

Un solo segundo, un instante en medio de la eternidad, 
decidiría si el sonido sería claro o rajado. 

La victoria, si la suerte no la roba y la oculta, 
depende por completo de un fragmento de segundo. 

Pero vedlo, caído en la batalla se levanta de nuevo 
como si luchase pecho a pecho contra el cielo. 

Se le revuelve la bilis en lo hondo de las entrañas 
y con renovadas fuerzas rompe las cadenas, se pliega 
y protegiéndose el pecho y los riñones con la mano 
cae vencido de nuevo con las rodillas abiertas. 

Así se asciende y tal es el precio que se paga 
con penas, sufrimientos y glorias humanamente. 


Versión: Félix Pita Rodríguez 


¿Por qué estar triste? 

¿Por qué estar triste? Si es bello el tardío otoño, 

cada balcón es una nupcial cesta de flores 

y la ventana se me llena 

de la hiedra enredada con venas de glicina 

y en hilos las derrama y me las deja 

cuando se queda el sol a hospedarse en mi casa. 



Una frescura nueva se sonríe y renace, 
frescura de bautismo, de boda y castidad. 

¿Por qué estar triste? Paz cariñosa me lleva 
como una barca sobre la silenciosa luz. 

Hasta en los libros una sonrisa me acaricia. 

Vidas nuevas palpitan fuerte en cansados huesos. 

Veo descender hojas y hojas, lentamente, 
herrumbrosas de escarcha, plateadas por la luna. 

Oigo aún el arrullo que hace un amor lloroso 
que está entre las palomas de pie sobre mi techo. 

Por la noche cosecho centelleantes luceros 
con una inmensa cola de pavorreal abierta. 

Duerme la soledad acostada a mi lado. 

Y a veces me pregunta, despierta por el sueño: 

—¿Aún estás aquí encerrado conmigo?— 

Yo soy audaz con ella, que no siente vergüenza 
y huye del mundo para esconderse en mi casa. 

¿Por qué estar triste? ¿Acaso no doy forma mejor, 
con quejas de violín, al jarro de la tierra? 

¿Y la casa no está sobre Trotus erguida, 

entre bosques? ¿Por qué estar triste? Y sin embargo... 

Versión: Francisco de Orad 


Una ambulancia 

Construida con estacas en la mitad del llano, 
recibe una ambulancia a los heridos, 
que llevan en camilla como un montón de trapos 
empapados de sangre oscura, y retorcidos. 

Son dos mil entre otras multitudes de hermanos 
y en pleno campo el tórrido calor es un castigo. 

Rotos, acribillados a balazos, deformes, 

sin mentón, sin mandíbula, sin hombros, se lamentan. 

Uno cerca del otro están contra la tierra, 
y así, como al azar, los apartan tres médicos. 

Los que no tienen brazo pueden quedarse aún. 

Se llevan sólo a aquellos mutilados a medias. 

En cubetas, del río que está hirviendo, les traen 
un agua de lejía: las bocas tienen sed. 



Antes de ser llevados hacia los hospitales, 
las lentas agonías les esperan. 

Una nube de moscas, cubriendo a los heridos, 
imposibilitados de poder defenderse, 
se los va devorando trozo a trozo 
y les chupa el absceso de los ojos hinchados. 

A lo lejos los cuervos ya saben la noticia 
y sobre el campamento descienden en bandadas. 
Helos ya encarnizándose en lucha con los ciegos, 
arrancando sus picos los vendajes sangrantes. 


Versión: Rafael Alberti 



ALEXANDR BLOK 

Rusia, 1880-1921 

Los doce 

1 

Tarde negra. 

Nieve blanca. 

¡Viento, viento! 

Sobre sus pies no puede sostenerse un hombre. 

¡Viento, viento 
sobre el mundo de Dios! 

El viento ondea 
la blanca nieve. 

Bajo la nieve, hielo. 

Resbaladizo, viscoso 

es cada paso. ¡Resbala el pobretón! 

De edificio a edificio 
hay tendido un cable. 

En el cable, un cartel: 

«¡Todo el poder para los Soviets!». 

Se consume y llora la vieja. 

No puede entender qué cosa significa. 

¿Para qué semejante cartel, 
tan gran cartel? 

¿Cuántas medias saldrían para nuestros muchachos! 

Y cualquiera está desnudo y descalzo... 

La vieja, como una gallina, 

aleteando de cualquier forma, cruza el montón de nieve. 

—¡Ay, Virgen Protectora! 

—¡Ay, los bolcheviques a la tumba nos llevan! 

Viento que azota. 

También el frío azota. 

Y el burgués, en la bocacalle, 
esconde la nariz en el cuello, 

Y este, ¿quién es? Tiene cabellos largos 
y habla a media voz: 

—¡Traidores! 

—¡Rusia ha muerto! 

Debe ser un escritor, 

algo más que un orador. 

Y aquí uno de falda larga 
escondiéndose tras el montón de nieve... 
Qué, ¿estás hoy triste, 



camarada pope? 


¿Recuerdas cómo antes 
marchabas con tu panza, 
y con la cruz encima resplandecía 
la panza sobre el pueblo? 

La dama enfundada en caracul 
se dirige a otra: 

—Cuánto hemos llorado, llorado... 

Resbala y —¡zas!— 
se cae. 

¡Ay, ay! 

¡Arriba, párate! 

Viento alegre, 
dorado y dichoso. 

Mueve las faldas, 
azota a los transeúntes. 

Rompe, arruga y agita 
el gran cartel: 

«¡Todo el poder para los Soviets!» 

Y va arrastrando las palabras: 

...Tuvimos una reunión... 

...Aquí, en este edibcio... 

...Discutimos 
y lo resolvimos: 

Por un rato: diez; por una noche: veinticinco... 
...Y no recibir menos de nadie... 

...Vamos a dormir... 

Anochece. 

La calle va quedando desierta. 
Sólo un vagabundo 
se encoge de hombros, 
y, además, el viento silba... 

¡Eh, pobretón! 

Acércate: 

besémonos... 

¡Pan! 

Por delante, ¿qué hay? 

¡Pasa! 

Negro, negro cielo. 



Cólera, triste cólera 

hierve en el pecho... 

Negra cólera, santa cólera... 

¡Camarada! ¡Mira 
a los dos! 

2 

Pasea el viento, revolotea la nieve. 

Marchan doce hombres. 

Negras son las correas de los fusiles. 

Alrededor hay fuego, fuego, fuego... 

Entre los dientes, el cigarrillo. El gorro hasta las cejas. 
¡Para la espalda haría falta un as de oros! 

Libertad, libertad, 

¡ay, ay, sin la cruz! 

¡Tra-ta-ta! 

¡Hace frío, camarada, hace frío! 

—Vanka y Katka están en la taberna. 

—Katka tiene dinero en la media. 

—AhoraYanka es rico... 

—¡Era nuestro Yanka y ahora es soldado! 

—¡Vanka, hijo de perra, burgués! 

Prueba la mía, ¡besa! 

Libertad, libertad, 

¡ay, ay, sin la cruz! 

¡Katka está con Vanka: 

¿ocupada en qué estará? 


¡Tra-ta-ta! 

Alrededor hay fuego, fuego, fuego... 
Sobre el hombro, la correa del fusil... 
¡Mantengan el paso revolucionario! 
¡Inquieto, no duerme el enemigo! 

¡Camarada, no temas, sostén el fusil! 
¡Hagamos fuego sobre la Santa Rusia: 
a la del pasado, 



a la de las isbas, 
la del gran trasero! 

¡Ay, ay, sin la cruz! 

3 

Así fueron nuestros muchachos 
a servir en la guardia roja, 
a servir a la guardia roja: 

¡a perder la cabeza con locura! 

¡Ay, la pena pena! 

¡Ay, la vida dulce! 

El abrigo roto. 

El fusil austriaco. 

Para desgracia de todos los burgueses 
un incendio mundial desencadenaremos, 
Un sangriento incendio mundial: 

¡Señor, la bendición! 

4 

La nieve gira, el cochero grita. 

Vanka vuela con Katka. 

El farolito eléctrico 

en el timón... 

¡Eh, eh, arre! 

Con capote de soldado, 
con ñsonomía estúpida, 
tuerce y tuerce el bigote negro. 

Sí, lo tuerce. 

Sí, bromea... 

Y éste es Vanka: ancho de hombros. 

Y éste es Vanka: hablador. 

A Katka, estúpido, abraza 
y enamora. 

Echa hacia atrás la cabeza. 

Los dientecitos brillan como perlas... 

¡Ay Katka, Katka mía, 
boquita gordezuela! 



5 


Katka, tienes en el cuello 
la herida de un cuchillo. 

Katka, tienes todavía en el pecho 
aún fresco aquel arañazo. 

¡Ea, ea, baila, baila! 

¡Hasta el dolor son espléndidos tus pies! 

Andaba con ropa blanca de encaje: 

¡Anda, anda! 

Con los oñciales fornicaba: 

¡Fornica ahora, fornica! 

¡Ea, ea, fornica! 

¡El corazón se estremece en el pecho! 

¿Recuerdas, Katka, al oficial? 

No se fue por el cuchillo... 

¿No te acuerdas, peste inmunda? 

¿No está fresca tu memoria? 

¡Ea, ea, refréscala! 

¡Ponlo a dormir contigo! 

Usabas polainas grises. 

Chocolate «Millón» devorabas. 

Con los cadetes tú paseabas. 

Ahora: ¿Te fuiste con el soldado? 

¡Ea, ea, peca, peca! 

¡Será un alivio para el alma! 

6 

...Otra vez al encuentro se precipita, galopando. 

Vuela, vocifera, grita el cochero. 

¡Para, para y ayuda, Andruska! 

¡Pietruska, corre por detrás! 

¡ Trac-tararac-tac-tac-tac-tac! 

En remolino el polvo de nieve sube hacia el cielo. 

El cochero —conVanka— se da a la fuga... ¡Otra vez! 
¡Cría gallinas! 


¡Trac, tararac! ¡Vas a saber 




lo que es andar con mujer ajena!... 

Huyó el canalla. Pero ya verás. 

Mañana me las arreglo contigo. 

¿Pero Katka dónde está? ¡Está muerta, muerta está! 
Con metralla en la cabeza. 

Di, Katka: ¿Estás contenta? Nada dices... 

Quédate ahí en la nieve. 

¡Mantengan el paso revolucionario! 

¡Inquieto, no duerme el enemigo! 

7 

Y otra vez pasan los doce, 
en la espalda, los fusiles. 

Sólo al pobre asesino 
nada se le ve la cara. 

Cada vez más rápido 
acelera el paso. 

Le anudó un pañuelo al cuello 
pero no puede arreglarse... 

—¿Qué, compañero, no estás contento? 

—¿Qué, amigo, te has quedado pasmado? 

—¿Qué, Pietruska, te has vanagloriado 
o tuviste lástima de Katka? 

—Ay, camaradas queridos, 
a esta muchacha la quise yo... 

Noches negras, embriagadoras, 
con esta muchacha pasé yo... 

Por la mirada osada 
en sus ojos de fuego, 
por el lunar redondo 
junto al hombro derecho, 
maté yo, hombre sin juicio, 
maté yo, en un arrebato. 

—¡Ey, infame, le diste cuerda al organillo! 

—¿Qué Pietka, es que eres mujer? 

—¿Es que el alma al revés 
pensaste tú volcar? ¡Por favor! 



—¡Mantén tu jactancia! 

—¡Mantén tu control! 

¡No son éstos los tiempos 
para anclarte mimando! 

Otros tiempos serán aún más difíciles, 
querido camarada. 

Y Pietruska hace lentos 
sus pasos apresurados... 

Levanta la cabeza, 
otra vez está contento... 


¡Eh, eh! 

¡Divertirse no es pecar! 

¡A cerrar las casas! 

¡Hoy será el saqueo! 

¡Abran las despensas, 
que la turba anda de paseo! 

8 

¡Oh, tú, pena amarga! 

Tedio tedioso, 

¡mortal! 

Sí, un tiempecito 
pasaré, pasaré... 

¡Oh, los cabellos 
me mesaré, me mesaré!... 

¡Ay, semillas de girasol comeré 
y las cáscaras escupiré!.. 

¡Oh, con el cuchillo 
rasgaré, rasgaré! 

¡Vuela tú, burgués, cual gorrioncito! 

Sangre tomaré, tomaré, 
por mi amada 
cejinegra... 

Tranquiliza, Señor, el alma de tu sierva. 
¡Tedio! 



9 


No se oye el ruido de la ciudad. 

Sobre la torre del Neva hay tranquilidad 
y ya no hay guardias en la ciudad: 

¡Vamos de juerga, muchachos, no hay culpa en ello 

Parado está el burgués en la bocacalle 
y esconde la nariz en el cuello. 

Y contra él roza su piel áspera 

un perro sarnoso con el rabo entre las patas. 

Parado está el burgués, como un perro hambriento. 
Parado está en silencio, como una pregunta. 

Y el viejo mundo, como un perro inmundo, 
está tras él, con el rabo caído. 

10 


Se desató la ventisca. 

¡Ay, la ventisca! 

No nos podemos ver 

a cuatro pasos. 

Se arremolina la nieve como un cono 
y en columna se levanta... 

—¡Ay, qué ventisca: sálvame! 

—¡Ey, Pietka, no te excedas! 

A ver de qué te salvó 
el icono dorado. 

Inconsciente eres, de verdad. 

Analízalo, piénsalo sensatamente: 

¿No tienes acaso las manos con sangre 
por el amor de Katka? 

—¡Manten el paso revolucionario, 
que está cerca el enemigo, infatigable! 

¡Adelante, adelante, adelante, 
pueblo trabajador! 


11 

...Y van, sin invocación sagrada 
los doce, muy lejos. 

Están listos para todo, 
sin deplorar nada. 



Sus pequeños fusiles de acero 
sobre el enemigo ineludible... 
en callejones sin salida 
donde sólo ruge la tormenta... 

Y de los blandos montículos de nieve 
es difícil sacar los pies. 

Salta a la vista 
la bandera roja. 

Se produce 
la marcha rítmica. 

Y ahora despierta 
el enemigo cruel. 

Y la tormenta ciega los ojos 

día y noche, 
sin descanso... 

¡Adelante, adelante, 
pueblo trabajador! 

12 

...Van muy lejos con potente paso... 

—¿Quién más está ahí? ¡Fuera! 

Es el viento que, con la bandera roja, 
juguetea allá delante... 

Por delante: un montículo helado, 

—¿Quién está ahí? ¡Fuera! 

Sólo un miserable perro hambriento 
cabecea por detrás... 

—¡Vete, perro inmundo, pues con la bayoneta 
te voy a hacer cosquillas! 

¡Viejo mundo, perro, 
húndete: te remataré! 

...Enseña los dientes, es un lobo hambriento. 
El rabo aprieta, no se queda atrás, 
perro helado, perro callejero. 

—Ey, responde: ¿Quién va? 

—¿Quién agita la bandera roja? 

—¡Fíjate qué neblina! 

—¿Quién va con paso apresurado 
escondiéndose detrás de las casas? 

—¡Da igual, te alcanzaré! 



¡Mejor te entregas vivo! 

—¡Ey, camarada, vas mal, 
sal o comenzaremos a disparar! 

¡Trac-tac-tac! Y sólo el eco 
se escucha en las casas... 

Sólo la tormenta, con una risa larga, 
se extiende por la nieve... 

¡Trac-tac-tac! 

Trac-tac-tac... 

...Así van, con potente paso. 

Detrás, el perro hambriento. 
Delante, con una bandera de sangre, 

por la tormenta invisible 
e inmune a las balas, 
con delicado paso sobre la tormenta, 
delicada perla nivea, 

con blanca corola de rosas, 
delante, Jesucristo va. 



LEÓN FELIPE 

España, 1884-1968 

Romero sólo 

I 

Ser en la vida romero, 

romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos. 

Ser en la vida romero, 

sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo. 

Ser en la vida romero, romero... sólo romero. 

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo, 
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, 
ligero, siempre ligero. 

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo, 

ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos 

para que nunca recemos 

como el sacristán los rezos, 

ni como el cómico viejo 

digamos los versos. 

La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos, 

decía el príncipe Hamlet, viendo 

cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo 

un sepulturero. 

No sabiendo los oficios los haremos con respeto. 

Para enterrar a los muertos 
como debemos 

cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero. 

Un día todos sabemos 

hacer justicia. Tan bien como el Rey hebreo 

la hizo Sancho el escudero 

y el villano Pedro Crespo. 

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo. 
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero, 
ligero, siempre ligero. 

Sensibles a todo viento 
y bajo todos los cielos, 
poetas, nunca cantemos 
la vida de un mismo pueblo 
ni la flor de un solo huerto. 

Que sean todos los pueblos 
y todos los huertos nuestros. 


Revolución 


Siempre habrá nieve altanera 



que vista al monte de armiño 
y agua humilde que trabaje 
en la presa del molino. 

Y siempre habrá un sol también 
—un sol verdugo y amigo— 
que trueque en llanto la nieve 
y en nube el agua del río. 


El llanto... el mar 

Y aquellos... ¿los del norte? 

La elegía de la zorra 
que la cante la zorra, 
el buitre 
la del buitre 
y el cobarde 
la suya. 

Cada raza y cada pueblo 
con su lepra y con su llanto. 

Yo lloro solamente las hazañas 
del rencor 
y del polvo... 
y la gloria 
del hacha. 

Luego, 

mañana... 

¡para todos el mar! 

Habrá llanto de sobra para el hombre 

y agua amarga 

para las dunas calcinadas... 

¡salitre para todos! 

Mañana, 

¡para todos el mar! 

El mar solo otra vez, como al principio, 

y el hombre solo, al fín, con su conciencia. 

¡Para todos el mar! 

y el hombre solo, solo... 

sin tribu, 

sin obispo 

y sin espada. 

Cada hombre solo, solo, 
sin Historia y sin grito, 
con el grito partido 
y las escalas y las sondas rotas. 

Cada hombre solo. Yo solo, 



solo, sí, 

solo, 

solo, 

flotando sobre el mar, 

sobre el lecho profundo de mi llanto 

y bajo el palio altivo de los cielos... 

altivo, 

silencioso 

y estelar. 

Si hay una luz que es mía, 

aquí ha de reflejarse y rielar, 

en el espejo inmenso de mis lágrimas, 

en el mar... 

¡en el mar! 

Mañana, 

para todos el mar: 
el que mece las cunas 
y derriba los cielos, 
el que cuenta los pasos de la luna 
y los de la muía de la noria, 
el que rompe los malecones 
y los jebecillos, 
el eterno comienzo 
y el eterno acabar. 

Mañana 

sobre todos el mar... 

sobre la zorra y sobre el buitre, el mar; 

sobre el cobarde, el mar; 

sobre el obispo y su amatista, el mar; 

sobre mi carne, el mar; 

sobre el desierto, el mar; 

y sobre el polvo y sobre el hacha, el mar. 

¡El mar, 

el mar, 

el mar solo otra vez, como al principio! 
¡el llanto... el mar! 


No he venido a cantar 

No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. 

No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente para 
que me canonicen cuando muera. 

He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar, 
por el río 
y por la nube... 

y en las lágrimas que se esconden 



en el pozo, 
en la noche 
y en la sangre... 

He venido a mirarme la cara en todas las lágrimas del mundo. 

Y también a poner una gota de azogue, de llanto, una gota siquiera de 
mi llanto 

en la gran luna de este espejo sin límite, donde me miren y se reconozcan 
los que vengan. 

He venido a escuchar otra vez esta vieja sentencia en las tinieblas: 

Ganarás el pan con el sudor de tu frente 
y la luz con el dolor de tus ojos. 

Tus ojos son las fuentes del llanto y de la luz. 


Comunión 

En alguna parte se ha dicho: 

Dios se come a los hombres 
y los hombres un día se comerán a Dios. 

Y también está escrito: 

no es más que un pez el hombre 
en su mar de tinieblas y de llanto. 

Y en alguna otra parte se pregunta: 

¿Para qué está allá arriba sentado 
en el alto cantil de las nubes heladas 
ese Gran Pescador? 

¿Para qué está allá arriba 
con su cebo, 
su anzuelo 

y su larga caña de pescar 
ese Gran Pescador? 

¿No es más que un pez el hombre, 
un pez para las brasas del infierno 
y para que después, «puro y dorado», 
se lo coma allá arriba 
ese Gran Pescador? 

Y ahora... aquí... el pez... el hombre es el que arguye: 
un día me tragaré el mar... 

toda el agua del mar... 

todas las tinieblas del mar como una perla negra,., 
un día me tragaré el mar 
toda el agua del mar 

toda la amargura del mar como una sola lágrima... 



y dejaré al descubierto 
el cebo, 
el anzuelo 

y la larga caña de pescar 
de ese Gran Pescador 
¡toda su mentira y su verdad! 

Luego me sentaré a llorar sobre la última roca seca del mundo, 

a llorar, a llorar otra vez 

hasta llenar de nuevo la tierra 

con otro mar inmenso, 

mucho más negro 

y mucho más amargo que el de ahora... 
con otro mar que llegue hasta los cielos, 
anegue las estrellas 
y ahogue a ese Gran Pescador 
con su cebo, 
su anzuelo 

y su larga caña de pescar. 

Entonces 

yo seré el pescador 

y Dios, el Gran Pez, sorprendido y pescado. 

Aquel día el Hombre... todos los hombres se comerán a Dios. 
Será el día... el Gran Día de la verdadera, 
de la gloriosa 
y de la sagrada comunión. 


Al Che Guevara, mi gran amigo 


Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante; 

vuelvo al camino con mi adarga al brazo 
Del Che, en carta última a sus padres 

Siempre fuiste un condotiero apostólico y evangélico y un niño atleta y valiente que 
sabías dar el triple salto mortal y caer siempre en tu sitio. Yo sé dónde estás, y ahí 
mismo, te mando un abrazo y estos versos: 


El gran relincho 

The most beautiful neigh of the world 
La gente suele decir, los americanos, 
los norte-americanos suelen decir: 
León-Felipe es un «Don Quijote». 

No tanto, gentlemen, no tanto. 
Sostengo al héroe nada más... 
y sí, puedo decir... 



y me gusta decir: 
que yo soy Rocinante. 

No soy el héroe 

pero le llevo sobre el magro espinazo de mis huesos... 
y le oigo respirar... 
y he aprendido a respirar como él... 
y a injuriar 
y a blasfemar 
y a maldecir 
y a relinchar. 

«¡Oh, hi-de-putas!... estos malos encantadores que me persiguen». 

Cómo es aquel relincho, americanos? 

Aquel que empieza: 

¡¡ Justí-í-í-í-cia !! 

Aquí el acento cae sobre la í, 

muy agudo y sostenido 

como un vibrante y estridente cornetín: 

¡¡ Justí-í-í-í-cia !! 

¡Qué bonito relincho! 

A Rocinante le gusta mucho relinchar. 

Y a mi también me gusta mucho relinchar. 

Tenéis que aprender, americanos. 

Venid. Vamos a relinchar ahora, 
ahora mismo todos juntos, 
desde el capitolio de Washington... 
fuerte, fuerte, FUERTE... 
hasta que el relincho llegue aVietnam 
y lo oigan todos los vietnamitas 
y a Cuba también 
y lo oigan todos los cubanos, 
como el cornetín 
de la gran victoria universal, 
hasta que lo oigan los hombres todos 
de la tierra 

como el cese definitivo de todas las hostilidades 
del planeta. 

¡¡ Justí-í-í-í-cia!! 

¡Oh, qué hermoso relincho! 

The most beautiful neigh oí the world.! 



HO CHI MINH 

Viet Nam, 1890-1969 


La visita 

de la mujer del preso 

Él tras las rejas, ella al otro lado. 

Tan cerca ambos están y sin embargo 
como el cielo y la tierra separados. 

Lo que los labios callan, se lo dicen 
los ojos desolados. Los ojos, 
oh, dolor, que antes de hablar ya estaban 
de lágrimas cuajados. 


En camino 

Una cuerda amarraron a mis piernas y los brazos me ataron. 

Pero el suave perfume de las flores y el canto de los pájaros 
desde el bosque me llegan. ¿Cómo impedir podrían que esta dicha 
me acompañara? Ahora, ni es tan largo el camino, ni estoy solo. 


Leyendo la Antología de los mil poetas 

Los antiguos poetas se complacían cantando 
a la naturaleza: las nubes, las flores, la luna y el viento, 
los ríos y montañas sus cantos celebraban. 

Hoy debemos fundir los versos en acero 
y ser cada poeta un bravo combatiente. 


Buen tiempo 

Todo cambia, es la ley, gira y gira la rueda 
de la naturaleza: tras la lluvia el buen tiempo 
siempre llega. En un instante, el mundo se despoja 
de sus ropas mojadas, y en diez mil li a la redonda 
sus tapices brillantes el paisaje despliega. 

Al tierno sol, por la brisa ligera acariciada 
se abre una flor y cándida sonríe. Allá arriba, 
en las ramas más altas, por la lluvia lavadas, 
armonizan en coro los pájaros sus cantos. 

Llena los corazones la alegría, todo siente el renuevo. 
La amargura vencida, deja su sitio al júbilo. Es la vida. 


Versiones: Félix Pita Rodríguez 



Luna llena de enero 


Hay luna llena en esta noche de primavera, 

El río une sus aguas a la bóveda astral. 

Asuntos militares entre olas discutimos, 

Nos trae a medianoche un bote envuelto en luz lunar. 

1948 


Noticias de la victoria 

La luna en mi ventana viene a exigirme su poema, 

Enfrascado en la lucha, no se lo puedo aún dar. 

De pronto, con noticias de triunfo en la Interzona, 

Las campanas del templo del monte me despiertan de mi sueño otoñal. 

1948 


Poema dedicado al anciano Bui Bang Doan 

Al leer, los pajarillos vienen a la ventana, 

Al ñrmar documentos, se reflejan flores en el tintero. 

Noticias de victoria fatigan los caballos. 

Versos de primavera dedico a su recuerdo. 

1948 


Sin título 

Vienen los visitantes por el monte florido, 

Llegan tropas al bosque cuando las aves alzan vuelo. 
Ya discutí la táctica militar, nuestra causa, 

Y marcho junto a un niño a regar nuestro huerto. 


Versiones: Nguyen Dinh Bin y David Chericián 



CLAUDE MAC KAY 

Jamaica, 1889-1948 


Si debemos morir 

Si debemos morir, que no sea como cerdos, 
cazados y cercados en sitio de vergüenza, 
rodeados por los perros hambrientos y rabiosos, 
mofándose de nuestra desventurada suerte. 

Si debemos morir, que sea con nobleza, 
de manera que nuestra sangre no se derrame 
inútilmente: y hasta los monstruos que enfrentamos 
no tendrán más remedio que honrarnos aunque muertos. 

Hermanos, afrontemos al común enemigo: 
aunque ellos sean más, mostrémonos valientes, 
y a sus mil golpes demos sólo un golpe mortal: 

¿qué si frente a nosotros está abierta la fosa? 

La descarga cobarde virilmente enfrentemos, 
apretados al muro, muriendo, pero en lucha. 


Versión: Mario Benedetti 


Volveré 

Otra vez volveré para reír y amar 
y contemplar al bosque con ojos sorprendidos, 
abrasar con su fuego el mediodía de oro 
y alzar su humo azul-negro a cielos de zafiro. 

Volveré a demorarme en la orilla de ríos 
que bañan tenues briznas de hierbas abatidas, 
y realizar de nuevo mis mil sueños de aguas 
que por entre montañas altas se precipitan. 

Volveré para oír el violín y la flauta 
de bailes aldeanos, tiernos y amados cantos 
que conmueven la hondura ancestral de mi vida: 
perdidos aires viejos vagamente escuchados. 


Otra vez volveré para librar mi mente 
de largos, largos años de dolor inclemente. 


Versión: David Chericián 



ERICH WEINERT 

Alemania, 1890-1953 

La canción de la bandera roja 

Cuando el pueblo del sótano infamante 
se alzó, de los cuarteles de la muerte, 
ella se irguió sobre la noche humeante, 
primera llama de la aurora fuerte. 

Por las calles su clamor 
el pueblo a unión convocara, 
sobre sangre y sobre horror 
se irguió visionaria y clara. 

A la canción de lucha del obrero 
sirvió su fuego como aliento diario. 

Y sobre el ataúd del comunero 
sangriento quiso serle su sudario. 

Mas la alzaron nuevas manos 
sobre las ruinas, ¡y presto 
fue en corazones hermanos 
un ardiente manifiesto! 

Por siempre en el combate renaciente 
llamó a las masas a ponerse en pie. 

Más viva rebelión urgió impaciente, 
de un brazo en alto al otro brazo fue. 
Cayó mil veces manchada 
por la sangre a borbotones, 
pero un postrer camarada 
llevó sus bravos girones. 

Un pueblo la condujo a la victoria, 
el que mora en un sexto de la tierra: 
aplastó a los injustos con su gloria, 
deshizo a los señores de la guerra. 

Y el pendón en sus bastiones 
alba fue sobre los mundos 
de los despiertos millones 
limpios de ídolos inmundos. 

Este es el canto de la roja bandera 
que sobre tierras y mares proclama 
el fuego vivo de la primavera 
que a corazones opresos inflama. 

Calma la última tormenta, 
flameará sobre los montes, 



tras de la noche sangrienta, 
¡por los libres horizontes! 


A un muchacho obrero alemán 

No llores, hijo mío, ya pasó. 

No podrás ver más a tu padre, no. 
Muerto al huir por la guardia alertada. 
¡Hijo, el que fuera el mejor camarada! 

¡Muerto en fuga! La frase así se explica, 
¡Bien sabes, hijo, lo que significa! 

Dos balas en la frente, en el pulmón. 

¡Lo asesinaron, hijo, corazón! 

Me miras con espanto, sientes frío. 

¡Nada te oculto, valor, hijo mío! 

Como a un perro arrancáronle la piel: 
halló la muerte más atroz y cruel. 

Cuando se lo llevaban, diste un grito. 

Su caricia cortó un puño maldito. 

No te dijo el adiós que al pecho toca. 

Le habían destrozado ya la boca. 

Tres días le pegaron con vergajos, 
la rota piel colgando de los tajos. 

¡No tiembles, hijo! ¡Escucha, ten valor! 
¡No debo yo ocultarte lo peor! 

Contra el pecho el fusil amenazante. 

Ha de cantar con su boca sangrante. 

Ha de entonar sus incendiarios cantos, 
mientras salían sus pies, esos espantos. 

Sin saber de quién es su rostro hendido, 
dieras de sólo verlo un alarido. 

¡Un guiñapo, la espalda desollada! 

¡Hijo, el que fuera el mejor camarada! 

¡No lloraremos, hijo, en adelante! 

¡Lo nuestro es hoy sentir ira abrasante! 

¡Y ese fuego ha de arder en llamas lentas 
hasta que al fin les ajustemos cuentas! 




JOHANNES R. BECHER 

Alemania, 1891-1958 

El que conmovió el sueño del mundo 
— Lenin 

Él conmovió el sueño del mundo 

con palabras relámpagos: venían 

a través de países y fronteras, 

de boca en boca, sobre ferrocarriles, 

atravesando ríos, 

izadas como rojas banderas 

en los grandes desfiles: 

«¡Proletarios de todos los países, unios!». 

Él conmovió el suelo del mundo 
con palabras fusiles, 
palabras hachas y cañones, 
barricadas, ejército iracundo— 
marcharon bolcheviques batallones 
desde Minsk a Samara— 
jinetes rojos, chispas voladoras— 
un sol metálico en el horizonte 
es cada cúpula que dora 
centelleante el Moscova. 

Él conmovió el sueño del mundo 
con palabras de trigo y aceituna, 
con palabras que fueron un ejército 
contra la hambruna; 
sus palabras, columnas, de año en año 
de Rusia araron el terrón profundo. 

Palabras que determinaban: 

«¡Nuestro ha de ser todo este mundo!». 

Él conmovió el sueño del mundo. 

Cuando en los continentes su voz suena, 
suena como campanas a rebato 
y como si quebrara las cadenas. 

Revoluciona su palabra. Subterráneo 
fuego, revolución, 
de los obreros y los campesinos 
carne y sangre y corazón. 

Él conmovió el sueño del mundo 
con palabras que fueron usinas, 
fueron tractores, pozos, máquinas, 



casas, minas— 
martilleo en las fábricas, 
eléctrica corriente— 
con imborrable fuego escritas 
están en todo corazón y mente. 

Él conmovió el sueño del mundo, 

¡ay, de los hartos y de los durmientes! 

Sus palabras golpean como la resaca, 
sacuden a las masas indolentes. 

Conmueve Lenin el sueño del mundo 
con puños, con los puños de millones, 
con huelgas, mítines, trabajo anónimo 
y manifestaciones. 

Nosotros conmovemos el sueño del mundo 
con palabras enterradas en prisión, 
con palabras que han sido fusiladas 
y que tienen cerebro y corazón—. 
Sacudimos el sueño del mundo 
y el mundo de su sueño se recobra, 
nuestro verbo es acción, no descansamos 
hasta que al fin culmine nuestra obra. 


Versión: Francisco de Orad 


Alemania 

Mi patria, tú, mi tristeza, 

Mi tierra en penumbra gris, 
Mi cielo, tú, mi azul, esa 
Patria, tú, mi estar feliz. 

Vendrán un día a contarte 
Que estando yo desterrado 
Te envié, para alabarte, 

Una canción de recado. 

Una canción escribí 
Para ti, para tu unión, 

Y para llorar por ti 

En lo oscuro, una canción... 

Brilló un cielo solo, a esa 
Tierra volvió una paz gris— 
Alemania, mi tristeza, 

Patria, tú, mi estar feliz. 


Versión: Malena Barro y David Chericián 




La bandera 


Mientras yacía en la tierra, un camarada 
vino a cubrirle el rostro con un paño. 

La sangre de la cara acribillada 
tiñó la tela con su rojo baño. 

Quedó tendido. No tenía semblante. 

En vez de cara, la bandera roja. 

¡Amigo, adiós! Permite que recoja 
tu cara por bandera, ¡y adelante! 


Sé que este tiempo 

Sé que este tiempo en el que vivo inmerso 
lo puede todo. Ningún otro habría 
tan grande como él. ¡Haz y reverso 
del tiempo auguran que comienza el día! 

Con ímpetu tremendo voy cambiándome, 
por no perder mi tiempo, crezco y crezco. 
Y el nuevo tiempo, mira, va formándome 
y transformándome: ¡le pertenezco! 

Su entraña me convence, me demuestra 
que él es el tiempo, ¡el mío! Y si tuviese 
que escoger otra vez entre los días 

de nuevo lo escogiera, y me parece 
que escuchara en veladas lejanías: 

¡siglo veinte, a nosotros, edad nuestra! 



PAVLO TICHINA 

Ucrania, 1891-1967 

Rondeles 

I 

Dejo el taller donde laboro: 

¡va a desfilar la masa obrera! 

La ciudad toda grita a coro: 
«¡Libertad!» se oye dondequiera. 

Ríe en el cielo el sol de oro: 
carrera de caballos de humo... 

Dejo el taller donde laboro 
y a la concentración me sumo. 

Paisaje mío, primavera 

mía, que truenas en mi pecho... 

«¡Al mundo la corona obrera, 
que a eterna unión marcha derecho 
Dejo el taller y me incorporo. 

II 

Del cerro, en marcha a la ciudad 
bajan los álamos guerreros... 
Partiendo el mundo, a voz de acero 
invocamos la libertad. 

¡Libertad! ¡Fuera los llorones 
clamando al hado como un perro! 
Bajo el viento sombrío del cerro, 
los álamos en batallones... 

Huirán las nubes al clamor 
valiente, su eco rueda por 
fábricas, tierras y caminos. 

Y bajo el raudo torbellino, 
los álamos en batallones. 



HUGH MAC DIARMID 

Gran Bretaña, 1892-1978 


A casi todo el mundo en Europa 

¿Dicen que una guerra para salvar la civilización? 
¿Entonces que han hecho con ella, por favor? 

Un intento por lograrla mostraría más amor 
Que la lucha por algo de lo que nada saben, digo yo. 


Otro epitafio para un ejército de mercenarios 

Es una puerca mentira decir que estos 
Salvaron, o supieron, algo digno del orgullo del hombre. 
Eran asesinos profesionales y tomaron su dinero 
Sangriento y corrieron riesgos impíos y murieron. 

A pesar de todos los de su clase algunos elementos de valor 
Persisten con dificultad aquí y allá en la tierra. 


El esqueleto del futuro 

Rojo granito y diorita blanca, con el azul 
De los cristales de labradorita brillantes como piedras preciosas 
En la luz que se refleja de la nieve; y tras ellos 
El relámpago eterno de los huesos de Lenin. 


Versiones: David Cherícián 


104 



CÉSAR VALLEJO 

Perú, 1892-1938 

Himno a los voluntarios de la República 

Voluntario de España, miliciano 

de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón, 

cuando marcha a matar con su agonía 

mundial, no sé verdaderamente 

qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo 

aplaudo, 

lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo 

a mi pecho que acabe, al bien, que venga, 

y quiero desgraciarme; 

descúbrome la frente impersonal hasta tocar 

el vaso de la sangre, me detengo, 

detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto 

con las que se honra el animal que me honra; 

refluyen mis instintos a sus sogas, 

humea ante mi tumba la alegría 

y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame, 

desde mi piedra en blanco, déjame, 

solo, 

cuadrumano, más acá, mucho más lejos, 
al no caber entre mis manos tu largo rato extático, 
quiebro contra tu rapidez de doble filo 
mi pequeñez en traje de grandeza! 

Un día diurno, claro, atento, fértil 

¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes, 

por el que iba la pólvora mordiéndose los codos! 

¡Oh dura pena y más duros pedernales! 

¡Oh frenos los tascados por el pueblo! 

Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo, oró de cólera 
y soberanamente pleno, circular, 
cerró su natalicio con manos electivas; 
arrastraban candado ya los déspotas 
y en el candado, sus bacterias muertas... 

¿Batallas? ¡No! ¡Pasiones! Y pasiones precedidas 
de dolores con rejas de esperanzas, 

¡de dolores de pueblo con esperanzas de hombres! 

¡Muerte y pasión de paz, las populares! 

¡Muerte y pasión guerreras entre olivos, entendámonos! 

Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos 

y de llave las tumbas en tu pecho, 

tu frontal elevándose a primera potencia de martirio. 



El mundo exclama: «¡Cosas de españoles!» Y es verdad, 
Consideremos, 

durante una balanza a quemarropa, 
a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto, 
o a Cervantes, diciendo: «Mi reino es de este mundo, pero 
también del otro»: ¡punta y filo en dos papeles! 

Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo 

a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano 

tuvo un sudor de nube el paso llano, 

o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros, 

o a Cajal, devorado por su pequeño infinito o, todavía 

a Teresa, mujer, que muere porque no muere, 

o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa... 

(Todo acto o voz genial viene del pueblo 
y va hacia él, de frente o trasmitidos 
por incesantes briznas, por el humo rosado 
de amargas contraseñas sin fortuna.) 

Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura, 
agitada por una piedra inmóvil, 
se sacrifica, apártase; 

decae para arriba y por su llama incombustible sube, 
sube hasta los débiles, 
distribuyendo españas a los toros, 
toros a las palomas... 

Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía 
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente, 
tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico, tu gana 
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición, a tu enemigo 
Libertador ceñido de grilletes, 

sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión, 
vagarían acéfalos los clavos, 
antiguo, lento, colorado, el día, 

¡nuestros amados cascos, insepultos! 

Campesino caído con tu verde follaje por el hombre, 

con la inflexión social de tu meñique, 

con tu buey que se queda, con tu física, 

también con tu palabra atada a un palo 

y tu cielo arrendado 

y con la arcilla inserta en tu cansancio 

y la que estaba en tu uña, caminando! 

Constructores 

agrícolas, civiles y guerreros, 

de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito 

que vosotros haríais la luz entornando 

con la muerte vuestros ojos; 

que, a la caída cruel de vuestras bocas, 



vendrá en siete bandejas la abundancia, todo 
en el mundo será de oro súbito, 
y el oro, 

fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre, 
y el oro mismo será entonces de oro! 

Se amarán todos los hombres 

y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes 
y beberán en nombre 
de vuestras gargantas infaustas! 

Descansarán andando al pie de esta carrera, 
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos 
serán y al son 

de vuestro atroz retorno, florecido, innato, 

ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas! 

Unos mismos zapatos irán bien al que asciende 

sin vías a su cuerpo 

y al que baja hasta la forma de su alma! 

Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán! 

Verán, ya de regreso, los ciegos 
y palpitando escucharán los sordos! 

Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios! 

Serán dados los besos que no pudisteis dar! 

Sólo la muerte morirá! La hormiga 

traerá pedacitos de pan al elefante encadenado 

a su brutal delicadeza; volverán 

los niños abortados a nacer perfectos, espaciales, 

y trabajarán todos los hombres, 

engendrarán todos los hombres, 

comprenderán todos los hombres! 

Obrero, salvador, redentor nuestro, 

¡perdónanos, hermano, nuestras deudas! 

Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios: 

¡qué jamás tan efímero, tu espalda! 

¡qué siempre tan cambiante, tu perfil! 

Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla 
un león abisinio va cojeando! 

Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal! 
Voluntarios del sur, del norte, del oriente 
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba! 

Soldado conocido, cuyo nombre desfila en el sonido de un abrazo! 
Combatiente que la tierra criara, armándote 
de polvo, 

calzándote de imanes positivos, 
vigentes tus creencias personales, 
distinto de carácter, íntima tu férula, 



el cutis inmediato, 

andándote tu idioma por los hombres 
y el alma coronada de guijarros! 

Voluntario fajado de tu zona fría, 

templada o tórrida, 

héroes a la redonda, 

víctima en columna de vencedores: 

en España, en Madrid, están llamando 

a matar, voluntarios de la vida! 

Porque en España matan, otros matan 

al niño, a su juguete que se para, 

a la madre Rosenda esplendorosa, 

al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo 

y al perro que dormía en la escalera. 

Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares, 
a su indefensa página primera! 

Matan el caso exacto de la estatua, 

al sabio, a su bastón, a su colega, 

al barbero de al lado —me cortó posiblemente, 

pero buen hombre y, luego, infortunado; 

al mendigo que ayer cantaba enfrente, 

a la enfermera que hoy pasó llorando, 

al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas... 

Voluntarios, 

por la vida, por los buenos matad 
a la muerte, matad a los malos! 

Hacedlo por la libertad de todos, 

del explotado y del explotador, 

por la paz indolora— la sospecho 

cuando duermo al pie de mi frente 

y más cuando circulo dando voces 

y hacedlo, voy diciendo, 

por el analfabeto a quien escribo, 

por el genio descalzo y su cordero, 

por los camaradas caídos, 

sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino! 

Para que vosotros, 

voluntarios de España y del mundo, vinierais, 
soñé que era yo bueno, y era para ver 
vuestra sangre, voluntarios... 

De esto hace mucho pecho, muchas ansias, 
muchos camellos en edad de orar. 

Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo, 
os siguen con cariño los reptiles de pestaña imánente 



y, a dos pasos, a uno, 

la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda. 


Masa 

Al fin de la batalla, 

y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre 
y le dijo: «¡No mueras; te amo tanto!». 

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Se le acercaron dos y repitiéronle: 

«¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!». 

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, 
clamando: «¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!». 
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Le rodearon millones de individuos, 

con un ruego común: «¡Quédate hermano!». 

Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. 

Entonces todos los hombres de la tierra 

le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado: 

incorporóse lentamente; 

abrazó al primer hombre; echóse a andar... 


10 de noviembre de 193 7 


España, aparta de mí este cáliz 

Niños del mundo, 

si cae España —digo, es un decir— 

si cae 

del cielo abajo su antebrazo que asen, 
en cabestro, dos láminas terrestres; 
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas! 

¡qué temprano en el sol lo que os decía! 

¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano! 
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno! 

¡Niños del mundo, está 

la madre España con su vientre a cuestas; 

está nuestra maestra con sus férulas, 

está madre y maestra, 

cruz y madera, porque os dio la altura, 


109 



vértigo y división y suma, niños; 
está con ella, padres procesales! 

Si cae —digo, es un decir— si cae 
España, de la tierra para abajo, 
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer! 

¡cómo va a castigar el año al mes! 

¡cómo van a quedarse en diez los dientes, 
en palote el diptongo, la medalla en llanto! 

¡Cómo va el corderillo a continuar 
atado por la pata al gran tintero! 

¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto 
hasta la letra en que nació la pena! 

Niños, 

hijos de los guerreros, entretanto, 

bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo 

la energía entre el reino animal, 

las florecillas, los cometas y los hombres. 

¡Bajad la voz, que está 

con su rigor, que es grande, sin saber 

qué hacer, y está en su mano 

la calavera hablando y habla y habla, 

la calavera, aquella de la trenza, 

la calavera, aquella de la vida! 

¡Bajad la voz, os digo; 

bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto 

de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aun 

el de las sienes que andan con dos piedras! 

¡Bajad el aliento, y si 
el antebrazo baja, 

si las férulas suenan, si es la noche, 
si el cielo cabe en dos limbos terrestres, 
si hay ruido en el sonido de las puertas, 
si tardo, 

si no veis a nadie, si os asustan 
los lápices sin punta, si la madre 
España cae —digo, es un decir— 
salid, niños del mundo; id a buscarla!... 


¡Cuídate, España...! 

¡Cuídate, España, de tu propia España! 
¡Cuídate de la hoz sin el martillo! 
¡Cuídate del martillo sin la hoz! 
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo, 




del verdugo a pesar suyo 
y del indiferente a pesar suyo! 

¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo, 
negárate tres veces, 
y del que te negó, después, tres veces! 

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias, 
y de las tibias sin las calaveras! 

¡Cuídate de los nuevos poderosos! 

¡Cuídate del que come tus cadáveres, 
del que devora muertos a tus vivos! 

¡Cuídate del leal ciento por ciento! 

¡Cuídate del cielo más acá del aire 
y cuídate del aire más allá del cielo! 

¡Cuídate de los que te aman! 

¡Cuídate de tus héroes! 

¡Cuídate de tus muertos! 

¡Cuídate de la República! 

¡Cuídate del futuro!... 


Los nueve monstruos 

Y, desgraciadamente, 

el dolor crece en el mundo a cada rato, 

crece a treinta minutos por segundo, paso a paso, 

y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces 

y la condición del martirio, carnívora, voraz, 

es el dolor, dos veces 

y la función de la yerba purísima, el dolor 
dos veces 

y el bien de ser, dolemos doblemente. 

Jamás, hombres humanos, 

hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, 
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! 

Jamás tanto cariño doloroso, 
jamás tan cerca arremetió lo lejos, 
jamás el fuego nunca 
jugó mejor su rol de frío muerto! 

Jamás, señor ministro de salud, fue la salud 
más mortal 

y la migraña extrajo tanta frente de la frente! 

Y el mueble tuvo en su cajón, dolor, 
el corazón, en su cajón, dolor, 
la lagartija, en su cajón, dolor. 

Crece la desdicha, hermanos hombres, 

más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece 




con la res de Rousseau, con nuestras barbas; 
crece el mal por razones que ignoramos 
y es una inundación con propios líquidos, 
con propio barro y propia nube sólida! 

Invierte el sufrimiento posiciones, da función 
en que el humor acuoso es vertical 
al pavimento, 

el ojo es visto y esta oreja oída, 
y esta oreja da nueve campanadas a la hora 
del rayo, y nueve carcajadas 
a la hora del trigo, y nueve sones hembras 
a la hora del llanto, y nueve cánticos 
a la hora del hambre, y nueve truenos 
y nueve látigos, menos un grito. 

El dolor nos agarra, hermanos hombres, 
por detrás, de perfil, 
y nos aloca en los cinemas, 
nos clava en los gramófonos, 

nos desclava en los lechos, cae perpendicular mente 
a nuestros boletos, a nuestras cartas; 
y es muy grave sufrir, puede uno orar... 

Pues de resultas 

del dolor, hay algunos 

que nacen, otros crecen, otros mueren. 

y otros que nacen y no mueren, y otros 

que sin haber nacido, mueren, y otros 

que no nacen ni mueren (son los más). 

Y también de resultas 

del sufrimiento, estoy triste 

hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo, 

de ver el pan, crucificado, al nabo, 

ensangrentado, 

llorando, a la cebolla, 

al cereal, en general, harina, 

a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo, 

al vino, un eccehomo, 

tan pálida a la nieve, al sol tan arduo! 

Cómo, hermanos humanos, 
no deciros que ya no puedo y 
ya no puedo con tanto cajón, 
tanto minuto, tanta 
lagartija y tanta 

inversión, tanto lejos y tanta sed de sed! 

Señor Ministro de Salud: qué hacer? 

Ah!, desgraciadamente, hombres humanos, 
hay, hermanos, muchísimo que hacer. 



Traspié entre dos estrellas 

Hay gentes tan desgraciadas, que ni siquiera 
tienen cuerpo; cuantitativo el pelo, 
baja, en pulgadas, la genial pesadumbre; 
el modo, arriba; 

no me busques la muela del olvido, 

parecen salir del aire, sumar suspiros mentalmente, oír 

claros azotes en sus paladares. 

Yanse de su piel, rascándose el sarcófago en que nacen 
y suben por su muerte de hora en hora 
y caen, a lo largo de su alfabeto gélido, hasta el suelo. 
Ay de tanto! ay de tan poco! ay de ellas! 

Ay en mi cuarto, oyéndolas con lentes! 

Ay en mi tórax, cuando compran trajes! 

Ay de mi mugre blanca, en su hez mancomunada! 

Amadas sean las orejas Sánchez, 
amadas las personas que se sientan, 
amado el desconocido y su señora, 
el prójimo con mangas, cuello y ojos! 

Amado sea aquel que tiene chinches, 

el que lleva zapato roto bajo la lluvia, 

el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas, 

el que se coge un dedo en una puerta, 

el que no tiene cumpleaños, 

el que perdió su sombra en un incendio, 

el animal, el que parece un loro, 

el que parece un hombre, el pobre rico, 

el puro miserable, el pobre pobre! 

Amado sea 

el que tiene hambre o sed, pero no tiene 
hambre con qué saciar toda su sed, 
ni sed con qué saciar todas sus hambres! 

Amado sea el que trabaja al día, al mes, a la hora, 

el que suda de pena o de vergüenza, 

aquel que va, por orden de sus manos, al cinema, 

el que paga con lo que le falta, 

el que duerme de espaldas, 

el que ya no recuerda su niñez; amado sea 

el calvo sin sombrero, 

el justo sin espinas, 

el ladrón sin rosas, 



el que lleva reloj y ha visto a Dios, 
el que tiene un honor y no fallece! 

Amado sea el niño, que cae y aún llora 
y el hombre que ha caído y ya no llora. 
Ay de tanto! Ay de tan poco! Ay de ellos! 



VLADIMIR MAYAKOYSKI 

Rusia, 1893-1930 


¡Danos un motor! 


Así al descuido 

no saldrá una nave, 

y aérea, 

mucho menos. 

Hacen falta 

hélices 

y alas 

para que muy suavemente 
suba y descienda 

y vuele firme y alta. 

Pero es 

lo principal 

el corazón: 

el motor, 

que desate un huracán 
para que zumbe 

sin interrupción 

o de lo alto 

en picada 

al suelo van. 

Hasta el gorrión 

también 

tiene motor: 

un corazón 

que late 

en las costillas. 

Pues si falla 

el motor, 

el volador 

a tierra 

cae muerto 

y hecho astillas. 

Si es preciso 

el motor 

para el gorrión 


;cómo el hombre 


lo va a pasar 


Pesa él 


cuatro onzas 


cinco y media 


sin él? 


y mi peso son 



Eso aún es poco: 
¿Y las máquinas? 


arrobitas 

en el fiel. 

sólo un ser humano. 
;Pesan 


cuánto ahora? 

Y a la guerra 

las bombas 
lleva, 

hermano, 

con tus minas 

y tu ametralladora. 

Por que al cielo 

el piloto 

el rumbo tuerza 

dejando atrás 

al ave, 

el extranjero 

motores 

de mil caballos 

de fuerza 

por millones 

construye 

el día entero. 

Los nuestros 


son ancianos... 

ataúdes, 

aún hoy 

los nuestros 

a la cola van; 

pero irán 

desatándose 

en aludes 


y en su nariz 

cual bala 

estallarán. 

En el cielo 

de Francia 

el Renault bronco 

zumba, 

en el de Inglaterra 

el Rolls Royce truena. 

No los alcanzarás 

montando un tronco. 

¡Obrero, 

a hacer motores 



en cadena! 


Si en seguida 

no triunfas, 

recomienza: 

un día de labor 

da poco fruto. 

Los Wright 

con su primer motor 

la inmensa 

tierra 

volaron no más 

de un minuto. 

Pero hoy vuelan, 

¡alcánzalos, 

porfía! 

Tan sólo nubes 

lanza al viento; 

Ahora 

con flechas, 

sin posarse, 

en todo un día— 

¡cuatrocientos 

kilómetros 

por hora 

¿Que el motor 

lo inventó 

la inteligencia 

burguesa? 

¿Que es la flor 

de sus saberes? 
No, 

que esta maravilla 

de la ciencia 

la creó 

el proletario 

en los talleres. 

¿Por qué el estancamiento, 

ruso obrero? 

Si está 

en tus propias manos 

el poder, 

por la defensa 

del estado obrero 

un motor 

trimejor 

debes nacer. 

He aquí 



que ya se acerca 

ese momento: 

sobre los campos, 

la hélice tronante, 

Saratov 

y Riazan 

verán al viento 
nuestro motor 

soviético 

pujante. 

El ruso 

a veces 

gusta 

del azar; 

al parecer 

le sale bien. 

Yo quiero 

el azar 

del motor 

eliminar, 

venciendo 

con trabajo 

al extranjero. 

La tarea 

organiza 

de otro modo. 

Temprano 

al torno 

da esfuerzos titánicos, 

y según 

la O.C.T. 5 

revisa todo 

cada hora. 

Crea nuevos 

mecánicos... 

Por que más pronto 

llegue 

el tiempo claro 

al que los comunistas 

van atléticos, 

suda y afánate 

a diario, 

«Icaro», 

en el natal 

motor 

de los soviéticos. 


5 Organización Científica del Trabajo. 




Proletario, 

recuerda: 

abriste el dique 

de la tierra 

hacia el cielo 

con tu avión. 

Piensa en ese 

motor: 

«El Bolchevique», 

el corazón 

de toda 

la aviación. 

Porque es 

lo principal 

el corazón: 

el motor, 

que desate un huracán 
para que zumbe 

sin interrupción 

o de lo alto 

en picada 

al suelo van. 

Así al descuido 

no saldrá una nave, 

y aérea, 

mucho menos. 

Hacen falta 

hélices 

y alas 

para que muy suave¬ 
mente suba y descienda 

y vuele firme 
y alta. 


1923 

Versión: Desiderio Navarro y David Chericián 


Negro y blanco 

(Black and white) 


A un vistazo 

La Habana 

se revela 


paraíso, 

país afortunado. 
Flamencos en un pie 



bajo una palma. 

Florece 

el coralillo 

en el Vedado. 

En La Habana 

las cosas 

son muy claras: 

blancos con dólares, 

negros — sin un cent. 

Por eso 

Willy 

con su escoba barre 

cerca de «Henry Clay and Bock, Limited». 
Mucho 

en su vida 

ha Willy barrido— 

tanto polvo 

formaría una montaña. 

Por eso 

su cabello 

se ha caído 

y apenas 

la barriga 

le acompaña. 

Hay poco espacio para su alegría: 
seis horas de dormir sobre un costado. 

O cuando 

el inspector 

le concedía 

la mísera 

propina de un centavo. 

¡Si pudiera evitar tanta basura! 

Sólo 

quizás 

andando de cabeza. 

Pero entonces 

pegárase más fango: 
pelos, son miles; 

sólo dos 

las piernas. 

Junto a mí 

pasea el Prado 

suntuoso. 

El jazz 

de pronto estalla 

o centellea. 


Que en La Habana 



se encuentra el paraíso 
un bobo solamente 

lo creyera. 

El cerebro de Willy 

es limitado, 

muy poca siembra, 

pocos brotes, creo, 

pero grabó 

una cosa en su memoria, 

sólida, 

cual la estatua 

de Maceo: 

«Tócale al 

blanco 

la piña madura, 

y la podrida 

sólo alcanza 

el negro, 

el trabajo más blanco 

es para el blanco, 
y el trabajo más negro— 

para el negro». 
Pocas cuestiones se planteaba Willy. 

Pero alguna 

le hincó con más tesón. 

La escoba 

se escapaba 

de sus manos 

Cuando a Willy 

le hincaba 

esta cuestión 

Hay que ver 

lo ocurrido en ese instante 
visitó a Henry Clay, 

rey del tabaco, 

del azúcar, 

el rey más poderoso. 

Más que las nubes, piel y traje blancos. 

El negro 

se acercó 

al bulto de grasa: 

«Perdón, míster 

—le dijo— 

pero quiero 

saber 

¿si es el azúcar 

blanco blanco 



por qué 

tiene que hacerla 

el negro negro? 

El tabaco 

no asienta 

a sus bigotes, 

más bien a un negro 

de pelambre oscura. 

Y si usted gusta 

del café 

bien dulce 

haga usted lo mismo, 
entonces, 

el azúcar». 

Cuestión planteada así 

no queda en vano. 

El rey 

su blanco rostro 

tornó en verde. 

Se revolvió 

furioso con los 

puños, 

lanzó dos golpes, 

presuroso fuese. 

Los jardines 

en torno 

florecían, 

los plátanos 

trenzaban 

sus penachos. 

Sus blancos 

pantalones 

manchó el negro 

de la sangre 
nasal 

que ardía en su mano. 

Luego aspiró 

por las narices rotas, 
la escoba recogió 

casi al tuntún. 
¡Cómo él podría saber 

que estas cuestiones 

al Komintern 

plantéanse 

en Moscú. 



Conversación con el camarada Lenin 


Con la escolta de afanes, 


su tropel de sucesos 


el día, lentamente, 

a la sombra se fue. 
Dos en el cuarto estamos: 

estamos yo 


en la fotografía 

de la blanca pared. 
Tiene abierta la boca 


y Lenin— 


en tensión de discurso, 


los pelos del bigote 

se adelantan 

enhiestos, 

los pliegues de la frente 

aprietan 

la idea humana, 


de tan inmensa frente 

el pensamiento inmenso. 


Parece 


que ante él 

pasan miles de brazos... 

Un bosque de banderas... 

un hierbazal de manos... 

De la silla levántame 

un júbilo radiante, 

¡ganas dan 

de ir también, 

saludar, 

reportarle! 

«Camarada Lenin, 

aquí rindo mi informe 
no por obligación, 

por devoción del alma. 
Camarada Lenin, 

una tarea infernal 

es la que 

se realiza 


y ya está realizada. 

Damos luz, 

y vestimos a pobres y desnudos, 

se ensancha 

la extracción: 

carbón y minerales. 


Pero junto con esto, 



claro, 


que existe mucho, 

mucho 

de varia 

hez y muchas nulidades. 

Cansa a la defensiva 

estar, a dentelladas. Muchos 

al irse usted 

por el atajo fueron. 

Demasiados 

canallas 

de variadas especies 

andan 

por nuestra tierra 

y en torno a nuestro suelo. 

Son inmensos 

en número, 

no sé cómo llamarlos, 

una siniestra 

banda de estos tipos 

se extiende. 

Los kúlaks, los burócratas, 
adulones, 

sectarios 

y borrachos— 

caminan 

ostentosos, 

y de sus pechos penden 
muchas estilográficas 

e insignias que no entienden. 

Nosotros, 

por supuesto, 

ya los aplastaremos, 

aunque 

aplastar a todos 

sabemos que es difícil. 

Camarada Lenin, 

en las humeantes fábricas, 

en las tierras, 

cubiertas 

de nieves 

y de trigos, 

con vuestro 

corazón, 

camarada, 

y vuestro nombre 


pensamos, 



respiramos, 

luchamos 

y vivimos!». 

Con su escolta de afanes, 

su tropel de sucesos, 

el día, lentamente, 

a la sombra se fue. 

Dos en el cuarto estamos: 

estamos yo 


en la fotografía 

de la blanca pared. 


y Lenin— 


1929 

Versiones: Nina Bulgákova y Angel Augier 


Marcha de izquierda 

¡A desplegarse en marcha! 

No es ya hora de juegos de palabras. 
Silencio, oradores. 

Tiene 
la palabra, 
camarada máuser. 

Basta ya de vivir según la ley 
de Adán y Eva. Debemos derrengar 
de una vez al jamelgo de la historia. 
¡Izquierda! 

¡Izquierda! 

¡Izquierda! 

¡Eh, camisazules! 

¡A ondear! 

¡A los océanos! 

¿Acaso 

nuestros acorazados en la rada 
tienen quillas melladas! 

Que, 

irguiendo la corona 

lance el león británico su aullido. 

Hoy no será abatida la comuna. 

¡Izquierda! 

¡Izquierda! 

¡Izquierda! 


Allá 

tras las montañas de dolor 






hay tierras infinitas y soleadas. 

Por hambre 
y mar de muerte 

más firmes van millones y millones. 

Que nos cerque la banda mercenaria 
y el torrente de acero corra airado: 

¡No vencerán a Rusia los aliados! 
¡Izquierda! 

¡Izquierda! 

¡Izquierda! 

¿Se apagará quizá el ojo del águila? 
¿Fijaremos la vista en el pasado? 

¡A afincar 

en la garganta del mundo 

los dedos duros del proletariado! 

¡El pecho enhiesto y firme hacia adelante, 
cubre con tus banderas todo el cielo! 
¿Quién va con la derecha en este instante? 
¡Izquierda! 

¡Izquierda! 

¡Izquierda! 


Versión:Valerí Gurenko y David Cherícián 





JAROSLAW IWASZKIEWICZ 

Polonia, 1894-1980 

Morir en París 

I 

Viviendo en nuestra tierra, viviendo pese a todo, 
hemos sentido ascender la vida. 

¿Por qué morir aquí? Llueve. 

París se duerme y se arrebuja, 

como cuando la luna se emboza entre la nube. 

París despierta y vive. ¿Por qué morir? 

Desde la ventana miro los jardines helados. 

Veo la mimosa seca: 

su pelusa es una estrella de mar, 

una estrella que ha brotado del agua. 

Mi hermano de hace treinta años retorna, 
sigue siendo el mismo... 

...Y, sin embargo, ¡cómo ha cambiado! 

Con su sonrisa, que le envuelve como un manto, 
con la sonrisa que trae de Oswiecim. 

Siento un poema que sueña dentro de mí, 
pero no sabría escribir sus palabras. 

El tono gris se tiende sobre la ciudad, 

con el vuelo, 

con el Arco de Triunfo. 

Siento una mano fría. ¿Por qué morir aquí, 
con la flor escarlata de sangre en la boca? 

II 

Amigos míos, 

amigos muertos hace mucho tiempo, 
vosotros sabéis que aquí 
todo es indiferente, 

ya irguiéndose esbelto sobre nuestras cabezas, como un arco gótico, 
ya abrumándonos, como el azulejo de porcelana blanca 
que cubre los bajos techos del Metro. 

La mimosa se secará como el corazón de un hombre, 
como un corazón perdido en la ciudad inmensa. 

¡Cuán vasto es, oh Dios, el arco iris 
por encima de la Torre Eiffel, 

como un jumento que triscara en el prado húmedo de nuestros tejados! 


127 



Dime, Rene, ¿conoces 
el gusto del veneno? 

III 

En el hogar reina la calma, 

mientras, fuera, los abedules se aprestan para la primavera, 
abedules que no han sido tallados por León... 

Ese niño que llora es mi nieto. 

En el hogar reina la calma 
y todo está tranquilo aquí también. 

Un patio con unas cuantas rosas, 
muchos guijarros puntiagudos 
y un arco bajo el cielo. 

¡Qué difícil expresar con palabras 
a un tiempo la muerte y la vida 
de flores de sangre escarlatas! 

En el hotel, abajo, hay fiesta: un matrimonio. 

En los Inválidos montan la guardia soldados de oro. 

Y el tango, el tango que musita suavemente: 
morir, morir en París. 


Paz 

No vendrá hasta nosotros, paloma que desciende, 
ni de las estaciones del año brotará. 

No se abrirá encendida, lo mismo que un relámpago, 

la paz sobre la tierra. 

No asomará en los pétalos de un ramo perfumado 
ni del trueno que rompe la nube bajará. 

No llegará tampoco del hermoso arco iris 

la paz sobre la tierra. 

Podrá nacer de nuestra voluntad solamente, 
fluimos del costado como fluye la sangre, 
lentamente crecer de nuestro esfuerzo 

la paz sobre la tierra. 

Brotará, cual la llama, del trabajo constante, 
de la mano tendida, del paso acompasado, 
del clamor poderoso de los pueblos: 

«¡Que haya paz en el mundo!». 



Suspiro 


Ladrillo en mano, el albañil, 
aunque le apremia la cuchara, 
mira un instante el cielo añil 
y en él flotar la nube clara, 
desmelenada plata en vuelo, 
hija del mar alta en el cielo. 

Así, querría que la gente 

que cree que el canto está en la mente, 

con emoción curiosa oyera, 

como albañil ladrillo en mano, 

mi verso, nube pasajera 

perdiéndose hacia lo lejano. 


Versión: Francisco de Orad 



KIM JIONG ZIK 

Corea, 1894-1926 

El pino verde de la colina Nam San 

Aquel pino verde de la colina Nam San, 
cubierto de nieve y escarcha, 
está sufriendo mil dolores. 

Pero quién duda, compañero, que reavivará 
con el retorno de la templada primavera. 

Si no logro la independencia del país, 
qué valor tendrá mi vida. 

Aunque mi cuerpo se vuelva sangre y polvo, 
confíen, compatriotas, en que no cederé 
en el camino de la restauración. 


El país del sol 

A pesar del fuego que arde en el mundo 
y quema mis esposas, 
la roja y bella flor florece. 

En el país en que todos unidos 
trabajan y avanzan cantando. 

Es el país del Sol redondo y brillante. 


No está lejos el día de la independencia 

Nuestro pueblo, perdida su patria, 

flota y es llevado como una hoja en el mar. 

Pero no llora por haberla perdido, 
no está lejos el día de la Independencia 
de nuestro pueblo y de nuestro país. 



MANUEL NAVARRO LUNA 

Cuba, 1894-1966 

Raíces bravas 

¡El Turquino 

y el Cauto...! 

¡Los músculos de la eternidad 
nos engendraron...! 

¡Nos engendró la fuerza 
de lo más hondo 
y lo más alto...! 

La montaña nos dio su corazón tremendo: 

¡brava raíz de excelsitud y de infinito...! 

¡No tenemos más sangre que la sangre encendida 
que es llama en las arterias, siempre en llamas, del río...! 

Mientras los otros duermen... 

¡nosotros degollamos el sueño con los cuchillos de la madrugada. 
¡Y salimos al claro de la muerte...! 

¡Siempre saldremos a los claros de la muerte 
sin que volvamos, hacia atrás, la cara...! 

¿Para qué somos hijos 
de la Sierra Maestra 
y del Cauto...? 

¡Tenemos que morir, antes que nadie; 
debemos de morir, antes que nadie...! 

¡Siempre en lo más hondo...! 

¡Siempre en lo más alto...! 


El General Antonio 

¡Si habláis de la vergüenza; 
si queréis señalar las altas cumbres del decoro... 
sobre llamas y túmulos y banderas estremecidas 
tenéis que alzar la voz y dar el nombre puro y hondo! 

¡Tenéis que dar la excelsitud de un grito: 

¡EL GENERAL ANTONIO! 

Para que escuche el monte, y la piedra, y la nube, y los oídos claros, y los oídos 
obscuros y sordos: 

¡EL GENERAL ANTONIO! 


1 




Con Mariana y con Marcos, 

el Capitán Rondón tuvo armas, y dinero, y caballos, y todo. 

¡Se alzaban las primeras amapolas sangrientas de la guerra 
entre los rudos filos del resplandor heroico! 

El Capitán Rondón dijo después a Marcos: 

¿Y cuál de los muchachos me vas a dar ahora...? 

Guardó silencio el padre. Un silencio de padre, fuerte y doloroso. 

Pero tres de los hijos respondieron por Marcos: 

José, 

Justo 

y Antonio. 

¡El último, 

más fuerte y más pronto! 

¡El último, 

más pronto que los otros! 

Cuando habléis de la Patria, 

del dolor y el denuedo y el largo y cruento batallar sin reposo; 
y en mil batallas veintisiete heridas cual veintisiete surcos; 
de las marchas con hambre y del camino áspero y torvo; 
de la gloria en la herida y la gloria en la sangre, 

¡tenéis que hablar del General Antonio! 

Con dos balas, se acaba la guerra: dijo Cánovas. 

¡Tal vez con una sola para el guerrero epónimo! 

Pero aún no la tenían los fusiles de España 
y el Pacto del Zanjón no fue Paz, sino tregua y encono. 

La bandera —sudario, que alguien dijo, bordado en Camagüey por manos 
de mujeres—, 

¡la izó en Mantua el machete del General Antonio! 

«¡Esto va bien!» exclama, cuando se siente herido en Punta Brava. 

¡Es la muerte! El lo sabe y sonríe victorioso. 

¡Ya ni la muerte misma podrá vencerlo! ¡Nada 
podrá vencer al General Antonio! 

Cuando habléis de la Patria, 

si queréis señalar las altas cumbres del decoro 

en la cumbre del hombre... buscad entre latidos de montaña, 

sobre raíz de trueno y palpitar de troncos, 

la presencia profunda que nos cerca y nos manda: 

¡EL GENERAL ANTONIO! 

1936 


132 



¡Adelante...! 

Era joven y fuerte. Y yo sé que tenía 
la obsesión de una estrella que fulgía 
en la sombra de un cielo horripilante. 

Dicen que estaba loco, porque sólo sabía 
miraría, y exclamar: ¡Adelante...! ¡Adelante...! 

En la mazmorra fúnebre donde fue sepultado 
en una noche horrenda, y allí martirizado 
por la guardia feroz y repugnante, 
se levantó del suelo ensangrentado 
para exclamar tan sólo: ¡Adelante...! ¡Adelante...! 

Perseguido en la tierra y en el mar perseguido, 
él, que sólo quería que en un cielo encendido 
irradiara su estrella deslumbrante 
sólo exclamó al sentirse, ya mortalmente herido: 

¡Adelante...! ¡Adelante...! 

Aunque nada en las sombras se despierte 
sobre la llama inerte, 
siempre se escuchará su clamor delirante 
sobre los propios hierros de la muerte: 

¡Adelante...! ¡Adelante! 

Julio, 1953 


Santiago de Cuba 

Deja que los muertos entierren a sus muertos 


Es Santiago de Cuba! 

No os asombréis de nada! 

Por allí anda la madre de los héroes! 

Por allí anda Mariana! 

Estaréis ciegos 

si no veis ni sentís su firme y profunda mirada...! 
Estaréis sordos si no escucháis sus pasos; 
si no oís su tremenda palabra! 

«¡Fuera. Fuera de aquí! 

¡No aguanto lágrimas!» 

Así exclamó aquel día, junto al cuerpo de Antonio 
—¡de Antonio, nada menos, que sangraba 
herido mortalmente!— cuando todas 


133 



las mujeres allí gemían y lloraban...! 

«¡Fuera. Fuera de aquí! 

¡No aguanto lágrimas!». 

Es Santiago de Cuba! 

No os asombréis de nada! 

Allí las madres brillan 

como estrellas heridas y enlutadas. 

Recogieron el cuerpo de sus hijos 
derribados por balas mercenarias, 
y, después, en la llama del entierro, 
iban cantando el himno de la Patria. 

También lo iba cantando, junto a ellas, 
el corazón, sin sueño, de Mariana...! 

«¡Fuera. Fuera de aquí! 

¡No aguanto lágrimas!». 

Hay muertos que, aunque muertos, no están en sus entierros; 
hay muertos que no caben en las tumbas cerradas 
y las rompen, y salen, con los cuchillos de sus huesos, 
para seguir guerreando en la batalla...! 

Únicamente entierran los muertos a sus muertos! 

Pero jamás los entierra la Patria! 

La Patria viva, eterna, 

no entierra nunca a sus propias entrañas...! 

Es Santiago de Cuba! 

No os asombréis de nada! 

Los ojos de las madres están secos 
como ríos sin agua! 

Están secos los ojos de todas las mujeres! 

Son fuentes por la cólera agostadas 
que están oyendo el grito 
heroico de Mariana: 

«¡Fuera. Fuera de aquí! 

¡No aguanto lágrimas!». 

¡Venid! ¡Venid, clarines! 

¡Venid, ¡Venid, campanas! 



¡Venid, lirios del fuego, 
a saludar las rosas de vuestras propias llamas! 


Agosto, 1957 


Canto de las azadas 

Las azadas rendidas, 

doblegadas bajo el castigo de un costra negra y milenaria, 

despertarán golpeadas por el rencor que sube de los troncos enloquecidos 

para levantarse sobre la línea cuajada de las pavuras. 

Después, la chispa fiera encenderá los surcos, 
y habrá una clara risa de simientes en los senos radiantes, 
alimentados en el torbellino de la sangre con abono de visceras 
castigadas, 

con abono de visceras recolectadas delante de un enarbolamiento de 
alaridos. 

Las azadas serán antorchas...! 

Y regresarán arrastrando su filo rudo por la tierra, 
sobre cuya piel resonarán los pasos de una luz asfixiada 
que se agarró al corazón conturbado y roto de la vida 

para oscurecer el resplandor de los latidos insurrectos anudándolos a 
la muerte. 

Las azadas serán antorchas...! 

Las azadas serán antorchas...! 

Y las criptas sedientas, en donde estaban encarcelados los caminos maravillosos 
y cuyas fauces abrió la claridad tenebrosa de los días bastardos, 

aventarán al polvo brillante de los cielos las ruinas de las auroras 
destruidas 

y los escombros de las primaveras mutiladas. 

En las rompientes aturdidas donde las nubes guerrean y cantan; 

en los regazos tibios y transparentes donde duermen las rosas; 

en la residencia desolada de los gusanos 

y en los rincones ásperos de las tormentas aguerridas; 

en la marejada fúnebre cosida de naufragios 

y en el desfiladero enronquecido de las osamentas; 

cerca de la luz, 

y sobre la luz; 

cerca de la sombra, 

y sobre la sombra, 

en dondequiera que se estremezcan los renuevos del alba fragante; 
en dondequiera que se rompan y se hundan los himnos decrépitos, 
se escuchará el canto, 
joven y potente, 



firme y redentor 
de las antorchas. 

El color de la tierra será un color de azadas...! 

El olor de la tierra será un olor de azadas...! 

El pulso de la tierra será un pulso de azadas...! 

Entonces, 

los niños, serán niños; 
los hombres, serán hombres. 

El niño negro y el niño blanco saltarán sobre la alegría de los caminos 
resucitados 

y hundirán sus manos en los manantiales animados de estrellas, 
mientras corren entre los lirios del canto redimido. 

Podrán reír...! 

Podrán cantar...! 

Podrán vivir...! 

Dios no estará en el cielo...! 

Dios no estará en la tierra...! 

Dios no estará en el mar...! 

Dios habrá muerto...! 

Frente a la montaña entenebrada donde rompió sus nervios el relámpago rojo; 
sobre los tremendos muros donde un coro de sangres guerreó con los 
sepulcros; 

encima de las nubes corpulentas que nutren la cólera del trueno, 
se alzará la presencia del hombre como la presencia de la vida y de la luz. 

Sus brazos romperán las madrigueras encapotadas del crimen, 
y las entrañas de la noche pasarán por el filo de los caminos vengadores. 

La sangre de Dios ya estará pudriéndose en las cavernas atormentadas, 
en el pozo de espanto de donde lo sacaron los dedos de la sombra...! 

Dios, verdugo de auroras, 
crespón de simas, 
cáliz de tinieblas, 

no será en las vertientes deslumbradas del día que renazca... 
ni siquiera las cuatro letras de su nombre...! 

Hij o mío: 

en el fragor de esta caída de banderas; 

en el asalto erguido que en las cumbres heridas construye trágicos 
festines; 

en el alud de llamas que corre aplastando cordilleras sañudas; 
en los horrendos túmulos que abandona la noche despedazada, 
se harán carbones fríos los huesos vacilantes del mundo 


136 



y sucumbirán las llagas que conduce la carne de tus hermanos 
oprimidos...! 

Hijo mío: 

Sé tú de los primeros en echar a guerrear las quemaduras de tu frente, 
en echar a guerrear tu pecho para que la tierra se levante; 
sé tú de los primeros en afilar la boca para derribar las espesuras intactas 
de la sombra; 

en socavar el corazón de las tinieblas, 
en romper las vértebras sacralizadas del horror 
y en golpear, con tus brazos, el duro silencio del monte; 
sé tú de los primeros en precipitar la sangre de Dios al laberinto de la», 
tumbas; 

sé tú de los primeros en morir para que nazca el hombre...! 



PABLO DE ROKHA 

Chile, 1894-1968 

Marx 

La voluntad socrática, ardiendo con fuego aritmético, 

cuadrado y helado, regía 

aquel gran corazón sin entrañas. 

Su horizonte astronómico 

de las máquinas biológicas la precisión teniendo, y lo 
dramático y lo dinámico, 
era del material relativo del infinito; 

algo muy duro, como hecho, limitable en volumen inminente, 
y cuya expresión cristalina buscaba las aguas. 

Piedra y hierro besándose por amor preciso y definitivo. 

Amaba con el cerebro, 

a aquella humanidad eterna de su laboratorio. 

Un mapa sonoro atravesábale las visceras, 

y el animal que habla y que llora, 

era un hecho, no era un sueño en su estatura. 

Y anhelaba, matemáticamente, lo armónico. 

Su sentimiento era un pensamiento pensando, 
y existir era su misterio. 

Sin embargo, creía en la vida regida por el hombre. 

Huían los dioses hacia la superestructura histórica, 
frente al puñal cerebral del materialismo y sus métodos, 
como una gran bandada de navios; 
la canalla metafísica, hoy, en el instante de la verdad 
heroica y el enorme cara a cara a la existencia, 
el celeste crimen ahorca en el palo solar del oriente que adviene. 

Primero el hombre, el hombre y su dominio, 
la verdad-sociedad, generando la historia expresada y 
definida en héroes, 

mañana el arte gigante y sin clase, como mito. 

Comer y procrear, certidumbres, 

flor de la lira marxista, escalonándose en pirámides, 

santo del álgebra, poesía comunista. 


Expresando la razón técnica, 



en la escala jerárquica de los valores, la conciencia específica, 

intuye los fondos obscuros, 

arrasa la causalidad temporal-espacial y emerge 

su actitud, goteada de espanto, 

ortodoxa y estupenda de razonamientos, 

y la pálida matemática. 

Cabeza de libro, Marx, 

y un orden del orden que canta, rimando su gramática, 
clavel de miel sociológica. 

Bramaba la tonada de la plusvalía, 
el poema de los cálculos matemáticos, y la belleza y 
la justicia económica, 
la canción funeral, a la verdad burguesa; 
y el viento de fuego de los héroes, azotando su esperanza, 
hacía flamear su ideal, como un pabellón rojo. 

Lección de virtud científica, 

piedad ecuménica, bondad astronómica, arrasando 
la compasión capitalista. 

Presencia, energía, dureza, 

un metal infantil, modelándose en grandes edades. 

Dios sin leyenda. 


Oda a la memoria de Gorki 

Desnudo y despavorido, 

todo rojo, en la sombra tremenda, resonando y avanzando, contra 
las cosas y las formas, 
regresas a la nada, de donde viniste. 

Un silencio de tormenta, francamente como preñado y cuajado de 
la heroicidad insurreccional, cubriendo los sindicatos, 
abatió la gran águila de la bandera roja, 

y tu agonía llenó de clamor a todos los obreros del orbe, arañando 
las masas humanas, 

haciendo bramar las máquinas, como libres bestias, 
paralizando los tentáculos trágicos de las fábricas y las heladas 
plantas hidráulicas, 

como si se le hubiese partido el corazón a la humanidad obrera, 
y tu puñado de cenizas llenase de cal funeral todos los ámbitos, 
de mundo a mundo. 

¡Oh!, escritor, hombre de clase, piedra y fuego, criatura de basalto 
y de quejido, 

Alexis Maximovich Pyeshkoff, 



desde que caíste adentro de una mujer, y mamaste dolor en los 
pechos maternos, 

el destino se te enroscó, como una culebra, a las visceras, 
y, muerto, eternamente muerto, en la gran agua morada, navegando 
hacia el origen de todas las sombras, 

Gorki —el Amargo—, una inmensa gota de sudor, corre por la 
barba de la vida. 

Rebasando los desheredados, la antigua hoja marchita de los 
ex hombres y los vagabundos del Mar Negro, 
tu estilo dio el sentido a la insurrección proletaria, 
alto y santo bolchevique, poeta del explotado, ilusión de los 
desterrados y los presidiarios sociales; 

¡en qué raudal de horror mundial bebiste tanta inmensa agua! 
porque nada de lo humano te era extraño, te era lejano e indiferente, 
he ahí que creciste, hinchado de temporales violentos. 

Ya te llorarán los inmensos presos políticos, los flagelados y 
los torturados 

por los esbirros, el humilde y el valiente, con toda la cara, 
los amarillos, los negros, los mulatos, 
la sociedad comunista, desde todo lo hondo de la URSS, 

resplandeciendo, y las mesnadas italianas y alemanas, 
enarbolando los puños cerrados, de todas las razas, en tu homenaje, 
contra sus caudillos, contra sus corsarios, contra sus bandidos 
«contra el fascismo y la guerra». 

Desde tu lengua, a mucha altura e ímpetu, 
clamaron los desesperados, toda la historia de los hechos y los 
siglos y los sueños, 

y, ahora, las anchas murallas del Kremlin te acunan; 
no; vas, oliendo a soledad, entre las multitudes insurrectas, 
muerto, entre las muchedumbres subversivas, 
soldado del Partido y gran aurora ensangrentada, 
tu pasión militar de militante, energía y eufonía de la causa obrera, 
inicia la marcha de los regimientos proletarios, 

la marcha inmensa de todos los tristes y todos «los pobres del mundo», 
la marcha eterna y soberbia, hacia el comando, 
el grande avance concreto, marxista, rotundo de los conquistadores 
sudorosos, 

contra la bestia fascista-capitalista, arrasando el imperialismo 
y los lacayos del imperialismo, contra el bruto nacista, 
hijo del pueblo, honra del pueblo, 

cien millones de pechos te llevan adentro, como cimiento y estatua, amparándote 
contra el olvido. 

La entonación política ciñe tu anhelo, 

aquella canción lograda, sudando todos los oficios, todas las 



costumbres, todos los empleos y humildes artesanías, 
y fue recto y serio tu lenguaje campesino. 

Corre tu muerte abierta, de aldea en aldea, 
porque tu voz, atropellada y obscurecida por la verdad sepulcral 
de lo infinito, 

busca la boca humana —niños, mujeres, viejos—, 
en donde echarse a llorar, como un pájaro trágico y sin ventura, 
y tu ilusión está durmiendo en proyectos de tristeza; 
pero la epopeya egregia te calienta los helados huesos, amargos 
de desventura, 

y la mano sagrada de Lenin saluda, en la inmortalidad, tu retorno. 

Exprimiendo lo humano de lo humano, hallaste lo divino, 
héroe a mártir, mito y signo del hecho, en tempestad forjado, 
tu realismo «comunista», a grandeza relampaguea, 
y un enigma de sol relumbra y hace misterios en el vértice de tu 
espíritu, 

como el recuerdo de las primeras frutas; 
es la ley de errores y horrores, echada en la submemoria, 
como un toro del dios de los herejes. 

Y, aunque aquella baba espesa del aristócrata y los amarillos 
asesinos del imperialismo 

gritaba en ti, síntesis, buscando los brazos de tu dicterio, 
tenías la dulzura suficiente para sellar la medalla del sueño 
y del llanto, 

al dominar el veneno y el dinero, 

dominando la propiedad y su clan de terrores elementales; 
máquina de luz, deshecha y vencida, 
entonces, irás a errar con los huesos de los dedos, cargados 
de naranjas. 

En obsesión de andrajos y lamentos, 

todos los heridos, los desamparados, los congojosos, los enfermos, 
los siniestros, los objetos del espía y el krumiro, 
el que no alojó jamás en dulces colchones, 
junto a una mujer desnuda, y no tuvo vestidos, ni tabaco, ni 
alcohol, ni caballos, en los crepúsculos, 
fue sirviente, y los malos esclavos lo abofetearon, 
y los que murieron en la horca del sicario, sonando y clamando, 
como grandes campanas, 
te saludan, Gorki, siguiendo tu féretro, 
siguiendo tu grito, siguiendo tu canto y tu frente sudando, 
y crucificada en las estrellas, 
el horror que empieza ya a inundar tu figura, 

como si nunca hubieses vivido y nunca amado y nunca llorado, Gorki. 
Un gran huracán te desganchó, camarada, 



te derrumbó, arrasándote, como los altos castaños, a la orilla 
del océano, 

o a la montaña de las epopeyas. 

Olor a multitud, pasada a cuchillo, te circunda, 
y aquel ataúd de dios, abandonado en los precipicios del idólatra, 
se te ofrece, como un barco, en la ansiedad de las aguas eternas; 
de abismo en abismo, vas cayendo, ¡oh!, solitario, 
de cabeza, ¡oh!, desterrado, azotándote contra los muros que 
no existen; 

¿quién detendrá tu potro de fuego, 

arrancado de la historia humana, rebasando y superando su límite, 
más allá de la voluntad social, desgarrándose?; 
a grasa quemada en tiendas de tribus aventureras, a puñal, a gran 
montura, 

a comida, a cuero, a vasija, a licor animal, a crónica, 
a sol y a camello, y a gusano, huele tu grandeza de obscuro 
macho cabrío, 

compañero proletario, y la Internacional flamea 

adentro del drama tremendo, que juega la materia con tus entrañas; 

Esquilo y Satanás y Dionysos, comen tu comida, 
junto a claras palomas de corazón indescriptible, y a justas y puras 
canciones, 

porque es el mundo tu mundo, y se derrumba, 

arrastrando en la gran catástrofe histórica, techos de pueblos y verdades, como un 
continente que desaparece, tiempo, mar, cielo abajo. 

Entre sus ojos, el cargador de Marsella te recuerda, 
y los ferroviarios y los marineros, desde Nueva York a Hong-Kong, 
te destinan su tabaco de naufragios, 
los mineros, los petroleros, los caucheros, de sol a sol, encadenados 
a la lágrima, 

suspiran tu nombre, entre sus chiquillos y sus salarios, a la ribera 
de la flor de sus mujeres, 

y los artistas revolucionarios montan guardia frente a tus restos 
mortales, 

mientras los brazos obreros de Stalin te conducen, gloriosamente, 
a la Plaza Roja, 

llenando de soberbia las banderas. 

El látigo de los amos 

restalla en la tonada acumulada, echando sangre y suerte, a la 
egregia humareda de las novelas, 
tu canción popular esculpe soldados y lacayos, 
mártires, o esclavos encanallados en el régimen del bruto, del 
miserable, del siervo; 

aun el verdugón del mujik te avergüenza la miseria; 


142 



palanquero, pinche de cocina, zapatero, mensajero, farolero del 
año lluvioso, 

amansando burguesía asesina y mercachifles sin leyenda, 
atorrantes, criminales, comerciantes, organilleros, y aventureros, 
ladrones y cabrones apuñaleados, 
bramaba e iba creciendo la revolución en tus infiernos 
la maldad burguesa, expresó su crimen de clase, negando la maldad 
humana, 

y «el hombre es bueno» en tus relatos, 

bueno como el pan, como el agua, como el sol y el animal de 
las marinas islas, 

contradiciendo al capitalismo, que crea malvados. 

Por todo aquello emergen tus «poesías», 

y, enormemente —collares de dolores—, aúlla «la insurrección» 
en sus entrañas, 

como un buitre, rugiendo por adentro, 

escarbando y sollozando hacia la justicia social y la dialéctica; 
es el marxista-leninista, desarrollándose; 
sí, el comunismo le dio ámbito y fruto a tu persona, 
y conociste tu sentido y tu destino, 

como un rol concreto, en la poesía infinita de los fenómenos, 

Máximo, ¡oh!, agrandado en la ausencia; 
ejemplo de varones, excelso y eterno ejemplar de mi oficio, 
resplandor de verdad, escrito en rubíes sangrientos, 
atmósfera, hipérbole, relámpago, torre y símbolo, leyenda, conciencia, 
novela de la naturaleza, 

como un cosmos, forjando, con barro sagrado, su órbita. 

La popularidad —su enorme enredadera— 

anidó en tus formidables campanarios comunistas, la gran alondra, 
emigrando del infierno del fascismo, 
y hoy arría, de polo a polo, sus banderas de luto. 

Sonando en los espacios deshabitados, 

tu espíritu raja la nada y hacia la nada avanza, heroicamente, 
enarbolando la hoz y el martillo, 

cerrado el puño macabro de cadáver combatiente, en incognoscibles 
ejércitos, 

girando, girando contra sí mismo, 


Alexis Maximovich Pyeshkoíí, Gorki, 
«caído en actos del servicio». 



PAUL ÉLUARD 

Francia, 1895-1952 

Advertencia 

La noche antes de su muerte 
Fue la más corta de su vida 
La idea de vivir aún 
Quemaba en su pulso la sangre 
Lo asqueaba el peso de su cuerpo 
Su fuerza lo hacía gemir 

Y fue en el fondo de este horror 
Que él empezó a sonreírse 

No tenía un camarada 
Pero millones y millones 
Para vengarlo lo sabía 

Y para él se alzó la aurora. 


Valor 

París tiene frío París tiene hambre 
París no come más castañas en la calle 
París se ha puesto viejos vestidos de vieja 
París duerme de pie sin aire en el «metro» 
Todavía más males impuestos a los pobres 

Y la cordura y la locura 
De París en la desgracia 
Es el aire puro es el fuego 
Es la belleza es la bondad 

De sus trabajadores en el hambre 
No grites socorro París 
Vives con una vida sin igual 

Y tras la desnudez 

De tu palidez de tu flacura 

Todo lo que es humano se revela en tus ojos 

París mi ciudad bella 

Fina como una aguja fuerte como una espada 

Ingenua y sabia 

Tú no soportas la injusticia 

Es para ti el único desorden 

Te vas a liberar París 

Tembloroso como una estrella 

Nuestra esperanza sobreviviente 

Te vas a liberar del cansancio y el barro 

Hermanos tengamos valor 

Nosotros que no tenemos cascos 



Ni botas ni guantes ni buena educación 

Un rayo se enciende en nuestras venas 

Vuelve a nosotros nuestra luz 

Los mejores de nosotros murieron por nosotros 

Y a nuestro corazón viene ahora su sangre 

Y otra vez es de mañana una mañana de París 
El despuntar de la liberación 

El espacio de la naciente primavera 
La fuerza idiota está en desventaja 
Esos esclavos nuestros enemigos 
Si han comprendido 
Si son capaces de comprender 
Se alzarán. 


Las hermosas balanzas del enemigo 

Los saludos ajustan cuentas con la dignidad 
Las botas ajustan cuentas con nuestros paseos 
Los imbéciles ajustan cuentas con nuestros sueños 
Los bribones ajustan cuentas con la libertad 
Las privaciones han ajustado cuentas con los niños 
Hermano han ajustado cuentas con tu hermano 
El plomo ha ajustado cuentas con el más bello rostro 
El odio ha ajustado cuentas con nuestro dolor 
Y nuestras fuerzas vuelven 
Ajustaremos cuentas con el mal. 


«Un pequeño número de intelectuales franceses se ha puesto al servicio 
del enemigo» 

Espantados espantosos 
Llegó la hora de contarlos 
Porque su reino ya se acaba 

Nos elogiaron los verdugos 
Nos detallaron todo el mal 
No hablaron inocentemente 

Hermosas palabras de alianza 
Os han manchado de basura 
Sus bocas dan sobre la muerte 

Pero ha llegado la hora 
De amarse de estar unidos 
Para vencerlos y castigarlos. 


145 



Tontos y malvados 

Viniendo de adentro 
Viniendo de afuera 
Nuestros enemigos 
Vienen desde arriba 
Vienen desde abajo 
De cerca y de lejos 
De izquierda y derecha 
Vestidos de verde 
Vestidos de gris 
La chaqueta corta 
El abrigo largo 
La cruz de través 
Grandes de fusiles 
Cortos de cuchillos 
Seguros de espías 
Fuertes de verdugos 

Y gordos de penas 
Con armas de muerte 

Y armas en la muerte 
Duros de saludos 

Y duros de miedo 
Ante sus pastores 
Llenos de cerveza 

Y llenos de luna 
Cantan gravemente 
Canciones de botas 
Ya se han olvidado 
Qué es ser amado 
Cuando dicen sí 
Todo dice no 
Cuando hablan de oro 
Todo se hace plomo 
Mas contra su sombra 
Todo será oro 

Todo se hará joven 
Que salgan que mueran 
Su muerte nos basta 

Amamos los hombres 
Podrán evadirse 
Nos encargaremos 
AI alba gloriosa 
De un nuevo mundo 
De un mundo al derecho. 



En España 

Si hay en España un árbol tinto en sangre 
Es el árbol de la libertad 

Si hay en España una boca parlanchína 
Habla de libertad 

Si hay en España un vaso de vino puro 
El pueblo lo beberá. 


A la memoria 

de Paul Vaillant-Couturier 

Vivo en el barrio de la Chapelle 

Y el diario de mi célula se llama 
Los Amigos de la Calle os hablan 
No lo vendemos lo distribuimos 

Sólo nos cuesta un poco de nuestro tiempo 

Y mi corazón está con los Amigos de la Calle 
Ellos me hablan me estimulan 

A ser un hombre de la calle 
Multiplicado por la amistad por el deseo 
De estar unidos para ser fuertes 

Las gentes de mi calle tienen las mismas penas 
Las mismas esperanzas de no tanta desgracia 

Y los mismos amores mi corazón está con ellos 
Todo mi corazón en su inocente corazón 

Lo sé yo hablo por ellos 

Ellos hablan por mí nuestras palabras son iguales 
Nuestra calle nos lleva a otras calles a otros hombres 
A otros tiempos y en el tiempo a ti 
Paul Vaillant-Couturier que eras como nosotros 
Jurabas por nosotros y nosotros por ti 

Juramos que la vida será mejor un día. 



Libertad 


En mis cuadernos de escolar 
En mi pupitre y en los árboles 
En la arena y en la nieve 
Escribo tu nombre 

En todas las páginas leídas 
En todas las páginas blancas 
Piedra sangre papel o cenizas 
Escribo tu nombre 

En las imágenes doradas 
En las armas de los guerreros 
En la corona de los reyes 
Escribo tu nombre 
En la selva y el desierto 
En los nidos y las retamas 
En el eco de mi infancia 
Escribo tu nombre 

En las maravillas de las noches 
En el pan blanco de los días 
En las estaciones enamoradas 
Escribo tu nombre 

En todos mis jirones de cielo azul 
En el estanque sol enmohecido 
En el lago luna viviente 
Escribo tu nombre 

En los campos en el horizonte 
En las alas de los pájaros 
Y en el molino de las sombras 
Escribo tu nombre 

En cada bocanada de aurora 
En el mar en los navios 
En la montaña demente 
Escribo tu nombre 

En la espuma de las nubes 
En los sudores de la tormenta 
En la lluvia espesa y sosa 
Escribo tu nombre 


En las formas centelleantes 



En las campanas de los colores 
En la certidumbre física 
Escribo tu nombre 

En los senderos despiertos 
En los caminos desplegados 
En las plazas que desbordan 
Escribo tu nombre 

En la lámpara que se alumbra 
En la lámpara que se extingue 
En mis casas reunidas 
Escribo tu nombre 

En la fruta cortada en dos 
Del espejo y de mi cuarto 
En mi lecho concha vacía 
Escribo tu nombre 

En mi perro glotón y tierno 
En sus orejas erguidas 
En su pata peluda y torpe 
Escribo tu nombre 

En el trampolín de mi puerta 
En los objetos familiares 
En la ola del fuego bendito 
Escribo tu nombre 

En toda carne acordada 
En la frente de mis amigos 
En cada mano que se tiende 
Escribo tu nombre 

En el vidrio de las sorpresas 
En los labios expectantes 
Muy por encima del silencio 
Escribo tu nombre 

En mis refugios destruidos 
En mis faros desmoronados 
En los muros de mi aburrimiento 
Escribo tu nombre 

En la ausencia sin deseos 
En la soledad desnuda 
En los escalones de la muerte 



Escribo tu nombre 


En la salud recuperada 
En el riesgo desaparecido 
En la esperanza sin recuerdos 
Escribo tu nombre 
Y por el poder de una palabra 
Yo recomienzo mi vida 
Nací para conocerte 
Para nombrarte 

Libertad 


Versión: Fayad Jamís 



SERGUEI ESENIN 

Rusia, 1895-1925 


El ayer que desaparece 

Los que a Lenin seguimos tras el triunfo, 
muchas cosas aún no comprendemos. 

Cantamos canciones nuevas 
al viejo modo, 

como nos enseñaron los abuelos. 

Amigos, amigos: 

¡Qué escisión en el país! 

¡Cuánta tristeza en medio de tan jovial ardor! 
¡Qué ganas tengo 
de remangarme los pantalones 
y echar a correr tras del Komsomol! 

Yo no reprocho 

a los que se separan por mi pena. 

Los viejos, de los jóvenes se atrasan. 

Los viejos, cual centeno sin segar, 
se pudren de raíz y se desgranan. 

No soy viejo ni joven. 

Y el tiempo me condena a ser estiércol. 

¿Será por ello 

que las guitarras de las tabernas 
me provocan dulce sueño? 

¡Suena, suena, 
bruja guitarra! 

Canta, gitana, 
hazme olvidar 
aquellos días amargos 
sin caricias ni afecto. 

Con el Poder soviético 

me siento ofendido 

porque en mi juventud radiante 

no me enseñó a ver 

el ardor de otra gente en el combate. 

¿Qué vi yo? Sólo batallas. 

Y en lugar de canciones 

oí sólo el estruendo de la guerra. 

¿No será porque loco corría por el mundo 
con mi amarillenta cabeza? 

De todos modos soy feliz. 

Entre multitud de tormentas 
presencié hechos maravillosos. 

Vistió el vértigo mi destino 



con floreado paño de oro. 

No soy un hombre nuevo. 

¿Por qué ocultarlo? 

Cuando intento alcanzar 
a las huestes de acero, 
me quedo con un pie en el pasado, 
con el otro resbalo y caigo al suelo. 

Pero hay otros hombres 
más infelices y desconcertados. 

Su incomprensión les impide 

pasar por el tamiz 

de la realidad en que viven. 

Yo los conozco. 

Triste mirada bovina 
se asoma en sus ojos. 

Y mientras los demás trabajan, 
a ellos el verdín cubre su sangre 
como en fétido estanque. 

¡Que nadie tire piedras al estanque! 

¡Que nadie lo toque! 

Saldría un hedor espantoso. 

¡Ellos mismos se pudrirán, 
como las hojas de otoño! 

Pero hay otros hombres. 

Son los que creen, 
los que, inciertos, al futuro miran, 
los que, rascándose trasero y pecho, 
hablan de la nueva vida. 

Yo los escucho. Oigo decir 
a estos campesinos con andrajos: 

«Está bien el Poder soviético... 

Pero si hubiera tela... Si hubiera clavos.. 
¡Qué poco esas barbas necesitan! 

Su obsesión son el pan y las patatas. 

¿Por qué de noche maldigo mi suerte aciaga? 
Yo envidio 

a quienes a la lucha se entregaron, 
a quienes defendieron la gran idea. 
Estropeada ya mi juventud, 
ni recuerdos me quedan. 

¡Vaya escándalo! 

¡Menudo escándalo! 

Me encuentro en apurado lance, 
pude otras cosas haber dado 
en lugar de las que se me daban cual jugando. 
¡Suena, suena, 
bruja guitarra! 



Canta, gitana, 
hazme olvidar 
aquellos días amargos 
sin caricias ni afecto. 

La pena no se ahoga con el vino, 

ni se cura el alma 

en la soledad y reclusión. 

¡Qué ganas tengo 
de remangarme los pantalones 
y echar a correr tras del Komsomol! 

1 924 


Carta a una mujer 

Usted se acuerda, 

usted, claro, de todo se acuerda, 

cuando andaba nerviosa 

por la estancia 

—yo a la pared pegado— 

y me reñía 

con acerbas palabras. 

Decía usted 
que había llegado 
la hora de separarnos, 
que a causa de mis locuras 
sufría mucho, 

que iba a dedicarse a sus cosas, 
y que yo estaba condenado 
a rodar por la pendiente. 

Querida: 

Usted no me amaba. 

Ignoraba que entre el gentío 
era yo cual caballo espumeante, 
espoleado por audaz jinete. 
Ignoraba 

que entre aquella humareda, 
en la fosca tormenta de la vida 
sufría yo, sin comprender 
lo que se avecinaba. 

De cara a cara 
no se ve el rostro. 

Lo grande se ve a distancia. 
Cuando el mar se encrespa, 
corren riesgo las naves. 


153 



¡Y de pronto 
se convirtió la tierra 
en una nave! 

Alguien 

empuñó majestuoso el timón 
rumbo a la nueva vida prodigiosa 
por entre vendavales y tormentas. 
¿Quién no se cayó en la cubierta? 
¿Quién no vomitó y no maldijo? 
Pocos hubo que no se mareasen, 
que venciesen aquel torbellino. 
Entonces 

entre un clamor salvaje, 

sabiendo bien lo que me hacía, 

bajé a la bodega 

para no ver vomitar a la gente. 

Aquella bodega 

era eso: la taberna. 

Yo me entregué al vino 
para no padecer por nadie 
y hundirme 
en la embriaguez. 

Querida: 

La hice sufrir, es cierto. 

En sus cansados ojos 

se asomaba la pena 

al ver que yo, ostentosamente, 

me consumía en escándalos diarios. 

Pero usted ignoraba 

que entre aquella humareda, 

en la fosca tormenta de la vida, 

sufría yo, 

sin comprender 

lo que se avecinaba... 


Han pasado los años, 

Mi edad es ya otra. 

Ahora pienso de distinto modo. 
Ahora brindo en los días de fiesta 
por el gran timonel. 

Me embargan hoy 
amables sentimientos. 

Al recordar su angustia 
quiero apresurarme 
a decirle 
lo que fui antes, 
lo que soy ahora. 




Querida: 

Me complace comunicarle 
que no rodé por la pendiente. 

Vivo en el Territorio Soviético 
como el más entusiasta adherente. 

No soy ya 
el de antes. 

Ahora no la haría sufrir 
como entonces. 

Tras la bandera de la libertady del trabajo luminoso, 
estoy dispuesto a ir 
al fin del mundo. 

Perdóneme... 

Sé que usted no es la de ayer. 

Ahora vive 

con un marido serio, inteligente. 

A usted no le hacen falta 
nuestros duros quehaceres, 
y yo tampoco 
le hago la menor falta. 

Viva bajo 

el signo de su estrella, 
bajo su mansión renovada. 

La saluda su amigo 
que jamás la olvida, 


Serguei Esenin 


Versiones: José Santacreu 



ELMER DIKTONIUS 

Suecia, 1896-1961 

Obreros 

A unos 50 metros de altura, 

en tejados de hojalata cubiertos de hielo, 

se mueven unos hombres. 

Con pesadas planchas de zinc 
en las manos heladas 
afirman sus pies 
como gatos ágiles 

en las superficies fuertemente inclinadas, 

saltan sobre abismos 

donde acecha la muerte 

disfrazada de vacío 

y de fuerza de la gravedad— 

ahora van andando por caballetes de un pie de ancho 
bien erguidos 

con una sonrisa en los rostros azules de frío 
en la roja luz de un sol invernal. 

¿Dioses? ¿Artistas de cine? ¿Profetas 
que están haciendo nuevos milagros 
para biblias modernas? 

No: son obreros 

que realizan su trabajo habitual 

por un modesto salario. 


Crea, creador 

¡Crea, creador! 

¡Saca tus herramientas, artista! 

El mundo espera, 

el mundo dormido espera impaciente 
a aquel que lo despierte, 
a su violento domador. 

El mundo espera 

la naciente mañana de su alma. 

Letargo, podredumbre, 

zumbidos de moscardas en la hedionda carne de los cadáveres, 
vida putrefacta —eso es el mundo, 

el mundo de los hombres, el mundo de las imágenes de los hombres. 
Tu mano dura, artista, 
tu alma robusta, 




el martillo de hierro de tu pensamiento, 
el abrazo de tu fogosa brutalidad— 
eso es lo que necesita el mundo, 
sí, el mundo, esa hembra cachonda, 
la eternamente insatisfecha. 

Por eso: ¡golpea, artista! 

No te preocupes de gemidos ni de gritos, 
no te preocupes de los arañazos de esa tarasca. 

Siempre que nace algo nuevo hay gritos 
y los arañazos son simplemente una de las locuras del amor. 

Abraza todo con el palpitante ardor de tu corazón, 

deja que se yerga la inmensa columna de fuego de tu pasión 

y en lo íntimo de tu intimidad, artista: 

¡arde! 

Porque sólo lo que arde tiene fuego, sólo lo que tiene fuego resplandece. Tus 
quemaduras —sí, escuecen— pero tú resplandeces. 

¡Arde y resplandece! 


Quiero lanzar 

Quiero lanzar 
con palabras 
duras afiladas 

en pleno bramido caótico del mundo 
mi rebeldía juvenil 
y avanzar a empujones 
mi odio 

con pasión relampagueante 
y arrancarme del pecho el corazón 
y arrojarlo a los que 
ávidamente pasan hambre. 

Pero todo: 

mi rebeldía mi amor y mi odio 
quiero juntar todo 

quiero fundirlo todo en una canción sobre ti 
de ti por ti para ti 
tú, vida. 

Tú, vida donde las líneas rectas de la grandeza crean cielos 
y el retorcido hocico de la pequeñez hoza en la basura 
donde la muerte lame la vagina caliente tras el parto 
y los gusanos se procrean en los ojos de un muerto 
tú, cantar de los cantares y barroca prosa 
donde se introdujo la lucha 
la lucha siervo-señor 


157 



entre 

lo que jamás se podrá fusionar: 

Donde el bien y el mal rugen en su lucha de vida o muerte 

se retuercen y agarran como serpientes 

se derriban mutuamente 

se muerden se despedazan entre sí 

buscando con los dientes las respectivas 

gargantas. 


El dios de los pobres 

I 

En el torbellino de la gran ciudad 
te he encontrado, dios. 

Y estabas vendiendo periódicos en una esquina 
y me miraste 

desde el ojo amoratado de una prostituta, 
y por la noche tú, dios 

dormías en bancos y en las orillas de los muelles 

y por la mañana salías volando 

a ver si pescabas algo comestible 

en los cubos de la basura 

de las grandes avenidas 

antes de que los basureros 

llegasen con sus camiones; 

hemos pasado juntos muchas miserias, 

dios mío— 

y nada tienes que ver 

con las biblias 

de publicanos o filisteos. 

II 

El dios de los pobres 

es una enorme cacerola llena de comida 

plantada en medio de la plaza. 

No predica nada en absoluto— 

es simplemente una cacerola que hierve a borbotones, 
y entonces todos nos apresuramos 
para conseguir nuestra ración 
de la papilla celestial. 

Mientras comemos juramos a todo pulmón 
que por una vez hemos llenado nuestro estómago, 
y cuando nos alejamos 
intentamos convencernos mutuamente 


158 



de que ésta fue la última vez 
que se repartía algo semejante- 
para así poder ser 
cada uno de nosotros 
los primeros en la cola 
al día siguiente. 


III 

Jamás vi tan hermoso 

al dios de los pobres 

como en la figura de una florista 

menor de edad con carrillos azules 

una tarde de invierno 

en la Friedrichstrasse de Berlín. 

Él tenía aspecto de violeta helada 
y me habló 

del poder milagroso del sol 
en medio de aquel frío. 

Entonces creí en él 
y desde ese momento seguí 
sus pasos, 
abandoné todo 

aunque sin derrocharlo completamente, 

porque el hombre necesita un cálido rincón, 

si no en otra parte 

al menos en su pobre corazón— 

porque allí vives tú, 

dios de los pobres. 


Versiones: F. J. Uríz 


159 




REGINO PEDROSO 

Cuba, 1896-1983 

Salutación fraterna al taller mecánico 

Tensión violenta del esfuerzo muscular. 

Lenguas de acero, las mandarrias, 
ensayan en los yunques poemas estridentistas 
de literatura de vanguardia. 

Metalurgia sinfónica 
de instrumentales maquinarias; 
ultraístas imágenes de transmisiones y poleas; 
exaltación soviética de fraguas. 

¡Oh, taller, férreo ovario de producción! Jadeas 
como un gran tórax que se cansa. 

Tema de moda del momento 
para geométrico cubismo 
e impresionismo de metáforas. 

Pero tienes un alma colectiva 

hecha de luchas societarias; 

de inquietudes, de hambre, de laceria, 

de pobres carnes destrozadas: 

alma forjada al odio de injusticias sociales 

y anhelos sordos de venganza... 

Te agitas, sufres, eres 

más que un motivo de palabras. 

Sé tu dolor perenne, 
sé tu ansiedad humana, 

sé como largos siglos de ergástula te han hecho 
una conciencia acrática. 

Me hablas de Marx, del Kuo MingTang, de Lenin; 
y en el deslumbramiento de Rusia libertada 
vives un sueño ardiente de redención; 
palpitas, anhelas, sueñas; lo puedes todo y sigues 
tu oscura vida esclava. 

Y me abrumas, me entristeces el alma, 
me haces escéptico, aunque a veces 
vibre al calor de tus proclamas, 
y diga siempre a mis hermanos 
de labores: 



«Buenos días, compañero, camarada». 

Son tus hijos, los hijos 

de cien generaciones proletarias, 

que igual que hace mil años piden en grito unánime 

una justicia igualitaria. 

Son tus hijos, los tristes, 
que angustiados trabajan, trabajan, trabajan 
en un esfuerzo fértil de músculos y nervios; 
pero estéril al sueño de gestas libertarias. 

Son tus hijos que sueñan, 
mientras los eslabones de sus días se enlazan, 
que en los entristecidos cielos de sus pupilas 
surge un fulgor de nuevas albas. 

Son tus hijos, que a diario 
te ofrendan las vendimias de sus vidas lozanas; 
que gritan sus angustias al rechinar del torno 
mientras tú, apenas óyesles, como a cosas mecánicas. 

Oh, taller resonante de fiebre creadora! 

Ubre que a la riqueza y la miseria amamanta! 

Fragua que miro a diario forjar propias cadenas 
sobre los yunques de tus ansias! 

Esclavo del Progreso, 
que en tu liturgia nueva y bárbara 
elevas al futuro, con tus voces de hierro, 
tu inmenso salmo de esperanza! 

Ah, cómo voy sintiendo que también de mí un poco 
te nutres; yo que odiaba, 
sin comprender, tu triste alma colectiva 
y tu tecnología mecánica. 

Yo que te odié por absorbente; 

que odié tus engranajes y tus válvulas; 

que odié tu ritmo inmenso porque ahogaba 

mi ritmo interno en ronca trepidación de máquinas. 

¡Yo te saludo en grito de igual angustia humana! 

¿Fundirán tus crisoles los nuevos postulados? 

¿Eres sólo un vocablo de lo industrial: la fábrica? 

¿O también eres templo 

de amor, de fe, de intensos anhelos ideológicos 



y comunión de razas?... 

Yo dudo a veces, y otras, 

palpito, y tiemblo, y vibro con tu inmensa esperanza; 
y oigo en mi carne la honda verdad de tus apóstoles: 

¡que eres la entraña cósmica que incubas el mañana! 

1927 


Y lo nuestro es la tierra 

Dejadlos con sus dólares, con sus billetes y su Wall Street. 

Ahora somos los tristes de las ciudades y los campos. 

Dejadlos con sus dioses y con su lujo: 

sus dioses siempre fueron sordos a nuestras quejas, 

y su lujo es prestado: 

están vestidos con nuestra miseria. 

También nosotros somos ricos; 

pero nuestro tesoro nadie podrá quitárnoslo! 

Y lo nuestro es la inmensa fragua del sol, 
y el canto del martillo, 

y el gran tapiz del mar, bordado de peces, 
la fuerza múltiple del taller y la fábrica, 
el gesto rebelde, la esperanza, 
y el músculo. 

Y lo nuestro, 

es el dolor de los que sufren... y esperan! 

Llegarán los grandes días 

como monedas nuevas rodando sobre la vida, 

y entonces nuestras manos se colmarán de júbilo! 

Dejadlos hoy, hidrópicos de oro, 
que lo nuestro nadie podrá quitárnoslo! 

Y lo nuestro es la tierra inmensa, toda 
madura de anhelos y florecida de crepúsculos. 

Y lo nuestro 

es la gran hoz del viento, 

que va segando en la mañana racimos de futuro! 

1927 


Mañana 

Como forjamos el hierro forjaremos días nuevos. 
Sudorosos y fuertes, 
descenderemos a lo profundo 
y arrancaremos a sus entrañas las nuevas conquistas 
Ascenderemos a las montañas, 
y el sol nos llenará de su vida: 


162 



seremos pedazos de sol! 

Forjaremos otra vida grandiosa y humana; 
la eternizaremos con un potente esfuerzo unánime. 

Y bajo el ojo virgen de los amaneceres, 
cantaremos a la fuerza creadora del músculo 
y a la armonía fraterna de las almas. 

Muchos, 

y seremos sólo uno. 

...Para el gran canto sólo tendremos una voz. 

Cantaremos al hierro, 
a la belleza fuerte y nueva de la máquina. 

Los yunques, los tractores 

que violan a la tierra en cópula mecánica; 

la turbina, el dinamo; 

la fuga infinita de los rieles 

—sistema venoso de acero por donde circula la vida. 

Los canales de luz de los cables eléctricos 
—células cerebrales del mundo 
donde vibra la fuerza. 

Cantaremos al hierro porque el mundo es de hierro, 
y somos hijos del hierro. 

Pero estaremos sobre la máquina. 

Un sentimiento nuevo surgirá en nuestros pechos, 
y será tan inmenso, 

que para amarlo se hará la tierra un corazón. 

¿Dónde estará entonces nuestra amargura? 

¿Dónde estos días miserables, inválidos? 

Como forjamos el hierro forjaremos otros siglos. 

Enjoyados de júbilos, 

los días nuevos nos verán 

musculosos y fuertes desfilar frente al sol. 

Vendremos de los campos, de las ciudades, de los talleres 
cada instrumento de trabajo será como un arma 
—una sierra, una llave, un martillo, una hoz—; 
y ocuparemos la tierra como un ejército en marcha, 
saludando a la vida con nuestro canto unánime! 



Canción de fragua 


¡Llamea, llamea, llamea! 

Más viva, más densa, más roja, más alta... 

¡Más ágil, más ágil, más ágil! 

Porque en esta noche de la tierra esclava, 
hijo de los hombres, 
ha nacido el Hambre. 

Reyes de la noche de los infortunios, 

vamos a ofrendarle los amargos dones: 

el grito, la angustia, y la mirra ardiente del ansia. 

¡Llamea, llamea, llamea! 

Hasta que en el mundo sea una estrella nueva tu llama. 

Y la tierra toda sepa que ha nacido 

en la rica cuna del odio, 

entre la miseria y la ira, 

nuestro hermano el Hambre. 

Se caldea el hierro para nueva forja, 
y sobre los yunques, mandarria y martillos 
cantan aleluyas de músculos. 

¡Llamea, llamea, llamea! 

Más viva, más densa, más roja, más alta... 

¡más ágil, más ágil, más ágil! 

Que bajo los cielos sin dioses, 

en un gran pesebre de injusticia humana 

ha nacido el Hambre. 


Nueva canción 

Yo he de vivir en ti...! Cuando nuestras manos 
sean polvos de luz en el aire, 
y nuestras bocas estén desnudas de palabras, 
y nuestros ojos lejanos ya no roben paisajes, 
viviremos en ti en un aliento de eternidad. 

Será una mañana, una tarde, o en una noche cualquiera 

de la de los rebaños de los días futuros; 

cuando en las calles las mujeres 

besen a los desconocidos en la explosión del júbilo; 

o al doblar de una esquina, 



en los espejos de las bayonetas; 

o en las llamas de las pupilas, 

cuando bajo los astros las nuevas masas canten. 

En un beso de amor, una gesta guerrera, o en un grito de vida, 
de algún modo sobre el mundo se asomarán nuestras imágenes. 

Desde nuestras oscuras cárceles del presente 
nos desdoblamos hasta ti, momento futuro. 

Y nuestras manos, en plenitud cordial, 

te lanzan en fragmentos de cantos pedazos vivos de nuestras vidas 
a través de la noche en que el viento abanica el paisaje. 

Estaremos en ti, porque no moriremos; 

porque te sentimos hasta el dolor en nuestras carnes! 

Viviremos en el gesto musculoso de los que te forjen 
y en el potente aliento de los que lleguen! 

Estaremos en ti en el gran grito unánime! 

Cuando desborde el canto o el beso de júbilo; 
o cuando el gran poema del triunfo canten las bayonetas; 
o cuando millones de brazos gigantes construyan lo nuevo; 
en el taller o en el tumulto! 

Y aunque nuestras manos ya sean polvos de luz en el aire, 
y nuestras bocas estén desnudas de palabras, 

y nuestros ojos lejanos ya no roben paisajes, 
como un gran grito de eternidad, 

también, junto a las de mis fraternos compañeros de sombras, 
en alguna ventana de la vida 
se asomará mi imagen. 


Una mañana clara cantaba en lo infinito 

Una mañana clara cantaba en lo infinito. 

¡Una mañana clara! ¡Una mañana clara! 

Un paisaje de ensueño perdido en la distancia; 

verdor sobre ciudades musicales de nidos; 

alba de espuma el mar; 

en las rosas, oro pálido; 

remolino en el viento; 

colgando de tu boca, 

tu voz, fragante y cálida como un fruto encendido, 
perfumando el silencio; 

panal dorado abriéndose a la sed de mis labios, 
goteando entre mis dedos sus palabras de música. 



Y en la mañana clara, en la mañana clara, 
un humano temblor cantando en lo infinito. 

¡Oh, dicha que pasaste como nube en el viento! 

La barca iba cantando por un cielo de agua, 
danzando al sol naciente; 
olas ebrias saltaban junto a la quilla, 
y en las ondas azules, 

como flechas fugaces el nácar de los peces. 

Todo era claro, todo azul en el sueño. 

Y todo fugitivo y cambiante en el tiempo. 

¿Era el futuro? ¿Fue allí el pasado? 

Igual que una acuarela, colgada de los días, 
todo allí estaba hecho de ayer y de mañana, 
y era también presente. 

¿Desde qué cielo oscuro descendió la tiniebla? 

Grité... y mi voz se hizo llanto. 

Lancé mi anhelo al viento, desesperadamente... 

Y mi anhelo, desnudo fue en la fuga del viento. 
Pasaban tempestades de incendios y de voces, 

y todo se hizo sordo, amargo, pétreo, negro. 

Mis ojos se anegaron en una espesa angustia... 
y hubo un morir sin eco de muerte sobre muerte. 

Naufragaba en la noche; 
me arranqué de mí mismo; 

tú misma ante aquel viento te fuiste haciendo ausente. 
Floté sobre las aguas como un desgarramiento, 
y en las olas perdióse mi amor, como un juguete. 

Mas la mañana clara, mas la mañana clara, 

a pesar del morir de rosas, 

de la fuga de alas, 

del dolor de los sueños, 

de aquel morir de muerte, 

me quedó siempre adentro, 

cantando adentro siempre! 

Y ahora vuelves, despiertas, renaces... 

Etérea, dulce, grácil, 

carnal y musical, riente; 
toda entrega, madura, grávida de tus mieses; 
plena de goces, de cantos, de imágenes, de ritmos; 
humilde, fresca, trémula como una brizna leve. 



¡Ah, este naufragio! ¡Este naufragio! 

Ahora que voy sin voz, sin pupilas, desnudo, 
cuando llevo entre algas prisioneras las manos. 

Cuando en esta agonía del canto ya no quedan 
rosas para los ojos, 
alas para los sueños, 
mieles para las bocas. 

¡Cuándo ya para el beso se han quemado los labios! 

Mas, ¿desde cuándo naufrago? 

¿Cuándo fue aquella fuga del vuelo 
y aquel morir de muerte? 

Yo no sé en qué fragmento del tiempo me he perdido. 
Ignoro si hace un año, si hace un día, 
si quizás hace un siglo, 
si sólo fue un instante, 
y en un instante acaso si viví lo infinito! 

Yo no sé si fue un sueño, si esto existió algún día; 
si ahora tal vez lo vivo o si sólo es un sueño. 

Si esta canción me llega como una despedida 
o como eterno anhelo, 
y locamente estrofas fugaces voy regando 
en las aguas del tiempo. 

Tal vez no partí nunca. 

Quizá si siempre estuvo esta mañana clara 
llenándome los ojos, 
cantándome en las manos 

como el rumor dichoso del agua que va y vuelve; 
y tú, soñando en ella, corrías encantada; 
y yo, sin descubrirte, ausente; 
y bebiéndote estaba con mis labios sin músculos... 

Y andaba por el mundo buscándote, soñándote, llorándote 
como perdida siempre. 

¡Pero ya que te encuentro...! 

¿En qué país te encuentro? 

¿Estás en el pasado o el presente 

—que es ya futuro, fuga, 

ahora mismo ha llegado y ya se pierde? 

Te soñé en muchas aguas, 
te besé en muchas bocas; 

en playas extranjeras busqué tu concha ardiente; 
te presentí gozosa, riendo en muchas risas; 
en otros senos cálidos te perseguí mil veces; 



pero estabas ahí, en mí mismo, escondida 
—río que va y regresa cantando de la muerte—, 
eterna en mi canción, 
única siempre! 

¡Pero ya que te encuentro...! 

¡Ah!... ¡Llegas! ¡Llegas! 

Te siento al fin —¡canción de tu presencia!—, 
eternizada en mar, en tierra y cielo. 

Recoge estos despojos, 
este morir de muerte; 

lava con aguas dulces mis ojos, mis cabellos; 

haz palpitar mis sienes, 

limpia de sal mi boca... 

aún guarda un canto que no he dicho 

—nunca encontré palabras para decirlo—; 

lo sembraré en la tierra profunda de ti misma 

que está cantando al viento más hondo que mi muerte. 

En la tierra que sueña, que en ti está, que en ti grita, 
madura de simiente y de mañana 

—¡canción sin fin, río eterno hacia el mar, árbol de ensueño y vida!—; 
amor que hace infinito el grito de la arcilla... 

Y en tu canción, cantando iré al futuro, 
yo, con mi voz eterna, 
desgarrando de gozo tus entrañas. 

Tierra tú de mi amor. 

Tierra en que encuentre 

ancha voz para el mundo; 

cantos para los hombres; 

alas para llegar en vuelo a lo infinito; 

pupilas luminosas para incendiar crepúsculos; 

manos que se hundan en ti, en tus dolores cósmicos, 

en tus sueños, en tus carnes, en tus mieses, 

se nutran, infinitas, de tus jugos, 

se agiten, como espigas, en tus cabellos, 

y en el alba del mundo el campo siembren. 

Sé tú la tierra! 

Y renaceré en el polvo, y en la luz, y en el agua, y en las ramas, 
con voz de vida y muerte! 

¡Oh esplendor! ¡Oh esplendor luminoso 
de esta mañana clara, de esta mañana clara! 

Naufragio de los días, de los sueños lejanos. 

Naufragio de mí mismo en las aguas amargas. 


168 




En mi pupila ayer cantaba una mañana... 

¡Una mañana clara! ¡Una mañana clara! 

Pasó un viento, un viento... 

¡un viento pasa siempre! 

¡Una mañana clara cantaba en lo infinito! 

Llegaron días turbios, 

y sueño y vela y vida se hicieron sombras, sombras.. 
Tú misma, en la agonía, te fuiste haciendo ausente. 
Pero sobre mi vida cantaba una mañana... 

¡y una mañana clara cantando está en mi muerte! 



LOUIS ARAGON 

Francia, 1897-1982 

¿Conoces el país de los obreros? 

¿Conoces 
el país 

que mece la eglantina? 

Huyó el águila cuando 
la insurrección de octubre 
derrotó a los rentistas. 

¿Conoces 
el país 

donde se abren los ojos 

de la infancia al futuro, y no sobre el pasado; 

en donde la mujer 

ya no es tu sirvienta, 

ya no es tu querida, 

ya no es tu 

mujer, pero 

sí una mujer; 

el país sin patronos, sin putas y sin curas; 
el país 
donde no 

tienen dueños las flores, 
el país de las granjas, 
mineros, 
marineros, 

metalúrgicos, tipógrafos, ferroviarios? 
¿Conoces el país 
de las grandes cocinas? 

¿Conoces 

el país que brilla en la mañana, 

que es rocío en los labios del África oprimida, 

miel 

en el corazón del Asia, 

la meta de los negros y el cielo de los blancos? 

¿Conoces 

el país 

donde la noche da la mano al día, 
el país 

de la esperanza y la canción que nace, 
el país 

del trigo verde aún del materialismo, 
el país 

que es la pupila del Universo, 



la salamandra del sol; 
el país 

de los granos, 
crisol 

de las semanas, 

el país, el país donde el llanto del mundo 
formará un bello día el diamante del día? 

¿Conoces el país de los obreros? 


Versión: Rafael Alberti 


La rosa y la reseda 

El que en el Cielo creía, 
el que no creía en él, 
los dos con idolatría 
amaban a la rehén. 

Uno a mirarla subía, 
otro tendíase al pie, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él. 

Nada importa cuál sería 
la luz que alumbrando fue; 
uno del templo salía, 
otro esquivó su dintel, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él. 
Cuerpo y alma en alegría, 
cada cual amante fiel, 
qu’ella vive, se decía, 
y quien viva lo ha de ver, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él. 

Loco es pedir cortesía, 
viendo arrasada la mies, 
rumiando melancolía 
de la metralla al vaivén, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él. 

Desde lo alto el vigía 
tiró una y otra vez, 
uno tras otro caía; 

¿cuál de ellos muerto fue, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en el? 


171 



En la prisión, ¿cuál sería 
el de más duro yacer, 
cuál de los dos prefería 
de las ratas el tropel, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él? 
Sollozar de rebeldía, 

¿a quién puede conmover 
dejar la terrena vía 
al rayar el alba cruel, 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él? 

Al caer nombrar se oía 
a la que adorada fue, 
con brillo igual relucía 
la roja sangre al caer 
del que en el Cielo creía, 
del que no creía en él. 
Cárdeno arroyo teñía 
la tierra de su nacer 
para que madure un día 
vendimias de moscatel 
el que en el Cielo creía, 
el que no creía en él. 
Corren, vuelan a porfía, 
el bretón y el lorenés; 
vuelve el grillo a su tonía 
en el huerto y el vergel. 
Flauta o viola en melodía 
en doble amor van a arder 
las aves entre la umbría 
rosa y reseda también. 



WLADYSLAW BRONIEWSKI 

Polonia, 1897-1962 

¡No pasarán! 

En su agonía los republicanos 
mojan la calle con su sangre y han 
escrito en las paredes con su mano, 
con su sangre: ¡No pasarán! 

Lo grabaron con fuego y sangre en medio 
de barricadas de alma y adoquín. 

Nació la libertad en el asedio, 
más que la muerte ya no tiene fin. 

Madrid: dos años el fascista intento 
de a hierro y fuego su forma horadar. 

La libertad es patrio monumento 
que violencia y presión quieren quebrar. 

Libertad, equidad, fraterna suerte 
en mi verso que en sangre brota están. 

Si muere, anuncie a través de su muerte 
la esperanza: ¡No pasarán! 


A los pioneros 

¡Si el corazón tuyo sufriera, 
arráncalo al pecho en pedazos! 
Salga, triunfal, la primavera 
en sangre, al puente de los brazos. 

Basta que el rojo cañón ruja 
si en tu canción la sangre no obra. 
¡El ojo firme, el diente cruja! 
¡Alerta! La palabra sobra. 

¿Qué, si la fuerza, a culatazos, 
nos rompe rostros y costillas? 

¡Al muro, por la brecha, a pasos 
de triunfo! El hoy es la Bastilla. 



La maza el pecho no quebranta. 

Aprieta los labios sangrantes... 

Vendrá el día límpido que canta 
hermosos cantos exultantes. 

1925 

Versiones: Francisco de Orad 


En nuestra tierra 

Al Norte, veo nuestra casa en ruinas, 
mas veo también libertad, justicia y trabajo. 

Ya es hora de que nuestras manos empuñen 
el arado, el pico y la pluma. 

Ya es hora de que edibquemos nuestro hogar, 
ya es hora de que retornemos a nuestra tierra. 

Como las aves que llegan de lejanas orillas, 
ganaremos de nuevo nuestras tierras, 

donde, sobre las tumbas, tañe la campana de los cementerios, 
donde, entre las ruinas y los escombros, ronda todavía la miseria. 

Ya es hora de que volvamos, ya es hora 
de sacudir la tierra de las tumbas, 
de transformar toda la vida; 
y nuestras manos son fuertes... 

Engancharemos a los arados viejos 
la fuerza del caballo de vapor... 

¡La tierra para quien la trabaje! ¡Ya no hay esclavos! 

¡Igualdad! ¡Instrucción! ¡Y tractores! 

Marchad, mineros, a vuestras profundas galerías, 
haced que grite el pico y cante la perforadora, 
de un tajo a otro, arrancad, extraed 
el carbón que os entrega vuestra tierra natal. 

Esos lingotes negros partirán 

hacia Szczecin, hacia Gdynia, hacia Gdansk... 

¡Oh, Trabajo, oh Trabajo, oh, Trabajo! 

Ya no eres avasallada, Polonia laboriosa. 

Que brote todo un bosque de chimeneas, 
que zumben los telares de Lodz, 

Tejiendo ropas para aldeas y ciudades: 
hay que vestir a los niños de los suburbios. 


174 



Que silbe el acero en los hornos, 

¡Al asalto, las fábricas de abonos! 

Ferroviarios, haced que bramen a lo lejos 
mil locomotoras nacidas de nuestro sudor. 

A los mástiles, marinos! ; ¡Izad nuestra bandera clara 
sobre el esplendor del Báltico polaco! 

¡Que el héroe que hundió al «Aguila» 
cruce las aguas en travesía triunfal! 

Soldados de Narvik y de Cassino, 
leones furiosos, leones blindados, 
la nueva Polonia reclama hazañas nuevas. 

¡Manos a la obra, sin tardar! 

¡Y vosotros, aviadores, santos de nuestro tiempo, 
saltad a los aviones con presteza! 

Berlín, para vuestros ojos bien abiertos, 
no es ya más que un castillo de naipes... 

Y el mismo día aterrizaréis enVarsovia. 

¡En pie, Yarsovia, aplasta la violencia! 

No, que no sea la antigua, ésa no... 

Hoy en día, he ahí tu nuevo cuerpo 

que forjan el arquitecto, el albañil y el poeta. 

Miles de corazones forman hoy uno solo: 
ésa es, Polonia, tu imagen de hoy en día; 
regresemos, hermanos, y levantemos enVarsovia 
mil casas de cristal. 

¡Arranquemos a puñados la tierra! 

¡Arranquemos los ladrillos de las ruinas! 
Construyamos la casa para alojar nuestro corazón 
en la Polonia independiente y libre. 

Con el brazo, con el corazón, con la cabeza, 
hagamos realidad nuestro sueño de siempre. 

Es nuestro hogar el que edificamos... 

¡Canto, enséñanos a amar! 



Mazovia 


VIII 

A la orilla del Vístula está la ciudad más bella que nuestra muerte 
cuando las vidas se extravían en las historia: 
la ciudad donde es hermoso vivir y morir, 
la ciudad de la buena esperanza. 

¡Varsovia, 

columna quebrada, 

Varsovia, 

aplastada como María, mi mujer, 

Varsovia la orgullosa, 
estás viva! 

El Vístula corre desde Cracovia, desde Sandomierz, 
viene desde todas las tierras de Polonia. 

Mira: 

aquí está Varsovia. 

Para aquel que contra ella levante la mano 
¡un balazo en la frente! 

Detrás de los andamios no puede verse la ciudad, 
crecen edificios, altas fábricas... 

Así al socialismo surge 
de Mazovia nuestra visible casa. 



BERTOLT BRECHT 

Alemania, 1898-1956 


Cantata por el aniversario de la muerte de Lenin 

1 


Al morir Lenin, 

un soldado de la guardia, según se cuenta, 

dijo a sus camaradas: Yo no quería 

creerlo. Fui donde él estaba 

y le grité al oído: «Ilich, 

ahí vienen los explotadores». No se movió. 

Ahora estoy seguro de que ha muerto. 

2 

Si un hombre bueno quiere irse, 

¿con qué se le puede detener? 

Dile para qué es útil. 

Eso lo puede detener. 


3 


¿Qué podía detener a Lenin? 


4 


El soldado pensó: 

Si oye que los explotadores vienen, 
puede que estando sólo enfermo se levante. 
Quizás; venga con muletas. 

Quizás haga que lo traigan 

pero se levantará y vendrá 

para luchar contra los explotadores. 

5 


El soldado sabía que Lenin 
había peleado toda su vida 
contra los explotadores. 


6 

Cuando terminaron de tomar por asalto 
el Palacio de Invierno, el soldado 
quiso regresar a su hogar, porque allí 



se habían repartido ya las tierras de los propietarios. 
Entonces Lenin le dijo: Quédate. 

Todavía hay explotadores. 

Y mientras haya explotación 
hay que luchar contra ella. 

Mientras tú existas, 
tienes que luchar contra ella. 

7 

Los débiles no luchan. Los más fuertes 
quizás luchan una hora. 

Los que aún son más fuertes, luchan unos años. Pero 
los más fuertes de todos luchan toda su vida. Estos son 
indispensables. 


8 

Elogio del revolucionario 

Cuando la opresión aumenta, 
otros se desaniman 
pero su valor crece. 

El organiza la lucha 

por un centavo de sueldo, por el agua de té, 
por el poder del Estado. 

Le pregunta a la propiedad: 

¿De dónde surgiste? 

Le pregunta a las opiniones: 

¿A quién sirven ustedes? 

Donde siempre callan todos, 
allí hablará él. 

Y donde reina la opinión y se habla del destino, 
él dará los nombres. 

Donde él se sienta a la mesa, 

se está sentando la inconformidad a la mesa. 

La comida se echa a perder 
y en seguida se ve lo estrecho que es el cuarto. 

A donde le echen, allí 

irá la insurrección, y en el sitio 

de donde lo expulsen 

seguirá reinando la intranquilidad. 



9 


Por la época en que Lenin murió y faltó 

se había obtenido la victoria, pero el país estaba destruido. 

Las masas habían despertado, 
pero el camino estaba oscuro, 

Al morir Lenin, 

los soldados se sentaron sobre las piedras del camino y lloraron 
y los obreros abandonaron las máquinas 
y agitaron los puños. 


10 


Al irse Lenin, fue 

como si el árbol le dijera a las hojas: 
Me marcho. 


11 

Desde entonces han pasado quince años. 

Una sexta parte de la tierra 
está liberada de la explotación. 

Cuando se grita: «Ahí vienen los explotadores», 
las masas siempre se yerguen de nuevo 
dispuestas a luchar. 


12 


Lenin está inscrito 

en el gran corazón de la clase obrera. 
Él fue nuestro maestro. 

Él luchó con nosotros. 

Él está inscrito 

en el gran corazón de la clase obrera). 


Versiones: Olimpia Sigarroa y Víctor Casaus 


Loa al Partido 

Tú tienes dos ojos 
El Partido tiene mil ojos. 

El Partido ve siete estados 
El individuo ve una ciudad. 

El individuo tiene su hora 

Pero el Partido tiene muchas horas. 

El individuo puede ser destruido 


179 



Pero el Partido no puede ser destruido. 

Pues es la vanguardia de las masas 
Y guía su lucha. 

Con los métodos de los clásicos, que son tomados 
Del conocimiento de la realidad. 


A los soldados alemanes en el Este 

1 

Hermanos, si yo me hallara entre ustedes 

En las estepas nevadas del Este fuera uno de ustedes 

Uno de miles, entre chatarras 

También diría lo que ustedes dicen: Seguro 

Debe haber un camino de vuelta al hogar. 

Pero, hermanos, hermanos míos 
Debajo del casco, dentro del cráneo 
Sabría lo que ustedes saben: que 
No hay ningún camino de retorno al hogar. 

En el mapa del atlas escolar 
El camino hacia Smolensk no es más grande 
Que el meñique del Führer, pero 
En los campos nevados es más largo, 

Muy largo, tan largo. 

La nieve no es eterna, sólo llega hasta la primavera 
Pero tampoco el hombre es eterno, a la primavera 
No llega 

Así debo morir, lo sé. 

Con el ropaje del bandido debo morir 
Morir con la camisa del incendiario. 

Como uno entre muchos, uno entre miles 
Acosado por bandido, lapidado por incendiario. 

2 

Hermanos, si yo estuviera entre ustedes 
Y con ustedes, trotara sobre el helado desierto 
Preguntaría lo que ustedes preguntan: ¿Por qué 
He venido aquí, de donde 
Ningún camino jamás nos conducirá al hogar? 

¿Por qué me puse el ropaje del bandido? 



¿Por qué me puse la camisa del incendiario? 

No fue por hambre, ni 

Fue por el placer de matar, no. 

Sólo porque era un esclavo 

Y me reclutaron 

Partí para matar e incendiar 

Y ahora seré acosado 

Y ahora seré lapidado. 


3 


Porque irrumpí brutalmente 
En la pacífica tierra de los campesinos y obreros 
Del gran orden, de la construcción incesante 
Hollando y destrozando sembrados y koljoses 
Saqueando fábricas, molinos y represas 
Interrumpiendo las clases de las mil escuelas 
Impidiendo las reuniones de los soviets incansables: 

Por eso debo morir ahora como una rata 
A la que el campesino ha cazado. 

4 

Para que de mí quede limpia 
La faz de la tierra 

¡De mí, lepra! Para que se estatuya un ejemplo 
Conmigo para todos los tiempos, cómo se debe proceder 
Con bandidos e incendiarios 

Y con los esclavos de los bandidos e incendiarios. 

5 

Y así dirán las madres, no tenemos hijos. 

Y así dirán los niños, no tenemos padres. 

Y así habrá túmulos, que nada dirán. 

6 


Y nunca más veré 

La tierra de donde partí 

Ni los bosques de Baviera, ni las montañas del Sur 
Tampoco el mar, ni las llanuras de la Marca, ni el pino 
Tampoco los viñedos en las riberas de la Franconia. 

Ni en la mañana gris, ni al mediodía 

Y tampoco al caer la tarde. 



Ni las ciudades y la ciudad donde nací. 

Ni el taller, y nunca más el cuartucho 

Y tampoco la silla. 

Todo esto jamás lo volveré a ver. 

Y ninguno de los que partió conmigo 

Lo ha de volver a ver siquiera una vez más. 

Ni yo, ni tú 

Oiremos la voz de las madres y mujeres 
El viento batiendo contra la chimenea del hogar 
El alegre bullicio de la ciudad, o el amargo. 

7 

Sino que moriré en la madurez de la vida 

No amado, no extrañado 

Loco conductor de una máquina de guerra. 

Incorregible, salvo en la hora final 
Inexperto, salvo para matar 
No extrañado, salvo por los matarifes. 

Y yaceré bajo la tierra 
Que he destrozado 

Un parásito, por el que no se siente lástima, 

Junto a mi fosa se sentirá alivio. 

Pues, ¿qué han tirado ahí? 

Un quintal de carne en un tanque, que pronto se pudrió. 
¿Qué es lo que se pierde? 

Un arbusto seco, que se congeló 
Una mierda, que fue paleada 
Una peste, que el viento se llevó. 

Hermanos, si ahora estuviera entre ustedes 
En el camino de retorno a Smolensk 
De Smolensk de retorno, hacia la nada 

Sentiría lo que ustedes sienten: Siempre 
Supe debajo del casco, dentro del cráneo 
Que lo malo no es bueno 
Que dos más dos son cuatro 

Y que morirá quien vaya con él 
Con el sanguinario gritón 
Con el sanguinario imbécil. 

Que no sabía que el camino hacia Moscú es largo 
Muy largo, tan largo. 

Que el invierno en las tierras orientales es frío 



Muy frío, tan frío. 

Que los campesinos y obreros del nuevo Estado 
Defenderían su tierra y sus ciudades 
Hasta arrasar con todos nosotros. 

9 

Ante los bosques, tras los cañones 

En las calles y en las casas 

Bajo los tanques, en las aceras 

Por los hombres, por las mujeres, por los niños 

En el frío, en la noche, en el hambre 

Seremos todos arrasados 

Hoy o mañana o al siguiente día 

Yo y tú y el general, todo 

Lo que aquí vino a desolar 

Lo que la mano del hombre levantó. 

10 

Porque cuesta tanto trabajo cultivar la tierra 
Porque cuesta tanto sudor construir una casa 
Talar los árboles, dibujar el plano 
Levantar los muros, cubrir el techo, 

Porque cansaba tanto, porque la esperanza era tan grande. 

11 

Durante milenios se oyeron risotadas 
Cuando se violaban las obras del hombre. 

Mas ahora correrá la voz por todos los continentes: 

El pie, que hollara los campos de los nuevos tractoristas 
Está seco. 

La mano, que se levantará contra la obra de los nuevos constructores 
Está cortada. 


Versiones: Malena Barro y Julio Babruskinas 



FEDERICO GARCÍA LORCA 

España, 1898-1936 


Romance de la Guardia Civil española 


A Juan Guerrero, 
Cónsul general de la Poesía 


Los caballos negros son. 

Las herraduras son negras. 
Sobre las capas relucen 
manchas de tinta y de cera. 
Tienen, por eso no lloran, 
de plomo las calaveras. 

Con el alma de charol 
vienen por la carretera. 
Jorobados y nocturnos, 
por donde animan ordenan 
silencios de goma oscura 
y miedos de fina arena. 

Pasan, si quieren pasar, 
y ocultan en la cabeza 
una vaga astronomía 
de pistolas inconcretas. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 

En las esquinas banderas. 

La luna y la calabaza 
con las guindas en conserva. 
¡Oh ciudad de los gitanos! 
¿Quién te vio y no te recuerda? 
Ciudad de dolor y almizcle, 
con las torres de canela. 

Cuando llegaba la noche, 
noche que noche nochera, 
los gitanos en sus fraguas 
forjaban soles y flechas. 

Un caballo malherido, 
llamaba a todas las puertas. 
Gallos de vidrio cantaban 
por Jerez de la Frontera. 

El viento, vuelve desnudo 
la esquina de la sorpresa, 
en la noche platinoche 
noche, que noche nochera. 



La Virgen y San José, 
perdieron sus castañuelas, 
y buscan a los gitanos 
para ver si las encuentran. 

La Virgen viene vestida 
con un traje de alcaldesa 
de papel de chocolate 
con los collares de almendras. 
San José mueve los brazos 
bajo una capa de seda. 

Detrás va Pedro Domecq 
con tres sultanes de Persia. 

La media luna, soñaba 
un éxtasis de cigüeña. 
Estandartes y faroles 
invaden las azoteas. 

Por los espejos sollozan 
bailarinas sin caderas. 

Agua y sombra, sombra y agua 
por Jerez de la Frontera. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 

En las esquinas banderas. 

Apaga tus verdes luces 
que viene la benemérita. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 
¿Quién te vio y no te recuerda? 
Dejadla lejos del mar, 
sin peines para sus crenchas. 

Avanzan de dos en fondo 
a la ciudad de la fiesta. 

Un rumor de siemprevivas 
invade las cartucheras. 

Avanzan de dos en fondo. 
Doble nocturno de tela. 

El cielo, se les antoja, 
una vitrina de espuelas. 

La ciudad libre de miedo, 
multiplicaba sus puertas. 
Cuarenta guardias civiles 
entran a saco por ellas. 

Los relojes se pararon, 
y el coñac de las botellas 



se disfrazó de noviembre 
para no infundir sospechas. 
Un vuelo de gritos largos 
se levantó en las veletas. 

Los sables cortan las brisas 
que los cascos atropellan. 

Por las calles de penumbra 
huyen las gitanas viejas 
con los caballos dormidos 
y las orzas de monedas. 

Por las calles empinadas 
suben las capas siniestras, 
dejando atrás fugaces 
remolinos de tijeras. 

En el portal de Belén 
los gitanos se congregan. 

San José, lleno de heridas, 
amortaja a una doncella. 
Tercos fusiles agudos 
por toda la noche suenan. 

La Virgen cura a los niños 
con salivilla de estrella. 

Pero la Guardia Civil 
avanza sembrando hogueras, 
donde joven y desnuda 
la imaginación se quema. 

Rosa la de los Camborios, 
gime sentada en su puerta 
con sus dos pechos cortados 
puestos en una bandeja. 

Y otras muchachas corrían 
perseguidas por sus trenzas, 
en un aire donde estallan 
rosas de pólvora negra. 
Cuando todos los tejados 
eran surcos de la tierra, 
el alba meció sus hombros 
en largo perfil de piedra. 

¡Oh ciudad de los gitanos! 

La Guardia Civil se aleja 
por un túnel de silencio 
mientras las llamas te cercan. 


¡Oh ciudad de los gitanos! 



¿Quién te vio y no te recuerda? 
Que te busquen en mi frente. 
Juego de luna y arena. 


Oda al rey de Harlem 

Con una cuchara, 

arrancaba los ojos a los cocodrilos 

y golpeaba el trasero de los monos. 

Con una cuchara. 

Fuego de siempre dormía en los pedernales 
y los escarabajos borrachos de anís 
olvidaban el musgo de las aldeas. 

Aquel viejo cubierto de setas 
iba al sitio donde lloraban los negros 
mientras crujía la cuchara del rey 
y llegaban los tanques de agua podrida. 

Las rosas huían por los filos 
de las últimas curvas del aire, 
y en los montones de azafrán 
los niños machacaban pequeñas ardillas, 
con un rubor de frenesí manchado. 

Es preciso cruzar los puentes 
y llegar al rubor negro 
para que el perfume de pulmón 
nos golpee las sienes con su vestido 
de caliente piña. 

Es preciso matar al rubio vendedor de aguardiente, 
a todos los amigos de la manzana y de la arena, 
y es necesario dar con los puños cerrados 
a las pequeñas judías que tiemblan llenas de burbujas, 
para que el rey de Harlem cante con su muchedumbre, 
para que los cocodrilos duerman en largas ñlas 
bajo el amianto de la luna, 
y para que nadie dude de la infinita belleza 
de los plumeros, los ralladores, los cobres y las cacerolas de 
las cocinas. 

¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! ¡Ay Harlem! 

¡No hay angustia comparable a tus ojos oprimidos, 
a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro, 



a tu violencia granate sordomuda en la penumbra, 
a tu gran rey prisionero con un traje de conserje! 

Tenía la noche una hendidura y quietas salamandras de marfil. 

Las muchachas americanas llevaban niños y monedas en el vientre, 
y los muchachos se desmayaban en la cruz del desperezo. 

Ellos son. 

Ellos son los que beben el whisky de plata junto a los volcanes 
y tragan pedacitos de corazón, por las heladas montañas del oso. 

Aquella noche el rey de Harlem, 
con una durísima cuchara 
arrancaba los ojos a los cocodrilos 
y golpeaba el trasero de los monos. 

Con una cuchara. 

Los negros lloraban confundidos 
entre paraguas y soles de oro, 

los mulatos estiraban gomas, ansiosos de llegar al torso blanco, 
y el viento empañaba espejos 
y quebraba las venas de los bailarines. 

Negros, Negros, Negros, Negros. 

La sangre no tiene puertas en vuestra noche boca arriba. 

No hay rubor. Sangre furiosa por debajo de las pieles, 
viva en la espina del puñal y en el pecho de los paisajes, 
bajo las pinzas y las retamas de la celeste luna de cáncer. 

Sangre que busca por mil caminos muertes enharinadas 
y ceniza de nardo, 

cielos yertos en declive, donde las colonias de planetas 
rueden por las playas con los objetos abandonados. 

Sangre que mira lenta con el rabo del ojo, 

hecha de espartos exprimidos, néctares de subterráneos. 

Sangre que oxida el alisio descuidado en una huella 
y disuelve a las mariposas en los cristales de la ventana. 

Es la sangre que viene, que vendrá 

por los tejados y azoteas, por todas partes, 

para quemar la clorofila de las mujeres rubias, 

para gemir al pie de las camas ante el insomnio de los lavabos 

y estrellarse en una aurora de tabaco y bajo amarillo. 

Hay que huir, 

huir por las esquinas y encerrarse en los últimos pisos, 



porque el tuétano del bosque penetrará por las rendijas 
para dejar en vuestra carne una leve huella de eclipse 
y una falsa tristeza de guante desteñido y rosa química. 

Es por el silencio sapientísimo 

cuando los camareros y los cocineros y los que limpian con 
la lengua 

las heridas de los millonarios 

buscan al rey por las calles o en los ángulos del salitre. 

Un viento sur de madera, oblicuo en el negro fango, 
escupe a las barcas rotas y se clava puntillas en los hombros; 
un viento sur que lleva 
colmillos, girasoles, alfabetos 
y una pila de Yolta con avispas ahogadas. 

El olvido estaba expresado por tres gotas de tinta sobre el 
monóculo, 

el amor por un solo rostro invisible a flor de piedra. 

Médulas y corolas componían sobre las nubes 
un desierto de tallos sin una sola rosa. 

A la izquierda, a la derecha, por el Sur y por el Norte 
se levanta el muro impasible 
para el topo, la aguja del agua. 

No busquéis, negros, su grieta 
para hallar la máscara infinita. 

Buscad el gran sol del centro 
hechos una piña zumbadora. 

El sol que se desliza por los bosques 
seguro de no encontrar una ninfa, 

el sol que destruye números y no ha cruzado nunca un sueño, 
el tatuado sol que baja por el río 
y muge seguido de caimanes. 

Negros, Negros, Negros, Negros. 

Jamás sierpe, ni cebra, ni muía 
palidecieron al morir. 

El leñador no sabe cuándo expiran 
los clamorosos árboles que corta. 

Aguardad bajo la sombra vegetal de vuestro rey 
a que cicutas y cardos y ortigas turben postreras azoteas. 

Entonces, negros, entonces, entonces, 

podéis besar con frenesí las ruedas de las bicicletas, 

poner parejas de microscopios en las cuevas de las ardillas 



y danzar al fin, sin duda, mientras las flores erizadas 
asesinan a nuestro Moisés casi en los juncos del cielo. 

¡Ay, Harlem disfrazada! 

¡Ay, Harlem, amenazada por un gentío de trajes sin cabeza! 
Me llega tu rumor, 

me llega tu rumor atravesando troncos y ascensores, 
a través de lágrimas grises, 

donde flotan sus automóviles cubiertos de dientes, 
a través de los caballos muertos y los crímenes diminutos, 
a través de tu gran rey desesperado, 
cuyas barbas llegan al mar. 


New York 

Oficina y denuncia 

Debajo de las multiplicaciones 

hay una gota de sangre de pato; 

debajo de las divisiones 

hay una gota de sangre de marinero; 

debajo de las sumas, un río de sangre tierna. 

Un río que viene cantando 

por los dormitorios de los arrabales, 

y es plata, cemento o brisa 

en el alba mentida de New York. 

Existen las montañas. Lo sé. 

Y los anteojos para la sabiduría. 

Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo. 

Yo he venido para ver la turbia sangre. 

La sangre que lleva las máquinas a las cataratas 
y el espíritu a la lengua de la cobra. 

Todos los días se matan en New York 
cuatro millones de patos, 
cinco millones de cerdos, 

dos mil palomas para el gusto de los agonizantes, 

un millón de vacas, 

un millón de corderos 

y dos millones de gallos, 

que dejan los cielos hechos añicos. 

Más vale sollozar afilando la navaja 
o asesinar a los perros 
en las alucinantes cacerías, 
que resistir en la madrugada 
los interminables trenes de leche, 
los interminables trenes de sangre 


A Fernando Vela 


190 



y los trenes de rosas maniatadas 
por los comerciantes de perfumes. 

Los patos y las palomas, 

y los cerdos y los corderos 

ponen sus gotas de sangre 

debajo de las multiplicaciones, 

y los terribles alaridos de las vacas estrujadas 

llenan de dolor el valle 

donde el Hudson se emborracha con aceite. 

Yo denuncio a toda la gente 

que ignora la otra mitad, 

la mitad irredimible 

que levanta sus montes de cemento 

donde laten los corazones 

de los animalitos que se olvidan 

y donde caeremos todos 

en la última fiesta de los taladros. 

Os escupo en la cara. 

La otra mitad me escucha 

devorando, orinando, volando en su pureza, 

como los niños de las porterías 

que llevan frágiles palitos 

a los huecos donde se oxidan 

las antenas de los insectos. 

No es el infierno, es la calle. 

No es la muerte, es la tienda de frutas. 

Hay un mundo de ríos quebrados 
y distancias inasibles 
en la patita de ese gato 
quebrada por el automóvil, 
y yo oigo el canto de la lombriz 
en el corazón de muchas niñas. 

Óxido, fermento, tierra estremecida. 

Tierra tú mismo que nadas 
por los números de la oficina. 

¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes? 
¿Ordenar los amores que luego son fotografías, 
que luego son pedazos de madera 
y bocanadas de sangre? 

San Ignacio de Loyola 
asesinó un pequeño conejo 
y todavía sus labios gimen 
por las torres de las iglesias. 

No, no, no, no; yo denuncio. 

Yo denuncio la conjura 

de estas desiertas oficinas 

que no radian las agonías, 

que borran los programas de la selva, 


191 



y me ofrezco a ser comido 

por las vacas estrujadas 

cuando sus gritos llenan el valle 

donde el Hudson se emborracha con aceite. 


Grito hacia Roma 

(Desde la Torre del Chrysler Building) 

Manzanas levemente heridas 
por los finos espadines de plata, 
nubes rasgadas por una mano de coral 
que lleva en el dorso una almendra de fuego, 
peces de arsénico como tiburones, 

tiburones como gotas de llanto, para cegar una multitud, 
rosas que hieren 

y agujas instaladas en los caños de la sangre, 

mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos 

caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula 

que untan de aceite las lenguas militares 

donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma 

y escupe carbón machacado 

rodeado de miles de campanillas. 

Porque ya no hay quien reparta el pan ni el vino, 
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, 
ni quien abra los linos del reposo, 
ni quien llore por las heridas de los elefantes. 

No hay más que un millón de herreros 
forjando cadenas para los niños que han de venir. 

No hay más que un millón de carpinteros 
que hacen ataúdes sin cruz. 

No hay más que un gentío de lamentos 
que se abren las ropas en espera de la bala. 

El hombre que desprecia la paloma debía hablar, 
debía gritar desnudo entre las columnas, 
y ponerse una inyección para adquirir la lepra 
y llorar un llanto tan terrible 

que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante. 

Pero el hombre vestido de blanco 

ignora el misterio de la espiga, 

ignora el gemido de la parturienta, 

ignora que Cristo puede dar agua todavía, 

ignora que la moneda quema el beso de prodigio 

y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán. 



Los maestros enseñan a los niños 
una luz maravillosa que viene del monte; 
pero lo que llega es una reunión de cloacas 
donde gritan las oscuras ninfas del cólera. 

Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas; 
pero debajo de las estatuas no hay amor, 
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo. 

El amor está en las carnes desgarradas por la sed, 
en la choza diminuta que lucha con la inundación; 
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre, 
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas 
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas. 

Pero el viejo de las manos traslúcidas 

dirá: Amor, amor, amor, 

aclamado por millones de moribundos; 

dirá: amor, amor, amor, 

entre el tisú estremecido de ternura; 

dirá: paz, paz, paz, 

entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita; 

dirá: amor, amor, amor, 

hasta que se le pongan de plata los labios. 

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto, 
los negros que sacan las escupideras, 

los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores, 

las mujeres ahogadas en aceites minerales, 

la muchedumbre de martillo, de violín o de nube, 

ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro, 

ha de gritar frente a las cúpulas, 

ha de gritar loca de fuego, 

ha de gritar loca de nieve, 

ha de gritar con la cabeza llena de excremento, 

ha de gritar como todas las noches juntas, 

ha de gritar con voz tan desgarrada 

hasta que las ciudades tiemblen como niñas 

y rompan las prisiones del aceite y la música, 

porque queremos el pan nuestro de cada día, 

flor de aliso y perenne ternura desgranada, 

porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra 

que da sus frutas para todos. 



DESANKA MAKSIMOVI 

Serbia, 1898-1993 

Fábula sangrienta 

Ocurrió en un país de campesinos 

en el Balkán agreste, 

sufrió un día la muerte de los mártires 

todo un destacamento 

estudiantil. 

Nacieron en un mismo año, iguales 
sus jornadas de estudio transcurrían, 
andaban juntos a las mismas fiestas, 
tuvieron las mismas enfermedades 
y un mismo día perecieron todos. 
Ocurrió en un país de campesinos 
en el Balkán agreste, 
sufrió un día la muerte de los mártires 
todo un destacamento 
estudiantil. 

Y sin embargo unos minutos antes 
del instante supremo 

todo aquel infantil destacamento 
sentado estaba frente a sus pupitres 
y en sus carteras, entre sus cuadernos, 
yacían sin sentido el dos y el cinco: 

Sólo un puñado de los mismos sueños, 
secretos amorosos y patrióticos 
llenaban en silencio sus bolsillos. 

Y cada uno soñaba que muy larga 
sería su carrera bajo el cielo 

hasta arreglar los problemas del mundo. 

Ocurrió en un país de campesinos 

en el Balkán agreste, 

sufrió un día la muerte de los mártires 

todo un destacamento 

estudiantil. 

Filas enteras de muchachos 
tomados de las manos 
de su última clase 
fueron tranquilos al fusilamiento 
como si nada fuera aquella muerte. 

Filas enteras de camaradas 



fueron así llevadas 
hacia la calma eterna. 

Fábula del fusil de la sublevación 

...Como agua irrumpe la sublevación, 
todo lo inunda. 

En el transcurso de una sola noche 
ocurrieron prodigios increíbles: 

El niño aún sin bozo 

creció hasta hacerse hombre, 

los desnudos pichones maduraron 

en el nido frondosas alas de águila, 

ya no lloró la madre al hijo muerto, 

guardó el pañuelo negro igual que si esperara 

a compadres en traje de domingo. 

Se sublevó la madre que en la cuna 
duerme a su primer hijo, 
con el nieto cogido de la mano 
fue el abuelo a morir. 

En el transcurso de una sola noche 
se hizo bosque el barbecho. 

Fue la sublevación más rápida 

que una tempestad de julio 

sobre profundas aguas sin un barco 

sobre el abismo, 

encima de la ciénaga, 

donde la turba en cieno arde y se quema, 

en alta mar y en el desierto. 

Truenan juntos, solloza el bosque viejo, 
viejísimos fusiles de trabuco, 
el fusil del abuelo, remo largo 
acuñado en su aldea natal. 

Escopeta de dos cañones simples 
que fue de padre a hijo, 
fusiles blancos de oropel ornados 
como ramas cubiertas por las flores. 

Fusiles que por vez primera estaban 
en las manos de los combatientes: 

¡Al fusil! 

Respondió la voz unánime 
desde toda la tierra, todo el mundo. 


Versiones: Miomira Dakovic y David Chericián 



JRISTO SMIRNENSKI 

Bulgaria, 1898-1923 

Mineros de la hulla 

¡Hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo! 
Al abismo sin sol descended, 
donde cuerpos con frío y trabajo 
van curvados pared tras pared; 
donde el músculo férreo se tensa 
y su golpe resuena en clamor 
de tiniebla terrible e inmensa 
por los días de luz y de sol, 
por hallar libertad y reposo, 
aire, espacio, calor, vastedad. 

Hacia abajo, hacia abajo, hacia el pozo 
del abismo siniestro, ¡bajad! 

Descended a la entraña más ciega 
de la tierra, esa madre rapaz, 
donde hermanos esclavos navegan 
en un mar de perpetua oquedad, 
y tu lámpara pobre allá abajo 
clara estrella en la mina será, 
y en el templo brutal del trabajo 
con sus rayos nos alumbrará 
esos valles de lágrimas densas 
donde días y noches no hay. 

Hacia abajo, hacia abajo, a la inmensa 
soledad del abismo, ¡bajad! 

Allí siglos y edades remotas 

capa y capa tras capa a poner 

han venido, infinitas, ignotas, 

que a nosotros nos ven por doquier, 

que la vida tejió de hoja en hoja 

en alfombra de piedra al crecer, 

que están frías como la congoja 

pero en fuego y en humo han de arder. 

Descended y con mano certera 
destruid, derribad, removed, 
quebrantad esas capas arteras, 

¡y a las almas esclavas también! 

Y en el horno feroz de la lucha 
arrojad ese negro montón 



y aguardad el momento en que surja 
entre nieblas de plomo el ardor, 
brillen ríos de chorros de fuego 
y olas rojas, como un nuevo mar, 
en embates violentos y ciegos 
brotarán desde todo lugar, 
y entre un cúmulo de resplandores 
esa tierra hervirá y arderá 
con sus fuegos y fuegos y ardores, 

¡y una lluvia de chispas habrá! 


Versión: Desiderio Navarro y David Chericián 


Los escuadrones rojos 

En un alba luminosa con nueva fe como antorcha, 
orgullosos escuadrones de valeroso tropel 
se acercan y aves rapaces tal las águilas terríficas 
caen y esparcen el estruendo de las salvas a granel. 

Desplómase en tierra muerto, alcanzado, algún guerrero, 
y con sus últimas fuerzas relincha, se alza un corcel, 
azorado se detiene pero alcanza de repente 
la impetuosa marcha del unánime tropel. 

Sus melenas desplegando sobre los segados campos 
como las ventiscas pasan escuadrón, tras escuadrón. 

Bajo los cascos el polvo levantan en nubes grises 
y opacan el horizonte con broncíneo resplandor. 

Adelante, junto a sauces resuenan armas ocultas: 
pecho con pecho se encuentra; la fría trepidación 
de los aceros estalla, la tormenta despiadada 
y ola sangrienta... y de nuevo emprende cada escuadrón. 

¡Emprended vuelo, escuadrones! Vuestro ímpetu millones 
de miradas ya contemplan con esperanza y amor. 

Hoy el mundo se levanta su ruda diestra apretando, 
estremecido por vuestra victoriosa invocación. 

Que entre sorpresa y espanto desplome cada edificio 
de la injusticia terrena y encuentre la humanidad 
en su clamor sofocado, tras las puertas entreabiertas, 
muertas las viejas quimeras de las leyes sin piedad. 

¡Ah volad entre masacres y lluvias de ígnea metralla, 
vosotros de días sin nubes el furioso precursor! 


197 



¡Con relámpagos y estruendos anunciad las orgullosos 
oleadas rojas de esclavos rebelados, en acción! 

Y cuando enlazada en llamas se desprenda en las cenizas 
la piedra postrer de vieja y corrompida mansión, 
descended de los corceles, besad la tierra, y el reino 
sobre el mundo instalad de justicia eterna y amor. 


Versión: Pedro de Orad 


Esto es la calle 

Esto es la calle, esto, la calle populosa 

que ríe a carcajadas y que llora en los miles 

de transeúntes que a diario, como truenos civiles, 

leen su poesía tenaz, maravillosa, 

en la que cada verso es un sangriento tajo 

que ha inscrito golpe a golpe el cincel del trabajo 

sobre el mármol oscuro de las humanas penas; 

esto es la calle, a cuyo grito la vida airosa 

de mil rostros da oído, y así, vertiginosa, 

arrastra nuevamente sus pesadas cadenas... 

Cuando el amanecer violeta se distiende 

con su fresca pereza, o en el azul ceniza 

de la tarde, en las grandes sombras de ociosa prisa 

que despliega la noche y despaciosa extiende: 

sobre la calle siempre la vanidad embate, 

un corazón de miles allí siempre así late, 

un estruendo cercano y un lejano sonido 

se entrelazan: disparos, y risas, y alboroto, 

y la rutina diaria llena de polvo roto, 

y el eterno afán mudo, ahogado en férreo aullido. 

Esto es la calle, esto. Luce tan impotente 

y tan paciente... Pero tan pronto el gris hastío 

se sobresalta y una vestimenta de brío 

se pone, fuego púrpura como una lava ardiente, 

se echa sobre sus hombros de piedra, en cuanto a aullar 

comienza la tormenta y a tronar, y a azotar, 

en el oscuro abismo de horizonte profundo 

las estrellas detienen su eterno curso alado 

y presta oído el mundo, ya tranquilo y calmado: 

¡Esto es la calle, esto que hoy habla a todo el mundo! 

Versión: David Chericián 


198 



PÍO TAMAYO 

Venezuela, 1898-1935 

Homenaje y demanda del indio 


A su majestad Beatriz I, 
reina de los estudiantes 


Sangre en sangres dispersa, 
almagre oscuro y fuerte 
estirpe Jirajara, 
cacique Totonó, 

—baile de pinches, rezo de quenas— 

Soy un indio Tocuyo 
yo. 

Meseta brava y bella 
que abre su arcada a los llanos 
y sus patios a la luna; 
patíbulo de Carvajal, 
espinas de cardonales, 
polvo y sol. 

Altiplano tocuyano 
que nutre su carne en jugos 
blancos de cañamelar 
y los hace sangre roja 
en la flor del cafetal; 
bueno y santo 
por la madre, 

y porque me enlaza hermano 
del de la selva en Oriente 
y el de la sierra al Sur. 

Yo llegué de ese altiplano 
a avivarme en mis hermanos 
los de la Universidad 
—savia en afanes quemada, 
delirio del roble erguido— 
y a rendirte mi homenaje 
de indio triste, 
majestad. 

Fracasa entre mi canto y mi altivez indígena 
la intención en hinojos. 

Humo leve de inciensos 

como el que ardió en las aras deTenochtitlán, 

quemo en mi corazón, 



y humillo el desgreñado orgullo de los vientos 
con aguas de remansos, 
cenizas de volcanes 
y cánticos de amor. 

—Así en la tierra antigua donde voló el faisán 
usaba la liturgia de la proclamación—. 

Los miles de estudiantes 
—cada estudiante, reina, 

en un mundo en promesas y un trajín de tormentas— 
han abierto hoy sus pechos sobre más inñnitos, 
al ver que oraculiza en tus manos llaneras 
el tripartito escudo de su Federación. 

Mañana, anhelo, pueblo, 
mirandinos colores de la emancipación. 

Beatriz del estudiante, 
cetro de rebeldías, 
corona de futuros; 

bajo el patio de auroras de vuestro trono eres 
la juvenil canción de amanecer. 

El ensueño durmiente al amparo del alma 
jubilosa y dinámica de la Federación, 
hecha viva esperanza 
en tu luz de mujer. 

Y digan con mis voces palabras de tus súbditos 

que es tu reinado, reina, el único que no hace 

cesarismo anacrónico, 

en esta nutrida selva de Guaicaipuro, 

de Mara y Yaracuy, 

y del equino trueno 

de los cien mil corceles, 

sobre el que galopan 

libertadas naciones. 

Fugitivo perfil de garza morena, 

¡Oh, perfume caliente de mazorcas tempranas! 

durazno de oro en la rama; 

cosa dulce y romántica cuando se dice “amada”; 

ternura inacabable de la venezolana; 

orgullo de nosotros. 

Reina en cuya belleza 

riman nobles y claras mis palabras agrestes, 

divinizo tu boca 

tan ingenua y traviesa 

diciendo la dulzura que oí yo ayer. 



“Cuando yo sea abuelita 

luciré mis trofeos y le diré a mis nietos 

que fui reina alguna vez”. 

¡Nuncio cándido y bello que sube a vuestros labios 
la ternura sagrada que hará de vuestro ocaso 
epílogo adorable de un cuento de Perrault! 

Os verán esos nietos luciendo edades regias 
y sonreirán con vos. 

El mejor cortesano 

—tendrá una voz mimada de Delfín— 
solemne afirmará: 

Abuelita: Santa Isabel de Portugal, 
que convirtiera en rosas el pan de la bondad, 
una noche de Reyes se entretuvo en decirme 
que tú eras heredera de su linaje real. 

Abuelita: desde aquel día te he visto 
de reina el corazón. 

Oyéndolo, el más picaro de ellos 
vencerá en pugilatos: 

¿Desde aquel día? ¡Si ella nació con él! 

Santa Isabel tenía muchísima razón. 

Y ahora, majestad 

con el sollozo esclavote un j acaney rendido 
el súbdito presenta su demanda ante vos 
descarnado de insomnios 
se consume mi rostro 

y los tiempos incrustan sus cauces en mis sienes. 
Retornan a romper las abras de los montes 
baladros caquetíos. 

Se desatan los ecos de vencidos lamentos 
corren sobre el área salvaje de los llanos 
o se extinguen muriendo en los senos intactos 
de un Pacaraima hermético. 

¡Me han quitado mi novia! 

La novia que me quiso; ¡mi novia enamorada! 
Palabras que se dicen con la pena infinita 
de quien ya no podrá volverlas a cambiar... 

Que bien decirte tú, 
como a mi novia, reina. 

En ti la miro a ella 
y al mirarte me acuerdo... 

Era de sol su carne y de un frágil metal. 

El eco de sus voces era de acero azul. 

Estaba hecha de alturas. A ti se parecía. 



Yo fui su novio niño, 

—ya lo hemos sido tantos—. 

Cantar, correr, soñar, 
en el soleado campo, en la vega porosa, 
junto al lirio morado, 
al laurel 

y al signo rojo de las rosas. 

Se adornaron mis labios con su nombre armonioso 
con su nombre que es música de banderas y estrellas. 
Se miraron mis ojos en el ópalo grande 
de sus ojos, 

iguales al fanal de los tuyos. 

¡Y el abrazo materno que de la tierra avanza 
la confiada amorosa sobre mi corazón! 

¡Cómo me acuerdo, reina! 

Temblando bajo sombras la amaba con angustias. 

En mis venas corrieron los miedos por su vida. 

Y un día me la raptaron. 

Un día se la llevaron. 

Desde los horizontes, 

allá donde hace señas de adioses el crepúsculo, 
vi encenderse los últimos luceros de sus besos. 

Aprestarse a la andanza, porque la hemos perdido, 

¡y salir a buscarla! 

¡Mirar cómo levantan asfixias hasta el cielo 
las crestas de los cerros! 

Agotarse llamándola en los senderos mudos. 
Oscurecerse en noches solitario y rendido, 

¡y sentirla que sufre y que se está muriendo! 

¡Ah! Ya no puedo más, reina Beatriz. ¡No puedo! 
Vuele a llorar el indio en su llanto agorero. 

Pero no, majestad, 
que he llegado hasta hoy, 

¡y el nombre de esa novia se parece a vos! 

Se llama: ¡LIBERTAD! 

Decidle a vuestros súbditos 
—tan jóvenes que aún no pueden conocerla— 
que salgan a buscarla, que la miren en vos, 

¡Vos, sonriente promesa de escondidos anhelos! 
Vuestra justicia ordene. 

Y yo, enhiesto otra vez, 

—alegre el junco en silbo de indígena romero— 



armado de esperanza como la antigua raza, 
perseguiré en marcha. 

Pues con vos, reina nuestra, 

juvenil, en tu trono, se instala el porvenir! 



RUBÉN MARTÍNEZ VILLENA 

Cuba, 1899-1934 

San Pedro 

Al fin cayó el león; aquí la historia 
hubiera vuelto con cariño arredro: 
éste fue suTabor; este San Pedro 
le abrió las puertas de la misma gloria. 

Aquí finalizó su ejecutoria, 
la progresión gigante de su medro 
aquel titán de robustez de cedro, 
aquel rebelde de feliz memoria. 

Y aquí, en el delirar de su agonía, 
se juzgó necesario todavía 
para las libertades y la guerra, 

sintióse derrotado por la suerte 
y clavó las espuelas en la tierra, 

¡para cargar contra la misma muerte! 


1919 


La ruta de oro 

Concurren a la exacta rectitud de la estela, 
el lastre de prudencia, la estiba de ambición: 
y el rumbo —resultante del timón y la vela— 
prolonga una serena bisectriz de ilusión. 

El velamen preñado por la racha sonora 
incuba, como un vientre, su anhelo de volar, 
y el casco enfila dócil, del timón a la proa, 
el amor de la brújula con la estrella polar. 

¿Y adonde va la barca tenaz en energías? 

¿Adonde va en la eterna sucesión de los días 
que tras el desengaño de todos los crepúsculos 

sigue abriendo las aguas a babor y estribor? 
(Tiembla en la arboladura un esfuerzo de músculos. 
Hay un jirón de cielo sobre el palo mayor). 


204 


1922 



El gigante 


¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada 
grande que hacer? ¿Nací tan sólo para 
esperar, esperar los días, 
los meses y los años? 

¿Para esperar quién sabe 

qué cosa que no llega, que no puede 

llegar jamás, que ni siquiera existe? 

¿Qué es lo que aguardo? ¡Dios! ¿Qué es lo que aguardo? 
Hay una fuerza 

concentrada, colérica, expectante 

en el fondo sereno 

de mi organismo; hay algo 

hay algo que reclama 

una función oscura y formidable. 

Es un anhelo 

impreciso de árbol; un impulso 
de ascender y ascender hasta que pueda, 

¡rendir montañas y amasar estrellas! 

¡Crecer, crecer hasta lo inmensurable! 

No por el suave 

placer de la ascensión, no por la fútil 
vanidad de ser grande... 
sino para medirme, cara a cara, 
con el Señor de los Dominios Negros, 
con alguien que desprecia 
mi pequeñez rastrera de gusano 
áptero, inepto, débil, no creado 
para luchar con él, y que no obstante, 
a mí y a todos los nacidos hombres, 
goza en hostilizar con sus preguntas 
y su befa, y escupe y nos envuelve 
con su apretada red de interrogantes. 

¡Oh, Misterio! ¡Misterio! Te presiento 
como adversario digno del gigante 
que duerme sueño torpe bajo el cráneo; 
bajo este cráneo inmóvil que protege 
y obstaculiza en dos paredes cóncavas 
los gestos inseguros y las furias 
sonámbulas e ingenuas del gigante. 

¡Despiértese el durmiente agazapado, 
que parece acechar tus cautelosos 
pasos en las tinieblas! ¡Adelante! 

Y nadie me responde, ni es posible 


205 



sacudir la modorra de los siglos 
acrecida en narcóticos modernos 
de duda y de ignorancia; ¡oh, el esfuerzo 
inútil! ¡Y el marasmo crece y crece 
tras la fatiga del sacudimiento! 

¡Y pasas tú, quizás si lo que espero, 
lo único, lo grande, que mereces 
la ofrenda arrebatada del cerebro 
y el holocausto pobre de la vida 
para romper un nudo, sólo un viejo 
nudo interrogativo sin respuesta! 

¡Y pasas tú el eterno, el inmutable, 
el único y total, el infinito! 

¡Misterio! Y me sujeto 

con ambas manos trémulas, convulsas, 

el cráneo que se parte, y me pregunto: 

¿qué hago yo aquí, donde no hay nada, nada 
grande que hacer? Y en la tiniebla nadie 
oye mi grito desolado. ¡Y sigo 
sacudiendo al gigante! 

1923 


Mensaje lírico civil 

A José Torres Vidaurre, poeta peruano 
En Madrid 

José Torres Vidaurre: ¡Salud! Salud y gloria, 
hermano apolonida: Salud para la escoria 

miserable del cuerpo y gloria para el alma 
exquisita y doliente; que el beso de la palma 

y del laurel descienda sobre tu sien fecunda. 

¡Lucha con las tormentas! ¡Que tu bajel se hunda! 

¡Quizás qué bella playa deparará el naufragio! 

Lucha y confía siempre: tu apellido es presagio 

de brillantes combates y de triunfo sonoro; 
que sobre las anónimas tinieblas del Olvido, 


206 


Vidaurre, Vita aurea, por su vida de oro 
fulgirán las simbólicas torres de tu apellido. 



(Otra etimología, de origen vizcaíno, 

me da también Vidaurre como «primer camino»). 

Y tras de mi saludo, te contaré mis penas 
por las cosas de Cuba que no te son ajenas, 

y que no pueden serte ajenas por hermano 
mío, y por tu fervor de sudamericano. 

Yo bien sé que la tierra de los Inca-Yupanqui 
no padeció del triste proteccionismo yanqui, 

—aunque un temor futuro bien que lo justifica 
el apelar a Washington sobre Tacna y Arica— 

pero la patria mía, que también amas tú 
como amo yo los timbres gloriosos del Perú, 

nuestra Cuba, bien sabes cuán propicia a la caza 
de naciones, y cómo soporta la amenaza 

permanente del Norte que su ambición incuba: 
la Florida es un índice que señala hacia Cuba. 

Tenemos el destino en nuestras propias manos 
y es lo triste que somos nosotros, los cubanos, 

quienes conseguimos la probable desgracia, 
adulterando, infames, la noble Democracia, 

viviendo entre inquietudes de Caribdis y Scila, 
e ignorando el peligro del Norte que vigila. 

Porque mires de cerca nuestra demencia rara 
te contaré la historia dulce de Santa Clara, 

convento que el Estado —un comerciante necio— 
quiso comprar al triple del verdadero precio. 

Y si en el gran negocio existía un «secreto» 

con un cambio de letra se convirtió en «decreto». 

Tal cosa llevó a cabo el señor Presidente, 
comprar ¡y por decreto! devotísimamente, 

si bien que nuestra Carta, previendo algún exceso, 
dejó tan delicada facultad al Congreso. 



(Mas el Jefe Honorable respecto a Santa Clara 
dijo que se adquiriera, mas que no se pagara). 

Así, como abogado, se encomendó a San Ivo, 
urdió su fundamento, improvisó un motivo, 

y consecuente para sus propios desatinos, 
se amuralló en sofísticos razonamientos chinos. 

Mas, como entonces era Secretario de Hacienda 
un coronel insigne de la noble contienda, 

que portaba las llaves sagradas del Tesoro 
con méritos iguales e idéntico decoro 

que sus galones épicos y su apellido inmáculo, 
el Honorable Jefe neutralizó el obstáculo, 

y esto fue lo que vimos con unánime pasmo; 

¡le refrendó el decreto el seráfico Erasmo!, 

señor incapaz hasta el Pecado y el Vicio, 

con un delito máximo: su drama «El Sacrificio». 

Así la triste fábula del antiguo convento 
fue bochornoso pacto de zorra y de jumento, 

pues que la vil astucia y la imbecilidad 
se unieron a la sombra de una sola maldad. 

Y, ¿quién te dice, amigo, que porque hice uso 
de un derecho de crítica a lo que se dispuso 

por el decreto mágico, y al mismo Secretario 
le dije frente a frente cómo era de contrario 

el pueblo a tal medida, me juzgan criminal? 
¡Vivo en el primer acto de un drama judicial! 

Y como me apoyaron doce ilustres amigos 
padeceremos juntos enérgicos castigos. 

¡Al Ministro seráfico le mordieron las Furias: 
sufrimos un ridículo proceso por injurias! 


Pero esto es sólo un síntoma: hace falta una valla 



para salvar a Cuba del oleaje maldito: 

hay la aspiración de perpetuar el delito 
y la feroz política se rinde a la canalla. 

Hay patriotismo falso, de relumbrón y pompa, 
con acompañamiento de timbales y trompa; 

se cambian Secretarios en situación muy crítica 
por mezquinas «razones de elevada política». 

Mas, ¿adonde marchamos, olvidándolo todo: 
Historia, Honor y Pueblo, por caminos de lodo, 

si ya no reconoce la obcecación funesta 
ni aun el sagrado y triste derecho a la protesta? 

¿Adonde vamos todos en brutal extravío 
sino a la Enmienda Platt y a la bota del Tío? 

José: nos hace falta una carga de aquéllas, 
cuando en el ala bélica de un ímpetu bizarro, 

al repetido choque del hierro en el guijarro, 
iba el tropel de cascos desempedrando estrellas! 

Hace falta una carga para matar bribones, 
para acabar la obra de las revoluciones; 

para vengar los muertos, que padecen ultraje, 
para limpiar la costra tenaz del coloniaje; 

para poder un día, con prestigio y razón, 
extirpar el Apéndice de la Constitución; 

para no hacer inútil, en humillante suerte, 
el esfuerzo y el hambre y la herida y la muerte; 

para que la República se mantenga de sí, 
para cumplir el sueño de mármol de Martí; 

para guardar la tierra, gloriosa de despojos, 
para salvar el templo del Amor y la Fe, 

para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos 
la patria que los padres nos ganaron de pie. 



Yo juro por la sangre que manó tanta herida, 
ansiar la salvación de la tierra querida, 

y a despecho de toda persecución injusta, 
seguir administrando el cáustico y la fusta. 

Aumenta en el peligro la obligación sagrada. 

(El oprobio merece la palabra colérica). 

Yo tiro de mi alma, cual si fuera una espada, 
y juro, de rodillas, ante la Madre América. 

1923 


Grito 

Decirlo es fácil y sencillo, 
no es necesario alzar la voz: 

¡Un golpe fuerte del martillo, 
un relámpago de la hoz! 

¡Ferroviarios, rueda motora! 
¡Dios de la comunicación, 
detienes la locomotora 
y paralizas la nación! 

Te dirigieron adversarios, 
te traicionaron cien por cien 
ferro-policías, perro-viarios, 
Li-falderillos de ten cen. 

¡Fuera y abajo los sicarios 
y que los bravos proletarios 
conduzcan su propio tren! 

Arrolla al pillo que te enchucha 
al patio de la Judicial. 
¡Engánchate al convoy de lucha: 
Confederación Nacional! 

Tabaquero que allá en el Norte 
colaboraste con Martí, 
hoy representa aquel aporte 
látigo y hambre para ti. 


210 


Fuiste a la huelga y con los modos 
de la democracia civil, 




la «con todos y para todos» 
te respondió con el fusil. 

¿Aprendiste lo que es la base 
de una perfecta sociedad? 
Dominio burgués de clase, 
al pie un letrero: «Libertad». 

Bien comprendo tu desventura 
veneno de la traición; 
tus diligentes de basura 
y el Niágara de literatura 
a tutiplén sin ton ni son. 

¡Diez mil horas de tal lectura 
y dé usted luego su opinión! 

Mas hoy aprendes en la seca 
prosa de la vida real: 
dice más que una biblioteca 
cada rebaja de jornal. 

¿Qué esperas, pues? 

¿Tu propio entierro? 

La hora reclama unión y acción. 
¡Entra al ejército de hierro! 
¡Forma en la Confederación! 

Y así juntos, en haz continuo, 
nuestro esfuerzo se hará mayor; 
que el semiesclavo campesino 
sea nuestro aliado mejor; 

y que la mano que se mancha 
de grasa, de carbón, de cal, 
estreche la terrosa y ancha 
mano del obrero rural. 

¡Juntos en pie, proletariado! 
¡Nada perturbe nuestra fe! 

¡Juntos y en pie contra Machado, 
contra el imperialismo odiado, 
contra la UN y el ABC! 

Contra métodos anarquistas 
en virtud de cuya labor 
diez hombres son protagonistas 




y el pueblo un simple espectador. 

Por la admisión amplia, sin tasa, 
del pueblo presto a combatir; 
sólo en la acción pueden las masas 
labrar su propio porvenir. 

Así hacerlo será sencillo 
si obedecemos a una voz: 

¡guerra al patrono, al amarillo, 
al latifundista pillo, 
al imperialismo feroz! 

¡Un golpe firme del martillo, 
un relámpago de la hoz! 

Y tú que marchas a la conquista 
de las masas de la nación, 

¡corre, Partido Comunista, 
tren de la Revolución! 

¡Prepara el brazo, maquinista! 
¡Pronto la vía estará lista en 
la penúltima estación! 



VITZSLAV NEZVAL 

República Checa, 1900-1958 


A orillas del río Svratka 

A orillas del Svratka florece la raspilla 
—el dulce nomeolvides—, y la hierba es esbelta, 
cada día nadaba y soñaba en su orilla, 
a orillas del Svratka florece la raspilla 
y el agua es densa y fría, y es oscura y revuelta. 

Aquí tiene una sombra especial el verano 
como en el viejo cuadro que en casa hay todavía, 
aquí huele a ajo, a eneldo y aromático grano, 
aquí tiene una sombra especial el verano 
como el jardín aquel que visitar solía. 

Podrá haber ríos más bellos, de esplendores extraños, 
que el oscuro río Svratka de tan triste arenilla, 
y no obstante aquí tuve que vivir tantos años, 
podrá haber ríos más bellos, de esplendores extraños, 
pero no iba mi madre a pasear en su orilla. 

Acaso aguas azules haya en otros países, 
cielo azul y montañas de tanto azul celestes, 
mi eterno país es esta Moravia de aguas grises, 
acaso aguas azules haya en otros países, 
pero no son países tan queridos como éste. 

Podrá haber cementerios de más blanco decoro, 
pero éste de granito me hace mucho más tierno, 
y aunque haya cementerios de más blanco decoro, 
y en el pecho de Praga Yysehrad, joya de oro, 
para mí el más querido es aquél sobre Brno. 

El nomeolvides junto al río Svratka florece 
y en el verano espigan maíz, avena y trigo, 
oh madre, si hasta hoy contigo aquí viviese, 
el nomeolvides junto al río Svratka florece, 
si en los muros de Brno viviese hasta hoy contigo. 

Más esplendor acaso haya en ríos más bellos 
que el oscuro río Svratka, triste orilla materna, 
y aquí contigo, madre, viviera a pesar de ello, 
más esplendor acaso haya en ríos más bellos, 
pero tú eres mi patria, mi patria, madre eterna. 

Versión: Sergio Valdés Bernal y Francisco de Orad 


213 




Tú, seas quien seas 


Quienquiera que tú seas, te conozco: 
muchacho de la prensa, compañero, 
y tú que vagas solitario y hosco, 
o tú en tejados cantador jilguero. 

Nunca nos separó el mísero fiambre 
de la rima, o el traje diferente. 

Electricista, me enrolló tu alambre 
conectando la idea mente a mente. 

De monte o mar o una ciudad cualquiera, 
la pieza somos para el engranaje 
de destinos comunes en la estera, 

y llevamos al más feliz paraje 
y a pie, la era humana que cojea. 

Nos conocemos todos, seas quien seas. 


Versión:Vera Pravdova y Francisco de Orad 


En Las Tres Flores 

En la mesa en que el mismo viejo Goethe escribía, 
en ese hotel decrépito y ventrudo, mi mano 
hoy escribe, aunque no soy viejo todavía, 
en la mesa en que el mismo viejo Goethe escribía, 
cuando ya no era joven ni aún era un anciano, 
ah cuánta primavera por el cielo en verano 
cruzó, era el año mil ochocientos y tantos, 
ocho tal vez o cinco, yo no recuerdo cuántos, 
le besaban el cuello los primeros albores 
inclinado a la mesa del hotel Las Tres Flores. 

Pero esa mesa en Frantiskovy Iazne, esa casa 
que salpican de escarcha las fuentes, el oliente 
aliento del otoño, cuando ya el temor pasa, 
pero esa mesa en Frantiskovy Iazne, esa casa 
a dos pasos de las medicinales fuentes, 
dos años piedras que alguien arrojó a la corriente, 
cuando la vida, pasos que crujen en la arena 
un surtidor parecen, el rumor de su vena, 

¿cuánto amaste a María?, dime de tus amores. 

Esa casa, esa mesa, casa de Las Tres Flores. 


214 



Esa mesa, ese palco en el que duermo a veces, 

checo orgulloso, y él orgulloso germano, 

me mezo con la vieja lámpara que se mece, 

esa mesa, ese palco en el que duermo a veces, 

ese oreado pueblo pequeño, comarcano 

de Bohemia, país dueño de mi aliento, esa mano 

que a través de otros tiempos se tiende hacia los míos 

y esos subterráneos y turbulentos ríos 

de los que nadie bebe, ni sus raros licores 

el gato en los cristales grises de Las Tres Flores. 

En las fronteras hoy escuchamos un ruido, 
sonó el ruido y después se alejó a paso lento. 

Corazón mío, ése no ha sido tu latido, 
ese raro, ese turbio, sospechoso sonido 
que después fue alejándose paso tras paso lento, 
convirtiéndose en sombra movida por el viento 
no obstante la distancia cerca de la frontera, 
la guerra fue ese ruido que retrocede, y era 
un estrellado ejército conjurando terrores 
lejos, a tres kilómetros de Las Tres Flores. 

Tú que a cantar aprendes para épocas tranquilas 
en la mesa en que el viejo Goethe escribió sus sueños, 
lees de los pioneros las azules pupilas 
como prados en épocas de cosecha, tranquilas, 
y aquel ruido alejándose aun más de los risueños 
prados, de los poemas de Goethe, de sus sueños, 
y era tan radiante, tan hermosa la gente 
que salía del balneario, bebiendo largamente, 
bebiendo agua, a salvo de todos los temores, 
como el viejo poeta del sol en Las Tres Flores. 

Versión: Sergio Valdés Bernal y Francisco de Orad 


215 



JIRI WOLKER 

República Checa, 1900-1924 

Balada de los ojos del fogonero 

Las fábricas y calles quedaron silenciosas, 
las estrellas se durmieron junto a la luna, 
y en toda la ciudad, a esa hora avanzada, 
solamente una casa no ha cerrado los ojos, 
ojos de fuego que gritan a las tinieblas 

que tras ellos, entre máquinas y palancas, calderas y barras de hierro, 
diez obreros mezclaron con el hierro sus músculos 
para que luz se vuelvan sus manos y sus ojos. 

«Antonio, fogonero de la central eléctrica, 
alimenta las calderas!». 

Antonio, hoy, como hace veinticinco años, 
con pala de hierro abre el horno, 
llamas rojas de él vuelan y silban, 
una forja ardiente y un joven. 

Antonio, con sus manos que el fuego ha endurecido 

echa una paletada de carbón, 

y como que la luz sólo nace del hombre, 

siempre tras el carbón arroja un trozo de sus ojos, 

y aquellos claros ojos azules, como flores, 

en torrentes de cables por la ciudad navegan: 

en tabernas, teatros, de preferencia sobre la mesa del hogar, 

se encienden en alegres luces. 

«Compañeros obreros de la central eléctrica: 
rara mujer la mía. 

Cada vez que la miro yo a los ojos, 
llora y dice que estoy maldito, 

que yo tengo otros ojos, diferentes a los de hace unos años. 

Dice que cuando ella fue conmigo al altar, 
eran como dos bellas hogazas de pan, grandes: 
y ahora, como en un plato vacío, 
me quedan de ellos sólo dos migajas en la cara». 

Ríen los compañeros, Antonio ríe también, 
y en medio de la noche de eléctricas estrellas, 
recuerdan por un instante a sus mujeres: 
ellas, que con frecuencia pensaron puerilmente 
que el hombre vino al mundo para pertenecerles. 



Y Antonio, otra vez, como hace veinticinco años, 
sólo que ahora la pala es más pesada, abre el horno. 

Difícil es comprender siempre a la mujer, 
tiene ella otra razón: no obstante, verdadera. 

Antonio, aun ignorándolo —mas debe hacerlo—, vierte 
flor de ojos en pedazos de carbón, 
pues siempre el hombre, con los ojos bien abiertos, 
quiere ponerse en marcha sobre la tierra, y tenerla ante sí, 
y como el sol y la luna desde ambas partes del planeta, 
con rayos de amor y cosecha, irrumpir en sus puertas. 

En ese instante, Antonio, calloso fogonero, 
conoció aquellos veinticinco años de horno y de pala, 
en los que el cuchillo de llamas le cortara los ojos, 
y comprendiendo que con eso tiene el hombre suficiente para morir 
como hombre, 

gritó en la vastedad de la noche a todo el mundo: 

«¡Compañeros obreros de la central eléctrica: 
estoy ciego —no veo!». 

Se agolparon los compañeros, 
todos llenos de susto. 

Con dos noches 
a casa lo llevaron. 

En el umbral de una de las noches, 
una mujer y un niño gimen; 
en el umbral de la otra noche, 
cielos abiertos. 

«Antonio, 
mi único hombre, 

¿por qué regresas así a mí, 
a estas horas? 

¿Por qué te enamoraste 
de esa maldita muchacha, 
de esa amante de hierro, 
con fuego y pala? 

¿Por qué en este mundo, el hombre 
tiene siempre dos amores, 
por qué a uno lo mata, 
por qué muere del otro?». 

El ciego no oye: cae en las tinieblas, 
y las tinieblas lo abrazan y lo envuelven. 

El corazón herido ya abandona su pecho 

en busca de otras curas en el mundo, 

pero sobre la negra ceguera cuelga una alegre lámpara. 


217 



No es una alegre lámpara —son los ojos de alguien, 
son tus ojos, que a todo el mundo se entregaron 
para que vieran más claramente, y no murieran nunca. 

Eso eres, fogonero, sobreviviente de tu cuerpo martirizado por cacharros; 
que a ti mismo te miras, aun cuando yaces ciego. 

El obrero es mortal, 
pero vive el trabajo. 

Antonio muere, 
el bombillo canta: 

Mujer mía —mujer mía, 

¡no llores! 


Versión: Sergio Valdés y Roberto Fernández Retamar 


Los ojos 


El más ancho mar son los ojos del hombre, 
llevan consigo el mundo entero, 
el mundo entero en mil barcos por su superficie navega: 
estrellas, flores, pájaros, ciudades, fábricas, hombres, 
todo lo que ha sido, todo lo que es, 
todo lo que vendrá. 

He visto cosas felices y amenas 
que por ser aéreas nunca naufragaron. 

He visto estrellas y flores, he visto pájaros 
que antes del invierno volaban a los países del Sur, 
eran los barcos de ligeras cargas, de esbelto flanco de cisne, 
que en los ojos se echan felizmente a navegar y felizmente los atraviesan 

navegando, 

también eras tú, amada de blanco velamen, 
que llegaste, y partiste: te vi 
y ya no te veré. 

Pero también conozco cosas pesadas y muy pesadas 
que en vano zarparon rumbo al paraíso, 
conozco hospitales y suburbios, gentes a quienes dios no consuela 
conozco barcos de plomo que siempre naufragan. 

Conozco al marinero que no sonríe, 
resto de naufragios, prisiones y galeras 
que con el peso de sus cargas se resquebrajaron a mitad del camino, 
y en los ojos tomamos puerto, para irnos a pique en ellos. 



El más profundo mar son los ojos del hombre, 
en su día llegarán hasta el corazón. 

Lo que en los ojos naufraga, se hundirá hasta el corazón, 
en el corazón crecerá y al corazón dominará, 
para anclarse en él profundamente 
en una belleza distinta y terrible, 
que de todas las bellezas del mundo es la más intensa, 
porque no acaricia, 
sino que carga 
todos los tímidos sentidos 
con balas de fuego y acero. 


Versión: Desiderio Navarro 


El mar 

En la costa de la isla de Krk, toda de roca, 
busqué seis tristes días el mar que en ella choca, 
pero no lo encontré, sólo vi un ave errante 
volando todo el día como un ala ondulante, 
posarse ya de noche en la luna y cansada 
caer entre las piedras con su canción plateada, 
y ella me persuadía, entre las caracolas, 
de que es el ave misma el mar de azules olas, 
que basta, como un prado, el mundo recorrer 
y que para ver basta embriagarse de ver. 

Se abrían las ventanas del hotel a la fría 
costa y tras cada una, una muchacha había, 
y cada una de ellas que en la noche soñó 
creó su mar para ahogarlo en sus ojos que no 
ven desde su vidriosa bóveda astral en ruinas 
pan en el mundo, sino frascos de medicinas. 

Vi aquellos secos ojos, aquellos mares vi 
y, no obstante, yo extraño, ciego permanecí. 

No bastan las espumas ni el oleaje del sueño, 
quise saber más, quise conocer con empeño 
el mar real que choca contra costas y peñas 
de Dalmacia, conmigo y sin mí, entre las breñas. 

En la costa de la isla de Krk, toda de roca, 
busqué seis tristes días el mar que en ella choca, 
pero no lo encontré —el mundo es pudoroso 
y con sus manos blandas hurtará el cuerpo airoso 
en telones y féretros floreados, pero allá, 
en sitios más terrenos, él resucitará. 




Sólo al séptimo día, cuando en la aldea oí 
la campana, borracho de mis ojos salí 
como obrero en domingo, no huésped del balneario, 
vague por ella alegre, jovial y solitario. 

Y por eso de noche en la taberna del puerto 
vi el mar en torno mío, el mar real, el cierto, 
cuando en mesas de roble vi los rostros austeros 
de ustedes, marineros, pescadores, barqueros, 
hermanos de nudosos puños, que en harapientas 
ropas la tierra cargan, y buen tiempo, y tormentas, 
los obreros eternos, por el sol abrasados, 

¡que el mar aquí construyen y de él están formados! 

Ronco aristón, mi pájaro más querido, da ardientes 
notas, bailan los mares con cinco continentes, 
yo asumí todo baile y soy el más dichoso, 
como el árbol de frutos yo de callos reboso, 
soy pescador, barquero, soy obrero portuario, 
en mil barcos navego, navegaré a diario, 
no con unas, con miles de manos me apodero 
del mar, con esas miles construyo el mar entero. 

Ronco aristón, el mundo sólo son los que alientan 
por él, los que de él viven, lo nutren, lo sustentan; 
mar: nosotros, obreros del mundo por igual, 
la realidad, la única, ¡la realidad más real! 


Versión:Vera Pravdova y David Cherícián 


220 



JULIÁN PRZYBOS 

Polonia, 1901-1970 

Los amurallados 

Todo el día cimentaron el horizonte. 

Ladrillo tras ladrillo, 

ladrillo tras ladrillo como en un horno, 

ladrillo tras ladrillo quemaban 

al rojo, 

la cal en los cubos se recalentó al blanco tórrido, 
del muro surgió una llama sangrienta: ¡la banderola! 

De pronto: 

el rumor del tambor— 

las cosas se rebelaron contra la doma y escaparon, 
la ametralladora ladró— 

Veo: La Tarde. 

Crecieron dimensiones en las armazones. 

Los andamiajes como trincheras en el aire. 

El último obrero 

levantó con sus manos la casa 

en alto con un ladrillo más, 

la casa: una llama apagada. 

El día construido oscureció. 

Ante los ojos, nube 6 del paisaje: la pared. 

Los amurallados 

velan la barricada de la mirada mía, 
ellos: 

las manos enladrilladas de heridas. 

1934 


El carbón y el mármol 

Escucho el silbido de los trenes, cuento, me equivoco, 
cuento los días en toneladas de carbón, sin final, 
en equivalentes en él las llamas, como saludo 
de los mineros, 
cuento el ritmo... 


6 Mancha en la córnea. 


221 




¿Es él, minero silesiano, quien arranca de la tierra 

la corona de laureles 

ennegrecidos en bloque, 

o es el picapedrero italiano, scarpellino, 

quien en la roca blanquinegra se hundió? 

¿O la montaña blanca de mármol 

resplandeciente en el valle 

labró su cara como al mármol negro? 

Cuento el ritmo de las ruedas 
cargando levemente 
el eco de los picos y martillos 
suavizado por la lejanía... 

El es minero y escultor, maquinista, arquitecto: 

Manomillonaria, quien 

movió el siglo, como si empujara la montaña con su cima; 
y quien levantó 

Car raras de las ciudades, los cerros 

levantados en los pedestales por orden de la mano; 

encegueció por el esfuerzo, 

como si por un momento 

borrara esta belleza, una gota de su sudor; 

y de nuevo con la mano multitudinaria 

de la gente trabajadora 

libera la llama 

y la hermosura: 

transmite el ritmo de la revolución. 

Milán, 1949 


A la obrera 

Por los talleres de una fábrica, por una avenida de acero creciente 
de mano en mano, 
creciente hasta la cima filosa: 
como de una bala, 

caminé, como si resolviera, soldando los sueños y la fuerza, 
cómo darles una forma común 
a las armas. 

Contaba: 

cinco martillos, pesados como cinco años, 
en un momento 
produjeron en mí 
un golpe de tiempo: 

se comprobó mi obra poética en las manos de las obreras y obreros. 


222 



¿Con el ritmo de miles de hombres muy hábiles 
cómo voy a conmover a mis brazos? 

El pulso de las máquinas forzó mi voluntad. 

¡Te saludo fogonera, estrella gris de las chispas! 

Tu mano, apartada del fuego, encontró la mía que maneja la pluma, 
para que escriba con todas las manos estrechadas. 


Moscú, diciembre de 1 944 



C. DRUMMOND DE ANDRADE 

Brasil, 1902-1987 


Manos tomadas 

No he de ser el poeta de un mundo que caduca. 

Tampoco cantaré al mundo futuro. 

Estoy preso en la vida, veo a mis compañeros. 

Taciturnos están pero alimentan enormes esperanzas. 

Entre ellos, considero la vasta realidad. 

Es tan grande el presente, no nos alejemos. 

No nos alejemos mucho, andemos tomados de las manos, 

No seré el cantor de una mujer, ni de una historia, 
no contaré los suspiros al anochecer, el paisaje visto desde la ventana, 
no distribuiré estupefacientes ni cartas de suicida, 
no huiré a las islas ni me raptarán serafines. 

Mi material es el tiempo, el tiempo presente, los hombres presentes, 
la vida presente. 


Mundo Grande 

No, mi corazón no es mayor que el mundo. 

Es mucho más pequeño. 

En él ni caben mis dolores. 

Por eso me gusta tanto hablar de mí. 

Por eso me distribuyo, 
por eso me voceo; 

por eso frecuento los diarios, me expongo crudamente en las librerías; 
necesito de todos. 

Sí, mi corazón es muy pequeño. 

Sólo ahora veo que no caben los hombres en él. 

Los hombres están aquí afuera, están en la calle. 

La calle es enorme. Mayor, mucho mayor de lo que yo esperaba. 

Pero tampoco en ella caben todos los hombres. 

La calle es menor que el mundo. 

El mundo es grande. 

Tú sabes cuán grande es el mundo. 

Conoces los navios que transportan petróleo y libros, carne y algodón. 

Viste los diferentes colores de los hombres, 

los diferentes dolores en los hombres, 

sabes cuán difícil es sufrir todo eso, amontonar todo eso 

en un solo pecho de hombre... sin que estalle. 



Cierra los ojos y olvida. 

Escucha el agua en los cristales, 
tan apacible. No anuncia nada. 

Entretanto corre por las manos, 

¡tan apacible!, va inundándolo todo... 

¿Renacerán las ciudades sumergidas? 

Los hombres sumergidos —¿volverán? 

Mi corazón lo ignora. 

Tonto, ridículo y frágil es mi corazón. 

Sólo ahora descubro 

cuán triste es ignorar algunas cosas. 

(En la soledad del individuo 

desaprendí el lenguaje 

con que se comunican los hombres). 

En otro tiempo escuché a los ángeles, 

las sonatas, los poemas, las confesiones patéticas. 

Nunca escuché la voz de la gente. 

En verdad soy muy pobre. 

En otro tiempo viajé 

por imaginarios países, fáciles de habitar, 

islas sin contratiempos, no obstante agotadoras, e incitando al suicidio. 
Mis amigos se fueron a las islas. 

Las islas pierden al hombre. 

Mientras, algunos se salvaron, 
trajeron la noticia 

de que el mundo, el mundo grande, crece todos los días, 
entre el fuego y el amor. 

Entonces, también mi corazón puede crecer. 

Entre el amor y el fuego, 

entre la vida y el fuego, 

mi corazón crece diez metros y estalla. 

—¡Oh, vida futura!, nosotros te crearemos. 


Consideración del poema 

No rimaré la palabra sueño 

con la inequivalente palabra otoño. 7 

La rimaré con la palabra carne 

o cualquier otra, todas me convienen. 

Las palabras no nacen amarradas, 

saltan, se besan, se disuelven, 

son en el cielo libre a veces un dibujo 

7 Riman en portugués. 


225 




son puras, abundantes, auténticas, 
improstituibles. 

Una piedra en medio del camino 
o apenas un rastro, no interesa. 

Estos poetas son míos. Con todo orgullo, 
con toda precisión se incorporaron 
a mi fatal lado izquierdo. Robo aVinicius 
su elegía más límpida. Bebo en Murilo. 

Que Neruda me dé su llameante 
corbata. Me pierdo en Apollinaire. Adiós, 
Mayakovski. 

Todos son mis hermanos, no son diarios 
ni rodar de pantuflas entre camelias: 
toda mi vida es lo que me jugué. 

Estos poemas son míos. Es mi tierra 
y aun más que ella. Es cualquier hombre 
al mediodía en cualquier parque. Es el farol 
en un mesón cualquiera, si aún los hay, 

—¿Hay muertos? ¿Hay mercados? ¿Hay dolencias? 
Todo es mío. Ser explosivo, sin fronteras, 

¿por qué falsa mezquindad me atormentaría? 

Deposítense besos en la cara blanca, en las arrugas 
iniciales. 

El beso es todavía una señal, ahora perdida, 
de la ausencia de comercio, 
que flota en tiempos sucios. 

Poeta de lo infinito y la materia, 
cantor sin piedad, sí, sin lágrimas frágiles, 
boca tan seca, pero ardor tan casto. 

Darlo todo por la presencia de los que se hallan lej 
sentir que hay ecos, pocos, pero de cristal, 
no apenas roca, peces que circulan 
bajo la nave que lleva este mensaje, 
y aves de pico largo confiriendo 
su derrota, y dos o tres faros, 

¡los últimos!, esperanza del mar negro. 

Ese viaje es mortal, y comenzarlo. 

Saber que hay de todo. Y moverse en el medio 
de millones y millones de formas extrañas, 
secretas, duras. He aquí mi canto. 


Es tan bajo que el oído lo escucha 



sólo al nivel del suelo. Pero es tan alto 
que las piedras lo absorben. Está en la mesa 
abierta en libros, cartas y remedios. 

Se infiltró en las paredes. El tranvía, la calle, 
el uniforme de colegio se transforman, 
son ondas de cariño que te envuelven. 

¿Cómo escapar del objeto minúsculo 
o rehusar el grande? Los temas pasan, 
yo sé que pasarán, mas tú resistes, 
y creces como fuego, como casa, 
como rocío entre los dedos 
que en la hierba reposan. 

Ahora ya te sigo a todas partes, 
te deseo y te pido, estoy completo, 
me destino, me vuelvo tan sublime, 
tan natural y lleno de secretos, 
tan firme, tan fiel... Como una lágrima, 
te atraviesa, poema mío, el pueblo. 


Carta a Stalingrado 

Stalingrado... 

¡Aún después de Madrid y de Londres, hay grandes ciudades! 

No se ha acabado el mundo, porque de entre las ruinas 

surgen otros hombres, negro el rostro de pólvora y de polvo, 

y el hábito salvaje de la libertad 

dilata sus pechos, Stalingrado, 

sus pechos que estallan y caen 

mientras se elevan otros, vengadores. 

Huyó la poesía de los libros, ahora está en los periódicos, 

Los telegramas de Moscú repiten a Homero. 

Pero Homero es viejo. Los telegramas cantan un mundo nuevo 
que en la oscuridad, nosotros, ignorábamos. 

Luimos a hallarlo en ti, ciudad destruida, 

en la paz de tus calles muertas pero no resignadas, 

tu jadeo de vida, más fuerte que el estruendo de las bombas, 

tu fría voluntad de resistir. 

Saber que tú resistes. 

Que mientras dormimos, comemos y trabajamos, resistes. 

Que cuando abrimos el diario en la mañana tu nombre (oro secreto) 
firme estará en lo alto de la página. 

Habrá costado miles de hombres, tanques y aviones, pero vahó la pena. 



Saber que velas, Stalingrado, 

sobre nuestras cabezas, nuestros temores y nuestros confusos pensa¬ 
mientos distantes, 

da un enorme aliento al alma desesperada 
y al corazón que duda. 

Stalingrado, mísero montón de escombros, ¡pero resplandeciente! 

Las bellas ciudades del mundo te contemplan con asombro, en silencio. 
Débiles a la vista de tu poder tremendo, 

mezquinas en su esplendor de mármoles intactos e inmaculados ríos, 
las pobres y prudentes ciudades, alguna vez gloriosas, entregadas sin 
lucha, 

de ti aprenden el ademán de fuego. 

También ellas pueden esperar. 

Stalingrado, cuántas esperanzas: 

¡Qué flores, qué cristales y qué músicas nos derrama tu nombre! 

¡Cuánta felicidad brota de tus casas! 

De unas apenas queda la escalera llena de cadáveres; 
de otras la cañería del gas, la llave, un bacín para niños. 

No hay ya libros para leer ni teatros funcionando ni trabajo en las 
fábricas, 

todos murieron, se estropearon, los últimos defienden pedazos negros 
de pared, 

pero la vida es prodigiosa en ti y pulula como insectos al sol 
¡oh mi loca Stalingrado! 

A tal distancia busco, indago, husmeo destrozos sangrientos, 
palpo las desmembradas formas de tu cuerpo, 

camino solitario por tus calles donde hay manos sueltas y relojes rotos, 

te siento como una criatura humana y, ¿qué eres tú sino eso, Stalingrado? 

Una criatura que no quiere morir y lucha, 

contra el cielo, el agua, el metal la criatura lucha, 

contra millones de brazos e inventos mecánicos la criatura lucha, 

contra el frío, el hambre, la noche, contra la muerte la criatura lucha, 

y vence. 

¡Las ciudades pueden vencer, Stalingrado!, 

pienso en la victoria de las ciudades, que entretanto es apenas una 
humareda que sube delVolga. 

Pienso en el collar de ciudades que se amarán y se defenderán contra 
todo. 

En tu suelo calcinado en que se pudren los cadáveres, 
la gran Ciudad de mañana erigirá su Orden. 


Versiones: David Chericián 



NICOLÁS GUILLEN 

Cuba, 1902-1989 

Puedes 

¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos 
y te golpea la cara y te despeina? 

¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento, 
o más, quizás venderme una tormenta? 

¿Acaso el aire fino 
me venderías, el aire 
(no todo) que recorre 
en tu jardín corolas y corolas, 
en tu jardín para los pájaros, 
diez pesos de aire fino? 

El aire gira y pasa 
en una mariposa. 

Nadie lo tiene, nadie. 

¿Puedes venderme cielo, 

el cielo azul a veces, 

o gris también a veces, 

una parcela de tu cielo, 

el que compraste, piensas tú, con los árboles 

de tu huerto, como quien compra el techo con la casa? 

¿Puedes venderme un dólar 

de cielo, dos kilómetros 

de cielo, un trozo, el que tú puedas, 

de tu cielo? 

El cielo está en las nubes. 

Altas las nubes pasan. 

Nadie las tiene, nadie. 

¿Puedes venderme lluvia, el agua 

que te ha dado tus lágrimas y te moja la lengua? 

¿Puedes venderme un dólar de agua 

de manantial, una nube preñada, 

crespa y suave como una cordera, 

o bien agua llovida en la montaña, 

o el agua de los charcos 

abandonados a los perros, 

o una legua de mar, tal vez un lago, 

cien dólares de lago? 


229 



El agua cae, rueda. 

El agua rueda, pasa. 

Nadie la tiene, nadie. 

¿Puedes venderme tierra, la profunda 
noche de las raíces; dientes 
de dinosaurios y la cal 
dispersa de lejanos esqueletos? 

¿Puedes venderme selvas ya sepultadas, aves muertas, 

peces de piedra, azufre 

de los volcanes, mil millones de años 

en espiral subiendo? ¿Puedes 

venderme tierra, puedes 

venderme tierra, puedes? 

La tierra tuya es mía. 

Todos los pies la pisan. 

Nadie la tiene, nadie. 


Lenin 

¿Sabes tú que la mano poderosa 
que deshizo un imperio, también era 
suave como la rosa? 

La mano poderosa, 

¿sabes tú de quién era? 

¿Sabes tú que la voz de agua encendida, 
terrestre impulso en que se ahogó tu dueño, 
cantó siempre a la vida? 

De esa voz encendida, 

¿sabes tú quién fue dueño? 

¿Sabes tú que aquel viento que bramaba 
como un toro nocturno, también era 
onda que acariciaba? 

El viento que bramaba, 

¿sabes tú de quién era? 

¿Y sabes tú que el sol de rojo manto 
de duras flechas implacable sueño, 
secó Nevas de llanto? 

Del sol de rojo manto, 

¿sabes tú quién fue dueño? 

Te hablo de Lenin, tempestad y abrigo. 



Lenin siembra contigo, 

¡oh campesino de arrugado ceño! 

Lenin canta contigo, 

¡oh cuello puro sin dogal ni dueño! 

¡Oh pueblo que venciste a tu enemigo, 
Lenin está contigo, 

como un dios familiar simple y risueño, 
día a día en la fábrica y el trigo, 
uno y diverso universal amigo, 
de hierro y lirio, de volcán y sueño! 


La sangre numerosa 

A Eduardo García, miliciano que escribió con su sangre, al morir 
ametrallado por la aviación yanqui, en abril de 1961, el nombre de 
Fidel 

Cuando con sangre escribe 

Fidel este soldado que por la Patria muere, 

no digáis miserere: 

esa sangre es el símbolo de la Patria que vive. 

Cuando su voz en pena 

lengua para expresarse parece que no halla, 

no digáis que se calla, 

pues en la pura lengua de la Patria resuena. 

Cuando su cuerpo baja 

exánime a la tierra que lo cubre ambiciosa, 

no digáis que reposa, 

pues por la Patria en pie resplandece y trabaja. 

Ya nadie habrá que pueda 

parar su corazón unido y repartido. 

No digáis que se ha ido: 

su sangre numerosa junto a la Patria queda. 


A Conrado Benítez 

Maestro, amigo puro, 

verde joven de rostro detenido, 

quién te mató el presente 

¿cómo matar creyó que iba el futuro? 

Fijas están las rosas de tu frente, 

tu sangre es más profunda que el olvido. 



En la sagrada tumba 
donde al viento que pasa 
los lirios dan su aroma, 
mariposas de sueño hallan su casa; 
y en la alta serranía 

en que se alzó, resplandeció tu escuela, 
se alza resplandeciente el blanco día 
y una paloma entre fulgores vuela. 


Lectura de domingo 

He leído acostado 
todo un blando domingo. 

Yo en mi lecho tranquilo, 
mi suave cabezal, 
mi cobertor bien limpio, 
tocando piedra, lodo, sangre, 
garrapata, sed, 
orines, asma: 

indios callados que no entienden, 
soldados que no entienden, 
señores teorizantes que no entienden, 
obreros, campesinos que no entienden. 

Terminas de leer, 
quedan tus ojos fijos 
¿en qué sitio del viento? 

El libro ardió en mis manos, 
lo he puesto luego abierto, 
como una brasa pura, 
sobre mi pecho. 

Siento 

las últimas palabras 

subir desde un gran hoyo negro. 

Inti, Pablito, el Chino y Aniceto. 

El cinturón del cerco. 

La radio del ejército 
mintiendo. 

Aquella luna pequeña 
colgando suspendida 
a una legua de Higueras 
y dos de Pucará. 

Después silencio. 

No hay más páginas. 

Esto se pone serio. 



Esto se acaba pronto. 

Termina, 

Va a encenderse. 

Se apaga. 

Va a nacer. 

Che Guevara 

Como si San Martín la mano pura 
a Martí familiar tendido hubiera, 
como si el Plata vegetal viniera 
con el Cauto a juntar agua y ternura, 

así Guevara, el gaucho de voz dura, 
brindó a Fidel su sangre guerrillera, 
y su ancha mano fue más compañera 
cuando fue nuestra noche más oscura. 

Huyó la muerte. De su sombra impura, 
del puñal, del veneno, de la ñera, 
sólo el recuerdo bárbaro perdura. 

Hecha de dos un alma brilla entera, 
como si San Martín la mano pura 
a Martí familiar tendido hubiera. 


A Chile cuando Alessandri 
rompió relaciones con Cuha 

Chile, ¿será posible que de tu mano pura 
caiga este golpe seco sobre mi patria altiva, 
y ante el yanqui doblando la cerviz, de tu viva 
pasión la llama enfríes y abajes tu estatura? 

¿No su voz alzará desde la negra hondura 
en que yace, tu cobre para estallar arriba? 

¿No tu carbón ardiendo, de entraña sensitiva, 
alumbrará la noche del páramo y la altura? 

Así dije, y la voz del minero y del huaso 
y el trueno del Osorno, del Calbuco la frente 
y hasta el Mapocho mínimo me salieron al paso. 

Gritaron: No confundas la charca y el torrente. 

Este homúnculo triste de lamentable ocaso no es Lautaro, 
ni sabe lo que Lautaro siente. 



El cosmonauta 


El cosmonauta, sin saberlo, 
arruina el negocio del mito 
de Dios sentado atento y fijo 
en un butacón inmenso. 

¿Qué se han hecho los Tronos y Potencias? 
¿Dónde están los Castigos y Obediencias? 
¿Y San Crescencio y San Bitongo? 

¿Y San Cirilo Zangandongo? 

¿Y el fumazo del incienso? 

¿Y la fulígine de la mirra? 

¿Y las estrellitas pegadas 
al cristal ahumado nocturno? 

¿Y los arcángeles y los ángeles, 
y los serafines y los querubines, 
y las Dominaciones en sus escuadrones, 
y las vírgenes, 

y todos los demás animales afines? 

El cosmonauta 
sigue su pauta. 

Sube sube sube 
sube sube sube 
sube sube sube 
sube sube sube 
sube. 

Deja atrás la última nube. 

Rompe el último velo. 

El Cielo. ¿El Cielo? 

Frío. 

El vasto cielo frío. 

Hay en efecto un butacón, 
pero está vacío. 


Ho Chi Minh 

Al final del largo viaje, 

Ho Chí Minh suave y despierto. 
Sobre la albura del traje 
le arde el corazón abierto. 



No trae escolta ni paje. 
Pasó montaña y desierto: 
en la blancura del traje, 
sólo el corazón abierto. 

No quiso más para el viaje. 


Guadalupe W. I. 

Pointre-á-Pitre 

Los negros, trabajando 
junto al vapor. Los árabes, vendiendo, 
los franceses, paseando y descansando, 
y el sol, ardiendo. 

En el puerto se acuesta 
el mar. El aire tuesta 

las palmeras...Yo grito: ¡Guadalupe!, pero nadie contesta. 
Parte el vapor, arando 

las aguas impasibles con espumoso estruendo. 

Allá, quedan los negros trabajando, 
los árabes vendiendo, 
los franceses paseando y descansando, 
y el sol ardiendo... 


No sé por qué piensas tú 

No sé por qué piensas tú, 
soldado, que te odio yo, 
si somos la misma cosa 

yo. 

tú, 

Tú eres pobre, lo soy yo; 
soy de abajo, lo eres tú; 

¿de dónde has sacado tú, 
soldado, que te odio yo? 

Me duele que a veces tú 
te olvides de quién soy yo; 
caramba, si yo soy tú, 
lo mismo que tú eres yo. 



Pero no por eso yo 
he de malquererte, tú; 
si somos la misma cosa, 

yo, 

tú, 

no sé por qué piensas tú, 
soldado, que te odio yo. 

Ya nos veremos yo y tú, 
juntos en la misma calle, 
hombro con hombro, tú y yo, 
sin odios ni yo ni tú, 
pero sabiendo tú y yo, 
a dónde vamos yo y tú... 

¡No sé por qué piensas tú, 
soldado, que te odio yo! 


Yanqui con soldado 

Grave, junto a la puerta del yanqui diplomático, 
vela un soldado el sueño de quien mi ensueño ahoga 
ese cangrejo hervido, de pensamiento hepático, 
dueño de mi esperanza, del palo y de la soga. 

Allí, de piedra, inmóvil. Pero el fusil hierático, 
cuando terco me acerco su rigidez deroga: 
clávame su monóculo de cíclope automático, 
me palpa, me sacude, me vuelca, me interroga. 

¿Quién eres? ¿A quién buscas? Saco mi voz, y digo: 
uno a quien el que cuidas, pan y tierra suprime. 
Ando en pos de un soldado que quiera ser mi amigo. 

Ya sabrás algún día por qué tu padre gime, 
y cómo el mismo brazo que ayer lo hizo mendigo, 
engorda hoy con la sangre que de tu pecho exprime. 


El apellido 

Elegía familiar 
I 

Desde la escuela 

y aun antes... Desde el alba, cuando apenas 
era una brizna yo de sueño y llanto, 



desde entonces, 

me dijeron mi nombre. Un santo y seña 
para poder hablar con las estrellas. 

Tú te llamas, te llamarás... 

Y luego me entregaron 

esto que veis escrito en mi tarjeta, 
esto que pongo al pie de mis poemas: 
las trece letras 

que llevo a cuestas por la calle, 

que siempre van conmigo a todas partes. 

¿Es mi nombre, estáis ciertos? 

¿Tenéis todas mis señas? 

¿Ya conocéis mi sangre navegable, 
mi geografía llena de oscuros montes, 
de hondos y amargos valles 
que no están en los mapas? 

¿Acaso visitasteis mis abismos, 

mis galerías subterráneas 

con grandes piedras húmedas, 

islas sobresaliendo en negras charcas 

y donde un puro chorro 

siento de antiguas aguas 

caer desde mi alto corazón 

con fresco y hondo estrépito 

en un lugar lleno de ardientes árboles, 

monos equilibristas 

lotos legisladores y culebras? 

¿Toda mi piel (debí decir), 

toda mi piel viene de aquella estatua 

de mármol español? ¿También mi voz de espanto 

el duro grito de mi garganta? ¿Vienen de allá 

todos mis huesos? ¿Mis raíces y las raíces 

de mis raíces y además 

estas ramas oscuras movidas por los sueños 

y estas flores abiertas en mi frente 

y esta savia que amarga mi corteza? 

¿Estáis seguros? 

¿No hay nada más que eso que habéis escrito, 
que eso que habéis sellado 
con un sello de cólera? 

(¡Oh, debí haber preguntado!). 

Y bien, ahora os pregunto: 

¿No veis estos tambores en mis ojos? 

¿No veis estos tambores tensos y golpeados 
con dos lágrimas secas? 

¿No tengo acaso 
un abuelo nocturno 



con una gran marca negra 

(más negra todavía que la piel), 

una gran marca hecha de un latigazo? 

¿No tengo pues 

un abuelo mandinga, congo, dahomeyano? 

¿Cómo se llama? ¡Oh, sí, decídmelo! 

¿Andrés? ¿Francisco? ¿Amable? 

¿Cómo decís Andrés en congo? 

¿Cómo habéis dicho siempre 
Francisco en dahomeyano? 

En mandinga ¿cómo se dice Amable? 

¿O no? ¿Eran, pues, otros nombres? 

¡El apellido, entonces! 

¿Sabéis mi otro apellido, el que me viene 
de aquella tierra enorme, el apellido 
sangriento y capturado, que pasó sobre el mar 
entre cadenas, que pasó entre cadenas sobre el mar? 
¡Ah, no podéis recordarlo! 

Lo habéis disuelto en tinta inmemorial. 

Lo habéis robado a un pobre negro indefenso. 

Lo escondisteis, creyendo 

que iba a bajar los ojos yo de la vergüenza. 

¡Gracias! 

¡Os lo agradezco! 

¡Gentiles gentes, thank you! 

Merci 
Merci bien! 

Merci beaucoup! 

Pero no... ¿Podéis creerlo? No. 

Yo estoy limpio. 

Brilla mi voz como un metal recién pulido. 

Mirad mi escudo: tiene un baobab, 
tiene un rinoceronte y una lanza. 

Yo soy también el nieto, 
biznieto, 

tataranieto de un esclavo. 

(Que se avergüence el amo). 

¿SeréYelofe? 

¿Nicolás Yelofe, acaso? 

¿O Nicolás Bakongo? 

¿Tal vez Guillén Banguila? 

¿O Kumbá? 

¿Quizá Guillén Kumbá? 

¿O Kongué? 

¿Pudiera ser Guillén Kongué? 

¡Oh, quién lo sabe! 

iQué enigma entre las aguas! 


238 



II 


Siento la noche inmensa gravitar 
sobre profundas bestias, 
sobre inocentes almas castigadas; 
pero también sobre voces en punta, 
que despojan el cielo de sus soles, 
los más puros, 

para condecorar la sangre combatiente. 

De algún país ardiente, perforado 

por la gran flecha ecuatorial, 

sé que vendrán lejanos primos, 

remota angustia mía disparada en el viento; 

sé que vendrán pedazos de mis venas, 

sangre remota mía, 

con duro pie aplastando las hierbas asustadas; 
sé que vendrán hombres de vidas verdes, 
remota selva mía, 

con su dolor abierto en cruz y el pecho rojo en llamas. 

Sin conocernos nos reconoceremos en el hambre, 

en la tuberculosis y en la sífilis, 

en el sudor comprado en bolsa negra, 

en los fragmentos de cadenas 

adheridos todavía a la piel; 

sin conocernos nos reconoceremos 

en los ojos cargados de sueños 

y hasta en los insultos como piedras 

que nos escupen cada día 

los cuadrumanos de la tinta y el papel. 

¿Qué ha de importar entonces 
(¡qué de importar ahora!) 

¡ay! mi pequeño nombre 
de trece letras blancas? 

¿Ni el mandinga, bantú, 
yoruba, dahomeyano 
nombre del triste abuelo ahogado 
en tinta de notario? 

¿Qué importa, amigos puros? 

¡Oh, sí, puros amigos, 
venid a ver mi nombre! 

Mi nombre interminable, 
hecho de interminables nombres; 
el nombre mío, ajeno, 
libre y mío, ajeno y vuestro, 
ajeno y libre como el aire. 


239 



NAZIM HIKMET 

Turquía, 1902-1963 


Conversación con Vladimir Ilich sobre Lenin 

Yladimir Ilich: 

cuando yo digo 

Lenin 

me siento tranquilo, 

seguro de la gente, 

de mí mismo, 

de la tierra, 

experimento una alegría inmensa... 

Yladimir Ilich: 

cuando yo digo 

Lenin 

una sola bandera por el cielo 

como si fuera 

una rosa muy roja 

que florece 

manzanas esparcidas. 

Niños 

blancos, 

negros, 

amarillos, 

recogen las manzanas gritando alegremente. 

Yo digo 

Lenin 

y ya hace 3 9 años 

que yo sigo con el carnet del Partido, 
me emociono 

cada vez 

que vengo a verle, 

pero nunca se me ocurre 
arrodillarme ante él. 

Él es grande, 

infinitamente grande, 
pero su grandeza no me oprime. 

Me toma de las manos 

y 

me levanta. 

Yo sé que Vladimir Ilich 

no quiere que lo alaben 
ni que le dediquen poesías 
porque a él no le gusta ser un ídolo. 



Pero ante su Unión Soviética 

ante su mundo socialista 
ante la humanidad que acude 
a oír su voz 

en el día de su cumpleaños, 
también su corazón se sentiría henchido 
con la misma alegría 
gratitud 
admiración, 

o usted mismo, 

Vladimir Ilich, 

no hubiera sido 

¡Lenin! 

1960 


A la Revolución de Octubre 

Cuántas felicidades diferentes hay en este mundo. Muy diversas 
Por ejemplo: una orden del Partido. 

En verano, durante noches enteras, 
en la ladera de un monte 
desentierras 

con tres compañeros 

una tipografía clandestina. 

O bien, por ejemplo, eres poeta, 
escribes versos 
y he aquí que los obreros 

comienzan a decirlos de memoria. 

O bien, por ejemplo, estás enfermo 
gravemente, sin esperanza. 

El espía que tras la esquina vigila tu casa, escribe 
en su informe: «Seguro 

no llegará a mañana» 

¡Y en cambio, tú estás vivo! 

O bien, por ejemplo en primavera, encuentras a aquella 
que has esperado durante quince años... 

O bien, por ejemplo, llegas a Moscú 

y estás en Moscú, 

en Moscú... 


En mi destino hay felicidades diferentes, 
mas la piedra angular es una sola: 

a los 19 años he venido hacia ti, 

de ti he recibido la educación comunista, 

a ti continúo fiel. 


241 



Tú eres el primer despertar durante un viaje maravilloso. 

De ti han partido las más importantes expediciones. 

Tú eres la semilla de toda semilla, 

y desde que el mundo se convirtió en mundo, 

sobre la tierra no cayeron jamás lluvias más fértiles que tú. 

Y de ti los labios de los hombres han aprendido 

las palabras más ardientes, 
las palabras más honestas, 
las palabras más ásperas, 
las más tiernas. 

¡Cuánta diversidad en el resplandor de la luz! 

Por ejemplo, una ciudad cercana al mar 
Una ciudad sobre siete colinas, 

una ciudad amada 
una ciudad que sufre. 

Y por ejemplo, una noche cíe primavera 

sobre una de las siete colinas 

la más desierta, 

estás esperando a los compañeros para una reunión clandestina; 
junto con las estrellas arden, en el agua, las luces de la ciudad. 

O bien, por ejemplo, un día de enero 

has salido a pie de Erzerum... 

Sobre la llanura cae blanca blanca la nieve, 

negra negra es la noche. 

Alrededor el ulular de los Jobos. 

Estás cansado, tan cansado que ya no puedes más: 
y de pronto, entre la nieve, un hilo de luz: una aldea. 

O bien, por ejemplo, estás mirando unos ojos 

de un verde-oro... 

dos gotas de rocío brillan allí y adentro estás tú. 

O bien, por ejemplo, has leído el libro 

de uno de nuestros maestros: 

tu cabeza, tu corazón, tu cara 

están sumergidos por un verdadero 

torrente 

de rayos de sol. 

¡Cuánta diversidad en el resplandor de las luces! 

En el mundo he visto resplandecer variadas luces 
pero la más intensa, la más maravillosa 

es la de tu faro 

ante el océano de los pueblos. 


242 


1952 



Se llegará a la Luna 


Se llegará a la Luna 

y más lejos también 

y aún allí adonde no pueden llegar los telescopios 
¿pero cuándo 

por fin 

en nuestra Tierra 

ya nadie tendrá hambre? 

¿y ya nadie tendrá miedo de otro? 

¿nadie podrá mandar sobre ninguno? 

¿nadie será humillado? 

¿y nadie robará la esperanza de nadie? 

Si yo soy comunista 

es porque he respondido a esta pregunta. 

1962 


Con sangre y con sudor 

Cantan, los albañiles 

Construir no es lo mismo que cantar 

Es un asunto 

un poco más difícil 
El corazón del albañil rutila 
Como un resplandeciente Luna Park 8 
Pero la obra no es un Luna Park 
Aquí se encuentra barro y nieve y viento 

Y las manos que sangran 
El pan no siempre es fresco 

Y no siempre caliente está el café 
A veces falta azúcar 

No son héroes aquí todos los hombres 
Los amigos no siempre son leales 
Construir no es lo mismo que cantar 
Pero los albañiles son gente empecinada 

Y el edificio sube al asalto del cielo 
Arriba, arriba, siempre más arriba 

Y ya en el primer piso 

Han puesto unas macetas con sus flores 

Y los pájaros llevan en sus alas 

El sol hasta el balcón del tercer piso 
Late en cada ladrillo un corazón 
El edificio crece y va subiendo 

8 Parque de diversiones. (N de T.) 


243 




Subiendo con la sangre y el sudor. 

Carta de Polonia 

Buenos días, mi rosa 

He aquí que comienzo ya mi viaje 

por la llanura polonesa: 

Me siento como un niño, 
maravillado, lleno de alegría, 
me siento como un niño 
que mira su primer libro ilustrado 
y descubre de nuevo 
más hermosos 

vestidos de colores más espléndidos 
los hombres 

los animales 

las cosas y las plantas. 
La primavera en esta llanura polonesa 
tan clara 

tan verde 

es como aquella de nuestra llanura 
Tú querrías planear cual gavilán 
en esta claridad 
Como carpa en sus ríos 
quisieras deslizarte 
Su verdura 

completamente cruda querrías devorarla. 

No se ve semejante primavera 
sino en nuestras llanuras. 

Sin preguntarte si te da la voz 
te obliga a cantar 
y te aterra hasta en sueños 

Y tú ves, tú ves 

las flores del manzano 

Y tú ves, tú ves 

las ramas cargadas del sol. 


Mi rosa, 

como una serpiente 

la muerte 

se arrolla en mi pecho, sobre el corazón: 
y me espía buscando morderme de improviso, 

Pero sería idiota de mi parte 

dejar el mundo en plena primavera 


244 


Mi bien amada, prima, 
madre de mi Memet. 



Uno de nuestros antepasados 
fue un polaco emigrado 
de 1848, 

y tal vez es por eso 

que te pareces tanto 

(como si se tratara de gemelas) 

a esta varsoviana tan hermosa; 

y tal vez es por eso 

que yo tengo tan alta la estatura 

y bigotes tan rubios, 

y los ojos del hijo que me diste 

tienen el mismo azul del cielo nórdico 

y tal vez es por eso 

que todo aquí me evoca nuestras verdes llanuras 
Y tal vez es por eso 
que esta canción polaca 
agita aguas dormidas 

en las profundidades de mi ser 
en una claridad que a la sombra se mezcla. 

Ese abuelo 
vino desde Polonia 

trayendo en sus pupilas 
la amarga oscuridad de la derrota, 
la sangre todavía pegada a sus cabellos. 

De aquel antepasado, de Borzenski, las noches desveladas, 
debían ser como las mías 
y tal vez también él, como yo, 
su sueño había olvidado en algún lado 

bajo un árbol lejano 

y tal vez, como a mí, también el aire 
le traía el aroma de la patria querida 
y a veces se sentía enloquecer 
pensando que quizá no la vería más. 

Mi dulce, 

cada vez que la libertad se alzó a luchar 
en la primera fila se encontraba un polaco 
Estoy seguro 

de que debe existir en canto negro 

una canción que es entonada en Harlem 

suave, muy suavemente, 

las madres se la cantan a sus hijos 

y ante la puerta 

pasa, como amparándolos, 

el jinete polaco 

el de las alas blancas 


245 



el jinete polaco 

que en Savannah cayó 

por la liberación de los esclavos. 

Era en la primavera de los pueblos 
la libertad era la miel 

Era flores abriéndose sobre montes abruptos a lo lej 

Y el pueblo era 

las abejas, mi amada 

Era en la primavera de los pueblos 

Una gran primavera 

Un viejecillo de carácter agrio 

marchaba ante el ejército magiar 

un viejecillo, 

la rama más robusta de Polonia 
El general Bem. 

Si yo pudiera ir a París, mi bella, 

Si yo pudiera ir a París 

Si ese día lloviera hasta las doce 

Si por la tarde retornara el sol 

Si el ocaso viniera como una enseña roja 

Y si sobre la tumba de Dombrowski 
yo pudiera poner la rosa blanca 

que corté en los jardines deYarsovia... 

Mi bella, el árbol de nuestra esperanza 

fue plantado por Lenin 

Tan sólo era un retoño todavía 

Y el que lo protegió 
dándole de sus manos el calor 
en las noches nevadas, 

fue el «chekista» cabal 
Félix Dzerjinski. 

La sangre de setenta y siete pueblos 
a la sangre española se ha mezclado 
corriendo luego por la tierra ibérica. 

Walter ese verano en Zaragoza 
luchó como un león de crines rubias 
Sabía que a la tierra no es posible atajarla 
con alambres de púa en las fronteras 
Porque la tierra —no en las sombras nocturnas 
como un contrabandista— sino a la luz del día 
y al claro de la luna atraviesa fronteras 
sin visado. 

Walter también sabía que el incendio 
que devoró a Madrid 



podía devorar a su Varsovia 

Varsovia ardió, mi bella, 

y sobre las llanuras de Polonia 

ya no creció la hierba 

Luego la muerte con su cruz gamada 

fue a golpear a las puertas de Moscú 

Mas Moscú resistió 

resistió Stalingrado 

y la muerte debió ponerse en fuga 

Walter estaba entre los que la echaron. 

Mi bella, aquí en Polonia 

todo el mundo se ocupa de una cosa: 

de construir 

el socialismo. 

Comprende: el socialismo. 

¿Cómo explicarte esto? 

No es la ausencia del yugo: 

su imposibilidad. 

¿Cómo explicarte esto? 

Ese momento en que la libertad 
es ya 

la sal de nuestro pan 
la voz en nuestros labios 
el fuego en nuestro hogar 
Cuando tú ya no tiemblas 
como una leve hoja 
ante el viento glacial. 

Socialismo, mi bella, para decir mejor, 
cuando todas las manos reunidas 
pueden echar abajo las montañas 
sin por eso perder su propia forma 
o su calor individual. 

Socialismo, mi bella, 
es cuando nuestra amada 
no espera de nosotros 
ni dinero ni gloria: 
únicamente la fidelidad. 

El socialismo es cuando las leyes 

designan a la dicha 

como el deber del hombre. 

O por ejemplo 

(¡esto no te concierne, por supuesto!) 
cuando se entra por fin a la vejez 
en calma y sin temores 
tal como a la penumbra de un jardín. 

Cuando, esto es lo esencial, 

escuchas por doquiera la risa de los niños 



como manzanas de mejillas rojas. 

Sí, la risa de todas las criaturas 
He aquí de qué se ocupan 
los polacos, ahora 

Y yo estoy en verdad un poco orgulloso 
que uno de mis abuelos haya sido polaco. 


Tal vez mi última carta a Memet 

Por una parte 

los verdugos 

como un muro nos separan 

Y además 

este cochino corazón 

me ha hecho una malvada jugarreta 
Mi niño, mi Memet 

quizá la suerte 

no me permitirá volver a verte 


Lo sé 


tú serás un muchacho 

a la espiga de trigo parecido 


Cuando joven 


yo también era así 

de elevada estatura, rubio, esbelto. 
Vastos serán tus ojos como los de tu madre 
con un rastro de pena amarga a veces 
Tendrás la frente inmensamente clara 
y una voz muy hermosa 

Atroz era la mía 


Cuando cantes 

habrás de desgarrar los corazones 
Y sabrás conversar brillantemente 
Yo también fui un maestro en la materia 
cuando no me irritaban 
Desde tu boca brotará la miel 
¡Ah, Memet, 

qué verdugo serás 

de corazones! 

No es fácil educar a un hijo sin su padre 
No apenes a tu madre 

Yo no he podido darle la alegría 
Que la tenga de ti 

Tu madre 

como la seda fuerte, dulce como la seda 



Tu madre 

será bella aún a la misma edad de las abuelas 
como aquel primer día en que la vi 
cuando tenía diecisiete años 
a la orilla del Bosforo 
Era el claro de luna 

era el claro del día 
semejante a la fruta más perfecta 9 
Tu madre 

Una mañana, como de costumbre 
nos separamos ¡hasta luego! 

Era para no vernos nunca más 
Tu madre 

es la más bondadosa de las madres 
Que ella viva cien años 

y que Dios la bendiga 
Mi hijo, mi Memet, yo no temo morir 
pero a pesar de todo 

a veces, trabajando, 
o en esa soledad precursora del sueño 
repentinamente 

siento un sacudimiento 
Contar los días es difícil 

Uno no puede hartarse del mundo 
Memet 

no puede hartarse. 

No vivas en la tierra 

como un inquilino 

ni en la naturaleza 

al modo de un turista 
Vive en este mundo 

cual si fuera la casa de tu padre 

Cree en los granos 

en la tierra, en el mar, 
pero ante todo el hombre. 

Ama la nube, la máquina y el libro 
pero ante todo, ama al hombre 
Siente la tristeza 

de la rama que se seca 
del planeta que se extingue 
del animal inválido 

pero siente ante todo la tristeza del hombre 
Que todos los bienes terrestres 

te prodiguen la alegría 

9 Semejante a la fruta más perfecta: Aquí el poeta ha incluido una expresión turca que resulta imposible traducir a otras lenguas y que implica 
dos graciosas imágenes. Llama a la amada «ciruela del alma», como popularmente se designa en Turquía a la más apetitosa de las ciruelas 
cuando está verde aún. Alude, a la vez, a aquella que en los cuentos de hadas de Oriente es llamada la bella entre las bellas, «la bella del 
mundo». (N. delT.) 




Que la sombra y la luz 

te prodiguen la alegría. 

Que las cuatro estaciones 


Pero ante todo, que el hombre 


te prodiguen la alegría 

te prodigue la alegría 


Nuestra patria, Turquía 

es un país hermoso 
entre tantos países 


y sus hombres 

los que no están falseados 
son laboriosos 

meditativos y valientes 

pero atrozmente miserables. 
Se ha sufrido, se seguirá sufriendo todavía, 
pero a pesar de todo habrá un futuro espléndido. 

Tú en nuestra tierra, con tu pueblo 

construirás el comunismo 


Con tus ojos lo verás 
Con tus manos lo tocarás. 


Memet, yo moriré tal vez 
muy lejos de mi idioma 

lejos de mis canciones 
muy lejos de mi sal y de mi pan 
con la nostalgia de tu madre y de ti 
y de mi pueblo y de mis camaradas 

Pero no en el exilio 
Mas no en el extranjero 

En el país de mis sueños moriré 

En la blanca ciudad de mis más bellos días 

Memet, mi niño 

Te confío 

al partido comunista de Turquía 
Me voy pero estoy calmo 
La vida que se va extinguiendo en mí 
proseguirá por largo tiempo en ti 

y en nuestro pueblo, eternamente. 


Dos palabras tan sólo 

¡Comunista! 

Quiero decirte sólo dos palabras: 
ya seas Secretario del Comité Central 
o un simple militante, 



ya estés en el poder o encerrado en la cárcel, 
es preciso que Lenin, cual si estuviera vivo, 
pueda entrar en tu hogar, en tu trabajo, 
penetrar en tu vida 

cual si fuese la suya. 


1956 

Versiones: Alfredo Varela 



LANGSTON HUGHES 

Estados Unidos, 1902-1967 

Lenin 

Lenin camina alrededor del mundo. 
No lo atan las fronteras: todo abarca. 
Barracas, barricadas, no lo frenan. 

El alambre de púas no lo marca. 

Lenin camina alrededor del mundo. 
Mulatos, negros, blancos, en tropel 
lo reciben. La lengua no es frontera. 
Los más raros idiomas creen en él. 

Lenin camina alrededor del mundo. 
Como una cicatriz se pone el sol. 
Entre la oscuridad y la alborada 
surge una estrella roja del crisol. 


Carta a la Academia 

Los caballeros que han llegado a ser clásicos y ahora son ancianos con barba (o 
muertos y en sus tumbas) darán amablemente un paso al frente y hablarán 
sobre el tema 

De la Revolución. Quiero decir los caballeros que amorosamente escribieron libros 
sobre la derrota de la carne y el triunfo del espíritu que se vendieron por cien¬ 
tos de millones y se estudian en las secundarias y los lee la gente más selecta 
darán amablemente un paso al frente y 

Hablarán sobre la Revolución —donde la carne triunfa (tanto como el espíritu) y 
el vientre hambriento come, y no hay gente selecta, y los pobres son fuertes, 
poderosos y ya no pobres, y los jóvenes por cientos de millones están libres 
del hambre para crecer y estudiar y amar y multiplicarse, almas y cuerpos 
desencadenados sin Dios Mío diciendo un plebeyo jamás ha de casarse con mi 
hija ni el Rabino gritando maldito sea el matrimonio entre judíos y gentiles ni 
Kipling escribiendo nunca los dos se encontrarán— 

Porque se han encontrado. Mas por favor —todos ustedes caballeros con barba que 
son tan sabios y tan viejos y escriben mejor que nosotros y cuyas almas han 
triunfado (a pesar de las hambres y las guerras y los males a su alrededor) y 
cuyos libros se han encumbrado en quietud y belleza lejanos de la lucha de 
los estantes de las librerías y los escritorios de los estudiantes y que ahora son 
clásicos— adelántense y hablen sobre 

El tema de la Revolución. 

Deseamos saber qué coño nos dirán. 

1933 


252 



Revolución 


Gran Chusma que no conoce el miedo— 
¡Salta al ruedo! 

Y alza tu mano 
Contra el tirano 

De acero y oro y hierro, 

El rico, 

Que vendió y compró como un perro 
A ti— 

A cada uno— 

Durante mil años y pico. 

Salta al ruedo, 

Gran chusma que no conoce el miedo, 

Y átalo y déjalo sin resuello, 

Escupe en su dorado cuello 
De oreja a oreja, 

Y acábalo por siempre sin una queja, 
Ahora— 

Este año— 

Salta al ruedo, 

Gran chusma que no conoce el miedo. 


Buenos días. Revolución 

Buenos días, Revolución: 

Eres la mejor amiga 
Que tuve jamás. 

Vamos a andar muy juntos desde ahora. 

Oye, Revolución: 

El patrón con quien yo antes trabajaba, 

El que me echó a la calle para bajar los costos, 
Hizo una larga carta a los periódicos 
Sobre ti: dijo que eras pendenciera, 

Enemiga extranjera, 

Hija de puta, dicho de otro modo. 

Llamó a la policía 

Y pidió que buscaran a una tipa 
Llamada Revolución. 

Resulta 

Que el patrón sabe bien que eres mi amiga. 
Nos ve que andamos juntos. 

Ve que estamos hambrientos y andrajosos 

Y no tenemos nada en este mundo— 



Y que sobre eso vamos a hacer algo. 

Por supuesto, el patrón tiene de todo, 

Come bien, 

Tiene un montón de casas, 

Sale de vacaciones, 

Rompe huelgas, 

Maneja la política, 

Soborna a la policía, 

Paga a los congresistas 

Y se anda pavoneando en todo el mundo. 

Pero yo nunca tuve comida suficiente. 

Nunca estuve caliente en el invierno. 

No conocí jamás seguridad— 

Viví toda la vida con una mano alante y otra atrás, 

Una alante y otra atrás. 

Oye, Revolución, 

Somos socios, ¿comprendes?— 

Podemos apoderarnos de todo: 

Fábricas, arsenales, casas, barcos, 

Ferrocarriles, bosques, campos, líneas 

De ómnibus, telégrafos, radios 

(¡Dios! ¡Que revienten de música los radios!) 

Siderúrgicas, minas de carbón, 

Pozos de petróleo, gasolina, 

Todos los medios de producción 
(¡Gran día que amanece!) 

Todo— 

Y devolverlo a quienes lo trabajan. 

Gobernarlo nosotros los que lo trabajamos. 

¡Ay! Entonces los radios 

Trasmitirán desde el primer momento hacia la URSS: 

Ha surgido otro miembro de la Internacional Soviética 
Saludos a las Repúblicas Socialistas Soviéticas 
Trabajadores que se alzan donde quiera, saludos 

Y firmaremos: Alemania 
Firmaremos: China 
Firmaremos: Africa 
Firmaremos: Italia 
Firmaremos: América 

Firmaremos con nuestro solo nombre: Obreros 
Ese día en que nadie estará hambriento, helado ni oprimido 
Nunca más en el mundo. 

¡Esa es nuestra tarea! 



Hemos desesperado mucho tiempo, 
¿Tú no? 

¡Vamos, Revolución! 


Versiones: David Chericián 



NAKANO SHIGUEJARU 

Japón, 1902- (?) 


Canto 

Tú no cantes 

no cantes a las flores 

ni a las alas de las libélulas 

no cantes al murmullo del aire 

ni al aroma del cabello de las mujeres. 

Niégate 

todas las cosas débiles 
todas las cosas frágiles 
todas las cosas melancólicas. 

Rechaza 

todas las cosas sentimentales 
y canta con franqueza 
lo que piensas 

lo que llena nuestro estómago. 

Canta las cosas que penetran al corazón 
canta un canto que aullé cuando lo destrocen 
un canto que brote desde el fondo del insulto. 

Estos cantos 

cántalos valerosamente en una melodía severa. 
Estos cantos 

clávalos con martillo en el corazón de la gente. 


La estación de Shinagawa en la lluvia 

Adiós, Shin 
adiós, Kim 

ustedes, que suben al tren en la estación de Shinagawa. 

Adiós, Li, hombre, 
adiós, Li, mujer 

ustedes, que parten hacia el país de sus padres. 

El río de Corea se congela en el invierno 

su corazón rebelde se congela en el momento de la despedida. 

El mar levanta su grito en este atardecer 

las palomas mojadas por la lluvia descienden al techo de los trenes. 



Ustedes, mojados por la lluvia, no olviden al Emperador del Japón que 
les expulsa 

ustedes, mojados por la lluvia, recuérdenlo bien, con su barba y lentes, 
cargado de hombros. 

En la lluvia vehemente se alza el semáforo verde 
en la lluvia vehemente sus miradas se afilan. 

La lluvia lava estas piedras, cae al mar oscuro 
la lluvia resbala por sus ardientes mejillas. 

Sus negras siluetas pasan por la boca de la estación 

la falda de su vestido blanco flamea en la oscuridad del corredor. 

La luz del semáforo cambia 
ustedes suben... 

Ustedes parten, 
ustedes se van. 

Adiós, Shin 
adiós, Kim 
adiós, Li, hombre 
adiós, Li, mujer. 

Vayan y destruyan aquellos hielos duros y traicioneros 
hagan que estalle todo, que salte el agua tanto tiempo detenida. 

Ustedes son el soporte del proletariado japonés. 

¡Adiós, 

hasta que volvamos a vernos 

para reír con el júbilo de la venganza! 


Saludos de la noche 

Regresó la noche 

mi compañero, mi sombra en la pared, 
regresó la noche. 

Voy a salir un rato 
a echarme una copita. 

Mi hermano sobre la pared, 
vas a aburrirte solo 
pero aguántate un poco 
que regreso en seguida. 

A mi regreso, claro, 

podrás hacerme llorar como siempre 



y así te divertirás. 


A tus plantas 

me echaré a llorar dócilmente. 

Entonces, mi hermanito sobre la pared, 
vuelvo en seguida. 


Adiós a la madrugada 

Hemos de trabajar 

hemos de discutir nuestros asuntos. 

Siempre que nos reunimos 
nos asaltan los gendarmes 
y nos golpean la nariz 
nos golpean los ojos. 

Por eso nos cambiamos a este segundo piso 
con salida a callejones y atajos de refugio. 

Aquí duermen seis adolescentes. 

En la planta baja, un matrimonio y un niño de pecho. 

No conozco a estos adolescentes 
sólo sé que son mis camaradas. 

No conozco el nombre del matrimonio 
sólo sé que nos han prestado su segundo piso 
con buena voluntad. 

Pronto amanecerá 
nos mudaremos otra vez 
cargaremos el maletín 
discutiremos minuciosamente 
realizaremos bien nuestro trabajo 

mañana por la noche dormiremos en otro colchón prestado. 

Ya empieza a amanecer 

este cuarto de seis metros cuadrados 

pañales colgados del cordón eléctrico 

el foco tiznado y desnudo 

los juguetes de celuloide 

los colchones prestados 

las pulguitas. 

De todo esto me despido 
hay que continuar el trabajo 
para hacerlas florecer 
a nuestras flores; 



la flor del matrimonio 
la flor del niño de pecho 
para que florezcan estas flores 

de pronto, plenamente. 


Una foto aparecida en el periódico 

Fíjese en el segundo hombre colocado a la izquierda: 
es mi hermano 
el hijo de usted. 

Es su otro hijo, mi hermano, 

vestido con polainas 

con mochila de campaña a la espalda 

forrado con cartucheras 

mi hermano 

al que ordenaron levantar el fusil 
rellenarlo de balas 
desenfundar la bayoneta. 

Allí 

frente al paredón del arsenal de Shangai 
donde le ordenaron ponerse de pie, despatarrado. 

Mire, madre, 

lo que su hijo va a hacer 

su hijo está a punto de asesinar 

está a punto de matar sin razón a gente desconocida 

las manos de su hijo gentil 

de repente golpearán 

mire cómo los brazos de su hijo se repliegan 
para que su bayoneta penetre un pecho 
repentina, agudamente. 

Y mire 

más allá del paredón 
en aquel edificio 

en muchos cuartos, corredores, escaleras y sótanos 

otros hijos de otras madres que se parecen a usted 

hacen saltar los candados 

saquean las cajas fuertes 

despegan pisos y techos, robando, violando 

destrozando las espaldas 

los pechos que les oponen resistencia 

pechos redondos, con tetas, pechos arrugados como los suyos 
despedazados con bayonetas como la de su hijo. 


259 



Oh, 

no aparte la mirada, madre, 

no desvíe la mirada del hecho de que han convertido a su hijo en 
asesino 

de que publican su retrato de asesino en el periódico 
no lo oculte con su palma que tiembla 

ante la evidencia de que existen miles de madres a quienes han enterrado 
un puñal en el pecho 

ante la evidencia de que usted es sólo una de ellas, 

Madre, 

madre, la única para mi hermano y para mí, 
no cierre sus ojos bañados en lágrimas. 



RAFAEL ALBERTI 

España, 1902-1999 


Un fantasma recorre Europa... 

... y las viejas familias cierran las ventanas, 

afianzan las puertas, 

y el padre corre a oscuras a los Bancos 

y el pulso se le para en la Bolsa, 

y sueña por las noches con hogueras, 

con ganados ardiendo, 

que en vez de trigos tiene llamas, 

en vez de granos, chispas, 

cajas, 

cajas de hierro llenas de pavesas. 

¿Dónde estás, 
dónde estás? 

Nos persiguen a tiros. 

¡Oh! 

Los campesinos pasan pisando nuestra sangre. 

¿Qué es esto? 

Cerremos, 

cerremos pronto las fronteras. 

Vedlo avanzar de prisa en el viento del Este, 
de las estepas rojas del hambre. 

Que su voz no la oigan los obreros, 

que su silbido no penetre en las fábricas, 

que no divisen su hoz alzada los hombres de los campos. 

¡Detenedle! 

Porque salta los mares, 

recorriendo toda la geografía, 

porque se esconde en las bodegas de los barcos 

y habla a los fogoneros 

y los saca tiznados a cubierta, 

y hace que el odio y la miseria se subleven 

y se levanten las tripulaciones. 

¡Cerrad, 

cerrad las cárceles! 

Su voz se estrellará contra los muros. 

¿Qué es esto? 

Pero nosotros lo seguimos, 
lo hacemos descender del viento Este que lo trae, 
le preguntamos por las estepas rojas de la paz y del triunfo, 
lo sentamos a la mesa del campesino pobre, 


261 



presentándolo al dueño de la fábrica, 
haciéndolo presidir las huelgas y manifestaciones, 
hablar con los soldados y los marineros, 
ver en las oñcinas a los pequeños empleados 

y al alzar el puño a gritos en los Parlamentos del oro y de la sangre. 

Un fantasma recorre Europa, 
el mundo. 

Nosotros le llamamos camarada. 


El terror y el confidente 

1 

Desvelar el oído oyendo nada, 
mientras la sangre sin dormir resuena 
muriendo de una duda que le llena 
de interminable espanto la almohada. 

¿Denunciarás si fueras torturada, 
si en la noche del juicio y la condena 
un raspado de vidrio, sal y arena 
te mordiera la lengua interrogada? 

¡Hermanos, qué terror si yo pronuncio 
un solo nombre ante las lentas cuñas 
que enturbien mi razón y pulsos presos! 

Ya el pensar solamente que os denuncio 
me atranca los raigones de las uñas 
y trastorna los quicios de los huesos. 

2 

¡Nunca! No lo diré. Mas si lo digo, 
no culpéis a mi lengua, sí al tormento 
que irresponsabiliza al pensamiento 
que descuaja al dolor el enemigo. 

Si un silencio de muerte irá conmigo, 
mudo en mi sangre hasta el fallecimiento, 
no culpéis a mi voz, sí al rompimiento 
de sus venas, sin cauces ya ni abrigo. 

Ni al delirio que ignora lo que explica, 
ni al secreto expropiado a la locura, 
ni a la desvariada confidencia 
la pena capital los justifica. 


262 



¡No lo diré! Mas la mayor tortura 
será siempre este estado de conciencia. 


Yo también canto América 


I too sing America 

Langston Hughes 


Tú mueves propiedades en tu cielo, 
astros que son verdad, estrellas tuyas, 
planetas confiscados que en la noche 
pasan gimiendo un rastro de cadenas. 

Mueves bosques con hojas como círculos, 
puertas verdes al sueño de los pumas, 
bosques que marchan, selvas que caminan 
invadiendo la sombra de raíces. 

En tu entraña, piquetas y explosiones 
dan a luz en lo oscuro nuevos ríos, 
puestos al sol por hombres expropiados 
a tu matriz herida y desangrada. 

Ellos son, deben ser, y no los otros, 
los que arañen sus manos en tus grietas, 
los que tenaz descuelguen su desvelo 
en tus ocultas venas sacudidas. 

Tú no eres un cadáver extendido 
de mar a mar, velado por palmeras 
Tú estás de pie, la sangre te circula, 
pero entre dos orillas de fusiles. 

Ni siquiera eres dueña de tus noches, 
insultada en los bares y cantinas, 
noches con ojos indios impasibles 
por los que pasan flechas vengadoras. 

Yo he visto Panamá desde las nubes 
como albos continentes sin viajeros, 
de Norte a Sur, y comprobando el Istmo, 
sobre una larga zona de uniformes; 


la flor del mar Pacífico, entrevista 
como una cresta roja de mi infancia, 
gritando, muda, por tus litorales 


263 



de azúcar y café, pero invadidos; 

jacales y bohíos limosneros 
que intentan vagamente ser aldeas, 
con raigones en tierras que son suyas 
y recelos de canes arrojados. 

Oigo un clamor de pumas y caimanes, 
de idiomas dominados a cuchillo, 
de pieles negras atemorizadas, 
entre un sordo rumor que se unifica. 

Despierta, de improviso, en esa hora 
que el terremoto verde de tus bosques 
a tientas reconstruye con sonidos 
los escombros nocturnos de sus ramas. 

Despiértate, y de un salto reconquista 
tu subterránea sangre de petróleo, 
brazos de plata, pies de oro macizos, 
que tu existencia propia vivifiquen. 

Va a sonar, va a sonar, yo quiero verlo, 
quiero oírlo, tocarlo, ser su impulso, 
ese sacudimiento que destruya 
la intervención armada de los dólares. 

Las estrellas verdad se confabulen 
con tu robado mar, la tierra, el viento, 
contra esas trece bandas corrompidas 
y esa Company Bank de estrellas falsas. 
Recupera —ciclones en las manos, 
sísmicas lavas de correr ardiendo— 
el predominio vasto de tus frutas 
y el control de tus puertos y aduanas. 

Yo también canto América, viajando 
con el dolor azul del mar Caribe, 
el anhelo oprimido de sus islas, 
la furia de sus tierras interiores. 

Que desde el golfo mexicano suene 
de árbol a mar, de mar a hombres y fieras, 
como oriente de negros y mulatos, 
de mestizos, de indios y criollos. 

Suene este canto, no como el vencido 



letargo de las quenas moribundas, 
sino como una voz que estalle uniendo 
la dispersa conciencia de las olas. 

Tu venidera órbita asegures 

con la expulsión total de tu presente. 

Aire libre, mar libre, tierra libre. 

Yo también canto América futura. 


Los campesinos 

Se ven marchando duros, color de la corteza 
que la agresión del hacha repele y no se inmuta. 
Como los pedernales, sombría la cabeza, 
pero lumbre en su sueño de cáscara de fruta. 

Huelen los capotones a corderos mojados, 
que forra un mal sabor a sacos de patatas, 
uncidos a los estiércoles y fangales pegados 
en las cansinas botas más rígidas que patas. 

Sonando a oscura tropa de mulos insistentes, 

que rebasan las calles e impiden las aceras, 

van los hombres del campo como inmensas simientes 

a sembrarse en los hondos surcos de las trincheras. 

Muchos no saben nada. Mas con la certidumbre 
del que corre al asalto de una estrella ofrecida, 
de sol a sol trabajan en la nueva costumbre 
de matar a la muerte, para ganar la vida. 


Galope 

Las tierras, las tierras, las tierras de España, 
las grandes, las solas, desiertas llanuras. 
Galopa, caballo cuatralbo, 
jinete del pueblo, 
al sol y a la luna. 

¡A galopar, 
a galopar, 

hasta enterrarlos en el mar! 

A corazón suenan, resuenan, resuenan 
las tierras de España en las herraduras. 



Galopa, jinete del pueblo, 
caballo cuatralbo, 
caballo de espuma. 

¡A galopar, 
a galopar, 

hasta enterrarlos en el mar! 

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie; 
que es nadie la muerte si va en tu montura. 
Galopa, caballo cuatralbo, 
jinete del pueblo, 
que la tierra es tuya. 

¡A galopar, 
a galopar, 

hasta enterrarlos en el mar! 


Canción a la juventud 

Esos relámpagos y flores, 
esas centellas desasidas 
que en derramados resplandores 
lucen ganadas o perdidas. 

Venas abiertas, duras fuentes 
donde anegar al enemigo; 
soles helados o calientes, 
mas siempre soles para el trigo. 

Eternidad de los doblados 
por esa luz de una promesa; 
navios ya desamarrados, 
brava la mar, mas la fe ilesa. 

Diéranme a mí nuevos pulmones 
con que arbolar las multitudes, 
y un oleaje de canciones 
de juventud, de juventudes. 


A Ernesto Guevara 

Te conocí de niño 

allá en el campo aquel de Córdoba argentina, 
jugando entre los álamos y los maizales, 



las vacas de las viejas quintas, los peones... 

No te vi más, hasta que supe un día 
que eras la luz ensangrentada, el Norte, 
esa estrella que hay que mirar a cada instante 
para saber en dónde nos hallamos. 



GAFUR GULIAM 

Uzbekistán, 1903-1966 


El tapiz 

Encuentro el nombre de la tejedora 
si leo en el tapiz multicolor. 

Una estrella disuelvo en el tintero 
para que mis estancias den fulgor. 

Espero desde siempre el nuevo día 
que desplace el imperio de la noche. 

La vida recomienza con el alba 
y la dicha renace con el sol. 

Abrí el cuaderno. Rojo estaba el cielo 
y sobre el río el día se encendió. 

Mi pluma aprisa va, de un verso a otro, 
como un rayo de luz de flor en flor. 

Que se refleje todo el blanco mundo 
en el papel donde escribiendo estoy. 

La muchacha se ríe sobre el río 
y el río le responde en esplendor. 


Versión: Luis Marré 


Una gota de miel 

Toda la primavera en una gota 
de miel está, y en una gota el mundo: 
así el olor de los manzanos brota, 
dan los higos así su olor profundo. 

Se encierra en ella el zumo de las flores, 
de la almendra, del lirio, de la pera... 

La tierra le dio todos los primores 
y las fragancias de la primavera. 

Puede ser que la abeja que del Norte 
viene con sus hermanas en tropel 
a un país de calor, lejos, transporte, 
como en relevos, la sabrosa miel. 


268 


Pero hay en ella un amargor silvestre, 
aroma de resinas... Y no en vano 



me enorgullece que mi casa muestre 
las muchas flores que plantó mi mano. 

Al tomar miel en su país de nieve 
quizá un héroe del Ártico perciba 
el olor de mis flores, que se mueve 
entre mis dedos como cosa viva. 

Todo en mi verso uní para la gente: 
flores, amor, ruidos de primavera, 
y el mundo se ve en él, que es solamente 
una gota de miel viva y entera. 


Versión: Desiderio Navarro y David Chericián 



CECIL DAY LEWIS 

Irlanda, 1904-1972 

La montaña magnética: 25 

Ten esto en cuenta, porque nosotros los hemos condenado; 

Conductores hacia tierra insegura, guías que perdieron la huella 
O en alianza con los ladrones han trastocado los postes de señales, Irrespetuosos 
con los antepasados, irresponsables con los herederos. Nacidos ya marchitos, extra¬ 
vagante fruto, raíz en piedra, 

Floreciendo infructuosos, cuyo follaje sofoca, 

Savia de horchata, rechazan el sol. 

El hombre con su lengua en la mejilla, la mujer 
Con el corazón fuera de sitio, deformes, dañinos; 

Han expuesto a los recién nacidos a algo peor que la intemperie, 

Exiliado al honesto, saqueado al profeta. 

Estos han removido las granjas para hacer lagos de recreo, 

En tiempo de sequía desaguan las reservas 
A través de canales privados para baños y surtidores. 

Aprovechadores, no procreadores; ganadores, no iniciadores; 

Plañideros, no vencedores; no experimentadores, sí traidores; 

Guiados por ninguna estrella, cuya luna nada significa. 

Diariamente negando, incapaces de excavar: 

A salvo en quintas de parientes, 

Combatientes de cucharas y cómodos entre cojines 
Ruegan por la paz, condenan el desastre. 

Los que acepten soborno perecerán por el soborno, 

Muriendo de raíz seca, terminando en asilos, 

Una maldición para los hijos, una carga para el Estado. 

Pero aún sus temores y fantasías nos infectan; 

No hay droga ni aislamiento que curen este cáncer: 

Es ahora o nunca, la hora del cuchillo, 

La ruptura con el pasado, la operación mayor. 


La montaña magnética: 32 

Ustedes que aman a Inglaterra, y tienen el oído hecho a su música. 

El lento movimiento de las nubes en estado de gracia, 

Claras arias de luz que se estremecen sobre sus tierras altas 
Sobre los acordes del verano que se sostienen apaciblemente; 

Las hojas incesantes en contrapunto con un vivaz viento del Oeste, 

Los capullos y vías que entonan el más encantador allegro; 

Y las tormentas de las cuerdas de cobre del bosque en el final del año: 
Escuchen. ¿No oyen cómo se anuncia la entrada de otro tema? 



Ustedes que andan solos, en tándems o en motocicletas, 

Hacia caminos arteriales paseando en abril, 

O tristes junto a lagos en los que se reflejan 

Y hacen fuego con hojas, sus alfas esperanzas ya perdidas: 

Juntos ciclistas y caminantes, excursionistas de un día, 

Refugiados de pueblos malditos y áreas devastadas: 

Saben que buscan un mundo nuevo, un salvador para establecer 
Un perdido parentesco y restaurar el logro de la sangre. 

Ustedes que aman la paz, las cosas buenas, que son felices de un modo 
simple 

Contemplando los pájaros o jugando al criquet con niños escolares, 

Que pagan toda la ronda de los tragos, cuyo desastre no escogieron, 

Y sin embargo, pasan molinos abandonados y establos que se arriendan. 

Donde la desesperación se ha quemado a sí misma —los corazones en 

vilo, 

Ustedes que sufren las pérdidas, conscientes de la vitalidad disminuida. Podemos 
decirles un secreto, ofrecerles un tónico; sólo 
Sométanse al ángel visitador, el nuevo y raro curandero. 

Ustedes sobre lodos los que han llegado al límite, víctimas 
De una máquina trituradora, que ya no pueden soportar; 

Lo mismo en butacones, irritados por la impotencia, 

Que contra el hambre, espías y matones, preservando 
El nervio para la acción, la chispa de la indignación— 

Necesitan no luchar más en la oscuridad, conocen ya a sus enemigos. 

Ustedes serán los líderes cuando llegue la hora cero, 

Gobernadores del poder y forjadores de un mundo nuevo. 


Versiones: David Cherícián 



PABLO NERUDA 

Chile, 1904-1973 

Llegada a Madrid de la Brigada Internacional 

Una mañana de un mes frío, 

de un mes agonizante, manchado por el lodo y por el humo, 
un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y desventura, 
cuando a través de los cristales mojados de mi casa se oían los chacales 
africanos 

aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre, entonces, 
cuando no teníamos más esperanza que un sueño de pólvora, cuando 
ya creíamos 

que el mundo estaba lleno sólo de monstruos devoradores y de furias entonces, 
quebrando la escarcha del mes de más frío de Madrid, en la 
niebla 
del alba 

he visto con estos ojos que tengo, con este corazón que mira, 
he visto llegar a los claros, a los dominadores combatientes 
de la delgada y dura y madura y ardiente brigada de piedra. 

Era el acongojado tiempo en que las mujeres 
llevaban una ausencia como un carbón terrible, 
y la muerte española, más ácida y aguda que otras muertes, 
llenaba los campos hasta entonces honrados por el trigo. 

Por las calles la sangre rota del hombre se juntaba 
con el agua que sale del corazón destruido de las casas: 
los huesos de los niños deshechos, el desgarrador 
enlutado silencio de las madres, los ojos 
cerrados para siempre de los indefensos, 

eran como la tristeza y la pérdida, eran como un jardín escupido, 
eran la fe y la flor asesinadas para siempre. 

Camaradas, 
entonces 
os he visto, 

y mis ojos están, hasta ahora llenos de orgullo 
porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura 
de Castilla 
silenciosos y firmes 
como campanas antes del alba, 

llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos, 
venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros 
sueños 

llenos de dulzura quemada y de fusiles 
a defender la ciudad española en que la libertad acorralada 



pudo caer y morir mordida por las bestias. 

Hermanos, que desde ahora 

vuestra pureza y vuestra fuerza, vuestra historia solemne 
sea conocida del niño y del varón, de la mujer y del viejo, 
llegue a todos los seres sin esperanza, baje a las minas corroídas por 
el aire sulfúrico, 

suba a las escaleras inhumanas del esclavo, 

que todas las estrellas, que todas las espigas de Castilla y del mundo escriban vues¬ 
tro nombre y vuestra áspera lucha 

y vuestra victoria fuerte y terrestre como una encina roja. 

Porque habéis hecho renacer con vuestro sacrificio 

la fe perdida, el alma ausente, la confianza en la tierra, 

y por vuestra abundancia, por vuestra nobleza, por vuestros muertos, 

como por un valle de duras rocas de sangre 

pasa un inmenso río con palomas de acero y de esperanza. 


A mi Partido 

Me has dado la fraternidad hacia el que no conozco. 

Me has agregado la fuerza de todos los que viven. 

Me has vuelto a dar la patria como en un nacimiento. 

Me has dado la libertad que no tiene el solitario. 

Me enseñaste a encender la bondad, como el fuego. 

Me diste la rectitud que necesita el árbol. 

Me enseñaste a ver la unidad y la diferencia de los hombres. 

Me mostraste cómo el dolor de un ser ha muerto en la victoria de todos. 
Me enseñaste a dormir en las camas duras de mis hermanos. 

Me hiciste construir sobre la realidad como sobre una roca. 

Me hiciste adversario del malvado y muro del frenético. 

Me has hecho ver la claridad del mundo y la posibilidad de la alegría. 

Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo. 


Un minuto cantado para Sierra Maestra 

Si un silencio se pide despidiendo 
a los nuestros que vuelven a la tierra, 
voy a pedir un minuto sonoro, 
por una vez toda la voz de América, 
sólo un minuto de profundo canto 
pido en honor de la Sierra Maestra. 

Olvidemos los hombres por ahora: 
honremos entre tantas esta tierra 
que guardó en su montaña misteriosa 


273 



la chispa que ardería en la pradera. 

Yo celebro las bruscas enramadas, 
el dormitorio duro de las piedras, 
la noche de rumores indecisos 
con la palpitación de las estrellas, 
el silencio desnudo de los montes, 
el enigma de un pueblo sin banderas: 
hasta que todo comenzó a latir 
y todo se encendió como una hoguera. 
Bajaron invencibles los barbudos 
a establecer la paz sobre la tierra 
y ahora todo es claro pero entonces 
todo era oscuro en la Sierra Maestra: 
por eso pido este minuto unánime 
para cantar esta Canción de Gesta 
y yo comienzo con estas palabras 
para que se repitan en América 
«Abrid los ojos, pueblos ofendidos, 
en todas partes hay Sierra Maestra». 


Nuevo canto de amor a Stalingrado 

Yo escribí sobre el tiempo y sobre el agua 
describí el luto y su metal morado, 
yo escribí sobre el cielo y la manzana, 
ahora escribo sobre Stalingrado. 

Ya la novia guardó con su pañuelo 
el rayo de mi amor enamorado, 
ahora mi corazón está en el suelo, 

en el humo y la luz de Stalingrado. 

Yo toqué con mis manos la camisa 
del crepúsculo azul y derrotado: 
ahora toco el alba de la vida 

naciendo con el sol de Stalingrado. 

Yo sé que el viejo joven transitorio 
de pluma, como un cisne encuadernado, 
desencuaderna su dolor notorio 

por mi grito de amor a Stalingrado. 

Yo pongo el alma mía donde quiero. 

Y no me nutro de papel cansado, 
adobado de tinta y de tintero. 

Nací para cantar a Stalingrado. 



Mi voz estuvo con tus grandes muertos 
contra tus propios muros machacados, 
mi voz sonó como campana y viento 
mirándote morir, Stalingrado. 

Ahora americanos combatientes 
blancos y oscuros como los granados, 
matan en el desierto a la serpiente. 

Ya no estás sola, Stalingrado. 

Francia vuelve a las viejas barricadas 
con pabellón de furia enarbolado 
sobre las lágrimas recién secadas. 

Ya no estás sola, Stalingrado. 

Y los grandes leones de Inglaterra 
volando sobre el mar huracanado 
clavan las garras en la parda tierra. 

Ya no estás sola, Stalingrado. 

Hoy bajo tus montañas de escarmiento 
no sólo están los tuyos enterrados: 
temblando está la carne de los muertos 
que tocaron tu frente, Stalingrado. 

Desechas van las invasoras manos, 
triturados los ojos del soldado, 
están llenos de sangre los zapatos 

que pisaron tu puerta, Stalingrado. 

Tu acero azul de orgullo construido, 
tu pelo de planetas coronados, 
tu baluarte de panes divididos, 

tu frontera sombría, Stalingrado. 

Las águilas ardientes de tus piedras, 
los metales por tu alma amamantados, 
los adioses de lágrimas inmensas 

y las olas de amor, Stalingrado. 

Los huesos de asesinos malheridos, 
los invasores párpados cerrados, 
y los conquistadores fugitivos 

detrás de tu centella, Stalingrado. 

Los que humillaron la curva del Arco 
y las aguas del Sena han taladrado 



con el consentimiento del esclavo, 
se detuvieron en Stalingrado. 

Los que Praga la Bella sobre lágrimas, 
sobre lo enmudecido y traicionado; 
pasaron pisoteando sus heridas, 
murieron en Stalingrado. 

Los que en la gruta griega han escupido, 
la estalactita de cristal truncado 
y su clásico azul enrarecido, 

ahora dónde están, Stalingrado? 

Los que España quemaron y rompieron 
dejando el corazón encadenado 
de esa madre de encinos y guerreros, 

se pudren a tus pies, Stalingrado. 

Los que en Holanda, tulipanes y agua 
salpicaron de lodo ensangrentado 
y esparcieron el látigo y la espada, 

ahora duermen en Stalingrado. 

Los que en la noche blanca de Noruega 
con un aullido de chacal soltado 
quemaron esa helada primavera, 

enmudecieron en Stalingrado. 

Honor a ti por lo que el aire trae, 
lo que se ha de cantar y lo cantado, 
honor para tus madres y tus hijos 
y tus nietos, Stalingrado. 

Honor al combatiente de la bruma, 
honor al Comisario y al soldado, 
honor al cielo detrás de tu luna, 

honor al sol de Stalingrado. 

Tu Patria de martillos y laureles, 
la sangre sobre tu esplendor nevado, 
la mirada de Stalin a la nieve 

tejida con tu sangre, Stalingrado. 

Las condecoraciones que tus muertos 
han puesto sobre el pecho traspasado 
de la tierra, y el estremecimiento 

de la muerte y la vida, Stalingrado. 



La sal profunda que de nuevo traes 
al corazón del hombre acongojado 
con la rama de rojos capitanes 

salidos de tu sangre, Stalingrado. 

La esperanza que rompe en los jardines 
como la flor del árbol esperado, 
la página grabada de fusiles, 

las letras de la luz, Stalingrado. 

La torre que concibes en la altura, 
los altares de piedra ensangrentados, 
los defensores de tu edad madura, 

los hijos de tu piel, Stalingrado. 

Guárdame un trozo de violenta espuma, 

guárdame un rifle, guárdame un arado, 

y que lo pongan en mi sepultura 

con una espiga roja de tu estado, 

para que sepan, si hay alguna duda, 

que he muerto amándote y que me has amado, 

y si no he combatido en tu cintura 

dejo en tu honor esta granada oscura, 

este canto de amor a Stalingrado. 


Oda a las Américas 

Américas purísimas, 
tierras que los océanos 
guardaron 

intactas y purpúreas, 

siglos de colmenares silenciosos, 

pirámides, vasijas, 

ríos de ensangrentadas mariposas, 

volcanes amarillos, 

y razas de silencio, 

formadoras de cántaros, 

labradoras de piedras. 

Y hoy, Paraguay, turquesa 
fluvial, rosa enterrada, 
te convertiste en cárcel. 

Perú, pecho del mundo, 
corona 

de las águilas, 



¿existes? 

Venezuela, Colombia 
no se oyen 

vuestras bocas felices. 

¿Dónde ha partido el coro 
de plata matutina? 

Sólo los pájaros 
de antigua vestidura, 
sólo las cataratas 
mantienen su diadema. 

La cárcel ha extendido 
sus barrotes. 

En el húmedo reino 
del fuego y la esmeralda, 
entre 

los ríos paternales, 
cada día 

sube un mandón y con su sable corta 
hipoteca y remata tu tesoro. 

Se abre la cacería 
del hermano. 

Suenan tiros perdidos en los puertos. 

Llegan de Pennsylvania 

los expertos, 

los nuevos 

conquistadores, 

mientras tanto 

nuestra sangre 

alimenta 

las pútridas 

plantaciones o minas subterráneas, 
los dólares resbalan 

y 

nuestras locas muchachas 
se descaderan aprendiendo el baile 
de los orangutanes. 

Américas purísimas, 
sagrados territorios, 

¡qué tristeza! 

muere un Machado y un Batista nace. 
Permanece unTrujillo. 

Tanto espacio 
de libertad silvestre, 

Américas, 

tanta 

pureza, agua 
de océano, 



pampas de soledad, vertiginosa 
geografía 

para que se propaguen los minúsculos 
negociantes de sangre. 

¿Qué pasa? 

¿Cómo puede 

continuar el silencio 

entrecortado 

por sanguinarios loros 

encaramados en las enramadas 

de la codicia panamericana? 

Américas heridas 

por la más ancha espuma, 

por los felices mares 

olorosos 

a la pimienta de los archipiélagos, 

Américas 

oscuras, 

inclinada 

hacia nosotros surge 
la estrella de los pueblos, 
nacen héroes, se cubren 
de victoria 
otros caminos, 
existen otra vez 
viejas naciones, 
en la luz más radiante 
se traspasa el otoño, 
el viento se estremece 
con las nuevas banderas. 

Que tu voz y tus hechos, 

América, 
se desprendan 
de tu cintura verde, 
termine 

tu amor encarcelado, 
restaures el decoro 
que te dio nacimiento 
y eleves tus espigas sosteniendo 
con otros pueblos 
la irresistible aurora. 



LACO NOVOMESKY 

Hungría, 1904-1976 


Negra y roja 

Al paisaje completo 
lo apagó el color asesino. 

Hasta la blanca nieve, 

en la noche tan negra, gris se hizo. 

El vasto, el extenso paisaje 
quitó su color a los cuervos. 

Aun la amante de Ostrava 
ojos tenía negros. 

Negros son los mineros. 

Arma negra los hiere. 

Negro es el fuego de la piedra 
sacado de la tierra negra. 

Y negra es la bandera 

que en la mina flamea otra vez. 

Sólo la sangre, 

la sangre por las minas derramada, 
la sangre de los hombres, roja es. 


Sabiduría 

Existe esa sabiduría: 
arrodillarse ante el concilio, 
reconocer ante los cardenales 
la herejía, el extravío, las faltas. 

Mejor arrodillarse que caer en la hoguera, 
mejor esconder la verdad dentro de sí 
como en un cofre, 

y luego decir otra vez: pero se mueve. 

¿No es cierto, compañero Galileo, 
que existe sabiduría? 

Pero más inteligente que tal sabio es el niño, 
ese del cuento, imprudentemente valiente, 
el niño que gritó alto, por dios, bien alto, 
que el rey está desnudo, totalmente desnudo. 



y. i. l. 


Junto a su idea, recta cual la Avenida Nevski, 
piensas en el Smolni, 

en la corona de alquitrán que hizo arder a la historia 
por tantos lados. 

No acertó Carlos Marx: 

el fantasma recorre, 

recorre continentes 

y marcha calzado y descalzo 

con el paso de siete leguas de sus proyectos. 

¿En qué confían ellos? ¿En que ya así no hay gente? 
Pasará el tiempo 

y los nuestros aprenderán que 2 + 2 = 4. 

Mas ellos son testarudos; vela de cera. 

Que hagan lo que hagan 

de las cenizas de los ceniceros 

después de las reuniones de señores, 

de las cenizas de Port Said, señores, de las Pompeyas. 

—Bueno, ¿y qué?— se preguntan 

sus ojos penetrantes. 

Murió. Y no resucitó. 

Pero mira al planeta: 
hay la idea, hay el objetivo, 
hay la ley, sí, la ley. 

Y esa ley es así. 


Versiones:Vera Hoíímann y Roberto Fernández Retamar 


281 



JOSÉ PORTOGALO 

Argentina, 1904-1973 

Elogio del esfuerzo 

Ah, gota de sudor, perla, diamante o flor; 
corazón del esfuerzo fecundo de los hombres; 
semilla que florece sobre las frentes rudas 
tal un trazo de estrella transparente en la noche. 

Sobre las dos orillas de las cejas se engarza 

como una aurora en medio de un bullicio de pájaros; 

es ella la simbólica lonja de tierra fértil 

donde germina el fruto de la espiga y del árbol. 

Ah, gota de sudor: 

eres llena de gracia por tu forma de lágrima 
y de corazón. 

Cuando trizas arrugas con tus otras hermanas 

toda la vida es una palpitación de estrellas 

hecha lumbre en las frentes que abren surcos al alba. 

Frentes que son como ostras con tesoros de perlas. 


El tema del alba en el trabajo 

Entramos en el alba como en un Canto, alegres. 

Ya no hay padecimientos, ni rencores, ni luchas, 
porque aquí, frente al cielo, que es musgo en las palabras, 
la vida no es invierno, ni es angustia. 

Ni soledad blindada, ni desmayada sombra; 
es sangre que calienta las manos y los labios 
para impulsar los ímpetus que en espiral ascienden 
con la voz de los pájaros, ¡con la voz de los pájaros! 

Ante esta certidumbre de ternura que acendra 
todo el cielo y el alba de este júbilo nuevo, 
se amparan nuestras noches con su tropel de sombras 
cuanto más fatigadas, más torvas en el sueño. 

—Sueño con ceguedad y con torpeza 
de incertidumbre en sórdidos refugios; 
vago como esos gritos trashumantes 
que utiliza el vórtice del mundo—. 



E iremos cuesta arriba, más alto, ¡tanto! Como 
transponer esa nube que mansamente mira 
y quieta nos espera para el bautismo alegre 
del éxodo en milagros de rubios mediodías. 

La vida no es invierno, ni es angustia, 
ni tremedal oculto, ni turbiedad de lágrimas; 
si abajo gira el vértigo y la inmisericordia, 
arriba reverberan nuestras manos y el alba 
limpia, como el perdón del agua entre las rocas, 

—¡porque el perdón del cielo no es más que gota de agua 
revelando el prestigio de la efusión jugosa! 

Hermanos míos: todos los rencores se amuran; 
prevalece tan sólo, reflorecida en cantos, 
como una intransitada demora, la ternura. 

¡Que ella agriete la noche del vértigo de abajo! 


Albañiles 

Vigoroso hemisferio de luz en los andamios. 

Torsos que se revelan sobre la piel del aire 
en toda su potencia magnífica y creadora; 
anónimos perfiles que amedallan la altura 
avivando el incendio del sol en las ciudades 
y enfrentando la sórdida presencia de la lluvia. 

Con despaciosos giros de péndulo oscilante 
sus flexibles cinturas recortan el espacio 
como si al gesto torvo del día le arrancaran 
calladas y maduras jornadas de trabajo. 

Cuando bajan los soles a tatuarle los ojos 
sus voces suman cantos al pentagrama rudo 
del esfuerzo, que es música matinal y sonora, 
como el repiqueteo de campanas festivas 
arqueadas entre el puño de un dominio de sombras. 

En los pliegues sinuosos de los linos del 

alba ellos son como abejas laboriosas y humildes 

libando el polen fresco de las nubes rizadas. 


Los inviernos les curten la piel como a la tierra 
el castigo filoso del atado y las lluvias; 


283 



en tanto que sus manos, arañas silenciosas, 
empinan la alegría de los rojos ladrillos 
y se abultan de duras prominencias callosas. 

Vigoroso hemisferio de luz en los andamios; 
exaltación soberbia del esfuerzo fecundo 
del músculo que pulsa las alturas desiertas 
donde sólo pájaros desbarbando los vientos 
logran mojar sus picos con humedad de estrellas. 

¡Humedad que madruga en parvas de rocío 
sobre el labio entreabierto de la flor, y la hierba! 

Albañiles, dedales de una labor anónima. 

En vuestras manos ásperas se construyen los negros 
y altísimos custodios que enlutecen la tierra 
con sus graves sentencias de agresivo entrecejo. 

Ah, y sobre los tablones que auscultan el espacio 
vuestro ímpetu es diamante que resplandece al sol 
tal la brasa encendida de la cresta de un gallo. 


A una mano de jornalero 

Mano de jornalero que haces sobre 
el espacio tu mérito fecundo, 
siempre serás, desnuda, frente al mundo 
acre de la impiedad, ¡mano de pobre! 

Mano de jornalero es esta mano; 
tras ella es lumbre todo cuanto toca; 
revela cielo su trabajo ufano. 

Nace con sus quehaceres la alegría 
y no hay aurora que el dolor apriete 
si entre sus dedos un fervor porfía. 

No desfallece por un contratiempo, 
ni caduca su afán entre la sombra 
que le depara traicionero tiempo. 

Frente al despierto sol de la mañana 
vibra y se agita su avivado empeño, 
cuanto más alto, más blanda y liviana. 



Cunde su esfuerzo, como el de un badajo 
repicando insistente, cuando ensancha 
su palma el duro callo del trabajo. 

Mano de jornalero, mano amiga 

de la herramienta que humaniza al hombre; 

por ti depara sueños la fatiga, 

por ella, humilde, puedo honrar tu nombre. 



ARVO TURTIAINEN 

Finlandia, 1904-1980 

Despertar 

...no tengo miedo ya, 

no me asusta pensar 

que mi deber será crear una vida 

de mucho sufrimiento, de mucho amor, 

rica en belleza, 

en su sed ardiendo. 

Miro adelante, con ojos encantados, 
en mí vive un suspiro: 
no te tengo miedo, vida. 


Lamento del hierro... 

¡Escucha, generación! 

El hierro ha aprendido a llorar, 
el acero llora. 

Con gargantas de plomo aúllan en los mares nocturnos 
los monstruosos cruceros acorazados. 

¡Escucha, generación! 

La tierra suspira bajo la ola de hierro de los regimientos, 

y por debajo de la ola de acero de los tanques 

sube un lamento agotado, 

llenando de llanto el espacio, 

los mares y la tierra 

hasta el azul del cielo. 

¡Escucha, generación! 

El hierro llora. 

El siglo de las cruces 
llora con la voz del acero. 

Llora el siglo de la locura 
con su garganta de plomo. 


Despedida de la amada... 

Vendrá la guerra, 
tengo que irme. 

No me olvides. 



Vendrá la guerra. 

Vivimos a la sombra de las alas 

de la muerte. 

No tengas miedo, no me olvides. 

Por esos ojos 
que quiero: 

No me olvides. 

Volveré, soldado, 

levantaré la bandera de la vida, 

sobre las tumbas, sobre las ruinas levantaré la bandera 

de la vida, 

volveré con las alas de la revolución, 
con el corazón colmado de amor. 

Levantaremos la bandera del porvenir, toda roja. 

Alegraos, muertos, vuestras lágrimas no fueron vanas. 

Sonreíd, ruinas —crecerá otro mundo sobre vuestros hombros 
Glorioso será el día cuando vuelvan los soldados. 


Dos melodías 

Cantad vuestras marchas militares, 
dejad que suenen vuestros himnos patrióticos, 
será fácil mecerse a su son, soñando con las espadas, 
con las grandes hazañas. 

La melodía de nuestra canción será otra. 

En ella suena el duro murmullo de las fábricas, 

el ruido de los árboles que caen en la niebla fría del Norte, 

el gruñido bajo, terrestre, de los días de pago. 

La vida nos ha dado las palabras, 
ahí van: 

Grande será tu levantamiento, pueblo engañado, 
pisado, robado. 


Versiones: Matti Rossi 



JÓZSEF ATTILA 

Hungría, 1905-1937 

Canción para tararear 

Sobre las aguas frescas, entre pinos, 
nadando están los prados y caminos. 
Ay, ay, ay, ay, 

nadando están los prados y caminos. 

Patatas, tenedor: esto tenemos. 

Sobre nuestras basuras moriremos. 
Ay, ay, ay, ay, 

Sobre nuestras basuras moriremos. 

¿Por qué, mi amor, refunfuñas así? 
Yo pienso en una blusa sobre ti. 

Ay, ay, ay, ay, 

yo pienso en una blusa sobre ti. 

Solo, pero sin luto, habrá vivido 
aquel por quien vigila su Partido. 

Ay, ay, ay, ay, 

aquel por quien vigila su Partido. 


La multitud 

¡Trabajo! ¡Pan! 

¡Trabajo! ¡Pan! 

¡La Multitud, la multitud se acerca! 

Igual que moscas asustadas 
desde la multitud vuelan las piedras. 

Rocallas y chispazos 

cómo miran al abrir los ojos 

los que son golpeados por un bastón de hierro. 

La multitud 

es una inmensa selva que avanza; 
si se detiene sangran sus raíces. 

Tierra fecunda son las plantas de sus pies y las palmas de sus manos. 

Cien mil montañas son su pan, 
toda la niebla no aplacaría su sed, 
y aunque la niebla cubre los montes, 
la multitud no tiene pan. 


288 




Como masa de pan está arrojada, 
creciendo, fermentando, 
la multitud. 

Espesa célula primaria, 
despliega sus antenas hinchadas, 
se estira, se divide como ameba 
y sus otros tentáculos retrae. 

¡Mundo, te engulle la multitud! 

De su nariz expulsa nubarrones, 
sus dientes cariados no son más 
que un curvo callejón de inquilinatos. 

Trata de agarrar estirando al máximo las manos 

hacia la granja, la fábrica, la hacina, 

hacia la jornada de siete horas, 

hacia la Osa Mayor, las Pléyades 

y el pozo de agua abundante en la llanura. 

Sudados, encorvados padres míos, 
mis dulces y flacas muchachas, 
la multitud. 

Alrededor, cañones humeantes. 

La pajita quisiera detener el río, 

¡pero, mirad, ya la arrastra la corriente! 
y también se lleva los bancos, 
los coches, las jaulas, 
los cascos, los caballos 
y las espadas en alto. 

¡Oh! 

Todo el resto es en vano: 

¡regatear, maldecir, las palabras, el silencio! 

Ella es 

la construcción y el constructor; 
abajo, los cimientos, allá arriba el techo, 
el obrero, el proyectista. 

Vivan los obreros, los campesinos, 
no serán atrapados por la astucia burguesa, 
pisoteada, pateada por un millón de pies. 

¡Ea, multitud! ¡Adelante, adelante! 


Los atrapados 

Nos interrogaron hasta hacernos sangrar. 
Camarada que todavía paseas como la luz, 
piensa en nosotros que giramos en círculo 



y a través de unos hierros miramos la distancia. 

Nuestros músculos se aflojan, duros son nuestros catres, 
nuestras bocas escupen la comida, 
nos condenaron a podrirnos, 
y si no nos destruimos nos destruyen. 

Luchamos todavía con nuestros cuerpos rotos. 
Hermano, ayuda a los atrapados. 

En la casa la hornilla está quebrada y fría. 

En una olla helada se prepara la cena: 

una hojita de col, desperdicios 

recogidos en las piedras húmedas del mercado. 

La mujer, entre náuseas, reprende al niño 
y la vecina grita por los pasillos 
que nunca le devolveremos 
ni un dedal del aceite de su lámpara. 

Vendrá el invierno y brillarán la nieve y la hambruna. 
Hermano, ayuda a los atrapados. 

Pensad en el hediondo orinal 

que con su niebla nos lanza una nueva peste. 

Enviadnos jabón y carne de caballo y, en invierno, 
dadnos ropas para nuestros cuerpos consumidos. 
Enviadnos libros aunque sean muy tontos 
pues la noche, blanda como una rata, nos enloquece 
y sin mujeres nos roe la pasión. 

Si eres obrero y libre, alivia nuestras penas, 
camarada, tú que eres del Socorro Rojo. 

Hermano, ayuda a los atrapados. 

Luchábamos fielmente por la revolución, 
no podemos morir, hay que seguir viviendo, 
nos esperan murmurando libelos y soplones 
y todos los burgueses con sus sueldos de hambre; 
nos espera el Movimiento, el trabajo, la familia, 
hasta que se derrumbe la explotación, 
brillará la hoz y golpeará el martillo 
y caerán los cerrojos de la cárcel y la fábrica. 

¡Viva el Soviet, los Consejos Obreros! 

Hermano, ayuda a los atrapados. 


Socialistas 

¡Abajo el capitalismo! ¡Carne y poder a los obreros! 

Chapoteamos en la inmundicia del capital, nuestra arma querida nos 
pincha las nalgas. 


290 



Pincha incesantemente, pincha, nuestra arma querida, 
para que una y mil veces sepamos que, por casualidad, sin combatir, 
no ganaremos la batalla. 

No tenemos prisa, somos fuertes, innumerables son nuestros vivos y 
muertos. 

Estamos deliberando en la colina, venimos del sótano, de la mina, 
del foso. 

El tiempo arrastra la niebla. Ya se ven claramente las cimas. 

El tiempo arrastra la niebla, y el tiempo fue traído por nosotros, 

lo trajimos con nuestro batallar, con nuestra miseria en reserva, 

con el pan enmohecido antes de que el obrero lo corte, 

con la gacha 10 maloliente antes de que el obrero la vierta en la olla, 

con la leche cortada antes de agitarse en la vasija del obrero, 

con el beso puteado antes de hacer latir el corazón del joven obrero, 

con la casa vuelta escombros antes de que el obrero la habite. 

con la ropa vuelta harapos antes de que el obrero la vista, 

con la libertad vuelta opresión antes de que el obrero nazca, 

con el puro vuelto mascada antes de que el obrero crezca, 

con el capital vuelto trabajo antes de que el aprendiz sea un hombre 

y golpee con su martillo, ¡oh mundo! 

donde el hierro esté más al rojo vivo. 

¡Anda, poesía, participa en la lucha de clases! 

¡Irás ascendiendo junto con la masa! 

Tú vas al Sur, tú al Oeste, y yo al Norte, Camarada. 


Obreros 

Se agitan los imperios capitalistas, 

rechinan sus colmillos que desgarran al mundo. 

Devoran la suave Asia y el Africa erizada 
y derriban las aldeas pequeñas como nidos. 

¡El mar es de saliva! ¡Oh, productora comilona! 

La amarillenta boca del capital 
engulle a los países ocultos y pequeños. 

Nos cubre un cielo húmedo con su aliento podrido. 

Donde la muela muerde las arrugas de la ciudad, 
donde flota el vaho de las minas de hierro, 
donde la máquina patalea y zumban las cadenas y lloran 
los listones de las cajas, mientras chillan las correas 
del volante, donde los chirriantes transformadores 
se prenden de los senos de metal de los dínamos, 
allí vivimos. Y nuestra suerte es un haz 

10 Cocido de harina de maíz tierno. 


nuestros 


291 




de mujeres, niños y agitadores. 


¡Allí vivimos! Nuestros nervios son una red convulsa 
en que boquea el pez resbaladizo del pasado. 

El salario, el precio de la mano de obra, 

chilla en nuestros bolsillos mientras regresamos al hogar. 

En la mesa, el pan envuelto en un periódico 
en que está escrito que somos libres. 

Perseguimos las chinches y a la luz del quinqué 
nos hartamos de vino y de placer fugaz. 

Camaradas y soplones cruzan el silencio, 

un borracho tropieza, un joven se cuela en el prostíbulo. 

El cielo nocturno, de bruces, con su camisa sucia, 
descubre su pecho lleno de salpullido, bajo el humo. 

Así vivimos. Dormimos, roncando, destrozados, 
espalda contra espalda como un montón de leños carcomidos, 
y a nuestro alrededor, en la pared ruinosa de la húmeda 
y fría vivienda, el moho marca las fronteras de nuestra patria. 

Pero, mis camaradas, éstos son los obreros, 

los que en las luchas de clases se vistieron de hierro. 

Mirad: ¡por ellos nos erguimos como las chimeneas! 
e igual que perseguidos nos ocultamos. 

Así es como el mundo se está preparando, 
montado en la cadena de la historia, 
donde la clase obrera, sobre la oscura fábrica, 
clavará la estrella fundida del Hombre. 


Versiones: Andrés Simor y Fayad Jamís 


292 



PETRUS BROVKA 

Bielorrusia, 1905-1980 

Ni monte adorna... 

Ni monte adorna, palma o mar 
esta tierra engalana; 
sólo la desgracia o el pesar 

miro en cada ventana. 

Viejo país, inquieta tierra, 
el trigo que la dora 
era trillado por la guerra 

con su vil trilladora. 

Sé del desnudo y del hambriento, 
la vida de verdad, 
que aquí la espiga era alimento 
sólo hasta navidad. 

Nada segarnos ha podido, 

país que de niño quiero: 
tú que mis fuerzas has nutrido 
aun sin el pan casero. 

No hay humildad en nuestras almas 
ni hay angustias de muerte. 
Soy carne de esta carne calma, 
por las tormentas fuerte. 

Como un resorte soy tozudo, 

de alquitrán tengo trazos. 
Tuercen raíces en un nudo 

las venas de mis brazos. 

¡Raíces que dan vida allá abajo! 

Cien pruebas vencí diestro 
en esta tierra en que el trabajo 
es ser, rey y dios nuestro. 

Con paso elástico prosigo 

mi estirpe indomeñable. 

No da cuartel al enemigo 

esta tierra implacable. 

Mi arado ha abierto sus entrañas. 

De penas no me aflijo. 



Mejor no vive en tierra extraña 
quien de este suelo es hijo. 


Versión: Francisco de Orad 


Pan negro 

Negro pan de centeno, 
con toda el alma te bendigo, 
pues nada más sabroso 
en la vida he comido. 

Pan negro, nos brindabas 
la más dulce delicia 
con cebolla, con sal, 
con pobre mantequilla. 

No habrá para nosotros 
regalo más querido 
que tú con un crujiente 
pedazo de tocino. 

¡Negro pan de centeno! 

Nos perfumabas desde niños 
el corazón con olor de hojas 
de arce o de comino. 

Recuerdo cómo ansiábamos 
el encuentro contigo, 
y salías del horno 
en la paleta, henchido. 

Con júbilo y respeto 
acogíamos tu regalo, 
y tu cara dorada 
acariciábamos. 

Latías bajo el lustre 
de la seca corteza, 
en el mantel sencillo, 
sobre la pobre mesa. 

Y dabas la frescura 
del campo de centeno. 

Pan negro, la memoria 
hoy me invades de nuevo. 



Hace tiempo que en casa 
no estaba, compañeros; 
hoy que he vuelto, regálenme 
un trozo de pan negro. 


Versión: Desiderio Navarro y David Chericián 



RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN 

Argentina, 1905-1974 


Donde todo termina 


A Alberto Sánchez 

I 

Donde el carbón se junta con la sangre 
y la ametralladora bailarina 
lanza sus abanicos de metralla. 

Donde todo termina. 

Ya vienen las mujeres con sus hijos 
de la mano, en los brazos y en el vientre. 

Dentro del gran bostezo de la mina 
crece un grisú de soledad ardiente. 

Donde todo termina. 

Apuntad bien, que sobre el barro caigan 
donde el terror se junta con la sangre. 

Ya están ahí los mercenarios. 

Donde todo termina. 

Su sangre no es abono. 

Por el río que arrastra el grano oscuro 
corre la sangre favorable 
de obreros fusilados contra el muro. 

Donde todo termina. 

¡Cómo se pasa del carbón al plomo! 

¡Cómo se pasa del esclavo al hombre! 

Somos miles de muertos favorables, 

Donde todo termina. 

Incorporáos sobre nuestra muerte 
y en su arsenal de polvo 
fundid las nuevas armas. 

Donde todo termina. 

Donde el carbón se junta con la sangre 
pronto desbordará los horizontes 
el ejército muerto que dirige 
un mariscal de hueso y de ceniza. 

Donde todo termina. 


296 


II 

Escuchad la tormenta. 

Bata el palo sobre la ropa oscura. 



Lavad, mujeres de mineros, 
la ropa oscura. 

La ropa del carbón y de la muerte, 
del barro y de la arena, 
que en el Nalón y en el Caudal 
arrastran las aguas de la cuenca. 

¡Oh, veteranas! 

Bandera el overall agujereado, 
espectro del coraje el trapo comunero. 
Detrás del viento, entre hulla y escarcha, 
viene el invierno con el hambre. 

Viene el invierno fusilando muertos, 
decretando osamenta, 
persiguiendo a los hijos de los muertos, 
donde madura el grito de los muertos, 
donde la dignidad va madurando. 

Va madurando sobre la derrota 
donde se junta el aire con el humo 
y un sol de vidrio opaco, forastero, 
ve desfilar hacia el túnel sonoro 
mineros y mineros y mineros. 

Donde todo termina. 


Himno de la Confederación de Trabajadores 

La vida es dura, agria la leche, triste el suelo y el pan amargo, 
desde hace siglos caminamos por un largo camino largo. 

Somos los dueños de la tierra que para otros trabajamos, 
sobre el andamio construimos y a la oscura mina bajamos. 

Hacia la inmensa Unión Soviética con ávidos ojos miramos, 
dejando de ser Spartacus quisiéramos ser Stajánov. 

Y porque el mundo será nuestro, nuestra esperanza sabe un canto, 
—¡Arriba los pobres del mundo!— en todas las lenguas cantamos. 

La lucha es brava, el tiempo apremia, nuestro camino está 
poblado de grises cruces de madera y de fusiles mercenarios. 

Nuestra insignia es una paloma de color rojo derramado 
que viaja al filo de la aurora sobre el lomo de un gran leopardo. 



En los recodos nuestra lucha tendrá impaciencia de relámpago, 
mas los escollos salvaremos —a estrella lenta aliento largo—. 

Porque en el fondo del camino la libertad está esperando 
con una espada inexorable reluciendo en la ardiente mano. 


Historia de veinte años 

¿Te acuerdas de las señoritas antiguas con sus largas polleras, 
sus grandes moños y sus ñnas caderas? 

¿Has visto las fotografías de los balnearios color sepia, 
los divertissement de las ferias y el agua lenta, 
el agua perfumada, 

el agua azul de los azules valses deViena? 

Entonces los reyes eran primos hermanos 
y con primos hermanos se casaban las princesas. 

Entonces Alfonso XIII tenía veinte años. 

Entonces estallaban los primeros motines y se cortaban muchas cabezas. 

Entonces ya se caía del caballo el Príncipe de Gales 
y aún se elogiaban las manos de Eleonora Duse. 

Fíjate cómo se amontona la historia, 

cómo muere y renace todo, 

cómo los que creíamos vivos han desaparecido, 

cómo los que creíamos muertos están presentes. 

Las crónicas de Jack el Destripador, 

la cursilería de los sombreros con flores, 

las primeras pantallas japonesas, 

los globos cautivos y las novelas por entregas, 

los angelitos de los cielorrasos 

y las czardas de los restaurantes a la moda, 

¿dónde, dónde han ido a parar? 

Tu muñeca, tu retrato de novia —parecías menos joven— 
aquella madurez tuya prematura y hoy deslumbrante, 

¿dónde, dónde ha ido a parar? 

Fíjate en los tiempos que nos toca vivir. 

No se sabe cuándo pararemos, no tenemos destino fijo, 
somos seres en borrador, 
inconclusos, desparramados. 

La fotografía de cada año nuestro 
significa un acontecimiento tras otro. 

1914 , 1915 , 1916 , 1917 , 1918 . 

Cae sobre el mundo la bomba tremenda de la guerra. 



Millones de cruces de madera aparecen en los campos. 

Fusilan a una enfermera en Bélgica. 

Dicen que Guillermo se divierte con sus más feroces soldados. 

Poincaré «la guerre» ha estado en Rusia 
y los condes de Viena han estado en Berlín. 

Condecoran a Basil Zaharoff con la Orden del Baño. 

Llegan hasta nosotros, niños, las emanaciones de los gases. 

Y hasta nuestras costas vienen los submarinos. 

Ocultan la muerte de Francisco José. 

A los quince días lo sacan al balcón del Palacio, 
la gente de Viena lo ve, en lo alto, agitando los brazos. 

Pero está muerto y relleno de estopa como una marioneta. 

Francisco José ha muerto. ¡Que muera Francisco José! 

Y el hombre de la bicicleta, 

el hombre del pan bajo el brazo, 
el dulce amigo de los niños, 
va camino de Petrogrado. 

Es Lenin, es nuestra esperanza, 

es la insurrección de obreros, campesinos y marineros y soldados, 
un gran resplandor viene de Rusia 
y en el Volga cantan los insurrectos. 

El Armisticio abre la tumba del Soldado Desconocido. 

Los hipócritas ancianos de Francia lagrimean frente a la lámpara votiva. 
Ese canalla de Briand, dice L’Action Frangaise. 

Ese bandido de Clemenceau, dice L’Humanité. 

El evangelista Wilson, a quien han presentado bellas prostitutas, 
se vuelve a la Unión con su carga de lapiceras. 

Un nuevo cereal se descubre en el mundo; 

son los millones de muertos que han florecido blancas cruces de madera. 

Los social-demócratas traicionan al proletariado. 

Carlos Liebnecht, el hombre que amaba las flores, 
y Rosa Luxemburgo, la mujer que amaba los pájaros, 
están caídos en un arroyo con los cráneos destrozados. 

Han pasado cuatro años desde que mataron a Jaurés, 
mientras tomaba café-créme frente a la vidriera del Croissant. 

Los nobles, alemanes, austríacos, rusos, hacen el camarero y el ladrón 
el sirviente y el maquereaux, el cabaretier y el bailarín. 

Es algo espectral, algo terrible, 

cuando un servil los reconoce y los saluda 

y cuando se visten con trajes y con perfumes baratos. 

¡Cómo están de cambiados con sus blusas apolilladas 
y sus largos guantes! 

Algunos se han hecho tatuar. 



Algunas se entregan en los recovecos. 

Y Francisco José lleno de estopa 
estuvo asomado a la ventana del Palacio. 

1919 , 1920 , 1921 , 1922 , 1923 , 1924 , 1925 . 

Un temblor histérico corre por la espina dorsal del mundo. 

Una falsa prosperidad se instala en las ciudades y en los campos. 
Preparan la cadena con Ford, Citroen, Coty, Fiat. 

¡Atención al cinematógrafo! 

Pero los burgueses absorben todo y envilecen todo. 

Turati entrega las fábricas a un delirante hombrecillo, 
a un traidor de su clase, 

y la desesperación burguesa se llama ahora fascismo. 

Se habla de Einstein, de Freud, de Spengler, de Joyce, de Lawrence. 
Los blues traen del Sur de la Unión toda la tristeza negra, 
aunque ya los barcos a turbina no recorren el Mississippi, 
ni la dorada luna de los circos se pasea en el cable. 

Nos echan todo abajo, 
nos hablan en otro idioma, 
nos consideran muertos, 
nos voltean los dioses, 
nos destruyen los dogmas. 

Hay que cambiar a cada rato de casa. 

Es como si nos muriéramos por etapas. 

Ay, los riñones, los sesos, el hígado, el corazón, los pulmones, 
todo se está pudriendo, 

lo más flamante se pudre y se viene abajo con estrépito. 

Centenares de hombres se ahogan en los submarinos perdidos. 
¿Qué importa una catástrofe después del Mame, Jutlandia, Verdún? 
Ebert bebe Champagne y Grosz lo desnuda. 

Los libros de guerra alumbran los escaparates. 

Se forman los grandes comités internacionales. 

Se viaja vertiginosamente 

y toxicómanos, invertidos, locos, mutilados, invaden las ciudades. 

Los generales mueren en la cama, caen ministerios. 

Basil Zaharoff anda en coche de inválido. 

¿Quién no está despierto, quién no permanece atento 
en la noche del caos? 

Todavía hay artepuristas en el mundo, 

todavía hay sacerdotes y militares, 

todavía Gandhi predica la desobediencia pasiva. 

1926 , 1927 , 1928 , 1929 , 1930 , 1931 , 1932 , 1933 . 

Ruge China con sus millones de campesinos y coolies. 

El Kuo MingTang traiciona la Revolución. 

Los mariscales se venden por millones de dólares. 



Los imperialismos yanqui, inglés, japonés, avanzan sobre el mundo. 

¡Nos han echado a perder Honolulú, Papeete, Samoa! 

El dedo acciona en el gatillo en Chicago. 

Morgan tiene su equivalente en Capone. 

Gobernadores, jueces, policías, se entregan impúdicamente. 

La Cadena sigue enloqueciendo a los hombres. 

Prosperity es una mala palabra. 

Los desocupados marchan su hambre sobre las ciudades 
y Sacco y Yanzetti ya están secos, quemados, 
con las uñas hundidas en las sienes. 

Los fusilamientos en masa de obreros y soldados 
es la única música que se conoce. 

Un grupo de morfinómanos, pederastas y locos se apodera de Alemania, 

violan a las muchachas judías, 

patean los vientres de las madres, 

escupen sobre los padres en los fosos, 

queman pilas de libros en las plazas públicas. 

Goering incendia el Reich y encarcela a 200 000 comunistas. 

Roosevelt habla por radio, inventa el Águila Azul, 
no acaba con la cadena, defiende la propiedad, 
acosa a las muchedumbres agrarias, 
y alimenta la desocupación. 

Dimitrov dice: 

«¿Tenéis miedo a los comunistas?». 

Dimitrov dice: 

«La sexta parte del mundo». 

Oh, no me olvido de la Unión Soviética. 

Allí la libertad no es una abstracción, 

allí está la dignidad del hombre, 

allí está el arte reflorecido, 

allí está el cine purificado, 

allí está el viento de los trigales y la oscura 

sinfonía de los tractores. 

Allí está el Plan Quinquenal y sus Brigadas de Choque. 

Fíjate cuánta historia amontonada, empujada, 
fíjate cuánto acontecimiento junto, 
y el más grande, 
y el único, 

—el hombre de la bicicleta 
—el hombre del pan bajo el brazo 
—el dulce amigo de los niños 
camino de Petrogrado. 






Imágenes de Cuba 


Estuve en un país cuya magia subyuga. 

Dulcemente nos hace sus esclavos, 
incita y promueve la luz, el aire, la mañana. 

Traigo de Cuba ecos victoriosos de batallas civiles 
que siguieron al río de sangre del desvelo, 
y visiones fugaces, pero intensas; imágenes 
que en la retina hallaron la exacta coyuntura. 

La fragancia, la música de un pueblo 
levantado, feliz, a la altura del hombre 
y el tamaño del día. 

Quizás quedaron otras imágenes situadas 
en el laboratorio sutil de la memoria: 
aquello que después se convierte en saudade, 
en un poema, en un cuadro o en un sueño. 

He visto lo que hicieron; lo que hacen cantando 
—es un decir— y también el futuro... 
entre vagos aromas de plantas familiares 
y retratos de Martí y Sarmiento y Fidel, 
a través de esos rostros cautivantes 
de los niños de un Círculo Escolar luminoso 
líenos del sol y el aire de la Isla elegida. 

Tuve tiempo de ver y tiempo de escuchar 
y entrar en el paisaje y la humana geografía 
para salir de allí con su expresión. 

Tiempo de andar la Habana Vieja y su encanto profund 
y allá en Pinar del Río la granja colectiva, 
el tabaco, la caña, las palmas en febrero. 

Tiempo de amar el alba con sus tropas traslúcidas 
y la sonrisa azul del crepúsculo marino. 

La casa de los Pita Rodríguez, el silencio 
de los antiguos patios 

y el esplendor de las nuevas construcciones... 

Y la luna habitual encima del bloqueo 
alevoso y nocturno, 

alumbrando a este pueblo alerta y fraternal 
y alegre y laborioso y combativo 
que avanza por el rumbo de la estrella 
aplastando gusanos y despertando rosas, 




en plena primavera del acontecimiento. 

Y, como quiso Goethe, siempre adelante, 
siempre adelante... ¡por encima de los muertos! 


Víctor Jara 

¿Qué es un cantor cabal, qué era Víctor Jara 
—un cantor y señor de la guitarra— 
sino aquel, con su duende y con su ángel, 
el sutil equilibrio entre la mano y la garganta? 

Y aún con las manos rotas simulaste 
acariciar las cuerdas de tu guitarra muerta 
y en un esfuerzo insólito ¡Cantaste! 

Y ahí te fusilaron los milicos fascistas. 

Pero hoy tu instrumento y tus canciones 

vigilan tu memoria en Chile y por el mundo, Víctor Jara, 

perduran en las voces de todas las guitarras 

de aquellos que caminan con su época 

en la hora del tiempo guerrillero. 

Porque no terminó la batalla de Chile y el futuro 
verá allí en sus bíblicas esencias 
a hombres libres y gozosos cantando 
junto a las lámparas del trigo y de las rosas. 

Y en la caja profunda como el agua profunda 
habrá siempre un lugar para la fantasía y la lucha, 
los sueños, el amor y la aventura y esa cierta magia 
de la violencia y de la ternura latinoamericana. 

Y a la consigna nazi: «Cuando oigo decir 

la palabra cultura, quito el seguro a mi revólver» 

Víctor Jara responde desde su claro espectro: 

«Cuando oigo la palabra Pinochet, quito el seguro 
a mi guitarra, que puede disparar como un fusil.» 

Oh, cuántas primaveras perdidas por septiembre, 
cuánta muerte flotando en los turbios Mapochos. 

¡Ellos serán vengados! 

Ahora y en la hora de Víctor Jara. Amén 



WALTER LOWENFELS 

Estados Unidos, 1897-1976 

La ejecución 

Y después que el Gobernador Faubus guiara su ejército contra Little Rock y el General 

Walker dirigiera sus tropas contra la Suprema Corte y el Gobernador Wallace 
echara sus granaderos sobre Birmingham 
y después de 300 años de: «si eres blanco, entra;pero si eres negro, fuera!» 
y después que 20 millones de nosotros dijimos: ahora, ahora mismo, y un cuarto de 
millón marchamos sobre Washington 

y después que el ejército secreto del Gobernador X y el Senador Y violara 41 veces la 
Constitución en Birmingham y nadie fuera arrestado, 
acorralamos a cuatro niñas negras en el sótano de una Iglesia y las ejecutamos 
usando dinamita en una fórmula secreta. 

Y sus nombres eran Denise McNair, de 11 años; Carrol Robertson, Addie Mac 

Collins y Cynthia Wesley, todas de 14. 

Y Cynthia fue identificada sólo por su ropa y un anillo. 

Y después nadie dijo una palabra, sólo su memoria quedó inquieta entre nosotros 

preguntando 

¿las amaremos tanto tiempo como crece la hierba y las llevaremos en el corazón 
cuando triunfemos, algún día, 

y comprenderemos que realmente ellas murieron para que nosotros siguiéramos 
viviendo? 

Y la fecha de ejecución fue el Día de la Juventud en la Iglesia Bautista de la Calle 

16, en Birmingham. 


«Esta nación bajo Dios...» 

Tu voz hendida ¡la de tus huesos y mis sueños! ¡Qué atrás 
de tu dolor se quedan las palabras! ¡Qué sílabas pequeñas 
para dolor tan grande! 


Luis Cardoza y Aragón 


Y Dios dijo: Hagamos al hombre a nuestra imagen 

con pinchazos eléctricos 

quemaron los genitales 

de los manifestantes de Georgia; 

con el arma oculta 

apuntaron a la espalda de Medgar Evers 
enjackson Mississippi. 

Y Dios dijo: En el principio era el Yerbo 

y dinamitaron iglesias en Birmingham, Alabama 

y un domingo quemaron vivas a cuatro niñas. 

Y Dios miró todo lo que había hecho: 



desde los radioactivados campos arroceros deViet Nam del Sur 
hasta los estudiantes presos en Plaquemine, Louisiana. 

Y vio que era bueno: 

Porque el sol sale por la mañana con las tropas federales 
que garantizan la Integración por la fuerza. 

¿Y qué de la ciudad de Baal en Texas? 

¿También los adoradores de Petróleo en Dallas 
serán salvados? 

Y Dios dijo: 

dejad que los niños se acerquen a mí. 

Y cuando supieron que el Presidente había sido asesinado 

gritaron ¡Viva! ¡Viva! y agitaron las manos. 

Eli, Eli —¿qué ángel vengador 

ordenó estos horrores televisados 

que paralizaron la Tierra durante 3 días 
mientras sólo nuestros corazones latían? 

¿Descansarán los culpables 
hasta que sospechemos 

de los ídolos bronceados de la General Motors? 
de las pétreas imágenes de Tel and Tel? u 
de la Gomorra de la Bolsa de Valores? 

Eli, Eli, ¿seguiremos al caballo sin jinete 
hasta el fin de nuestros días? 

Y los cielos se abrieron y Elias sentado en una rueda 

dijo: Mirad, Dios ha hablado 
y el sol sale por la mañana 

para aquellos que buscan 
heredar la libertad en la Tierra. 


Carta al Presidente 

(fragmentos) 

Querido Señor Presidente: 

Lo que está en riesgo es la supervivencia de mi país —no como cráter geoló¬ 
gico sino como pura e independiente nación. Naturalmente que ésta es una aventura 
amorosa para mi vida, porque no tengo otro lugar como esta casa. 

En un extremo del arco iris 

están un muchacho y una muchacha. 

Es lo mismo en todos los idiomas. 

¿Por qué envidiar las rosas de Siria 
o las madres oaxaqueñas con 
sus olivos? 

Las puertas del cielo están esperando ser abiertas 
en casa. 

11 Monopolio privado de telégrafos y teléfonos de los Estados Unidos. 


305 




¿Por qué no amarnos tú y yo en casa 
y dejar las mujeres de las islas 
a otros nadadores? 

No es la idea de verme convertido en cenizas junto con Lillian y nuestra casita 
en los pinares de South Jersey; a los 65 años no me queda tanta vida como para que 
importe. Lo que me horroriza es la vergüenza de semejante cosa; que yo sea respon¬ 
sable por lo que he hecho o dejado de hacer para evitar que mi país sea convertido 
en un lote baldío, allí donde la civilización de Manhattan florecía. 

¡Oh, mástiles del Pacífico! 

crean en mi vergüenza, en mis lágrimas: 

en todos estos años 

no han inventado en el Gobierno una oficina 
para el Colector de Poesía. 

La Cumbre sólo escucha canciones que la aplaudan. 

Pero: ¿es que quienes están sabiamente gobernados, 
necesitan arcos 
cubiertos de edictos 

y escuelas para niños felices con las puertas cerradas? 

El Colector de Poemas debería colectar 
la verdadera voz del Pueblo 

y aquellos que son criticados deberían escuchar a 
tiempo: 

¡Soldado! —quédate, hermoso como eres 
¡En casa! 

No me anima saber que mis pinares no serán los únicos en desaparecer, y 
no me aflige el futuro de la raza humana —ella sobrevivirá con gente interesante 
delTibet, Tierra del Fuego y el Yukcn, como descendientes socialistas de lémures y 
dinosaurios. La amiba en nosotros no será olvidada. 

Escarabajos de cinco estrellas en posturas militares, 
magnates de polaris y otros importantes vampiros 
todos ellos productores de mierda 
planean nuestra supervivencia. 

¡Pero escuchen! 

¿Han pensado en un poema? 

Si no, 

los diccionarios electrónicos os maldecirán. 

La sintaxis ciclotrónica deshará vuestros huesos 

y vuestros sermones no serán escuchados por los 

querrilleros, Fulano de Tales y otros 

fantasmas de la palabra 

que antes tan dulcemente cantaran desde 

la Puerta, de Oro hasta Harteras. 

Supongo que se debe a mi extracción burguesa —esta persistencia de nacio¬ 
nalismo en mí— pero es el destino de mi país el que más me importa. 

La humanidad entera puede cuidarse a sí misma —eso es asunto suyo y está bien 
entrenada para hacerlo— habiendo sufrido ya la Caída de Egipto, Grecia, Roma, la 







Dinastía T’ang y Carlomagno. Pero mi pobre, pequeño Estados Unidos —tan frágil 
con su pulida superficie de 200 años, tan despistado aún ahora, con 20 millones de 
nosotros insistiendo: «¡unamos a los Estados Unidos!» 

El sol trepa la escala solar; 

viene de su recóndito hogar 

con polen en las manos 

para que todos los niños 

inhalen el sagrado aliento de la vida 

a su manera 

¡África! ¡África! 

El sol no puede trepar solo. 

¿Dices que esperas el alba? 

¡Si tú eres el alba! 

A través de la barrera de calor 

la vida dorada flamea con certidumbre. 

A través del Congo y el Mississippi 
tus hijos reúnen sus multitudes, 

cada uno de ellos como sol que ilumina el Nuevo Mundo. 

¿Qué será de Abraham Lincoln en su tumba de Washington si lo asesinan de 
nuevo y esta vez para siempre? ¿Estará acaso, tan orgulloso como Whitman, de los 
jóvenes caídos en la batalla de Gettysburg? ¿Y dónde, en el resto del mundo, podrá 
florecer otra vez una raza como la nuestra? 


Confieso mi debilidad: no es la humanidad la que me duele, 
sino la idea de lo que nosotros en los Estados Unidos 
pudimos haber sido. 

Porque: ¿qué otro pueblo podría haber hecho del socialismo 
un deporte, tan rápidamente como los chicos y chicas de 
Harlem, Chicago Sur, las cuevas del Gol den Gate y de 
otros puntos del Norte y el Sur? No es nuestra desaparición 
física lo que mueve mi ansia. Es la idea de nosotros, 
ahora, que si nos extinguimos quedaremos como una mentira. 

...y Horacio lo dijo así al pueblo romano hace 2 000 años... 

¿A dónde van ustedes tan apresurados 
en esos uniformes recién lavados? 

¿Es que no hay suficientes soldados ya 
en Gaul y los Pirineos? 

¿Temen que no vayamos 
a quemar las torres de Seythia 

o que nos abstengamos de manifestar en las calles de Cartago; 
o que, de acuerdo con el oráculo de Delfos, 
sus catapultas se abrasen en su propio fuego? 

¿Por qué, en vez, no luchan con 
osos pardos en la Vía Appia? 

O podrían vencer a los dragones de Cathay aquí en casa. 
Respondan —la manera como corren al infierno 




hace pensar que están ahogados en vino siciliano. 
¿O es que enceguecieron por cruzar 
tan a menudo los Alpes? 


Y yo 

estoy ahora experimentando maneras de hacer sobrevivir el 
papel (no preguntando, como Shakespeare, por 
qué la calamidad estaría cubierta de palabras), sino 
trabajando duro en una elegía para todos los hijos de 
nuestra Era Interglacial. 

Vamos a extinguirnos —no como la luz, sino como la Negra 
Muerte, que el resto del mundo impedirá a nuestras ratas propagar. 

Es nuestra ausencia de todas las fiestas y celebraciones y danzas de ma¬ 
ñana lo que me parte el alma hoy. Porque la única muerte es morir 
solo. 

Esta es la época del suicidio limitado porque 

te salvo de que te destruyas con ametralladoras y bayonetas, 
porque tengo una bomba de 100 megatones fabricada por 
el Dios Serpiente a quien no importa cómo mueras 
—ni en cuántos fragmentos— 
lo que interesa es que la deuda nacional se reduzca 
a tiempo para que otra generación de robots 
renueve el ataque. 

Y es esencial saber con precisión las fallas del computador 

enemigo, si quieres conservar la ventaja 
a tu favor. 

También, a qué microsegundo del día llega a su punto 
medio, para que puedas ajustar el sistema de 
alarma a sus altas y bajas. 

En estas circunstancias nuestros vecinos vivieron una 
vida pura y normal, 

el porcentaje de nacimientos aumentó, el de muertos 

descendió, y todos vivieron felices en los barrios 
de colorín colorado. 

A través del istmo humano, donde el último profeta aguarda la palabra final 
y nuestro Sueño Norteamericano espera vivo, imploro de todos nosotros aquella 
palabra que hará vivir hoy a nuestro hermoso mañana. 

Y como nuestros antepasados indios lo dijeron: 

¿Qué cosa es más hermosa 

que una tierra sin tumbas 

donde el miedo ha sido desterrado? 

Donde la bravura no sangra 
porque no hay enemigo, 




donde los guerreros de las Ciento Una Tribus 

arrancan el más enhiesto pino 

y en el agujero que deja 

arrojan sus armas y petardos, 

profundo en la tierra, 

tiran todas sus lanzas, 

y plantan de nuevo el árbol. Luego, 

una vez ganada la Gran Paz, 

encontraremos la tierra 

donde la verdad no tiene nombre 

porque no hay más mentiras; 

donde la caridad no tiene hogar 

porque no existe el hambre; 

donde nadie es ya 

Héroe Desconocido 

y nadie es profeta— 

porque la luz de la sabiduría 

está en todas partes... 

y el amor 

AMOR AMOR 

(y más amor) 

que nos reparte el sol, 

que pone fiesta en las tormentas 

y convierte cada cuerpo en una flor 

que te busca, América. 



ARTUR LUNDKVIST 

Suecia, 1906-1991 

El viento en pie 

La Revolución es el viento en pie. El viento que ca¬ 
mina erguido como un hombre. 

Un viento tan ancho como todo el país, arremolinado 
hacia lo alto y verde como la hierba que camina. 

Revolución: loba que da su leche. La Naturaleza ven¬ 
cida por su maternidad. 

Revolución: pita que florece en un tejado, cabeza de 
clavo que ha rechazado el óxido. 

Revolución: árbol combado que se endereza y lanza a 
sus pájaros directamente contra el aire. 

Revolución: ojo de aguja que ciegan las lágrimas de 
una viuda y fuego que empieza a arder en mitad de la mesa 
de la cena. 

Revolución: criada que vuelca el orinal en la cabeza 
del amo y se aleja galopando en su caballo. 

Revolución: terremoto que, a medianoche, derrumba el 
palacio, pero que apenas derrama agua del pozal en la 
choza del pobre. 

La Revolución arranca los árboles que carecen de 
raíces, pero hace cantar al bosque. 

La Revolución transforma las nubes de la ciudad en 
candentes viviendas para un pueblo desconocido. 

La Revolución persigue a las ratas con colas en lla¬ 
mas y a los fugitivos con huevos chafados en los bol¬ 
sillos, que huyen ante ella. 

La Revolución trabaja por la noche a la luz de un so¬ 
plete mientras la costurera escupe los alfileres que 
tiene entre los labios. 

La Revolución también se sienta junto a la ventana, 
de noche, con la mano en la barbilla. 

Mira por encima del hombro de una persona que está 
leyendo el periódico bajo un árbol. 

Cava en la tierra como si buscase agua. 

De pie en las cumbres, mira fijamente todo el país. 

Se aposenta, como un pájaro grande, en la copa de un 
árbol y desafía la fuerza del viento. 

Se necesita una enorme opresión para la liberación. 

Se necesita una gran calma para que nazca una tormenta. 

Se necesita una gran pena para que estalle un júbilo incontenible. 

Se necesita una gran alegría virginal para mover una 



montaña. 

Se necesita una lenta combustión en las cosechas al¬ 
macenadas para que prenda un incendio. 

Se necesita una gran esperanza para contrapesar la 
muerte. 

Se necesita todo eso para una Revolución. 

La Revolución es el país en la misma medida que es el 
pueblo. Inseparables. 

El país espera, igual que el pueblo. 

El país llora con el pueblo en la melancolía del viento 
a la caída de la tarde, en el temblor de la hoja soli¬ 
taria, en la hierba que corre como el agua, en el agua 
que se ara como la hierba, en la cinta del cielo, en 
la nube que se para delante del sol. 

Hay espera y tristeza en el sendero que desaparece 
entre los árboles. 

Una mancha de arena, en medio de un prado, espera co¬ 
mo la palma de una mano extendida. 

Las flores abiertas esperan hasta lo imposible. ¡Una 
vez más en vano!, y suspirando dejan caer sus pétalos. 

Un postigo espera en su marco, ya esté abierto o ce¬ 
rrado. 

Nubes veteadas de oro se demoran sobre una región que, 
oscurece, y esperan. 

Una vena de agua socava un camino, y espera. 

El óxido muerde un puente de hierro, y espera. 

El país está ahí, extendido, como una mujer encadena¬ 
da, sangrando en su carne, y espera. 

El país sólo puede esperar y callar con sus labios 
secos o mirar con ojos de gotas de agua, condenadas a 
caer una tras otra. 

El país sólo tiene un eco como respuesta a todos los 
gritos. 

El país está indefenso como un dios asesinado, disper¬ 
so, perdido en sus propias distancias. Sólo el pueblo 
puede levantarlo. 

Pero el pueblo no se conoce a sí mismo, no puede com¬ 
prender sus propios deseos ni oír su propia voz. 

El pueblo es agua, gotas que se reúnen y corren, un 
ciego torrente que martillea, como las olas, contra 
los diques, o se evapora. 

El pueblo es un bosque cuyos árboles no saben que son 
un bosque, un bosque palpitante bramando entre los ho¬ 
rizontes. 

El pueblo es también un árbol introvertido, ciego 
para el sol que da en su copa, ignorante del manantial 



que hay junto a sus raíces. 

El pueblo es una roca que apunta hacia sus propias 
tinieblas y devora al relámpago impotente. 

El país y el pueblo se buscan mutuamente. ¿Qué abis¬ 
mo los separa? 

La Revolución es el puente que une al país con el 
pueblo. 

Es el pueblo en movimiento, con bosques y mares en mar¬ 
cha. 

El país va con el pueblo y se eleva por el espacio. 

No hay metáforas que expliquen cómo el país y el pue¬ 
blo se apoyarán mutuamente y caminarán juntos. 


Dadnos un sueño 

Trabajamos allá abajo, en la profundidades, como en una mina. Tenemos los ojos 
llenos de polvo de carbón. Nuestras manos se aferran al pico y al burdo mango 
del martillo. 

Dadnos un sueño luminoso que nos acompañe como una buena hermana, que esté 
a nuestro lado en las tinieblas, que nos susurre palabras vivas y que coloque su 
fresca mano en nuestras frentes. 

Dadnos un sueño de un sol que resplandece en la lejanía, de un viento que huele a 
flores y a tierra mojada tras la lluvia, de árboles altísimos que mecen sus hermo¬ 
sas copas, de hogares felices, de risas de niños cuando se lavan por la mañana y 
cuando las últimas pelotas bailan bajo las estrellas al atardecer. 

Dadnos un sueño luminoso —y nuestras manos seguirán agarrando el pico y el bur¬ 
do mango del martillo. Trabajamos allá abajo, en las profundidades. Necesitamos 
un sueño. Luminoso. 


Vida como hierba 

Y la hierba caminando por el mundo, 
el río más ancho y más verde bajo el viento. 

La hierba siempre en camino, 

subiendo las laderas de las montañas, entrando en ciudades que duermen, 

cruzando llanuras, sabanas, estepas 

donde el centauro jamás ha sido vencido, 

donde las distancias redoblan bajo los cascos de los caballos 

y la leche fermenta en las tiendas de campaña de fieltro 

al resplandor de una luna de ojos oblicuos. 

La hierba 

aguanta el aguacero con sus miríadas de espaldas 
y sujeta el suelo con sus innumerables piececillos. 

La hierba cruza sin temor sus tenues deditos 
sobre una calavera. 



La hierba trabaja infatigablemente y no duda nunca, 
se abre camino con explosiones o escala los obstáculos 
y a toda amenaza responde creciendo. 

La hierba ama al mundo como a sí misma 
y se siente feliz hasta en los días difíciles. 

La hierba es un torrente de enraizamiento, viaja 
sin preparativos, 

muestra siempre su multiplicidad, su solidaridad, su unidad. 
La hierba es el mejor compañero de viaje del hombre 
y se inclina ante el recuerdo que forma parte del olvido. 

La hierba prepara la cama para el cuerno del unicornio 
y para el hacha del indio, 

crece en torno al manantial como pestañas protectoras 
y dibuja con altos ramilletes oscuros 
la silueta de animales muertos por el rayo. 

El ratón de campo 

hace en la hierba una raya 

con el peine de sus estremecimientos: 

la hierba sin fronteras 

que sirve tanto a la tierra como a los animales, 
víctima del fuego o del frío 
que siempre resucita 

y que nunca sueña convertirse en dientes o cuchillos: 
vida como hierba. 


La gente del hambre 

La gente del hambre no llegará nunca a ser más que niños a medio 
crecer. 

Tienen el esqueleto flexible como una mimbrera, cubierto apenas por 
la arpillera de la piel. 

Sus pisadas son tan tenues que sus marcas parecen huellas de hojas. 

Toda la fuerza parece concentrada en la áspera y negra espesura del 
cabello. 

Avanzan tambaleándose como si estuviesen medio dormidos, nunca están 
despiertos del todo. 

(El hambre es como un humo denso que les impide despertarse y ver 
claro). 

Con sus estómagos hinchados parecen estar todos embarazados: niños 
sin sexo preñados con nuevos niños. 

Una serpiente dibujada en piedra basta para hacerles caer al suelo de 
rodillas. 

Ungen a los dioses, que quizá también pasen hambre, con un poco 
de saliva alrededor de la boca. 

El campo yace encadenado en una oscura red de grietas. 



Las cobras atormentadas por la sed son tan mansas como los animales 
domésticos. 

Crujen insomnes bajo la seca hojarasca del árbol del pueblo. 

El adivino descifra bostezando destinos humanos tan iguales entre sí 
como los juncos de una alfombra. 

Se considera que dormir con una piedra como cabecera proporciona 
sueños que resultan ciertos. 

La dificultad estriba en recordarlos por la mañana. 

El río ha caído enfermo y el agua ya no quiere correr. 

Se ha cubierto de una lámina grisácea como un ojo muerto. 

Las serpientes de agua están acostadas sobre las piedras blancas y defienden el lecho 
del río. 

Las jorobas de los bueyes cuelgan como bolsas sin dinero. 

Las hienas arrancan las mejillas de los niños dormidos. 

Por la noche se ve un bosquecillo envuelto en llamas aunque no arde. 

Hay un hombre de pie, el oscuro viento hace ondear su blanca cabellera. 

El se ha convertido en un árbol que espera lluvia. 

Se entrega al rayo con los pies hundidos en la tierra. 

Otro hombre se deja atar a unas piedras para que lo bajen a un pozo. 

A los tres días lo sacan del agua, vivo y lozano como un tallo de loto. 

Pero no, no ha conseguido influir en las decisiones de los dioses. 

La locura libera a algunos del tormento de ser hombres. 

Sus ojos asemejan los de las fieras y todos se apartan de ellos. 

Un niño encuentra una pelota de tenis y la esconde: una fruta que 
quizá madure. 

Los excrementos humanos arden mal por mucho que se hayan secado. 

Caen tijeretas en la fría olla de hierro. 

Derramados por el suelo hay unos montoncitos de azafrán como si fuesen 
la última siembra de esperanzas. 

Sin embargo, allí donde todo es una roca de fe no hay ningún motivo 
de desesperación. 



DASHDORZHIIN NATSAGDORZH 

Mongolia, 1906-1937 


Mi tierra natal 

Altas montañas majestuosas de Khentel, Khangai y Soyón, 

Bosques y colinas de gruesos árboles, la belleza del Norte, 

El Gran desierto de Gobi, las extensiones de Menen, Sharga 
y Nomin, 

Y los océanos de desiertos de arena que dominan el Sur; 

Esta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Los ríos de cristal de la sagrada Kherlen, Onon yTuul, 

Arroyos, manantiales y quebradas que dan salud a todo mi pueblo, 
Los lagos azules de Khuvsugul, Uvs y Buir, anchos y profundos, 
Ríos y lagos donde la gente y el ganado calman la sed; 

Esta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Los más hermosos ríos de Orkhon, Selenge y Khukhii, 

Montañas y desñladeros, fuente de los metales y la abundancia, 
Antiguas estructuras y ruinas de ciudades y fortalezas, 

Caminos y carreteras que corren hacia países distantes; 

Esta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Las altas coronas de nieve eterna en las montañas que brillan 
a lo lejos, 

El paisaje virgen, interminable bajo el claro cielo azul, 

Las nobles cumbres que se ve alzarse en la distancia, 

Y los ilimitados campos donde el alma halla la paz al fin; 

Esta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

La vasta tierra de Khalkha entre los desiertos y las montañas, 

Tierra que atravesamos una y otra vez desde los verdes días 
de la juventud, 

Cadenas de montañas como torres donde se cazan lobos y venados, 

Y los hermosos valles donde galopan los caballos espléndidos; 

Esta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

La tierra donde las puras hierbas se balancean en la brisa, 

La tierra de llanuras abiertas de espejismos fantásticos, 

Rocas firmes y remotos parajes donde los Hombres de Bien 
acostumbraban encontrarse, 

Y los antiguos oboos, pedestales de los dioses y los antepasados; 

Esta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Tierra de grandes pastos de hierba fina y pura, 



País donde todos pueden andar y desplazarse y pasear a voluntad, 
País donde el pueblo vive libremente todas las estaciones del año, 

Y la tierra de suelo fértil, donde crecen las variadas espigas; 

Ésta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Las mejores montañas, cunas donde yacen nuestros antepasados, 
Donde crecimos y maduramos, 

La tierra donde varias especies de ganado ramonean en los llanos, 

Y la tierra saturada del alma de generaciones de mongoles; 

Ésta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Tierra donde en invierno todo se cubre de hielo y nieve, 

Y las hierbas titilan como vidrios y cristal, 

Tierra donde en verano es todo una alfombra de flores 

Y se llena de pájaros de las tierras distantes del Sur; 

Ésta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

La rica tierra entre las montañas de Altai y de Khingan, 

La tierra que mi padre y mi madre habitaron y bendijeron 
para nosotros al pasar, 

Tierra que pacíficamente crece bajo el dorado sol 

Y brilla para siempre bajo la luna de plata; 

Ésta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

Tierra de mis antepasados desde el tiempo de Hun y Sung, 
Gloriosa tierra donde se sintió el poder de los Mongoles Azules, 
Tierra que nos ha cobijado desde los albores del tiempo, 

Y la tierra esparcida bajo la Roja Bandera de la Nueva Mongolia; 

Ésta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 

La patria en que nacimos y crecimos es la que más estrechamente 
amamos, 

A cualquier invasor rechazamos desde las mismas puertas, 
Déjanos incrementar el poder de nuestro pueblo renacido, 

Y construir con nuestros méritos un mundo nuevo; 

Ésta es mi tierra natal, 

Mi país hermoso, mi Mongolia. 


Versión: David Chericián 


316 



MIRLOS RADNÓTI 

Hungría, 1907-1944 


Marcha forzada 

Loco es el que cae al suelo 
y con un dolor errático 
Sin embargo, como si alas 
la fosa en vano le llama 
y si preguntas por qué 
que le esperan la mujer 
Pues sí que es loco y es cándido, 
ya desde hace mucho sólo 
y derribó las paredes 
y erizada está de miedo 

¡Ay! si creer pudiera: llevo 
de cosas que aún valen y una 
¡si aún la hubiera! y como antes 
al enfriar la mermelada 
de la paz, y entre las huertas 
sol entre frondas y frutas 
y Fannin me esperaría 
y escribiría una lenta 
¡pero aún quizá es todavía! 

No sigas andando, amigo, 

se levanta y vuelve al trillo 
mueve rodilla y tobillo. 

le salieran, vuelve a andar, 
porque él no se va a quedar, 
tal vez aun diga esta cosa: 

y una muerte más hermosa, 
porque sobre cada hogar 
el viento abrasa al pasar, 
y el ciruelo de raíz, 

la noche de su país. 

no sólo en mi pecho un mar 
casa para regresar: 

en la veranda amplia y vieja 
sentir zumbar a la abeja 

soñolientas cogería 
que desnudas ondearían, 


317 



rubia ante el seto de grana, 
sombra la lenta mañana, 

¡la luna es redonda, y tanto! 
¡grítame! ¡Y yo me levanto! 


Bor, septiembre 15,194-4- 


España, España 

Ya hace dos días que diluvia así, y al abrir mi ventana 
París sobre sus techos brilla, 
en mi mesa una nube se establece 
y una húmeda luz corre por mi mejilla. 

Estoy parado encima de las casas, y por lo tanto en lo profundo, 
el hollín lluvioso me llora, 
y me avergüenzo de este barro desgarbado 
y del ocaso lóbrego de noticias de ahora. 

¡Ay, guerra restallante de alas negras, 
volante espanto de la vecindad! 

Ya no siembran, ni siegan, ni cosechan 
y tampoco hay vendimia allá. 

Ya no canta el polluelo, ni escuece el sol del cielo, 
ni las madres dan hijos de su entraña, 
y sólo tus sangrientos ríos corren 
espumosos, ¡España! 

Mas vienen nuevas tropas, si es necesario de la nada, 
igual que ñeros huracanes 
un ejército parte de las tierras heridas 
y las profundidades de minas y volcanes. 

Los pueblos gritan tu destino: ¡libertad! 
esta tarde también la canción por ti fue cantada; 
y con duras palabras cantaron a tu lucha 
los pobres parisienses con la cara mojada. 


Tarjetas postales 

I 


318 


Desde Bulgaria rueda un cañonazo intenso, 
vibra en la cresta y luego titubea en descenso; 



se apilan bestias, hombres, carretas, pensamientos, 
el camino relincha, corre el cielo entre vientos. 

En este caos móvil tú eres eterna en mí, 
en lo hondo de mi mente siempre te veo así: 
muda, inmóvil, como ángel que admirara el desierto 
o el insecto sepulto dentro del árbol muerto. 


Entre las montañas, agosto 30, 1944 


II 

Sólo a nueve kilómetros de aquí 
queman almiares, casas, prados, 
y aquí sentados los aldeanos fuman 
sus pipas mudos y alarmados. 

Aquí aún se riza el agua si entra al lago 
la pastora con pie desnudo 
y nubes bebe al inclinarse al agua 
el rebaño lanudo. 


Cservenka, octubre 6, 1 944 


III 

Los belfos de los bueyes manan baba sangrienta, 
todos los hombres, todos, sudan y orinan sangre, 
baña el siglo un feroz chaparrón pestilente. 

Sobre nosotros sopla la muerte fieramente. 

Mohács, octubre 24, 1944 


IV 

Me acerqué al lado de él, su cuerpo se volvió, 
tenso y rígido estaba, como cuerda al vibrar. 

Un disparo en la nuca. —Puedes estar tranquilo—, 
me dije —así también tú vas a terminar. 

Ahora la paciencia en muerte ha florecido. 

—Der springt noch auf 2 —encima de mí dijo un sonido. 

Una sangre fangosa se ha secado en mi oído. 

Szentkirálysabedje, octubre 31, 1944 


Versión: SusanaVdlyi Nagy y David Chericián 


12 Él aún se mueve. 





Séptima égloga 


¿Yes?, anochece. Feroz, erizada de púas, 

la valla de roble y la barraca flotan, aspiradas por la noche. 

El cuadro de nuestro cautiverio escapa a la lenta mirada, 
y sólo la razón —sólo ella— conoce la tensión de la alambrada. 

¿Ves, amada? Aquí hasta la fantasía sólo así cobra alas. 

Nuestros cuerpos magullados serán disueltos por el sueño 
hermoso, liberador, 

y entonces todo el campo emprenderá la marcha. 

Harapientos, rapados, roncando, los prisioneros echan a volar 
desde las cimas ciegas de Servia hasta ocultos parajes de la patria. 
¿Existen todavía esos parajes? ¿Y qué ha sido de nuestras casas? 

¿Las omitieron las bombas? ¿Están como cuando partimos? 

Y ese que gime a mi derecha y el que yace a mi izquierda, ¿regresarán? 
Dime, ¿hay todavía una patria donde comprendan este hexámetro? 

Sin poner los acentos, tanteando en cada renglón, 
escribo en la penumbra, escribo como vivo, 
casi sin ver, recorriendo el papel como una oruga: 
la lámpara, el cuaderno, todo me lo quitaron los guardianes. 

Ningún correo llega, sólo la niebla aplasta la barraca. 

Entre falsos rumores y parásitos aquí viven franceses, polacos, 
italianos ruidosos, servios separatistas, judíos melancólicos. 

Cuerpos febriles y rotos que, a pesar de todo, viven una vida, 
esperan buenas nuevas, palabras femeninas, un libre destino humano, 
y, mientras llega el fin, envueltos en la espesa penumbra, milagros. 

Estoy tendido en la tabla, entre insectos, animal cautivo. El asedio 
de las pulgas se reanuda, pero el enjambre de las moscas se ha calmado. 
Ya es de noche. ¿Yes?, el cautiverio es un día más corto 
y la vida también es un día más corta. El campo duerme. El paisaje 
se baña en la luna y los alambres se atesan de nuevo en su luz, 
y, a través de la ventana, las sombras de los guardias armados 
marchan proyectadas en el muro entre los rumores de la noche. 

El campo duerme. ¿Ves, amada? Se escucha el susurrar del sueño, 

alguien gime sobresaltado, gira en el camastro, y 

cae otra vez, pálido, en el sueño. Sentado, sólo yo velo, 

en mi boca una colilla reemplaza el sabor 

de tus besos, y no acude el sueño sosegante 

pues sin ti ya no puedo ni morir ni vivir. 


Versión:Andrés Simor y Fayad Jamís 


320 



JACQUES ROUMAIN 

Haití, 1907-1944 

Sucios negros 

Pues bien he aquí: 
nosotros 
los negros 
los niggers 
los sucios negros 
no aceptamos más 
esto es simple 
se acabó 
estar en África 
en América 
vuestros negros 
vuestros niggers 
vuestros sucios negros 
no aceptamos más 
esto os asombra 
decir: oui missié 

mientras lustramos vuestras botas 
oui mon pé 

a los misioneros blancos 

oui maítre 

cosechando para vos 

la caña de azúcar 

el café 

el algodón 

el cacahuete 

en África 

en América 

como negros buenos 

como pobres negros 

como sucios negros 

que éramos 

que ya no seremos 

Se acabó ya lo veréis bien 

nuestros yes Sir 

oui blanc 

sí Señor 

y , 

cuádrese, cazador 

sí, mi Comandante, 

cuando nos den la orden 

de ametrallar a nuestros hermanos árabes 

en Siria 



en Túnez 
en Marruecos 

y nuestros blancos camaradas huelguistas 

reventando de hambre 

oprimidos 

expoliados 

despreciados como nosotros 
los negros 
los niggers 
Sorpresa 

cuando la orquesta en vuestras boites 

de rumbas y de blues 

os toque algo muy distinto 

que no esperaba la putería hastiada 

de vuestros gigolós y salopes endiamantadas 

para quienes un negro 

no es más que un instrumento 

de cantar, claro, 

de bailar, of course 

de fornicar naturlich 

no más que una mercancía 

para comprar para vender 

en el mercado del placer 

no más que un negro 

un nigger 

un sucio negro 

Sorpresa 

jesúsmaríajosé 

sorpresa 

cuando atrapemos 
riendo espantosamente 
al misionero por la barba 
para enseñarle a nuestra vez 
a patadas en el culo 
que 

nuestros ancestros 

no son 

galos 

que nos importa un bledo 
un Dios que 
si es el Padre 

pues bien entonces es que nosotros 

los negros 

los niggers 

los sucios negros 

tenemos que creer que no somos más que sus bastardos 
y es inútil gritar 



jesusmanajose 

como una vieja bota reventada por las mentiras 

es preciso 

que te enseñemos 

lo que cuesta en definitiva 

sermonearnos a golpes de látigo y de yo pecador 

la humildad 

la resignación 

a nuestra suerte maldita 

de negros 

de niggers 

de sucios negros 

Las máquinas de escribir mascarán las órdenes de represión 

castañeteando los dientes 

fusilad 

degollad 

a esos negros 

a esos niggers 

a esos sucios negros 

Enviscados como moscas enloquecidas 

en la telaraña de los gráficos de 

cotizaciones de la bolsa derrumbadas 

los grandes accionistas de las compañías mineras 

y forestales 

los propietarios de fábricas de ron y de plantaciones 

los propietarios 

de negros 

de niggers 

de sucios negros 

y laT. S. F. delirará 

en nombre de la civilización 

en nombre de la religión 

en nombre de la latinidad 

en nombre de Dios 

en nombre de la Trinidad 

en nombre de Dios caramba 

de las tropas 

de los aviones 

de los tanques 

de los gases 

contra esos negros 

esos niggers 

esos sucios negros 

Demasiado tarde 

hasta el corazón de las junglas infernales 
repercutirá precipitado el terrible tartamudeo 
telegráfico de los tam-tams repitiendo infatigables 



repitiendo 
que los negros 
no aceptan más 
no aceptan más 
ser vuestros niggers 
vuestros sucios negros 
demasiado tarde 
pues habremos surgido 

de las cavernas de ladrones de las minas de oro del Congo 
y de África del Sur 

demasiado tarde será demasiado tarde 

para impedir en los algodonales de Luisiana 

en los centrales azucareros de las Antillas 

la cosecha de venganza 

de los negros 

de los niggers 

de los sucios negros 

será demasiado tarde os lo digo 

pues hasta los tam-tams habrán aprendido el lenguaje 
de la Internacional 

pues nosotros habremos escogido nuestro día 

el día de los sucios negros 

de los sucios indios 

de los sucios hindúes 

de los sucios indochinos 

de los sucios árabes 

de los sucios malayos 

de los sucios judíos 

de los sucios proletarios 

Y henos aquí de pie 

Todos los condenados de la tierra 

todos los justicieros 

marchando al asalto de vuestros cuarteles 

y de vuestros bancos 

como un bosque de antorchas fúnebres 

para terminar 

de una 

vez 

por 

todas 

con este mundo 
de negros 
de niggers 
de sucios negros 


Versión: Fayad Jamís 



CESARE PAYESE 

Italia, 1908-1950 

Casa en construcción 

Con las cañas ha desaparecido también la sombra. Ya el sol, al sesgo, 

atraviesa las arcadas y se descarga por agujeros 

que serán ventanas. Trabajan algo los albañiles, 

mientras dura la mañana. Cada tanto se lamentan 

de cuando aquí rumoreaban todavía las cañas 

y un caminante acalorado podía echarse en la hierba. 

Los muchachos comienzan a llegar con el sol alto. 

No temen al calor. Los pilares aislados en el cielo 
son un campo de juego mejor que los árboles 
o la calle de siempre. Los ladrillos descubiertos 
se llenan de azul, para cuando las bóvedas 

estén cerradas, y para los muchachos es una alegría verse desde el fondo 
sobre la cabeza los recuadros de cielo. Lástima el sereno, 
porque un chaparrón de agua allí arriba desde aquellos agujeros 
gustaría a los muchachos. Sería como lavar la casa. 

Ciertamente esta noche —de poder venir— era mejor: 
el rocío bañaba los ladrillos y, tendidos entre los muros, 
se veían las estrellas. Quizá podían encender 
un buen fuego y alguno atacarlos y agarrarse a pedradas. 

Una piedra de noche es capaz de matar sin un ruido. 

Además están las culebras que bajan por los muros 
y que caen como una piedra, sólo que más blandas. 

Lo que ocurra de noche allí adentro, sólo lo sabe el viejo 
que de mañana se ve descender por las colinas. 

Deja brasas de fuego allí dentro y tiene la barba chamuscada 

por la llama y ya ha tomado tanta agua, que, como el terreno, 

no podría cambiar de color. Hace reír a todos 

porque dice que los otros se hacen la casa 

con sudor y el duerme allí sin sudar. Pero un viejo 

no debería quedarse a noche descubierta. 

Se comprende una pareja en un prado: están el hombre y la mujer 
que se tienen apretados, y después vuelven a casa. 

Pero aquel viejo no tiene ya una casa y se mueve con fatiga. 

Ciertamente algo le sucede allí dentro, 
porque todavía de mañana murmura para sí. 

Al rato los albañiles se echan a la sombra. 

Es el momento, en que el sol ha abordado cada cosa 



y un ladrillo al tocarlo te quema las manos. 

Se ha visto ya una culebra sumergirse huyendo 
en la charca de cal: es el momento en que el calor 
hace enloquecer hasta a las bestias. Se bebe una vez 
y se ven las otras colinas todo alrededor, quemadas, 
tremolar en el sol. Sólo un tonto 
seguiría trabajando y en efecto ese viejo 
a esta hora atraviesa las viñas, robando los melones, 

También están los muchachos sobre los puentes, subiendo y bajando. 
Cierta vez una piedra terminó sobre el cráneo 
del patrón y todos detuvieron el trabajo 
para llevarlo al torrente y lavarle la cara. 


Disciplina 

Los trabajos comienzan al alba. Pero nosotros comenzamos 
poco antes del alba a encontrarnos nosotros mismos 
en la gente que anda por la calle. Cada uno recuerda 
que está solo y tiene sueño, al descubrir a los pocos 
que pasan —cada uno desvaría para sí, 
sabe bien que en el alba tendrá que abrir los ojos. 

Cuando llega la mañana nos encuentra asombrados 
contemplando el trabajo que ahora comienza. 

Pero ya no estamos solos y ya nadie tiene sueño 
y pensamos con calma las ideas del día 
hasta dar en sonrisas. En el sol que regresa 
ya estamos convencidos. A veces una idea 
menos clara —una mueca— nos toma de improviso 
y volvemos a mirar como antes del sol. 

La ciudad clara asiste a trabajos y muecas; 

Nada puede alterar la mañana. Todo puede 

suceder y nos basta con alzar la cabeza 

del trabajo y mirar. Muchachos escapados 

que no hacen nada aún caminan por la calle 

y hasta hay uno que corre. Las hojas echan sombras 

sobre la calle y sólo falta la hierba, 

entre las casas que asisten inmóviles. Algunos 

en la orilla del río se desnudan al sol. 

La ciudad nos permite levantar la cabeza 

para pensar en esto, bien sabe que después la inclinamos. 



Externo 


Aquel muchacho desaparecido de mañana, no vuelve. 

Ha dejado la pala, todavía fría, en el gancho 
—era el alba— ninguno ha querido seguirlo: 
se ha arrojado sobre ciertas colinas. Un muchacho 
de la edad que comienza a desatar maldiciones, 
no sabe de discursos. Ninguno 
ha querido seguirlo. Era un alba quemada 
de febrero, cada tronco color de sangre 
agrumada. Ninguno sentía en el aire 
la tibieza futura. 

La mañana ha pasado 
y la fábrica libera a mujeres y obreros. 

En el bello sol, alguno —retoma el trabajo 
en media hora— se tiende a comer, hambriento. 

Pero hay una dulce humedad que muerde la sangre 
y da estremecimientos verdes a la tierra. Se fuma 
y se ve que el cielo está sereno, y a lo lejos 
las colinas son violáceas. Valdría la pena 
quedarse mucho tiempo por tierra en el sol. 

Mientras tanto se come. ¿Quién sabe si ha comido 
aquel muchacho testarudo? Un seco obrero dice 
que, está bien, el lomo se rompe trabajando, 
pero comer se come. Y se fuma también. 

El hombre es como una bestia, no querría hacer nada. 
Son las bestias quienes sienten el tiempo, y el muchacho 
lo ha sentido desde el alba. Y hasta hay perros 
que terminan putrefactos en un foso: la tierra 
toma todo. ¿Quién sabe si el muchacho no termina 
dentro de un foso, hambriento? Ha escapado en el alba 
sin hacer discursos, con cuatro maldiciones, 
la nariz alta en el aire. 

En eso piensan todos 

esperando el trabajo, como un rebaño desganado. 


Fumadores de papel 

Me ha llevado a oír su banda. Se sienta en una esquina 

y empuña el clarín. Comienza un tumulto infernal. 

Fuera, un viento furioso y los golpes, entre los relámpago 

de la lluvia hacen que la luz se vaya, 

cada cinco minutos. En la sombra, las caras 

miran dentro asustadas, al tocar de memoria 

un bailable. Enérgico, el pobre amigo 




los dirige a todos, desde el fondo. Y el clarín se tuerce, 
rompe el barullo sonoro, se eleva, se desahoga 
como un alma sola, en un seco silencio. 

Estos pobres latones son magullados a menudo: 
campesinas las manos que aprietan las teclas, 
y las frentes, tozudas, apenas miran la tierra. 

Miserable sangre cansada, extenuada 

por las muchas fatigas, se siente mugir 

en las noches y el amigo los guía con fatiga, 

él que tiene manos duras como para alzar una maza, 

llevar una garlopa, arrancarse la vida. 

Tuvo en un tiempo compañeros y sólo tiene treinta años. 

Fue de aquellos de después de la guerra, crecidos en el hambre. 

Vino también él aTurín, buscándose la vida, 

y encontró la injusticia. Aprendió a trabajar 

en las fábricas sin una sonrisa. Aprendió a medir 

sobre la propia fatiga el hambre de los otros, 

y encontró por todas partes injusticia. Intentó darse paz 

caminando, soñoliento, las calles infinitas 

en la noche, pero vio solamente millares de faroles 

lucidísimos, sobre la iniquidad: mujeres roncas, ebrios, 

vacilantes fantoches perdidos. Había llegado a Turín 

un invierno, entre relámpagos de fábricas y escorias de humo; 

y sabía qué era el trabajo. Aceptaba el trabajo 

como un duro destino del hombre. Pero que todos los hombres 

lo aceptasen y en el mundo habría justicia. 

Pero se hizo compañeros. Aguantaba las largas palabras 
y debía escuchar, esperando el final. 

Se hizo compañeros. Cada casa tenía familias. 

La ciudad estaba toda cercada por ellos. Y el rostro del mundo 
estaba todo cubierto por ellos. Sentían dentro suyo 
tanta desesperación como para vencer al mundo. 

Suena seco esta noche, a pesar de la banda 

que se ha instruido uno a uno. No piensa en el barullo 

de la lluvia y en la luz. El rostro severo 

mira atento un dolor, mordiendo el clarín. 

Esos ojos los he visto una noche, en que solos, 
con el hermano, diez años más triste que él 
velábamos a una luz deficiente. El hermano estudiaba 
sobre un inútil torno construido por él. 

Y mi pobre amigo acusaba al destino 

que los tiene clavados a la garlopa y a la maza 

para nutrir dos viejos, no solicitados. 

De repente gritó 



que no era el destino si el mundo sufría, 

si la luz del sol arrancaba blasfemias: 

era el hombre, culpable. Al menos poder irse, 

hacer el hambre libre, decir que no 

a una vida que usa amor y piedad, 

la familia, el pedacito de tierra, para atarnos las manos. 


Leña verde 


A Massimo 

El hombre quieto tiene delante colinas en la sombra. 

Mientras estas colinas sean de tierra, 

los campesinos deberán zaparlas. Las mira y no ve, 

como quien aprieta los ojos en prisión bien despierto. 

El hombre quieto —que ha estado en prisión— mañana retoma 
el trabajo con algunos compañeros. Esta noche está solo. 

Las colinas le parecen de lluvia: es el olor remoto 
que a veces llegaba a prisión en el viento. 

Alguna vez llovía en la ciudad: abrirse paso 
con aliento y con sangre hasta la calle libre. 

La prisión tomaba la lluvia, en prisión la vida 
no terminaba, a veces se filtraba hasta el sol: 
los compañeros esperaban y el futuro esperaba. 

Ahora está solo. El olor inaudito de tierra 
le parece salido de su mismo cuerpo, y recuerdos remotos 
—él conoce la tierra— lo constriñen al suelo, 
a ese suelo real. No sirve de nada pensar 
que los campesinos clavan la zapa en la tierra 
como sobre un enemigo y que se odian a muerte 
como tantos enemigos. Tienen también una alegría 
los campesinos: ese pedazo de tierra roturado. 

¿Qué importan los demás? Mañana en el sol 
las colinas estarán tendidas, cada uno la suya. 

Los compañeros no viven en las colinas 
nacieron en la ciudad donde en lugar de la hierba 
hay rieles. A veces lo olvida también él. 

Pero el olor de tierra que llega a la ciudad 
no sabe ya de campesinos. Es una larga caricia 
que hace cerrar los ojos y recordar los compañeros 
en prisión, en la larga prisión que espera. 


Versiones: Rodolfo Alonso 


329 




THEODOSIS PIERIDES 

Chipre, 1908-1968 

Canción de ira y duelo 


En memoria de los ahorcados en Nicosia 


El sol que hoy ha salido 
no alumbrará al muchacho hermoso. 

El hermoso muchacho entró a la Muerte 

por la puerta que sólo los hombres totalmente verticales cruzan. 

El hermoso muchacho entró en nuestro corazón 
a través de las calles invadidas por los grandes vientos 
que vienen a barrer nuestra oxidada calma. 

El entró en nuestra vida 

a través de las llanuras donde campean los indomables jinetes, 
los que guían la tormenta, asiéndola en el puño, 
los que la lanzan justo en el seno de las ruinas 
y las derriban para que los humanos puedan construir. 


El hermoso muchacho que ellos prendieron y colgaron 
hoy, al alba, en Nicosia. 


Versión: David Chericián 



MICHAEL DEI-ANANG 

Ghana, 1909 - 1977 

¿Hacia dónde vas, África? 

Bajo la cúpula estrellada del cielo 
Me senté, observando 
Cómo la silenciosa, 

Apacible luna, 

Desplegadas las velas, 

Navegaba 
Por su ruta. 

Como si no le importara 

El destino que le deparó la naturaleza... 

Ella navegaba, 

Sin sentir dudas, 

Y silenciosamente sonreía 
Un poco desde lo alto. 

Y aquí, 

Oh Africa, 

Tierra de célebres faraones 

Y pirámides cuya creación 
Obedeció a leyes desconocidas, 

Oh Africa, patria mía, 

Aquí he pensado en ti: 

Tú, como la luna, navegas, 

Con las velas izadas. 

Pero el país promisorio, 

¿Dónde está? 

Respóndeme, Africa, 

¿Hacia dónde navegas? 

Hacia allá, donde el tambor despertó a la madrugada, 
Donde las palmas curadas por el sol 
Hacían sombra a las rondas, 

Hacia atrás, hacia aquellos tiempos ingenuos 
Cuando, por miedo a los dioses, 

Las doncellas prudentemente conservaban su honor 

Y los jóvenes evitaban los vicios; 

¿Hacia atrás, 

Bajo los techos de las chozas de caña, 

Donde en medio de las tinieblas reinaba la bondad 

Y el consuelo, 

Y la superstición? 

¿O hacia adelante? 



¿Y en el futuro? 

Tugurios, 

Casas y gente: basurero 

Donde la miseria de las infelices capas medias 

Tiene su nido, 

Donde todo es tristeza y oscuridad, 

¡Hacia adelante! ¿Y en el futuro? 

Malditas fábricas, 

Monstruoso molino 

Que con molares de acero 

Reduce a cenizas el plazo que nos asignaron. 

¿O hacia adelante? 

¿Y en el futuro? 

El espíritu fétido 

De las bestialidades feudales, 

Allá, los azores de origen ario 
En el ávido grito de sus bombas y cañones 
Muestran al mundo su superioridad 
Sobre la raza inferior. 

¿Hacia adelante, hacia la civilización? 

¿Hacia las estruendosas máquinas 

Y las desvergonzadas ganancias: 

AI empeño inevitable 

De la lucha a muerte? 

Hacia adelante, 

A las intrincadas leyes 

De Adam Smith 

Que revuelven los mercados, 

Y dan a los corazones 
Un temple tan fuerte 

Que la gente puede quemar y ocultar 
Lo que puede alimentar a medio mundo, 

Y medio mundo se muere de hambre. 

¿Atrás? 

¿Hacia la fuente de todos los principios morales, 
El amor al prójimo 

Y el temor a dios, 

Los que viven en las almas incultas, 

Libres, alegres, 

Abiertas a la bondad? 

La luna navega 
Tranquila y silenciosamente 



Por el cielo sembrado de estrellas 

La ruta predestinada desde tiempos inmemoriales. 

¡Navega tú también, patria mía! 

Por las rutas conocidas. Las velas izadas. 

Navega, oh África... 

Pero el país promisorio 
¿Dónde está? 


Intrépidos pescadores (fragmento) 

En el mar bailan las olas, 

Brillo de luna en las crestas. 

Ribera y casa. El ama 
Al anochecer prepara la cama: 

A todo lo ancho tiende la estera, 

En este simple lecho, 

Apagada la tenue lámpara, 

Coloca a los niños. 

¡Ya es hora! El amo de la casa, el pescador, 

Se levanta y sale a la noche, 

Camina, acostumbrado a su oficio, 

Al pesado remo de la barca. 

La vida del pescador 
Es una batalla infinita. 

Las olas rugen como trompeta de miel, 

Cada noche, 

A despecho del mar, 

El pescador entra en discusión con el destino. 

Van por el mar sin mapa, 

Sin brújula ni sextante. 

Ya desde los tiempos de los tatarabuelos 
Fue trazado el curso por las estrellas. 

Los ásperos fondos de las barcas 
De esta dinastía de pescadores 
Durante muchas generaciones 
Les abrieron el camino. 

Ellos pueden conocer el carácter 
De las olas por el color 
Y en tiempo de tormenta 
No salen a la oscuridad en vano, 

Por el olfato sienten el pez, 



Oportunamente escogen el aparejo, 

En una palabra, saben todo lo que debe 
Saber un verdadero marino. 

Sorteando todos los peligros 
Que acechan a los que 
En tormentosa noche 
No ha quebrantado el mar, 

Fuertes y tranquilos 
Regresan los pescadores a casa. 
Regresan con la pesca, 

Mientras que la aurora 
Toca con suaves dedos 
Los párpados del cansado sol 
Cerrados de sueño, 

Y la cortina de los ojos 
Se desprende lentamente... 



RUI DE NORONHA 

Mozambique, 1909-1943 


Levántate y anda 

¡Duermes! y el mundo marcha, oh patria de misterio. 
¡Duermes! y el mundo avanza, el tiempo va siguiendo... 

El progreso camina a lo alto de un hemisferio 
y en el otro tú duermes tu interminable sueño... 

La selva hace de ti un siniestro ermiterio, 
donde, sola, en la noche, la fiera anda rugiendo. 

La esclavitud, la sombra, tienen aquí su imperio, 

Y tú, al tiempo extraña, oh Africa, durmiendo... 

Despierta. Hace ya mucho que en lo alto vuelan cuervos 
ansiosos de caer y de beber a sorbos 
tu sangre aún caliente, oh sonámbula esclava... 

Despierta. Tu dormir es ya más que terreno... 

Oye la voz del progreso, ese otro Nazareno, 

que te extiende la mano y dice: — ¡Africa, levántate y anda! 



YANNIS RITSOS 

Grecia, 1909-1990 


El loco 

El carro se ha parado frente al mar 
con seis toneles de hierro, rojos. 

Lleva uno más, de un verde asombroso. 

El caballo pace en el prado. El carretero 
bebe en la taberna. El loco de la isla 
se detiene junto al pequeño muelle, y grita: 
«Con ese verde os venceré.» 

Y señala el séptimo tonel, sin que sepa 
lo que contiene ni de quién es. 


Escala de sensaciones 

En naranja y rosa el sol se ha hundido. 

El mar es de un verde azul sombrío. 

Lejos, una barca se mece 
como un oscilante punto negro. 

Alguien se levanta, y grita: «¡Una barca, una barca!» 
Los demás, sentados en el café, 
se levantan a su vez. Miran. 

Sin duda es una barca. 

Pero el que gritó, 

ahora bajo la mirada furiosa de los otros 
inclina la cabeza con un aire culpable y murmura: 
«¡Perdón, os he mentido!» 


Obrero del yerbo 

Trabajó durante toda su vida, 

sin reposo, ardiente y exaltado, casi seguro de la inmortalidad, 

—la suya, por supuesto, en primer término. 

Hasta que una noche 
el viento sopla de repente. 

La puerta se cierra con estrépito. 

El ve las estatuas caer 

y golpearse las narices contra el suelo, y comprende. 

Las palabras que él había escrito con tanto celo por años y por años, 
se habían endurecido. 

Las sentía bajo sus dedos 

como la pelambre seca y neutra de una bestia muerta. Sin 
embargo, continuó su trabajo como de costumbre, 



hasta confundir la muerte y la inmortalidad, 
la embriaguez y el olvido. 

Pero llegó a poner en claro 

lo que es exactamente el trabajo entre la futilidad y el orgullo. 

El sonoro vaivén del péndulo 

tenía la resonancia de un tambor en la noche, 

como si ritmara una marcha de soldados somnolientos 

entre dos batallas. 


Versiones: Nicolás Guillén. 



NIKOLA VAPTSAROV 

Bulgaria, 1909-1942 

Cine (Fragmento) 

Fuera era el ruido 
y titilaban los anuncios. 

Decía 
un cartel: 

Un drama humano. 

Fuera era el ruido. 

El caballero de Krum 
sudaba 

por la opresión 
de mi mano. 

Oscureció: 

en el blanco rectángulo 
el león de la Metro 
bostezó somnoliento. 

De golpe: una calzada, 
tras ella un bosque 
y al fondo el cielo 
vasto y azulado. 

Y justamente 

en el recodo de la vía 

tropiezan dos lujosos limousines. 

He aquí nuestro héroe 
y nuestra heroína. 

Tras la colisión 
emerge el gentleman 
y carga la muchacha moribunda 
como plumita en sus brazos de acero. 

Abre los párpados: 
sus ojos arden, 
se humedecen, 
miran al firmamento... 

¡Hermano, si vieras qué muchacha, 
como una jaca de semental! 



MIGUEL HERNÁNDEZ 

España, 1910-1942 

El niño yuntero 

Carne de yugo, ha nacido 
más humillado que bello, 
con el cuello perseguido 
por el yugo para el cuello. 

Nace, como la herramienta, 
a los golpes destinado, 
de una tierra descontenta 
y un insatisfecho arado. 

Entre estiércol puro y vivo 
de vacas, trae a la vida 
un alma color de olivo 
vieja ya y encallecida. 

Empieza a vivir, y empieza 
a morir de punta a punta 
levantando la corteza 
de su madre con la yunta. 

Empieza a sentir, y siente 
la vida como una guerra, 
y a dar fatigosamente 
en los huesos de la tierra. 

Contar sus años no sabe, 
y ya sabe que el sudor 
es una corona grave 
de sal para el labrador. 

Trabaja, y mientras trabaja 
masculinamente serio, 
se unge de lluvia y se alhaja 
de carne de cementerio. 

A fuerza de golpes, fuerte, 
y a fuerza de sol, bruñido, 
con una ambición de muerte 
despedaza un pan reñido. 

Cada nuevo día es 
más raíz, menos criatura, 



que escucha bajo sus pies 
la voz de la sepultura. 

Y como raíz se hunde 
en la tierra lentamente 
para que la tierra inunde 
de paz y panes su frente. 

Me duele este niño hambriento 
como una grandiosa espina, 
y su vivir ceniciento 
resuelve mi alma de encina. 

Lo veo arar los rastrojos, 
y devorar un mendrugo, 
y declarar con los ojos 
que por qué es carne de yugo. 

Me da su arado en el pecho, 
y su vida en la garganta, 
y sufro viendo el barbecho 
tan grande bajo su planta. 

¿Quién salvará a este chiquillo 
menor que un grano de avena? 
¿De dónde saldrá el martillo 
verdugo de esta cadena? 

Que salga del corazón 
de los hombres jornaleros, 
que antes de ser hombres son 
y han sido niños yunteros. 


Elegía segunda 


A Pablo de la Tórnente, comisario político 

«Me quedaré en España, compañero», 
me dijiste con gesto enamorado. 

Y al fin sin tu edificio trotante de guerrero 
en la hierba de España te has quedado. 

Nadie llora a tu lado: 


340 


desde el soldado al duro comandante, 
todos te ven, te cercan y te atienden 



con ojos de granito amenazante, 

con cejas incendiadas que todo el cielo encienden. 

Valentín el volcán, que si llora algún día 
será con unas lágrimas de hierro, 
se viste emocionado de alegría 
para robustecer el río de tu entierro. 

Como el yunque que pierde su martillo, 

Manuel Moral se calla 
colérico y sencillo. 

Y hay muchos capitanes y muchos comisarios 
quitándote pedazos de metralla, 
poniéndote trofeos funerarios. 

Ya no hablarás de vivos y de muertos, 
ya disfrutas la muerte del héroe, ya la vida 
que no te verá en las calles ni en los puertos 
pasar como una ráfaga garrida. 

Pablo de la Torriente, 
has quedado en España 
y en mi alma caído: 

nunca se pondrá el sol sobre tu frente, 
heredará tu altura la montaña 
y tu valor el toro del bramido. 

De una forma vestida de preclara 
has perdido las plumas y los besos, 
con el sol español puesto en la cara 
y el de Cuba en los huesos. 

Pasad ante el cubano generoso, 

hombres de su Brigada, 

con el fusil furioso, 

las botas iracundas y la mano crispada. 

Miradlo sonriendo a los terrones 
y exigiendo venganza bajo sus dientes mudos 
a nuestros más floridos batallones 
y a sus varones como rayos rudos. 

Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan. 

No temáis que se extinga su sangre sin objeto, 



porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan 
aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto. 


Las manos 

Dos especies de manos se enfrentan en la vida, 
brotan del corazón, irrumpen por los brazos, 
saltan, y desembocan sobre la luz herida 
a golpes, a zarpazos. 

La mano es la herramienta del alma, su mensaje, 
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente. 

Alzad, moved las manos en un gran oleaje, 
hombres de mi simiente. 

Ante la aurora veo surgir las manos puras 
de los trabajadores terrestres y marinos, 
como una primavera de alegres dentaduras, 
de dedos matutinos. 

Endurecidamente pobladas de sudores, 
retumbantes las venas desde las uñas rotas, 
constelan los espacios de andamios y clamores, 
relámpagos y gotas. 

Conducen herrerías, azadas y telares, 
muerden metales, montes, raptan hachas, encinas, 
y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares 
fábricas, pueblos, minas. 

Estas sonoras manos oscuras y lucientes, 
las reviste una piel de invencible corteza, 
y son inagotables y generosas fuentes 
de vida y de riqueza. 

Como si con los astros el polvo peleara, 
como si los planetas lucharan con gusanos, 
la especie de las manos trabajadora y clara 
lucha contra otras manos. 

Feroces y reunidas en un bando sangriento, 
avanzan al hundirse los cielos vespertinos 
unas manos de hueso lívido y avariento, 
paisaje de asesinos. 

No han sonado: no cantan. Sus dedos vagan roncos, 



mudamente aletean, se ciernen, se propagan. 

Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos, 
y blandas de ocio vagan. 

Empuñan crucifijos y acaparan tesoros 
que a nadie corresponden sino a quien los labora, 
y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros 
caudales de la aurora. 

Orgullo de puñales, arma de bombardeos 
con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña: 
ejecutoras pálidas de los negros deseos 
que la avaricia empuña. 

¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden 
al agua y la deshonran, enrojecen y estragan? 

Nadie lavará manos que en el puñal se encienden 

y en el amor se apagan. 

Las laboriosas manos de los trabajadores 
caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas. 

Y las verán cortadas tantos explotadores 
en sus mismas rodillas. 


Canción del esposo soldado 

He poblado tu vientre de amor y sementera, 
he prolongado el eco de sangre a que respondo 
y espero sobre el surco como el arado espera: 
he llegado hasta el fondo. 

Morena de altas torres, alta luz y ojos altos, 
esposa de mi piel, gran trago de mi vida, 
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos 
de cierva concebida. 

Ya me parece que eres un cristal delicado, 
temo que te rompas al más leve tropiezo, 
y a reforzar tus venas con mi piel de soldado 
fuera como el cerezo. 

Espejo de mi carne, sustento de mis alas, 
te doy vida en la muerte que me dan y no tomo. 
Mujer, mujer, te quiero cercado por las balas, 
ansiado por el plomo. 



Sobre los ataúdes feroces en acecho, 
sobre los mismos muertos sin remedio y sin fosa 
te quiero, y te quisiera besar con todo el pecho 
hasta en el polvo, esposa. 

Cuando junto a los campos de combate te piensa 
mi frente que no enfría ni aplaca tu figura, 
te acercas hacia mí como una boca inmensa 
de hambrienta dentadura. 

Escríbeme a la lucha, siénteme en la trinchera: 
aquí con el fusil tu nombre evoco y fijo, 
y defiendo tu vientre de pobre que me espera, 
y defiendo tu hijo. 

Nacerá nuestro hijo con el puño cerrado, 
envuelto en un clamor de victoria y guitarras, 
y dejaré a tu puerta mi vida de soldado 
sin colmillos ni garras. 

Es preciso matar para seguir viviendo. 

Un día iré a la sombra de tu pelo lejano, 
y dormiré en la sábana de almidón y de estruendo 
cosida por tu mano. 

Tus piernas implacables al parto van derechas, 
y tu implacable boca de labios indomables, 
y ante mi soledad de explosiones y brechas 
recorres un camino de besos implacables. 

Para el hijo será la paz que estoy forjando. 

Y al fin en un océano de irremediables huesos 
tu corazón y el mío naufragarán, quedando 
una mujer y un hombre gastados por los besos. 


El herido 

I 


Para el muro de un hospital de sangre 


Por los campos luchados se extienden los heridos. 
Y de aquella extensión de cuerpos luchadores 
salta un trigal de chorros calientes, extendidos 
en roncos surtidores. 


La sangre llueve siempre boca arriba, hacia el cielo. 


344 



Y las heridas suenan, igual que caracolas, 
cuando hay en las heridas celeridad de vuelo, 
esencia de las olas. 

La sangre huele a mar, sabe a mar y a bodega. 

La bodega del mar, del vino bravo, estalla 
allí donde el herido palpitante se anega, 
y florece y se halla. 

Herido estoy, miradme: necesito más vidas. 

La que contengo es poca para el gran cometido 
de sangre que quisiera perder por las heridas. 

Decid quién no fue herido. 

Mi vida es una herida de juventud dichosa. 

¡Ay de quien no esté herido, de quien jamás se siente 
herido por la vida, ni en la vida reposa 
herido alegremente! 

Si hasta los hospitales se va con alegría, 
se convierten en huertos de heridas entreabiertas, 
de adelfos florecidos ante la cirugía 
de ensangrentadas puertas. 

II 

Para la libertad sangro, lucho, pervivo. 

Para la libertad, mis ojos y mis manos, 
como un árbol carnal, generoso y cautivo, 
doy a los cirujanos. 

Para la libertad siento más corazones 
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas, 
y entro en los hospitales, y entro en los algodones 
como en las azucenas. 

Para la libertad me desprendo a balazos 

de los que han revolcado su estatua por el lodo. 

Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos, 
de mi casa, de todo. 

Porque donde unas cuencas vacías amanezcan, 
ella pondrá dos piedras de futura mirada 
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan 
en la carne talada. 


Retoñarán aladas de savia sin otoño 



reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida. 
Porque soy como el árbol talado, que retoño: 
porque aún tengo la vida. 



ALEXANDR TVARDOVSKI 

Rusia, 1910-1971 

Si siempre como un ruiseñor solitario... 

Si siempre como un ruiseñor solitario pudiera 
aquí entre terraplenes cubiertos de hierba vivir, 
y encontrar cómo un verso tras otro me diera 
poesías en ciclos que habrán de venir. 

Sobre hierbas distintas en prados no hollados. 

Sobre campos de hongos, albas de pastores. 

Sobre bondadosos silvanos barbados. 

Sobre manantiales y tardes y vados 

de ríos nocturnos y trenzas de niñas o flores... 

Si apartado de las sendas populosas 
Pudiera en este campo vivir, cantar a gusto, 
satisfecho del eco pequeño de las cosas, 
cuánta felicidad. Pero, en verdad, no es justo. 

íntegro el corazón se da a otros sueños, 
cual si alguien al nacer me hubiera contratado 
para dar toda el alma a otros empeños, 
rabiar, luchar por lo imposible y lo ignorado. 

Y observar, desgarrado de pasión, 

con alarma y dolor el día de hoy correr. 

Y bailar su dicha inquieta el corazón 
en el día de hoy, no en el de ayer... 

¡Sí! Mas diré: sin este otro camino 

donde hoy mi huella se plantó, 

sin rocío en el hilo de telaraña que orna el pino, 

recuerdo de años tiernos de la niñez que se esfumó, 

sin el otro sendero, aunque mezquino, 

¿vivir, cantar? De nuevo: no... 

Y no es por un capricho diferente 

que pago mi tributo a este rincón de encanto. 

Amo lo que los hombres aman, simplemente, 
y lo que me es querido —eso lo canto. 




Me han matado cerca de Rzhev (Fragmento) 


Caí cerca de Rzhev, 
en un pantano perdido 
y en la quinta Compañía; 
yo en el flanco izquierdo iba 
en una cruel incursión. 

Yo ni aun oí la explosión, 
yo no vi la llamarada, 
yo me hundía en el abismo 
sin fondo ni protección. 

Y en el total de este mundo, 
hasta que acaben sus días, 
no se verán las insignias 
que llevaba en mi guerrera. 

Estoy donde la raíz ciega 
se alimenta de tinieblas 
y en esa nube de polvo 
del centeno en la colina, 
y donde el canto del gallo 
ensancha, rociando el alba, 
donde las máquinas rompen 
el silencio de las sendas; 

donde se unen hierbecillas 
y el río hila los prados..., 
donde ni aún vendrá mi madre 
para asistir a mi entierro. 
Calculad vosotros, vivos, 


(Fragmento) 

Tal vez, tal vez... ¡Que se cumpla 
el sagrado juramento! 

Pues si recordáis, Berlín, 
fue citado ante Moscú. 

Hermanos que quebrantasteis 
el fuerte, tierra enemiga. 

¡Si los muertos, los caídos 
pudieran llorar ahora! 

Si las salvas de victoria 
pudieran resucitarnos 
a los mudos y los sordos 
entregados a lo eterno. 

¡Oh mis fieles compañeros, 
sólo entonces, en la guerra 
percibíais plenamente 


348 



un infinito de dicha! 

En esa dicha se vive 

sin duda lo que aportamos: 

Nuestra fe, y odio, y pasión, 
con los que acabó la muerte. 

Os dimos cuanto era nuestro 
sin trampa, en la dura lucha. 

Lo entregamos todo, todo. 

No nos quedamos con nada. 

Todo os lo hemos transferido 
para siempre, y no con plazo. 

No es un reproche a los vivos 
nuestra voz imaginada. 

Hermanos, en esta guerra 
no advertimos diferencias: 

Los vivos y los caídos 
éramos todos iguales. 

Y ninguno de los vivos 
tiene deuda con nosotros, 
ninguno de los que en marcha 
tomaron nuestra bandera. 

Me han matado junto a Rzhev, 
otro cayó ante Moscú. 

¿Dónde estáis, soldados, dónde 
los que aún quedáis con vida? 

¿En las grandes capitales, 
en la aldea, entre familia? 

¿En un centro militar, 
muy lejos de nuestra tierra? 

Tierra nuestra o tierra extraña 
cubierta de flor o nieve... 

Lego a todos mi existencia. 

Pues ¿qué más podría hacer? 

Yo os lego ésta mi vida. 

¡Y que seáis muy felices! 

¡Seguid con honra sirviendo 
a nuestra amada Patria! 

Soportad, dignos, las penas 
sin inclinar la cabeza, 
y alegráos, sin jactancia, 
en la hora de la victoria. 

¡Y guardad sagradamente, 
hermanos, vuestra gran dicha, 
en memoria del hermano 
que luchó y murió por ella! 

1945-1946 
Versión: Gabriel Celaya 



EUGEN JEBELEANU 

Rumania, 1911-1991 

Pesantez 

Me quedé más pobre que todos, 
no pude elegir siquiera 
la piedra en hoja de su lápida. 

¡Es todo tan difícil, resulta tan pesada! 

¿Cómo encontrarla, de tal modo 
que fuera más liviana? 

Los hijos me dicen 

que si tuviera menos peso 

tal vez sería arrastrada por el viento, 

convertida en polvo por los molinos 

de las lluvias, o arrancada 

por las garras de las tormentas de la nieve. 

¿Cómo hubiera podido elegir una hoja de piedra, 
con qué valor dejarla encima de tu pecho 
para decirme a mí mismo: es la última hoja, 
quizá la que más duele, 
porque en ella está escrito el fin? 

Haré de mis huesos una roca delicada, 
una flauta con música de sol 
para abrazarte, arrullándote. 


Memoria 

Siento frío. No puedo más. 

Es el recuerdo del invierno definitivo, 
de aquellos lirios, de un lugar cualquiera, 
quizá de las montañas; 
de un lugar cualquiera donde, para mí, 
nada será de ahora en adelante. 

Pero, ¿ha sido ciertamente? 

Mas, de no ocurrir así, todo esto no sería. 

¡Qué desengaño! Si así no fuera, 

¿de dónde saldría tanto dolor? Sin duda, 
de las pasadas alegrías perdidas para siempre. 

Ha sido y persiste su nombre, 

pero sólo restan sus huesos, la radiografía, 

la helada memoria de los lirios, 

su perfume ahogadizo, los rayos vueltos en ataque 



de espada que acomete... 

Ah, el áspero perfume de esos lirios, 
que no era de tu gusto. 

Los lirios viven. Tú te has callado para siempre. 
Yo me callo. 


Versiones: Alberto Rocasolano 


La luz 

En memoria de Ernesto Che Guevara 

Echado a sus pies, este santo. 

¡Arcángel Gabriel, 
frente a él, 

como la vela te marchitas! 
bajo esta luz inmensa 
que al brillar ha dicho 
todo lo que tenía que decir. 

Cantante luz, 

pero no en cualquier cuerda, 
pero no en cualquier modo, 
no para los que quieren dominar 
para ellos mismos y para sus hijastros. 

Luz poderosa, realizada, cumplida 
por sí misma, por su conciencia, 
por ese brillo que nacía 
de una sonrisa, acaso del dolor. 

No sé...Tal vez... 

Acaso del dolor, 
pero dolor aceptado 
con los ojos abiertos 
desde el principio. 

Con los ojos abiertos se quedó 
oyendo el trino de los ruiseñores, 
los ruiseñores que aún no han nacido, 
quedó esperando la profanación 
de su cuerpo, las brechas de su cuerpo, 
donde las balas hundieron sus ratas. 

¡Malditos sean! y ciegos. 

¡Ciegos los asesinos de la luz! 

Incluso ellos la conocerán 
pero cegándolos. 

Este cuerpo verán de otra manera, 
este lirio rasgado, 

este perfume tremendo de la muerte y de la vida, 
sobre el cual nada saben. 

¡Que te muerdes los labios por los celos! 

¡Arcángel Gabriel! 



Han querido matar 
su luz y él ya era más hermoso 
que tú, más bello porque él es 
luz de la luz que no termina. 
¡Marchítate, Gabriel! 
y si algo puedes, 
dame la paz, la paz 
semejante a su luz. 


Versión: David Chericián 



DENNIS OSADEBEY 

Nigeria, 1911-1994 

Resolución de la joven África 

No hablaré más. 

No escucharé a nadie más hablar, 
no esperaré más; 
hacia mi meta iré, 

aunque innumerables obstáculos obstruyan mi camino 
y a cada lado acechen los peligros. 

Iré adelante, haré, me atreveré. 

Ante las puertas de las bibliotecas 

golpearé alto y ganaré la entrada; 

leeré la fortaleza 

de naciones pasadas y presentes, 

sacudiré el polvo de antiguos pergaminos 

y bebiendo en lo hondo de la corriente pírrica 

iré adelante, haré, me atreveré. 

Navegaré los mares 

y aprenderé del poder de Dios y el hombre; 
atar una cadena de alfabetos, 
de nutrientes quimeras, tras mi nombre. 

Regresaré con poderosas armas preparadas, 
iré adelante, haré, me atreveré. 


Versión: David Cherícián 


Oda al Níger 

El gran hijo de las vastedades tropicales, 

mi Níger, tú, invariable desde tiempos inmemoriales, 

siempre se satisface aquel 

que se esfuerza en adivinar tus secretos. 

¿Dónde está Park, dónde Clapperton? Tú, seca las lágrimas, 
lleva sus balsas por la corriente del Lete. 13 

Oh Níger, vástago de Madre-Primavera, 
crecen tus palmeras para que con sus frutos 
tus hijos se alimenten. 

Tú, genio bondadoso de las junglas, 
las beldades gemelas Asab y Osh, 
de pie, en las orillas de tus verdes aguas. 

13 Uno de los ríos de los infiernos, cuyo nombre significa olvido. 


353 




Soberano de los ríos, amante de tu suave corriente, 
y feliz de haber nacido en Asab, 
en la patria de las artes, cerca de ti. 

Yo siento de tus labios la respiración, 
tú, oscuro, aunque tu ola sea clara. 

Al país regalaste tu nombre, 

y nunca se separa, 

todopoderoso dios, marchan con tu bendición 
los hijos de Nigeria y del Níger. 


Versión:Victoría Carneada 



AIMÉ CÉSAIRE 

Martinica, 1913-2008 

Sol serpiente 

Sol serpiente ojo fascinante mi ojo 

y el mar piojoso de islas crujiendo entre los dedos de las rosas 
lanzallamas y mi cuerpo intacto de fulminado 

el agua levanta las osamentas de luz perdidas en el colador sin pompa 
torbellinos de carámbanos aureolan el corazón humeante de los cuervos 
nuestros corazones 

es la voz de los rayos amansados que giran sobre sus goznes de 
hendidura 

transmisión de anolis a un paisaje de cristales rotos 
son las flores vampiros subiendo a relevar a las orquídeas 
elixir del fuego central 

fuego justo fuego mango nocturno cubierto de abejas 
mi deseo un azar de tigres sorprendidos en los azufres 
pero el despertar estañoso se dora de yacimientos infantiles 
y mi corazón de guijarro comiendo peces comiendo 
palomas y sueños 

el azar de la palabra Brasil en el fondo del pantano 


Las armas milagrosas 

El machetazo del placer rojo en plena frente había sangre y ese árbol que se llama 
framboyán y que nunca merece tanto su nombre como en vísperas del ciclón 
y de las ciudades saqueadas la nueva sangre la razón roja todas las palabras de 
todas las lenguas que significan morir de sed y sólo cuando morir tenía el sabor 
del pan y de la tierra y el mar un sabor de antepasado y ese pájaro que me grita 
que no me rinda y la paciencia de los aullidos en cada rodeo de mi lengua 
el más bello arco que es un surtidor de sangre 
el más bello arco que es un cerco lila 
el más bello arco que se llama la noche 
y la belleza anarquista de tus brazos en cruz 

y la belleza eucarística que llamea en tu sexo en nombre del cual saludo a la 
palizada de mis labios violentos 

había la belleza de los minutos que son las joyas rebajadas del bazar de la crueldad 
el sol de los minutos y su bonito hocico de lobo que el hambre hace salir del 
bosque la cruz roja de los minutos que son las anguilas en marcha hacia los vi¬ 
veros y las estaciones y las inmensas fragilidades del mar que es un pájaro loco 
clavado muerto en la puerta de las tierras cocheras había hasta el miedo tales 
como el relato de julio de los sapos de la esperanza y de la desesperación mon¬ 
dados de astros encima de las aguas allá donde la fusión de los días que asegura 
el bórax da razón de las lamparillas gestantes las fornicaciones de la hierba que 
no deben contemplarse sin precaución las copulaciones del agua reflejada en el 


355 



espejo de los magos las bestias marinas para ser tomadas en la cavidad del placer 
los asaltos de vocablos todos portañolas humeantes para celebrar el nacimiento 
del heredero macho en instancia paralela con la aparición de las praderas side¬ 
rales en el flanco de la bolsa en los volcanes de ágaves de precios de silencio el 
gran parque mudo con la ampliación silúrica de juegos mudos de las tristezas 
imperdonables de la carne de cañón según la dosis siempre repetida de los gér¬ 
menes que deben ser destruidos 
escolopendra escolopendra 

hasta el párpado de las dunas sobre las ciudades prohibidas golpeadas por la cólera 
de Dios 

escolopendra escolopendra 

hasta la ruina crepitante y grave que arroja las ciudades enanas a la cabeza de los ca¬ 
ballos más fogosos cuando en plena arena levantan su rastrillo sobre las fuerzas 
desconocidas del diluvio 

escolopendra escolopendra 

cresta cresta cimacio rompe rompe como sable caleta pieles como 
ciudades 

dormido sobre sus piernas de estacas y de safenas de agua cansada en un momento 
se producirá el desastre de los silos venteados de cerca 
el azar cara de pozo de condotiero a caballo con una armadura de charcas 
artesianas y las cucharitas de las sendas libertarias 
cara de viento 

cara uterina y lemúrida con dedos ahoyados en las monedas y en la 
nomenclatura química 

y la carne volverá las grandes hojas bananeras que el viento de las zahúrdas 
alejadas de las estrellas que señalan la marcha atrás de las heridas de la noche hacia 
los desiertos de la infancia fingirá leer 

en un instante habrá la sangre derramada donde las luciérnagas tiran las 
cadenitas de las lámparas eléctricas para la celebración de las compítales 
y las chiquilladas del alfabeto de los espasmos que suscita los grandes ramajes de la 
herejía o de la connivencia 

habrá el desinterés de los paquebotes del silencio que surcan 

día y noche las cataratas de la catástrofe en los alrededores de las sienes 
sabias en trashumancia 

y el mar hará regresar sus pequeños párpados de halcón y tú tratarás de coger el 
instante el gran feudatario recorrerá su dominio a la velocidad de oro fino del 
deseo en los caminos de neuronas mira bien al pajarito si no se ha tragado la 
estola el gran rey aturdido en la sala llena de historias adorará sus manos limpias 
sus manos levantadas en el rincón del desastre entonces el mar regresará a sus 
pequeños zapatos procura cantar para no apagar la moral que es la moneda 
obsidional de las ciudades privadas de agua y de sueño entonces el mar se sentará 
a la mesa lentamente y los pájaros cantarán lentamente en las básculas de sal la 
canción de cuna congolesa que los soldadotes no han olvidado pero que el muy 
piadoso mar de las cajas craneanas conserva sobre sus folios rituales 



escolopendra escolopendra 


hasta que las cabalgatas pindongueen en los prados salobres de abismos 
con el zumbido humano en las orejas ricas de prehistoria 

escolopendra escolopendra 

en tanto que no hayamos alcanzado la piedra sin dialecto la hoja sin torre 
agua frágil sin fémur el peritoneo seroso de las tardes de fuente 


Para saludar al Tercer Mundo 

¡Ah, 


mi duermevela de isla tan turbio 
en el mar! 

Y he aquí que desde todos los puntos del peligro 
la historia me hace la señal que esperaba. 

Veo brotar naciones 

verdes y rojas, ¡os saludo, 

estandartes, gargantas del viento antiguo, 

Malí, Guinea, Ghana 

y os veo, hombres, 

nada torpes bajo este nuevo sol! 

Escuchad: 

desde mi lejana isla 
desde mi vigilante isla 
os digo ¡Hoo! 

Y vuestras voces me contestan 
y lo que dicen signiñca: 

«El tiempo es claro.» Y es verdad: 

aun a través de la tormenta y de la noche 

para nosotros el tiempo es claro 

Desde aquí veo a Kiwu cerca deTangañica bajar 

la escalera de plata del Ruzizi 

(es la muchacha talluda a cada paso 

bañando la noche con un escalofrío de cabellera) 

desde aquí veo anudados 
a Benué, Logone yTchad; 
atados: Senegal y Níger. 

Rugir, silencio y noche rugir, desde aquí oigo 
como ruge el Nyarogongo. 



Odio, sí, el destierro y la tranca 
y el arreo que rechina, pero 
de tenso viento, que nos ha magullado, he visto 
menguar el hocico negrero. 

Veo el África múltiple y una 
vertical en la tumultuosa peripecia 
con sus rodetes, sus nodulos, 
un poco aparte, pero al alcance 
del siglo, como un corazón de reserva 
Y repito: ¡Hoo madre! 

y levanto mi fuerza 
inclinando la cabeza. 

¡Oh tierra mía! 

Quiero desmenuzarla lentamente entre el pulgar y el índice 
quiero frotarme con ella el pecho, el brazo, 
el brazo izquierdo 
y acariciarme el derecho. 

¡Hoo mi tierra es buena 

tu voz también es buena 
con ese apaciguamiento que da 
una salida de sol! 

Tierra, forja y silo. Tierra que muestras nuestros caminos, 
es aquí donde una verdad se atreve, 
acallando al oropel del viejo brillo cruel 

Mira: 

África ya no es 
un diamante de infortunio 
un negro corazón que se estría; 

nuestra África es una mano fuera del cesto, 
es una mano derecha, con la palma hacia delante 
y los dedos muy juntos; 

es una mano tumefacta, 

una-herida-mano-abierta, 

tendida, 

morenas, amarillas, blancas, 
a todas las manos, a todas las manos heridas 
del mundo. 



Indivisible 


contra todo lo que pesa valor de lepra 
contra el mal sortilegio 
nuestra arma sólo puede ser 
la estaca llameante de mediodía 
para reventar en toda la era 
la espesa pupila del crimen 


contrabando 

cuidas mal a un dios y que siempre se escape 
tu humo, tu hambre, tu holgorio 

Libertad 


Versiones: Agustí Bartra 


359 



IVÁN GORAN KOVACIC 

Croacia, 1913-1943 

Fosa 

(fragmentos) 

De repente sentí olor a ceniza; 

Desde mi aldea y sus casas quemadas 
Vino con más recuerdos en la brisa: 

Bodas, vendimias, bailes, animadas 
Tertulias, duelos, que sembró la vida 
Hoy por la muerte en nada convertida. 

¿Dónde quedó la mínima alegría 
Que relumbró en los nidos, el aroma 
Del huerto, y el rosal que se movía 
Con un tenue susurro de paloma 
Y en polvo de oro el sol del mediodía? 

¿Dónde el rumor del huso, la ventana 
Con pedazos de cielo, la despierta 
Levadura que canta, la mañana 
Alumbrando el umbral de cada puerta? 

¿Dónde están los cencerros del ganado 
Que de lejos se escucha por las huellas? 

Cien años a mi aldea han sepultado, 

Viene el sueño y se encienden las estrellas. 

No hay llantos, risas, cantos, juramentos; 
La luna entre ceniza a brillar vino: 

Se secaron las fuentes, soplan vientos 
Negros; un perro muerto en el camino. 

¿Hay sitio aquí para tristezas, males, 

Donde soporta y sufre el ser humano 

Y los culpables viven como iguales, 

Hay sitio aquí donde golpee la mano? 

¿Hay sitio donde tenga llanto el niño, 
Padre la hija, el hijo madre, y pena 
La hermana, y que el hermano con cariño 
Ponga en su pecho muerto una azucena? 

¿Lo hay para que den dicha las flores 

Y pida sacrificio su belleza? 

¿Hay más riquezas que unos sinsabores, 

Una choza, su arcón, su única mesa? 



Truena en el bosque un ruido de montañas. 
Luego una ráfaga hija de su ruido. 

Después, perdiéndose, oigo las guadañas 
Por encima de mí, sólo un sonido. 

Se lucha. ¡Vienen ya los vengadores! 

¡La alegría me inunda de clamores! 

En mi pecho arden todos los hogares; 

Por la sangre vertida, la venganza 
Es torrente en mis venas; mis pesares 
Un sol de libertad rompe en su danza; 

Hacia el humo de hogueras más ardientes, 
Irrumpo, hacia clamores más potentes. 

Me hallaron entre rocas extendido 
Héroes desconocidos, mis hermanos; 
Cantaron como el sol recién nacido 
Que fulgura, su luz tuve en mis manos. 

Dije: «Es un sueño. ¿Quién, quién a mi lado 
Cantó? ¿Quién las heridas me ha curado? 

Por mi frente sentí una mano suave 
Y una voz dulce dijo: «¡Camarada, 

Guerrilleros! Descansa. Que ya acabe 
Tu sufrir, tu agonía está vengada.» 

Alcé las manos a la voz gentil, 

Palpé el cabello, el rostro... y el fusil. 

Rompí a llorar y lloro todavía 
Con el pecho y la voz, pues no tengo ojos, 
Que mis últimas lágrimas un día 
Rodaron con mi sangre y sus despojos. 

¡Pero aun sin fuerzas ni pupilas quiero 
Con ustedes luchar, ser guerrillero! 

¿Quiénes? ¿De dónde? No lo sé, mas siento 
Que me alumbra su luz, que su alegría 
En mi silencio canta. Y sé, contento, 

Que aunque me muero vivo todavía... 

Vuelvo a ver en su canto ancho y fecundo 
Como el pueblo y el sol de un nuevo mundo. 



VINICIUS DE MORAES 

Brasil, 1913-1980 


Obrero de la construcción 

Era él quien hacía casas 
Sobre el puro suelo llano. 

Como un pájaro sin alas 
Subía él con las casas 
Que brotaban de su mano. 

Mas todo desconocía 
De su grandiosa misión: 

No sabía, por ejemplo, 

Que toda casa es un templo, 

Un templo sin religión, 

Como tampoco sabía, 

Que la casa que él hacía, 

Siendo su liberación, 

Su esclavitud también era. 

De hecho ¿cómo podía 
—Obrero de construcción— 
Comprender por qué un ladrillo 
Siempre vale más que un pan? 

Al ladrillo colocaba 
El con su albañilería; 

En cuanto al pan —lo comía. 
Mas ladrillo, ¿quién tragaba? 

El obrero así seguía 
Con sudor y con cemento, 
Alzando una casa aquí, 

Allá, un apartamento, 

Allí, una iglesia, al frente 
Un cuartel y una prisión: 

Prisión donde él estaría, 

De no ser, eventualmente, 
Obrero de construcción. 

Pero él desconocía 
Un extraordinario hecho: 

El obrero hace la cosa 
Y la cosa hace al obrero. 

De forma que, cierto día, 
Cortando, en la mesa, el pan, 

El obrero fue tomado 
de una súbita emoción, 

Al constatar asombrado 
Que todo en aquella mesa 



—Botella, plato, mantel— 

Era él el que lo hacía, 

El, un obrero humildísimo, 
Obrero de construcción. 
Observó a su alrededor: 

¡Sartén, vaso, palangana, 

Banco, mesa, colador, 

Vidrio, paredes, ventana, 

Casa, ciudad, y nación! 

¡Todo lo que allí había, 

Era él quien lo construía, 

El, un obrero humildísimo, 

Un obrero que sabía 
Ejercer su profesión! 

¡Ah, hombres de pensamiento, 
Nunca conoceréis cuánto 
Aquel obrero humildísimo 
Aprendió en ese momento! 

En esa casa vacía 
Que él mismo había levantado, 
Un mundo nuevo nacía 
Del que nunca sospechara. 

El obrero emocionado 
Contempló su propia mano, 

Su ruda mano callosa 
De obrero de construcción, 

Y con la mirada en ella 
Lo sobrecogió el saber 

Que no había en este mundo 
Cosa que fuese más bella. 

Fue con esa comprensión 
De ese instante solitario 
Que, como la construcción, 
Creció también el obrero. 
Creció a lo alto y lo profundo, 
En tamaño y corazón. 

Y como todo el que crece, 

Vio que no crecía en vano. 

A más de lo que sabía 

—Ejercer la profesión—, 

Aquel obrero adquirió 
Una nueva dimensión: 
Dimensión de poesía. 

Y un hecho nuevo se vio 
Que a todos los admiró: 



Lo que un obrero decía, 

Otro obrero lo escuchaba. 

Así fue como el obrero 
De la casa en construcción, 
Que siempre decía «sí», 
Comenzó a decir que «no». 

Y aprendió a mirar las cosas 
A que no daba atención: 

Miró que su cantinita 

Era el plato del patrón; 

Que su cerveza barata 
Era el Whisky del patrón; 

Que su mono tan sudado 
Era el traje del patrón; 

Que la choza en que vivía 
Era mansión del patrón; 

Que sus pies tan andariegos 
Eran ruedas del patrón; 

Que lo duro de su día 
Era noche del patrón; 

Que su tremenda fatiga 
La amiga era del patrón. 

Y el obrero dijo «¡no!» 

Y el obrero se hizo fuerte 
Con esa resolución. 

Y como era de esperarse, 

Las bocas de la traición 
Empezaron a babear 

Al oído del patrón. 

Mas el patrón no quería 
ninguna preocupación: 

—Convénzanlo de lo opuesto- 
Dijo él sobre el obrero, 

Y al decirlo, sonreía... 

Al otro día, saliendo 

De la obra en construcción, 

El obrero fue cercado 
Por los de la delación 

Y sufrió, por destinado, 

Su primera pateadura. 

Le escupieron en la cara, 

Tuvo un brazo fracturado, 

Mas cuando fue preguntado 
El obrero dijo «¡no!» 

En vano sufre el obrero 



Esa primera agresión; 

Muchas otras se siguieron, 
Otras muchas seguirán. 

Pero, por imprescindible 
En la casa en construcción 
El obrero proseguía, 

Y todo ese sufrimiento 
Se mezclaba con cemento 
En la casa que crecía. 

Sintiendo que la violencia 
Al obrero no doblega, 

Un día intenta el patrón 
Usar el modo contrario: 

De modo que fue llevándolo 
Arriba a la construcción, 

Y en un segundo de tiempo 
Enseñóle la región 

Y señalando al obrero 
Le hizo esta proposición: 

—Te doy todo ese poder 
Para tu satisfacción, 

Porque a mí me pertenece 

Y se la doy a quien quiero, 
Te doy tiempo de reposo, 

Te doy tiempo de mujer... 
¡Todo lo que ves, por tanto, 
Será tuyo si me adoras, 

Y lo tendrás, si abandonas 
Lo que te hace decir no! 

Dijo y vio luego al obrero 
Mirando y reflexionando; 

Mas lo que veía el obrero 
El patrón nunca vería. 

El obrero veía casas, 

Y dentro, en sus estructuras, 
Veía cosas, objetos, 

Productos, manufacturas. 

Vio aquello en que consistía 
El lucro de su patrón 

Y en las cosas que veía 
Misteriosamente había 

La marca que hizo su mano. 

Y el obrero dijo ¡no! 

—¡Locura! —gritó el patrón, 
¿No ves lo que te estoy dando? 
—Mentira —dijo el obrero—. 



No puedes darme lo mío. 

Y se hizo un gran silencio 
Dentro de su corazón. 

Un silencio de martirios, 

Un silencio de prisión, 

Un gran silencio poblado 
Por pedidos de perdón, 

Un silencio temeroso 
Con el miedo en soledad, 

Un silencio de torturas 

Y gritos de maldición, 

Un silencio de fracturas 
En la pavimentación. 

Y el obrero oyó la voz 

De tantos hermanos suyos, 

De sus hermanos que han muerto 
Por otros que vivirán. 

Una esperanza sincera 
Le creció en el corazón. 

Dentro de la tarde mansa 
Se agitó la razón 
De un hombre pobre, olvidado, 
Razón que lo transformara 
De obrero de construcción 
en obrero construido. 


Versión: Helio Dutra y Roberto Fernández Retamar 



EFRAÍN HUERTA 

México, 1914-1982 

Elegía de Lídice 

Pequeña mártir, tú, Lídice desgarrada, 

llanto de fiebre y pólvora, de espanto desangrado, 

diezmada flor de luto, 

Lídice de sollozos y penetrante angustia, 
calosfrío del paisaje de cenizas y cruces. 

¿Qué pueden ser tu cielo y el meridiano donde 
la sangre es una llama y la muerte una estela? 

Eras pura y severa, Lídice solitaria, 

Lídice de mineros, parientes fidedignos del metal; 
eras tendido abrigo para el recio antinazi 
que en la noche, en el día, desde sus mismas venas 
disparaba y mataba. 

Pequeño pueblo muerto, orquídea mutilada, 
arrasada por sorda fusilería de crimen, 
hermana de las dulces aldeas de Yugoslavia 
que han caído incendiadas. 

Lídice: diez de junio es tu gloria y tu símbolo. 

Diez de junio de rabia, de rencor sin remedio, 
de odio y furia infernales. 

¡Cómo suena tu nombre de flor maravillosa, 
de geranio y clavel, de violeta marchita, 
de alto y débil desnudo frente al paisaje roto! 

Pero cierra los ojos y escucha, cercenada, 
cómo hay en todo el mundo un aliento de vida, 
una voz de esperanza, 
un grito de terrible y concreta victoria. 

Mira que tu substancia, tu esencia derrotada, 
se alza en los Grandes Lagos, 
junto al Mississippi, 

donde una aldea hermana ha tomado tu nombre, 
tu perfil de muchacha, tu cuerpo atravesado. 

Y mira, en otro valle de inhumana belleza, 
al pie de las montañas también, Lídice mártir, 
tu sangre encuentra cauce para soñar sus frutos. 
Estás en nuestro seno, Lídice americana, 

Lídice mexicana. 

Para ti, flor de muerte, de vida y de martirio, 



nuestra tierra es un canto, 
nuestro amor es un puño 
y nuestro corazón sobre tu tumba, 

¡Lídice victoriosa! 

Cantata para el Che Guevara 

Andaba suelta la amarilla muerte de ciegos ojos, 
de ciegos ojos la amarilla muerte andaba suelta. 

Agrios pasos azules en medio del follaje y el fango. 

Agria y espesa muerte buscadora, mortalmente buscona. 

Gran muerte, grande y maldita muerte, feroz perseguidora. 
Andaba suelta aquella muerte tuya, aquella dentellada, 
aquellas balas, aquel verde-gusano de las boinas verdes. 

Suelta andaba la muerte aquel día de las balas 
y tus pies lastimados y tus cabellos ultrajados 
y tu reseca voz de follajes malditamente mutilados. 

Si dijiste Déjenme vivir. Para ustedes 
valgo más vivo que muerto, te respondieron las blasfemias 
y las hojas más altas de los pinares volaron al cielo, 
porque siempre te cuidaba una parvada de palomas 
y tus palabras de amor eran orquídeas y mariposas 
para la sintaxis impecable de nuestro claro porvenir. 

Andaba suelta como una jauría aquella muerte tuya, 

Che Guevara. Suelta andaba con sus pasos de plomo. 

Con sus pasos de plomo suelta andaba la muerte, Che Guevara. 
Había plomo en la boca del delator y del traidor, 
y barranca arriba subía un río de plomo y de miedo. 

La boina verde andaba a la caza de la orquídea salvaje 
y el helicóptero buscaba con furia a la mariposa. 

Aquella muerte verdinegra te asediaba en la escaramuza 
y en los hombres tuyos prisioneros y torturados. 

Por el hocico del gorila salía la negra muerte 
y era tu muerte lo que sudaban los mercenarios. 

Los ríos llevaban en su lomo la espuma de tu muerte 
y había sangre tuya en las heladas cresterías. 

Ya te teníamos muerto en nuestras venas de agonizantes 
y una noche la guillotina nos cortó el habla y el sueño. 

Te sabíamos rodeado, aislado, enfurecido y triste 
como el último capitán de nuestra esperanza, 

Che Guevara. De aquella esperanza de dulces verdes 
bolivarianos, de verdes mexicanos y de verdes hermanos. 

Las pequeñas y grandes patrias se estremecieron 
con los irremediables disparos que te dieron la muerte, 
y luego, dicen, te cercenaron los dedos, 
y después, asegura el sanguinario mayor, te llevaron 



a lo desconocido para quemar tu cuerpo 
y convertirlo en las cenizas infinitas de nuestro amor, 

Che Guevara cargado de la muerte de los siglos, 

Che Guevara padre e hijo de la independencia, 
nieto de todas las libertades de todo el mundo, 
forjador de poemas, hacedor de futuros. 

Así que aquella muerte te encontró, la encontraste, 
y así las balas te lastimaron de muerte 
y una selvática oscuridad recorrió cordilleras, colinas, 
pampas, llanuras, desiertos, bosques, mares, ríos... 

Oh comandante herido y muerto, oh comandante llorado 
hasta no sabemos, sí sabemos cuándo y a qué hora. 

En la precisa hora de tu muerte sonó la hora de nuestra libertad. 

18 de noviembre de 1967 


La oración por Tania 

Bajo tus pies la nieve se hizo llanto, 
bajo tu desgarrada piel y tus ojos con fiebre 
crecieron los sollozos, los cristales del odio 
penetraron tu carne de doncella del triunfo. 

Bajo el ciclo de invierno, una mañana, 
fuiste un árbol, 

un árbol de tortura y de martirio, 

árbol de los incendios, 

árbol puro, árbol de la venganza. 

Bajo ese fuego, Tania, bajo tu propia sed, 
sigue, elevado, el luto, 
y sigue, arrollador, el paso de tus hombres, 
de los tanques y de los guerrilleros, tus hermanos, 
Bajo tus pies, doncella, la nieve se hizo llanto. 

Venían por ti los lobos. Te encontraron, 
te mutilaron y arrancaron la voz, 
te azotaron, los nazis. 

Y luego, por el frío, por las calles, 
tus pies abrieron surcos. 

(¡Tus pies desnudos, Tania! 

¡Tus dieciocho años, Tania!) 

Pero sobre esos surcos, como de tus heridas, 
cayó, como bandera, la semilla sagrada. 

Bajo tus pies de cálida locura, 

bajo aquel brusco cielo de Petrishevo, Tania, 

la nieve se hizo llanto, 


369 



y del llanto, 

como de un despertar de cuchillos con sangre, 
nació, como ascendiendo, el sentido del odio. 

De sol a sol digamos esta noble oración, 

esta turbia oración entrecortada, 

porTania, doncella comunista ahorcada por los nazis 

«El odio, en este día o penumbra, 
no ha caído del cielo, 
sino del vasto y ciego vértigo 
donde los ojos del soldado 
revelan el calor de la amarga ceniza, 
el fruto amargo del helado heroísmo. 

Si el odio viniese del cielo, 

como apunta el rastreador de espíritus, 

no habría por qué decir, entonces, 

que el hombre es una agonía en pie 

o que la tierra es fértil 

gracias a la lluvia verdinegra del odio. 

Pero el odio, por suerte, no ha caído del cielo. 

La ventana se ha mantenido cerrada 
desde la hora del primer hombre asesinado. 

Por eso el odio ha llegado con machacada lentitud 
de bestia, con apagado zureo de paloma herida, 
con un suave batir de alas en derrota. 

Así ha llegado el odio, 
petrificándose, 

originándose, fiero, en un lago de amor, 
llameando, raspando la piel, 
yéndose a fondo. 

¡Odio, odio fiel! 

¡Odio perfecto! Respiración, sacudimiento. 

Odio a la terrible mentira y al saqueo, 
odio al devastador y al incendiario, 
odio petrificado, odio purificado, 
odio por centenares de razones y sangre. 

Odio maravilloso cuando hay, en el lodo y la nieve, 
una lágrima fresca y un niño degollado. 

Y cuando de una horca de sombrío destino, 
como campana victoriosa pende 
el cuerpo de una joven guerrillera». 



KUBA (KURT BARTHEL) 

Alemania, 1914-1967 

Rebelde 


El golpe en la nuca, 

el puntapié sea alabado - 

el latigazo que en la 
cara quema. 

Siempre cuando el dolor humano 
al orgullo humano se enfrenta, 
surge el esclavo Espartaco 
el insurgente 


Este siglo en rebeldía 
brinda al milenio rebelde— 
un saludo, 

¡llega tu día, camarada Espartaco! 

Yi mil veces 

despuntar los brotes primaverales 

desde tu muerte, 

pero 

nunca antes hubo tal esplendor. 

Si bien suspira Europa— 

¡sin embargo Asia ríe! 

La cálida África está plena 
de frescas fuentes. 

Vi brillar dientes, fuertes y blancos, 
vi 

cabezas lanudas, que se inclinan 
sobre los libros. 

Pero sudan los dioses blancos 
y su miedo demuestran, 

Camarada Espartaco: El momento está cerca, 

...Hasta en Prusia; 

aun cuando giman 

los viejos y los nuevos amos— 

pedazo a pedazo 

la propiedad robada de los antepasados retorna 
a los hijos, 

a la mano campesina la hacienda del amo. 
Largo tiempo fue siervo el campesino, 
pero ya se acostumbrará. 

También se vive, 

cuando no hay que pagar al hacendado. 




La lógica cojea— 
la dialéctica sonríe. 

La época 

lleva una estrella roja al pelo, 
adornada, 

para más rica y sabia regresar 
al comunismo y las 
buenas teorías 

del que un día partió en busca 
de la felicidad y la riqueza. 


Sobre nuestros días se dirá 

Tenían hierros viejos y algo de audacia apenas, 
pues casi no tenían fuerzas tras la derrota. 

Sobre nuestros días se dirá: 

Sus corazones llenos de amarga hiel estaban, 
y sus vidas corrían por rieles desgastados, 
se dirá— 

y se estará sobre terrazas encristaladas— 
y se señalarán los puentes— 
y se mostrarán los jardines— 
y a los pies se verá la ciudad nueva 
y se dirá: 

De aquellos que pusieron sus cimientos 
se burlaban, y ellos pasaron hambre, 
pero a pesar de todo, 
plantaron, construyeron y removieron 
los escombros. 

Y junto con la acción bien meditada, 
maldecían. 

Ay, 

aún dudaban de sus propias fuerzas. 

Pues una herencia maligna, 

la guerra y el engaño de la guerra, perturbó sus sentidos. 
Pero a las guerras siguió la época de las emulaciones. 

Y la época de las emulaciones, 
fue el comienzo de todo. 


Tú, feliz jardinero 

¡Qué arduo es, hambriento, cavar la tierra dura 
y encontrarse sediento ante el vino espumoso! 
Ay, tener pozos, minas y a la vez tener hambre, 



y ser sabio y a un tiempo pobre como un mendigo. 

Ay, el hambre empequeñece, la pobreza corrompe, 
el amo de este siglo aún no tiene zapatos. 

Tú, mano laboriosa, tú, cubre, tú, libera 
con bienestar la tierra. ¡Mano, bendita seas! 

Por las flores de mayo, cerezos que se besan, 
se deshiela en lo hondo el manantial dorado. 

¡Pon raíles, extrae carbón, luz de los ríos! 

Llena está de miel la época, y sus abejas de ira. 

Madura el grano y no deja esperar por él. 

Qué fácil es estar hambriento y ser un sabio. 

Tú, feliz jardinero, tú, escarda tu jardín, 
tú, feliz jardinero, ¡el jardín es ya tuyo! 


Versiones: Malena Barro y David Chericián 


373 



BRANKO COPIC 

Bosnia, 1915-1984 

La canción de los proletarios muertos 

En la XII noche, oscura y lluviosa, unas cuantas decenas de proletarios de Craina, rodeados 
cerca de un hospital montuno, libraron su último combate contra un enemigo diez veces 
más poderoso. Así fallecieron heroicamente en la batalla desigual. 

En nuestra tierra espiga el trigo. Nuestras manos 
sembraron la simiente. 

La siega nos espera, 

nos espera el nocturno, suave canto de las adolescentes. 

Pero hemos caído, camaradas, hermanos. 

La siega fue de primavera, 

joven y verde cayó el trigo, demasiado temprano. 

Neblinosa tristeza con susurros de lluvia 
giran encima de las canciones muertas. 

Muertas están las manos, los fusiles difuntos. 

Formamos fila aun en la muerte juntos 
el camarada con el camarada al lado. Aquella vez 
eran en proporción de uno por diez. 

Diez contra uno en noche de aguaceros. 

Y nosotros estábamos cansados 
y hambrientos y mojados. 

Uno por diez, uno por diez, diez animales ñeros 
por cada compañero. 

¿Esto es posible? Sí; somos obreros. 

Al alejarnos del hogar nos despedía 
el llanto, con susurros el nativo 
bosque por nuestra suerte pensativo: 

¿Volverán algún día? 

Las madres pasan noches sin dormir y vigilan 
el camino, esperando al mensajero. 

Vendrá otra juventud, los días nuevos se perfilan, 
continuaremos nuestro canto roto, 
en fuegos vivos ya acuñado, entero, 
el canto habla de lejos, del comienzo remoto, 
vivo ve en él la madre al hijo de su llanto, 
se ve al hermano, al novio, al compañero. 

Vendrá la gloría, nuestra será la gloria plena, 
desaparecerá toda salvaje hiena, 
y en estos días marcharán por el camino abierto 
de nuestra libertad los proletarios muertos. 



María en Pressima 


María Bursoch, heroína nacional juvenil, nace en la aldea Kamenica, situada en las 
cercanías de Drvar. Durante una batalla contra el campamento alemán Pressima, como 
bombardero de la X brigada de Kecina, María conquista tres fortifícaciones (hmikersj 
enemigas y hace cuatro prisioneros alemanes. Herida mortalmente en el último bunker, 
es llevada al hospital donde espera la muerte cantando y alentando a sus compañeros 
heridos. 

La gorra le ocultó las trenzas: 

era no más que una muchacha combatiente 

contra el fascismo, pero la artillera 

se fue con todo el corazón al frente. 

En la noche el relámpago tres veces. 

María en tres asaltos resplandece. 

Ataca el primer bunker. Como borra 
a la vida el relámpago, su aldea 
ve María entre llamas, y los blancos 
rebaños muertos nadie pastorea. 

Vuelve a atacar María de Kamenica 
y junto al Drina ve senderos muertos 
y en Drvar, entre llamas y cenizas, 
deformes maquinas, seres inciertos. 

Y al atacar el tercer bunker ella 
el nido oscuro ya la muerte exhala, 
y la bala al halcón le parte el ala: 
vio Kamenica como cae una estrella. 

Sus ojos ven alba bnal sin llanto, 
sus labios cantan el último canto. 


Versiones: Miomira Dakovic y Francisco de Orad 


375 



BERNARD BOUA DADIE 

Costa de Marfil, 1916 


Tam-tam festivo 

Salta, 

Salta, 

hechicera. 

¿Escuchas? Con el estruendo del tam-tam 
te llama el viento en derredor. 

Cuba, 

joven reina, 
para ti 

son todos estos compases, 
el ritmo de Saloum 14 
el ritmo de Baule. 15 
¿Por qué la luna 
alumbra con tan viva luz? 

Ilumina en derredor 

de la violenta danza. 
¿Qué es esto, pues? Una canción, 

la canción del festivo tam-tam. 

Salta, 

Salta, 

danzarina. 

¿Escuchas? Con el estruendo del tam-tam 
te llama el viento en derredor. 


¡Seca las lágrimas! 

¡Seca, África, las lágrimas! 

Vuelven tus hijos, 

a través de tormentas y huracanes vienen 
de su infructuoso vagabundear. 

Bajo la risa del oleaje y el susurro de la brisa 

en el oro del alba, 

en el púrpura del ocaso, 

desde las arrogantes cimas, 

desde las llanuras inundadas de sol, 

vienen hacia ti, 

a través de tormentas y huracanes, 

de su infructuoso vagabundear. 


14 Río del Senegal. 

15 Nacionalidad que vive en el territorio de Costa de Marfil. 




¡Seca, África, las lágrimas! 

Nuestras almas han bebido un poco 
de todas las fuentes, 

de la amarga fortuna 
y de la gloria. 

Nuestras almas abiertas 

al resplandor de tu belleza, 

a los aromas de tus bosques, 

al hechizo de tus aguas, 

al azul de tus cielos, 

a la caricia de tus rayos, 

al sortilegio del verdor en las perlas de rocío. 

¡Seca, África, las lágrimas! 

Vuelven tus hijos. 

En las palmas de sus manos traen un regalo 
para el corazón: amor. 

Vuelven para vestirte 

con ropas de sueños y esperanzas. 


Versiones:Antonia María Tristá y David Chericián 


Manos 

Manos libres, 
vivas manos 
que saben abrazar 
y no ahogar, 
regalar, 
no quitar. 

Manos creadas para percutir el ritmo, 

para limpiar de maldad el mundo. 

Manos ramosas, 

nudosas, 

callosas manos 

de picapedrero, 

de leñador, 

de terraplenero, 

de pescador, 

de jornalero de las plantaciones de café, 
de algodón 
y de caña 
de azúcar, 

demacrados por el trabajo, 
templados al viento, 

¡quemados como carbón! 

Las manos hablan 



francamente y hasta el final, 
cavan hasta las raíces, 
se levantan hacia arriba, 
se encuentran, 
se tocan, 

se estrechan en fraternal apretón. 

Los puños, cual brotes desarrollados, 
símbolos de la vida, símbolo de la unidad. 

La mano del niño, 

la palma de la mano del anciano, más pesada por la sabiduría, 
los dedos de la mujer que irradian compasión... 

Las manos lavan el cansancio y el polvo, 
las manos señalan el camino, 
las manos disipan las tinieblas, 
las manos ¡son tu adorno, hombre! 

Las manos negras 
conservan el amor, 
adquieren callos, 
barren la maldad, 

quitan el resabio amargo de los días, 
arrancan las máscaras de los falsos dioses. 

¡Manos, yo les pongo 

el brazalete de la alegría y la esperanza! 

Manos negras, 

¡tomen 

el martillo y los clavos! 

El universo de un muro sordo. 

Clávenle 

una antigua inscripción: 

«¡La caza de personas está prohibida!» 

Manos de mendigos y de oprimidos, 
manos, desde el Congo hasta el Mississippi, 
en los desfiladeros entre rascacielos, 

¡en los caminos que conducen al corazón! 

Manos del constructor y del hombre: 

en la tierra y en el cielo, 

a la luz del día, 

bajo las estrellas de la noche, 

en los rocíos mañaneros, 

en la suavidad de las sombras, 

hoy, ayer y mañana, 

¡en todo lo que vive y canta 
y gira en una danza! 

Manos negras, 


378 



manos de hermano 
he tendido hacia ti. 
sobre océanos y montañas 
para que se fundan 
los colores de nuestras manos, 
para encontrarte 
y saludarte, 

¡Amigo! 


Versión:Antonia María Tristá 



DASHTSEVEGUIN CENGUEE 

Mongolia, 1916-1959 


La paloma 

No tiene la paloma las uñas del halcón, 

No dispone tampoco del valor de las águilas, 

Jamás ella ha cantado igual que un ruiseñor. 

¡Y la gloria jamás ha hablado de ella —¡lástima!... 

Pero ella —tranquila y amable— es enemiga 
De crímenes y guerras, destrucciones, matanzas. 

A los enamorados sus alas ella tiende, 

Por eso la veneran, la quieren y la aman. 

La paloma en su vuelo cruza espacios lejanos 
Que el hombre con los ojos deseó tanto tiempo, 
Pero alejada de ellos, allá por las alturas 
No era una realidad, sino un hermoso sueño. 

¡La paloma que a todos parecía inalcanzable 
Respondió a pesar de eso al llamado del pueblo! 
Fieles a las ideas de paz del leninismo 
acudió la paloma a los hombres soviéticos. 

Ellos le dieron alas mayores, como al águila, 

En su pecho pusieron el valor del halcón, 

Igual que el ruiseñor a cantar le enseñaron, 

¡Le encendieron de fuego vital el corazón! 

¡Ave fuerte y valiente! ¡Desde ahora a los hombres 
Nunca abandonará, permanecerá fiel! 

La paloma y la paz: Dos palabras gemelas 
Que se repiten una y otra vez y otra vez. 

La paloma es el bálsamo de los enamorados, 

De todos los que viven en la tierra. ¡Eso es! 

La paloma transporta la voz de todo el pueblo: 
«¡Que no se vierta sangre! ¡Que no haya amenazas! 
¡Que no truenen de nuevo los ruidosos cañones! 
¡No se fisione el átomo para bombas macabras!» 
Agitando veloces las alas poderosas 
La paloma destruye lamentos y dolor. 

¡Al encuentro del sol vuela airosa y alegre, 
Placiendo polvo la mentira y la traición! 

¡Paloma! ¡Con nosotros estás! ¡Tú eres valiente 
Y eres fuerte! ¡Destruye al traidor opresor! 


Versión: Rubén Martí y David Chericián 


380 




TREFOSSA (HENRY DE ZIEL) 

Surinam, 1916-1975 

Un poema verdadero 

Un poema verdadero es algo que te aterra, 
un poema verdadero es una lucha a muerte. 

Un poema verdadero es otro país 

al que se puede ir cuando ya 

se ha cruzado el umbral de la muerte. 

Un poema verdadero está hecho de palabras que permanecen 

cuando todas las otras de la vida de uno son barridas: 

una sola semilla 

pero que puede hacer brotar 

la vida nueva. 

Fluyan pues sobre mí, 

Arusubanya 16 del mundo. 

Quizás un día, un día 
mi boca se abrirá 

para decir a los humildes sólo un par de palabras 
que, al crecer, germinarán en estrellas maduras, 
las que aun ahora estoy buscando. 


Versión: David Chericián 


16 Salto del río Marnina. 




MOHAMED AZIZ LAHBABI 

Marruecos, 1922-1993 

Rabat 

¡Oh, ciudad triste, aunque borracha de sol, 

Ciudad abrumada por la humedad! 

Tú no escuchas mis flautas delicadas. 

Mi corazón su eco ha perdido. 

Escribo con espuma ensangrentada sobre la página tremante. 

¡Ciudad de la Amargura, 

Insensible, Rabat! 

Se prohíben a sí mismos los poetas aquí 
Dar ritmo a las palabras. 

En corro entablan sus conversaciones 

Y no hablan de nada en absoluto. 

Entre el rumor se mueren las palabras, 

Las flores se marchitan 

Y el viento barre sin piedad su aroma. 

Si la gente se pudiera reír 

Sería siempre joven. 


Quién creó a quién 

¡Qué débiles somos con vosotros! 

Y aunque para Alá, 

Para Brahma, 

Para Dios padre, 

Los hombres son la cima de la creación del mundo. 
Sin embargo, cualquier nimiedad: 

Un infusorio, algún triste microbio, 

Sin grandes esfuerzos 
Nos lleva a la tumba. 

¡Oh, dioses de bronce! 

¡Creación de las manos del hombre! 

A su imagen y semejanza 
El os creó, dioses. 

Rezad al hombre, 

Rezad por el hombre, 

Porque mucho le debéis. 

¡Oh, dioses de piedra! 

Intrépidos y fuertes 
El hombre os esculpió 


382 



Débil y temeroso... 

Desde la altura de vuestros pedestales 
Veis transcurrir los siglos sin descanso 

Y ni el tiempo ni las tempestades 
Pueden quitaros grandeza y poder. 

Dad vuestra gracia pues a quien la vida os dio, 

Quien os creó y, como quien dice, os colocó en el pedestal. 

El, vuestro creador, ama las flores: con rabia las arranca el torbellino, 
El teme las enfermedades: vosotros esparcís microbios, 

El aprecia su vida: vosotros podéis destrozarla en broma, 

Olvida él que a vosotros os sacó, dioses, de la nada. 

Os respeta, os limpia la suciedad y el polvo. 

Alza suntuosos templos para que viváis rodeados de lujo. 

El bronce, la madera, la piedra vivifica para que reencarnéis 

Y para que la ardiente fe 

Hasta el suelo se incline ante vosotros. 

Y sin embargo, 

Bajo el peso de sus constantes ocupaciones e inquietudes, 

Con todo, vuestro creador no pudo 
Daros corazón. 

¡Y por culpa del hombre 
Sois insensibles, dioses! 


Versiones:Antonia María Tristá y David Chericián 



LOUISE BENNETT 

Jamaica, 1919-2006 


¡Aquí está! 

¡Al fin vino, aquí está m’hija! 

¡Está escrito en el periódico! 
«¡Paul Robeson llega hoy!» 
¡Vengan a mirar su foto! 

¡Dios, qué vista pa’l mal de ojo! 
¡Dios, qué historia pa’ contar! 

¡Yo aquí en un rincón del mundo 

Y su encanto llega acá! 

¡Que bárbaro, en el WardTheatre 
En persona se va a parar! 

¡Va a saludar, va a sonreír, 

Y entonces él va a cantar! 

¡Va a cantar! ¡Yo allí, Miss Matty, 

No estaré, pero sé yo 

Que un jardín lleno de canto. 

Le crece en el corazón! 

Y que de su boca abierta 
le sale con la canción 

el corazón que acaricia 
con el sonido ‘e su voz. 

¡Y al acabar, qué de aplausos, 

La multitud, qué barullo! 

¡Y en cada negro un sabroso 
Corazón lleno de orgullo! 

Del hombre ‘el cantor; mi dios, 
Gracias, porque orgullo de él 
Es de su raza y la nuestra 

Y de nosotros también! 


¿Volver a África? 

¿Volver a África, Miss Matty? 
¿Sabe lo que dice usté? 

Hay que venir de algún sitio 
Pa’ regresar luego a él. 




Sé que tu tárara-tárara- 
Tátarabuela africana fue 
¿Pero tu tátara-tárara- 
Tátarabuelo no era inglés? 

¿Y el padre ‘el tátara-tátara- 
Buelo ‘e tu padre Judío, Jum? 

¡Y tu abuelo por part’e madre 
Fue franchute parlevú! 

Pero el resto ‘e tu familia, 

Los de tu generación, 

Todos en Bun Grung nacieron 
Todos jamaicanos son. 

¿Adonde vas pues, Miss Matty? 
¡Oh, es que la cara te has visto 
Y que entre tú y lo’ africano’ 
Existe un gran parecido! 

¡Si así es to’ lo’ americano’ 
Blanco’ y que ojo’ azules tengan 
Por tener abuelo’ inglese’ 

Deben volver a Inglaterra! 

¡Qué clase ‘e barullo habría, 

Qué tropel y qué jaleo 
Si todo el mundo se fuera 
pa’ donde vino su abuelo! 

Si huyes de tiempos difíciles, 
Yete; ¡pero mira bien 
De ‘onde sales, pa’ que luego 
Tengas a donde volver! 

Ye a buscar fortuna afuera; 

Pero a nadie digas más 
Que vas a buscar tu patria, 
¡Porque ahí es donde ahora estás! 



EDUARDAS MEZHELAITIS 

Lituania, 1919 


Partícula de la tierra madre 

La piedra es cuerpo de la madre tierra, 
y su espinazo la escapada sierra, 
los ríos son las venas y la sangre... 
mi carne es hija de la madre tierra. 

De las flores campestres he nacido, 
de las lluvias y el viento en las barrancas. 
Soy agua, llama, tiempo, rama, nido, 
y movimiento de las nubes blancas. 

Estoy hecho de los copos de nieve, 
tallos y fresas que el otoño muerde, 
de la arena amarilla que el río mueve, 
del bosque joven, otoñal y verde. 

Estoy hecho del pan que en tierra amada 
se engendra en el centeno trabajoso; 
estoy hecho del grano de cebada 
y del lúpulo ardiente y espumoso. 

De la unidad del pez y el agua en viaje, 
del metal que se funde en el crisol, 
de la fruta que en medio del follaje 
nos recuerda una réplica del sol. 

Soy una parte de la madre tierra 
dispersa en cauce y ramas del otoño, 
de mis cenizas nazco en nueva guerra 
como un joven, elástico retoño. 


Versión: Desiderio Navarro y David Chericián 


El hombre 

Afirmado en mis pies sobre la tierra 
Alzo el sol con mis manos. 

Estoy entre dos globos 
—El de la tierra y el del sol—. 

Las honduras, las capas del cerebro 
Son como las entrañas de las minas. 
Como el carbón, extraigo de ellas 
Aquello con que forjo el hierro, 


386 



Los barcos que atraviesan los océanos, 

Los trenes que a la tierra envuelven, 

La herencia de las aves —los aviones—, 

El eco del relámpago —los cohetes—, 

Todo esto hice salir de mi cabeza 
Redonda, como el globo de la tierra. 

Mi cabeza —globo del sol 
Que irradia todo lo terrestre, 

Que puebla al mundo con los hombres—. 
¿Qué es la tierra sin mí? 

Muerto, arrugado, machacado globo 
Perdido en el espacio sin fronteras, 

Se miró en el espejo de la luna 
Y vio qué muerto estaba, 

Vio qué deforme era. 

Fui creado por la tierra —desde un punto— 
La tierra, en un momento triste, 

El globo me donó de la cabeza, 

Como la tierra, como el sol. 

Dócil me fue la tierra, y yo 
Le regalé belleza. 

La tierra me creó. 

Pero yo la recreé, 

La hice nueva, mejor, hermosa —tal 
Como antes nunca fuera—. 

Afirmado en mis pies sobre la tierra 
Alzo el sol con mis manos. 

Soy un puente entre ambos. 

Por mí 

Baja el sol a la tierra, 

La tierra sube al sol. 

Giran en torno mío, 

Como un tiovivo abigarrado, 

Todas las creaciones, obras, 

Labores de mis manos, 

Giran ciudades, plazas, 

Sólidos edificios, 

Puentes llenos de autos y de hombres, 

Barcos y aviones —a mi alrededor—, 

Carros, tractores —a mi alrededor—, 
Cohetes —a mi alrededor—. 

Estoy así de pie: 

Hermoso, sabio, firme, 

Musculoso, ancho de hombros, 

Desde la tierra llego al sol. 



Lanzo a la tierra 
Las sonrisas del sol. 

Al Este, al Oeste, 

Al Norte, al Sur. 

Estoy así de pie 
Yo, hombre, 

yo, comunista. 


Versión: Roberto Fernández Retamar 



MOHAMMED DIB 

Argelia, 1920-2003 


Puertos 

El bullicioso puerto. Llueve. ¿He venido a qué? 

¿A contemplar las blancas naves aquí de pie? 

Se oscurece en el muelle todo con el gentío. 

Sobre el gentío, en el humo, el sol quedó colgado. 
Puede que te olvidase. Dime ¿qué te ha pasado? 

Levó anclas el barco, navega en la distancia. 

En torno, invierno, y todo es como un sueño en medio 
de esta lluvia terrible, rodeado por el tedio. 

Dime si puedes, ¿dónde tranquilizas tus penas? 

La lluvia en el espacio desata tu poder. 

Sólo ha pasado medio día y es ya anochecer. 

¿En qué lugar te escondes, dónde encuentras refugio? 

¿En el cine? ¿O en el rincón de un bar acaso? 

Se bebe, hay voces, luces tras la sombra del vaso. 

¡Y sobre tus palabras escupirán aquí! 


Florecerá la primavera 

Llega el alba y con ella 
el paisaje, con sangre dibujado, 
surge ante mí. 

Canta y canta la voz, 

canta y vuela sobre las colinas 

en el país de la pena, el dolor, el destierro. 

En derredor hay sólo el hielo, el viento, 
la tempestad mortal. Pero la voz 
canta porque el destierro no sea eterno, 

porque otra vez la menta dé su flor 
y ofrezca la palma sus fruto 



y termine nuestro dolor... 

¡Oh, muchacha de corazón entristecido, 
en el invierno ensangrentado cantas 
tú que florecerá la primavera! 


Versiones: Miriam Rosabal y David Chericián 



TO HUU 

Viet Nam, 1920-2002 

Mamá 

Quién volvería a la aldea a decir a mi vieja 
que esta noche su hijo lejano la recuerda. 

¿Tienes frío, mamá? El viento de las cimas 
no se termina nunca, ni la fría llovizna. 

Te vas a cultivar el arroz en el fango, 

las briznas de la siembra temblándote en los brazos. 

Con cada una de ellas que hundes en la tierra 
un pensamiento para tu hijo ya se eleva. 

La llovizna ha calado tu sencillo vestido 
y con cada gótica mi cariño ha crecido. 

Si me quieres, viejita, si es que me oyes, 
no te afanes por mí de día ni de noche. 

Cientos de montes y arroyos he atravesado 
y tú miles de penas has afrontado. 

Mis diez años de guerra son muy poca cosa 
ante tus sesenta de vida heroica. 

Me voy lejos, al frente, para allí defenderos 
a ti y a mi patria, las dos madres que tengo. 

Por mí no te preocupes, ya que mucho me quieres, 
¡que mi madre es madre de un combatiente! 

Aunque lejos de ti, muy cerca estaré siempre, 
junto a mis compañeros que me protegen. 

Estamos unidos de corazón, mamá, 
unos con otros, todos los hijos de Viet Nam. 

Cada paso que doy tropiezo con la guerra, 
pero mientras avanzo nuevas madres me llegan, 

madres que me han curado como a sus propios hijos, 
dado calor y ropa, un hogar y cariño. 

Pero yo estoy curtido ¡cuánto he crecido ya! 



Y sólo me preocupo por ti, mi mamá. 

Piensa en tu hijo, pero no te entristezcas; 
echado el enemigo, pronto estaré de vuelta. 

La madre de cabellos grises escuchaba 
esa noche una voz silenciosa y lejana. 


Luom 

Hue se desangraba, 
yo volvía de Hanoi. 

En el Barrio Balsas 
vi al sobrino Luom. 

Maletín al hombro 
andaba el chiquillo, 
canillas de fuego, 
cabeza de picaro, 

gorra revirada, 
piquito sonoro, 
como un reyezuelo 
en sendero de oro. 

—Magníñco, ¿sabes? 

Yo soy mensajero. 

Mejor que en mi casa 
en Mang Ca 17 me quedo—. 

Rojas las mejillas, 
mi sobrino, riendo, 

—adiós, camarada— 
marchóse contento. 

Se marchó el sobrino. 

El tío se fue. 

Llegó el mes de junio 
carta de Hue. 

Luom... 

Pues... 

En una mañana 
como tantas otras, 


17 Guarnición de Hue. 




mi compañerito, 
portando una nota, 

pasaba las líneas. 

¡En eso, dos ráfagas! 

¡Un mensaje urgente 
no teme a las balas! 

En campos desiertos 
la espiga cayó, 
volaba una gorra 
por sobre el arroz. 

Relumbra un disparo... 

Mi compañerito. 

Todo ha terminado, 
la sangre ha caído. 

La espiga apretada, 
sabe a leche el grano. 

Hay un alma errante 
que va por el llano. 

¿Luom, estás ahí? 

Maletín al hombro 
andaba el chiquillo, 
canillas de fuego, 
cabeza de picaro, 

gorra revirada, 
piquito sonoro, 
como un reyezuelo 
en sendero de oro. 


Avanzamos 

Vamos a plena luz 
por el camino. 

En calma, sin ningún 
sobresalto, 

por el camino de ocho metros de ancho, 
infinito, 

que va de Bac Son a Dinh Ca, 
de Dinh Ca aThaí Nguyen, 
del Noroeste a Dien Bien 18 , 


18 Dien Bien Phn. 




de la Revolución al fin de la batalla. 

¡Y que hoy vira hacia la nueva mar 
de esta tierra roja, virgen, inmaculada! 

¡Hermosa es esta patria amada! 

Los bosques de palmas, 

el té de las montañas, 

las verdes llanuras perfumadas, 

el Río Claro con sus mil llamas, 

los remeros coreando aah... aaah... aaah.. 

¡Y la resaca oscilante de las olas 
bajo las chalanas de Binh Ca! 

Quién pasa por Phu Tho. 

Quién baja hacia Trung Ha. 

Quién vuelve a Hung Hoa. 

Quién llega a la Zona Tres. 

Quién vuelve a la Zona Cuatro. 

Seguid el torrente de Libertad hacia la patria. 
¡Ya el francés arrancó con fortines y postas! 

El Río Rojo celebra el triunfo ola tras ola. 

¿Ya usted para Hanoi? Coja puesto en mi barca 

¡Así, pues, nueve años han pasado! 

Tres mil días de lucha sin tregua. 

Van fuertes mis rodillas, firmes mis piernas. 

El otoño de agosto iluminado 
extiende sobre un su cielo espléndido, 
una nube se escurre blandamente... 

¡Qué día tan excelente! 

Son nuestras las nubes, el cielo de la patria, 
¡nuestra República Democrática! 

La sombra enemiga se ha fugado. 

Ved los soles de otoño y el agosto: ¡victoria! 
¡Hacia la capital, que el Tío nos aguarda! 

¡Tras los cabellos blancos, la bandera roja! 

¡Madre, seca tus lágrimas! 

El enemigo ha huido. 

El bambú de la aldea 
en el jardín, y el plátano, 
renacerán; 

volverán nuestros búfalos 
por las costas y playas. 

Diez veces más que antes de las matanzas 
el llano cantará. 



¿Hermanitos, ya vais a la escuela? 

Nosotros os construiremos aulas nuevas 

que no serán quemadas más, 

vuestros cantos y juegos por la colina se abrirán 

como un enjambre de pájaros en torno a la aldea. 

Quién va al Sur del país, 

hacia los brazos del Mekong; 

quién entre en la ciudad Ho Chi Minh, 19 

nombre glorioso en letras de oro constante; 

quién regresa a la indómita Llanura de los Juncos, 

nuestro bastión más alto, carne de nuestra carne, 

tierra sagrada, enemigo sepulcro. 

Quién llega a PhuYen, Khan Hoa; 

quién vuelve a Phan Rang, PhanThiet; 

quién sube al altiplano: Kontum, Darlac, 

la extensa Zona Cinco, entraña nuestra, país querido; 

quién vuelve a mi tierra natal, 

el Río de los Perfumes, el Vado de Hat, la Playa de los Pinos 

Quién va con los hermanos, quién va allá 
a decir a la otra mitad deViet Nam; 
cada palmo de tierra es suelo de la patria, 

¡la patria vietnamita, la República Democrática! 

Somos hijos de un mismo padre, hermanos de sangre. 

La carne siente cuando los huesos sufren, 
el corazón está atado a la mente. 

Tenemos tres pies 
(¡sí, tres!). 

Que el burro rebuzne 
a más no poder, 
que no nos incumbe. 

Que vengan a hacer 
fronteras, ¿y qué? 

¡Junto a Ho Chi Minh 
y siempre de pie 
hasta ver el fin! 

Sí, hemos crecido en medio de la guerra. 

Los pies trabajadores de este pueblo de héroes 
han perdido por siempre sus cadenas. 

Los pies que, saliendo del fango, del carbón, 
han andado hacia el sol de la Revolución. 

Los pies de BaTo, Cao Lang, Hoc Mon, 


19 Saigón 




que en Dien Bien hicieron temblar toda la tierra. 

¡Los pies que han hundido a los Señores del Imperio 
en el negro pantano de los tiempos! 

Adelante, adelante, adelante, 

firmes como de bronce, duros como de acero. 

Somos miles, millares, 
avanza nuestro ejército 
largo como los ríos, como los montes alto. 

Avanza nuestro cuerpo, 

avanza como el inmenso Mar de China, 

inmenso. 

Adelante. La patria es de una pieza, 
nadie la podrá destrozar. 

De la Punta Camau a la Puerta de China 
un mismo cielo sobre nuestras cabezas, 
de Norte a Sur un solo mar. 

No hay paralelo para cada corazón, 
en un mismo afecto por nuestro Tío Ho, 
en un mismo amor por la misma capital, 
en la misma esperanza por un solo Yiet Nam. 



ÓSCAR ALFARO 

Bolivia, 1921-1963 

El pájaro revolucionario 

Ordena el cerdo granjero: 

-¡Fusilen a todo pájaro! 

Y suelta por los trigales su policía de gatos. 

Al poco rato le traen 
Un paj arillo aterrado 
Que aún tiene dentro del pico 
Un grano que no ha tragado. 

-¡Vas a morir por ratero!... 

-¡Si soy pájaro honrado, 

De profesión carpintero, que vivo de mi trabaj 
-¿Y por qué robas mi trigo? 

-Lo cobro de mi salario. 

Que Ud. Se negó a pagarme. 

Y aún me debe muchos granos. 

Y lo mismo está debiendo 
A los sapos hortelanos, 

A mi compadre el hornero 

Y al minero escarabajo 
A las abejas obreras 

¡Y a todos los que ha estafado! 

Usted hizo su riqueza 
Robando a los proletarios... 

-¡Qué peligro!...¡Un socialista! 

¡A fusilarlo en el acto! 

¡Preparen!... ¡Apunten!... 

¡Fuego! 

¡Demonio... si hasta los pájaros 
En la América Latina 
Se hacen revolucionarios!... 



ERNESTO CARDENAL 

Nicaragua, 1925 


Canto nacional 
(fragmento) 


Al FSLN 

(•••) 

Pero sucedió que otro país tenía necesidad de estas riquezas. 

Por los préstamos de 1911 Nicaragua cedió sus aduanas 
a los prestamistas y la dirección del Banco Nacional reservándose 
también los banqueros el derecho 
de adquirir el Banco Nacional. Por los de 1912 
comprometió además los Ferrocarriles. El 2 de febrero de 1911 
el grupo de banqueros Brown Brothers & Co. 
se interesó en nosotros. Para pagar un empréstito 
se recurriría a otro, y así 

sucesivamente. (Una vez que se entra no se puede salir) 

Los banqueros vinieron como barracudas. 

Los marinos desembarcan a restablecer el orden 
y se quedaron en Nicaragua por 13 años. No basta 
el control de las aduanas, los bancos, los ferrocarriles. 

Nicaragua también vendió su territorio. 


Adolfo Díaz empleado de la mina Ángeles Mining Co., 
con 35 dólares a la semana, fue el «capitalista» 
de la «revolución», prestando al movimiento 600.000 dls. 

El pago del empréstito a Brown Brothers 

quedaba garantizado con las rentas de aduanas. 

Corrupción, corrupción nacional fue el banquete de los banqueros 
un banquete de zopilotes 
caballeros de negro frac en rueda como zopilotes. 

Y los políticos: como murciélagos ciegos que nos cagan 
colgados en lo oscuro cagándonos y orinándonos 
cagadas y meadas de los muciélagos de color de tinieblas 
negras alas revoloteando en el aire negro. 

Otros 500.000 dls. prestados para la estabilización del cambio 
pero —el banquete de los banqueros— 

el dinero tampoco sale de manos de los banqueros de Nueva York. 

La garantía era entregar el país a los prestamistas. 

El dinero del préstamo de 1911 era para crear el Banco Nacional 
pero se dejaba el Banco Nacional en manos de los banqueros. 

Los banqueros Brown Brothers compraron todo el papel que quisieron 
o sea todo el papel moneda que quisieron, a 20 por un dólar 
y lo vendieron a 12.50 por el dólar, todo el papel que quisieron 
o sea 2 0 pesos comprados costaban 1 dólar (y podían comprar 


398 




los que quisieran) y vendidos (cuando ellos quisieran) valían 
un dólar sesenta. Es decir 

compraban dinero barato para venderlo caro 
se lo compraban al país para venderlo al país 
con lo cual encarecieron el maíz, las casas, la educación, 
las danzas, el tiquete de tren. 

Ese fue el saqueo de la mafia de banqueros. 

Asaltaron como pistoleros la moneda nacional. 

Después los banqueros prestaron al país el dinero del país 
al 6% de interés. 

Las rentas nacionales recaudadas por banqueros extranjeros 
depositadas en un Banco Nacional en poder de tales banqueros 
extranjeros, y distribuidas por los banqueros extranjeros 
asociados con el secretario de Estado de los Estados Unidos 
(que tenía acciones en la Ángeles Mining Co.) 

Como los impuestos de Eíonduras eran recaudados por Morgan 
Morgan el feroz 

como cuando viene el chancho de monte chas-chas-chas 
o hay en el aire un olor a puma. 

Después fue vendido el territorio nacional en 3 millones 
de dólares (Tratado Chamorro-Bryan) 
que también fueron directamente a manos de los banqueros 
(Los EE.UU. adquieren sin limitaciones una zona de Canal 
2 islas en el Caribe 
y una base naval 

la patria por 3 millones —y el dinero para los banqueros— 
y las aduanas siguen regentadas por los prestamistas por 
tiempo indeterminado —hasta la cancelación total de los créditos— 
y los prestamistas han adquirido el Banco Nacional, y también 
los Ferrocarriles, comprando en 1 millón de dls. el 5 1% de 
las acciones, (y de lo que era la nación sólo ha quedado la bandera) 
Oscura la noche y sin querosín en el rancho. 

Un tecolote canta sobre la patria. 

Han callado el canto del pequeño pijul. 

No había necesidad de anexarse el territorio 
le bastaba a EE.UU. dominar el país (con Díaz 
y todos los demás presidentes hasta el presente) con 
todas las ventajas de la anexión sin sus riesgos ni sus gastos 
«a no ser que quiera jugarse con las palabras 
—un profesor, por 1928, al Daily News en París— 
nadie duda que la independencia de Nicaragua 
no existe». 

Para colocar capitales en Nicaragua y protegerlos una vez 
colocados, para eso estaba el Departamento de Estado. 

Expansión política con miras a la expansión económica: 
y expansión económica porque el capital no era suficientemente 
reproductivo en los Estados Unidos o lo era menos 



que en Nicaragua 
that is: imperialismo 

intervenciones para inversiones o viceversa. 

La diplomacia mediante los banqueros sojuzgaba el país 
los banqueros mediante la diplomacia extraían el dinero. 

Reunidos, de rigurosa etiqueta, los zopilotes fúnebres. 

Alrededor del Producto Nacional Bruto. 

—También igual que el tiburón cuando ha olido sangre. 

La intervención extranjera era favorecida por la desorganización 
y corrupción de adentro, de ahí que la intervención fomentara 
la desorganización y la corrupción y las desarrollara 
(claro como el ojo del piche). 

De ahí pues: 

el imperialismo como elemento perturbador desorganizador etcétera 
factor de atraso, de corrupción en Nicaragua: ha violado 
tratados, constituciones, decisiones judiciales, 

provocado guerra civil manipulado elecciones sobornado 
ha amparado robos prostituido la política empobrecido al pueblo 
impedido la unión sostenido en el poder a sus agentes contra 
la voluntad del pueblo encarecido la vida defendido 
la opresión, traído la muerte. 

Nicaragua se encontraba (cuando apareció Sandino) con 
una parte de su territorio enajenado, la deuda exterior 
acrecentada, la vida financiera sometida al 
Sindicato de Banqueros de Nueva York, y sin ningún progreso. 

El país entero 

como lo que es ahora Cabo Gracias a Dios: ya sólo una hilera 
de chozas, con una única calle, y en ella, a dos metros del mar 
un zopilote y un perro disputándose una tripa de pescado. 

Decía que desovan las iguanas... Es el proceso. Ellas 
(o las ranas) en el silencioso carbonífero 
emitieron el primer sonido 
la primera canción de amor sobre la tierra, 
la primera canción de amor bajo la luna 
es el proceso. 

El proceso viene desde los astros. 

Nuevas relaciones de producción: eso 
también es el proceso. Opresión. Tras la opresión, la liberación. 

La Revolución empezó en las estrellas, a millones 
de años luz. El huevo de la vida 
es uno. Desde 

el primer huevo de gas, al huevo de iguana, al hombre nuevo. 
Sandino se gloriaba de haber nacido del «vientre de los oprimidos» 
(el de una indita de Niquinohomo). 

Del vientre de los oprimidos nacerá la Revolución. 



Es el proceso. 

Entre los alcatraces el macho hincha el buche para el cortejo 
luego coge a la hembra. 

El proceso es más todavía: 

el Che después de muerto sonríe como recién salido del Hades. 

(...) 

Ay la United Fruit 

Ay la Standard Fruit 

Unas compañías pasaron por aquí como ciclones. 

Ha habido domingos en que las muchachas misquitas 
han ido a la iglesia (Bautista) desnudas en pelota 
señoritas misquitas, por no tener nada que ponerse. 

Y hay quienes han muerto de hambre literalmente. 

Hermano Pedrón Altamirano! 
Imagino las lucecitas tristes de las minas. 

Veo el viaje del oro desde un afluente del Prinzapolka 
hasta el sótano de un Banco en Wall Street. 

Es contra Wall Street que canta en Prinzapolka el ave-sol. 

La lucha era nacional, decía San dino 
pero después sería internacional. 

En las minas de oro de míster Spencer examinan 
a los mineros con rayos X cada 6 meses 
para ver si están tuberculosos. 

Si hay alguna sombra, el hombre es inmediatamente 
despedido. Cuando al tiempo escupe sangre 
y quiere demandar a la mina, la mina lo despidió sano 
la enfermedad la contrajo después, la mina 
no es responsable. Y muere en una acera de Managua. 

(Si es indio sumo o misquito va a su aldea 
a contagiarla. Aldeas enteras han quedado despobladas). 

Y compañías que pasaron por la Costa como chapulín: 
sólo quedaron los tocones de lo que fueron pinares. 

Nada vuelve a crecer por donde pasaron. 

Por aquí pasó la Magnavox. 

Atraída por el olor de las materias primas. 

Y como dijo aquel presidente de General Motors 

lo bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos 
y viceversa. 

El imperialismo dice que nos quiere hacer felices. 

Selva en las dos orillas, y en el medio 
el río como una selva líquida. 

Supongamos que es un palenque de misquitos al que llegamos 
y oímos una canción de amor en misquito, con la palabra amor 
kupia-kumi = «un solo corazón». 

«Un solo corazón» parece que son ahora el militarismo con 



el dinero (los que no tienen corazón). Pero no, el kupia-kumi 
verdadero es el amor, la unión del pueblo para hacer 

la Revolución. Sólo el amor es el verdadero «un solo corazón». Caribbean Bener 

Lumber Co. Bluefields Lumber Co. Gold 

Mining Co. Luz Mines Ltd. American Smelting Refining Co. 

Neptune Mining Co. Long Leaf Pines Co. Cukra Development 
Co. Nicaragua Lumber Co. qué sé yo cuántas más 
Magnavox qué sé yo cuántas más. 

Mi general Sandino 
los marinos han venido al rancho! 
han venido al rancho a violar a la muchacha! 

Hermano que andas descalzo y tenes tungsteno... 

Analfabeta en tu mina de antimonio. 

La International Telephone andTelegraph 
por allí anda suelta, como el tigre. 

(Sí cómo no y 

que el general Ya-Sabemos-Cuál desvirgue más niñitas 
y más campesinos sean echados desde los helicópteros 
y Mons. Chávez bendiga al régimen) 

¿Decían que el Ministro de Economía defendería a su pueblo 
y no a la Esso? 

Todavía están las encomiendas. 

Y cuando suena la campana a la hora de cierre 
en la Bolsa de Valores de Nueva York 

algo que vos no sabes hermano te han quitado. 

Cuando dicen en Wall Street los Money Managers: «Perdimos 
cinco millones en efectivo esta tarde» 

en el lenguaje de Wall Street quiere decir 
que compraron acciones por valor de cinco millones. 

Los secretarios de Estado pasan como aves migratorias 
pero permanece la Standard Oil. 

El canadiense dijo al misquito: el comunismo es malo 
nos quita todo. Y el misquito, que oía Radio Habana en misquito 
contestó: Malo para vos que tener todo 
bueno para misquito 

misquito no tener nada. 

Después sería internacional 
dijo Sandino. Y Sandino decía a los campesinos: 

«Algún día triunfaremos. Y si yo no lo veo 

las hormiguitas llegarán a contármelo bajo la tierra». 

Darío a su regreso, recibido en triunfo, había 
profetizado a los jóvenes, en brindis, el buen Rubén, 
un país con más glorias, «triunfo nacional y definitivo»... 

(fue en el diez, un año después, en el once, vinieron 
los banqueros). 

Todavía tenemos la lucha: Sandino contra marinos 


402 



y ay, tantos Rubén Daríos hay en el monte 
macheteando. Habitantes de ranchos en perpetua noche. 

El filósofo que se quedó lustrador. 

El pintor genial entre los chivos. No sólo 
no saber leer y escribir: 

tampoco pensar, querer, soñar. 

¿Yes esos buses que van llenos de gente pobre? Son los dueños 
ellos hicieron el edificio del Banco de América 
—a la puta qué alto— ellos quién más 
y los puentes, las presas. Sólo falta que lo cojan. 

Los pobres. Sobre 
todo los más pobres 
(los jodidos pendejos comemierdas). 

Un vuelo de aviones de propulsión a chorro mancha el azul celeste 
y hermano te han marginado de su civilización, si 
vos con tu zacate-limón les das —y no sabes— 
la citronela para sus aviones de propulsión a chorro. 

Tu madera de mora color de oro para plataforma de camiones 
tu guayacán de gran dureza para hélices, poleas y —bueno— 
acompáñame con la guitarra esta canción: 

las cosas son importantes pero más son las personas 
de pronto bajo ceibos y caobas sin descubrirlo antes 
estamos en el campamento —Chozas. Con fogones, 
con tinajas piedras de moler, tápeseos de cuero crudo, tasajos 
de carne salada, una lamparita de carburo ante San Antonio 
y calabazas con tapones de olote, un niño tierno llora 
en una hamaca de cabuya con borlas de vivos colores 
y se oye una vitrola, también una guitarra, y afuera 
a la luz de una fogata Sandino leyendo El Quijote 

—el cuartel inaccesible como nido de quetzal— 

Sandino está otra vez en el Chipote muchachos. 

Ataca otra vez de noche Telpaneca. 

Otra vez Pedrón anda por el Coco 
o tal vez por Boaco. 

Los campesinos dejan otra vez sin tapiscar el maíz 
sin aporrear los frijoles 

y van con Sandino a cercar a las minas, a verguear a los marinos 
pegarle fuego a la Standard Fruit. 

—La noche es oscura y con neblina y 140 sandinistas 
sorprenden a los centinelas del cuartel— 

—Al atardecer los sandinistas se apuestan en un camino 
por donde van a pasar los marinos— 

—Miguel Angel Ortez surge en la noche 

con su larga cabellera rubia y sus pantalones negros— 

—Rifles y machetes y 2 viejas ametralladoras Lewis 
y gritos VIVA SANDINO! entre los tiros y PATRIA LIBRE O 


[MORIR! 




—Se disipa la neblina, y los sandinistas han desaparecido— 

—Al oscurecer los marinos van a entrar a un bosque de pinos 
(alcanzan a oír un bordoneo de guitarra tras los pinos) 
y de repente te detiene el retén en San Rafael del Norte: 

«¿Quién vive?» 

«¡Viva Nicaragua!» 

«Santo y seña» 

«No venda nunca a la patria». 

Y otra vez Pedrón y Ortez se juntan para atacar Jinotega 

Pedrón va otra vez de pueblo en pueblo diciéndoles que no voten 

tras un ataque los marinos oyen los adioses y el 

trote del tropel de muías y traquidos de carretas en la noche 

y Lee ha caído herido... 

Vienen las grandes cooperativas campesinas 
ya va a empezar la campaña de alfabetización 
van a estudiar ballet los muchachos en Muy-Muy 
teatro en Tecolostote, enTelpaneca. Ah la visión 
de una tierra con la explotación abolida! 

Repartida la riqueza nacional todos por igual 
el producto nacional bruto, toditos por igual. 

Nicaragua sin Guardia Nacional, veo el nuevo día! 

Una tierra sin terror. Sin tiranía dinástica. Cantá 
cantá zanate clarinero. 

Ni pordioseros ni prostitución ni políticos. 

Claro, no hay libertad mientras haya ricos 
mientras haya libertad para explotar a otros, libertad 
de robarle a los demás 
mientras haya clases no hay libertad. 

No hemos nacido para ser peones 
ni para ser patrones 
sino para ser hermanos 
sino para ser hermanos hemos nacido. 

Capitalismo / qué otra cosa que compra-venta de gente? 

Porque qué viaje es éste hermanos para dónde vamos 
con pasajes de Primera y pasajes de Tercera 
tenemos el níquel esperando al hombre nuevo 
la caoba esperando al hombre nuevo 
el ganado enrazado esperando al hombre nuevo 
sólo hace falta el hombre nuevo. 

Vengan 

vamos a arrancar los cercos de alambres compañeros. 

Ruptura con el pasado. Es que no era nuestro este pasado! 

...los que quieren seguir explotando la casa de putas. 

Como me dijo la muchacha cubana: «La Revolución es sobre todo 
una cuestión de amor». 



SÉKOU TOURÉ 

Guinea, 1922-1984 

La gran renovación 


Dedicado al 6 o Congreso de 
CNTG 20 


Ha sonado y bien clara en el Reloj 

la hora de la gran renovación 

llamando al hombre nuevo 

a disipar la opaca nuebe 

que había oscurecido los cerebros 

y armado a los vampiros borrachos de carroña. 

¡Y la clase del verdadero Pueblo 
con vigor y con fiera decisión 
empuñando los picos, las palas, los martillos, 
las hoces, las escuadras, los cuchillos, 
se alza fiera y áspera de rabia! 

No se le debe escapar la cosecha. 

¡Oh, camaradas, oh hijos del Pueblo, 
al incesante ritmo de los tiempos 
vamos aprisa, siempre más aprisa! 

Ha sonado y bien clara en el Reloj 
la hora de la nueva etapa, 
los constructores en cerradas filas 
unidos y confiados en su fuerza 
van al asalto de la historia. 

Las condiciones y los medios 
de Acción son las Ciudades, las Fábricas, las Granjas 
osadamente arrancadas en septiembre, 
remodeladas y reforzadas en noviembre! 

Aplastarán sin piedad a los que empañan 
el cielo, a los que enturbian el gran camino. 
¡Verdaderos hermanos de labor, 
cabeza alta y tensos músculos, 
vamos aprisa, siempre más aprisa! 

Ha sonado y bien clara en el Reloj 
la hora de la severa depuración 
El partido y el CUP y el Sindicato 
son las espadas aceradas. 

¡Abajo los ladrones y los vagos! 

El poder del Pueblo está ahí 

20 Confederación Nacional de Trabajadores de Guinea. 


405 




firme, vigilante y terrible. 

Obreros, campesinos, intelectuales 
guían el faro de la renovación, 
exigen que el Trabajo Socialista 
sea el que honre en todas partes 
para que triunfen lo justo y lo bello. 

¡Todos los Trabajadores de todos los lugares, 
bien confiados en nuestras energías creadoras, 
vamos aprisa, siempre más aprisa! 

Ha sonado y bien clara en el Reloj 
la hora del salto cualitativo. 

¡pronto, la manga al codo! 

Nuestras la iniciativa y la ofensiva, 
nuestras la acción y la victoria. 

Nuestro el poder y sus conquistas. 

La aguerrida clase obrera 
y en lo adelante dueña de los medios 
no debe vacilar ni recular. 

El enemigo del progreso y sus cómplices 
deben ser reducidos a la nada; 
y la luz será entonces más brillante, 
y más acogedor y ancho el camino. 

¡Aprisa, camaradas, y siempre más aprisa: 

Marzo 24 de 1972 


¡Hombre de África! 

Tu vida es sinónimo 
de participación concreta 
en la vida del Pueblo. 

Tu utilidad es sinónimo 
de valorización para el Pueblo 
de aquello que él te ha dado. 

Tu devenir es sinónimo 

del desarrollo permanente del Pueblo. 

Pues, a la vez sujeto y objeto de la historia, 
de este proceso de transformaciones sin fin, 
que corresponde más a una carrera de larga distancia 
que a una ciega carrera de velocidad, 
el Hombre, ese producto biológico y social 
perpetuamente en movimiento y desarrollo, 
gracias a sus facultades que sienten y perciben, 
a sus capacidades de interpretación y de adaptación, 
a su potente genio de creación infinita, 
actúa sobre la naturaleza y sobre la Sociedad 
de modo más o menos eficaz y dinámico 


406 



según la calidad y el nivel de su conciencia. 

Todo valor real, o es social o es histórico. 

Pues el pueblo, su vida y la eterna esperanza 

que envuelve su combate por la felicidad, 

de igual modo que la naturaleza de la acción del hombre, 

el significado de su pensamiento y de su ser 

son fundamentalmente y todo el tiempo 

la única y verdadera fuente fecundadora 

de la inspiración y de la creación cultural; 

y cuanto más reflejen una síntesis 

cualitativa de las realidades presentes y futuras, 

más el historiador, el arquitecto, el escritor, 

el músico o el artista, son entonces 

la encarnación auténtica, mejor un «continente» 

de lo que lo contiene y puede sólo valorarlo 

en el Espacio y en el Tiempo: la Sociedad y la Historia 


Versiones: David Cherícián 


407 



AGOSTINHO NETO 

Angola, 1922-1979 

El llanto de África 

El llanto durante siglos 

en sus ojos traidores por la servidumbre de los hombres 

en el deseo alimentado entre ambiciones de alientos románticos 

en los tambores llanto de África 

en las sonrisas llanto de África 

en las hogueras llanto de África 

en los sarcasmos el trabajo de África 

Siempre el mismo llanto en su alegría inmortal 
mi hermano Nguxi y mi amigo Mussunda 
en el círculo de las violencias 
incluso en la magia poderosa de la tierra 

y de la vida chorreante de las fuentes y de todas partes y de todas las 
almas... 

y de las hemorragias de los ritmos de las heridas de África 
y también en la muerte de la sangre al contacto con el suelo 
y en el fragante florecer de la floresta 
hasta en la hoja 
en el fruto 

en la agilidad de la cebra 
en la sequedad del desierto 

en la armonía de las corrientes o en el sosiego de los lagos 
incluso en la belleza del trabajo creador de los hombres. 

En el llanto de siglos 
inventado en la servidumbre 

en historias de dramas negros almas blancas perezas 

y espíritus infantiles de África 

las mentiras sollozos verdaderos en sus bocas 

El llanto de siglos 

donde la verdad violentada se debilita en el círculo de hierro 

en la deshonesta fuerza 

que sacrifica los cuerpos cadavéricos 

enemiga de la vida 

cerrada en los estrechos cerebros de máquinas contadoras 
en la violencia 
en la violencia 
en la violencia 

El llanto de África es un síntoma 

¡Nosotros tenemos en nuestras manos otras vidas y alegrías 



desmentidas en los falsos lamentos de sus bocas 


por nosotros! 


Y amor y los ojos secos. 


Crear 

Crear crear 

crear en el espíritu crear en el músculo crear en el nervio 

crear en el hombre crear en la masa 

crear 

crear con los ojos secos 
Crear crear 

sobre la profanación de la selva 

sobre la fortaleza impúdica del látigo 

crear sobre el perfume de los troncos aserrados 

crear 

crear con los ojos secos 
Crear crear 

carcajadas sobre el escarnio de la palmatoria 
coraje en las puntas de las botas del colono 
fuerza en los restos de las puertas violentadas 
firmeza en la roja sangre de la inseguridad 
crear 

crear con los ojos secos, 

Crear crear 

estrellas sobre el hacha guerrera 

paz sobre el llanto de los niños 

paz sobre el sudor sobre la lágrima del contrato 

paz sobre el odio 

crear 

crear paz con los ojos secos. 

Crear crear 

crear libertad en los caminos esclavos 

vínculos de amor en las sendas paganizadas del amor 

sones festivos sobre el balanceo de los cuerpos en horcas simuladas 

crear 

crear amor con los ojos secos. 



Contratados 21 


Una larga fila de cargadores 
domina el camino 
con pasos rápidos 

Sobre las espaldas 
llevan pesadas cargas 

Van 

miradas extraviadas 
corazones medrosos 
brazos fuertes 

sonrisas profundas como aguas profundas 

Largos meses los separan de los suyos 
y van llenos de nostalgia 
y de recelo 
pero cantan 

Fatigados 

agotados por el trabajo 
pero cantan 

Llenos de injusticias 

calladas en el fondo de sus almas 

y cantan 

Con gritos de protesta 

sumergidos en las lágrimas del corazón 

cantan 

Allá van 

se pierden en la distancia 

en la distancia se pierden sus cantos tristes 

¡Ah! 

ellos cantan. 


Más allá de la poesía 

Allá en el horizonte 
el fuego 

y las siluetas oscuras de los baobabs 


21 Eufemismo con que se designa a los jornaleros reclutados a la fuerza por las autoridades coloniales. 




de brazos erguidos 

En el aire el verde olor de las palmeras quemadas 

Poesía africana 
En el camino 

la fila de los bamboleantes cargadores 
que gimen bajo el peso de los fardos 
En el cuarto 

la mulatica de ojos cariñosos 

que se retoca el rostro con polvo y colorete 

La mujer bajo las anchas sayas menea las caderas 

En la cama el hombre insomne pensando 

en comprar tenedores y cuchillos para comer en la mesa 

En el cielo el reflejo del fuego 
y las siluetas de los negros que golpean 
los tambores con los brazos erguidos 
En el aire la melodía caliente de las marimbas 

Poesía africana 

Y en el camino los cargadores 

en el cuarto la mulatica 

en la cama el hombre insomne 

Los braseros consumiendo 
consumiendo 

la tierra caliente de los horizontes llameantes 


Un cumpleaños 

Decían las cartas y los telegramas 
de la familia: 

—Muchos parabienes y muchas felicidades 
Y un hermano enfermo 
la madre llena de nostalgia 
y la pobreza 

aceptada serenamente en la existencia religiosa. 

¡Y la gloria de tener un hijo graduado en Medicina! 

Fuera del hogar 

un ex virtuoso amigo que se embriaga 
nuestros exportados para Sao Tomé 
la prostitución 



la angustia general 
la vergüenza 

¡Y la esperanza de tener uno de los nuestros graduado en Medicina 
En el mundo 

Corea ensangrentada a manos de los hombres 
fusilamientos en Greda y huelgas en Italia 
el apartheid en África 

y el afán en las fábricas atómicas para matar 
en masa matar cada vez más hombres 
Ellos golpeándonos 
y predicando el terror 

Pero en el mundo se construye 
en el mundo se construye 

¡Y nuestro graduado en Medicina 
construirá también! 

Nosotros con la certeza y con la incertidumbre de los instantes 
con nuestro derecho y tomando por caminos escabrosos 
nosotros los fuertes huyendo como gacelas débiles. 

Y en el mundo se construye 
en el mundo se construye. 

Este es el día de mi cumpleaños 

uno de nuestros días 

de la vida que sabe a tamarindo 

en que nada decimos nada hacemos nada sufrimos 

como tributo a la esclavitud 

Un día inútil como tantos otros hasta un día 
Pero de una necesaria inutilidad. 


Noches de prisión 

En las cálidas tardes 

cuando miradas y voces llenan la carretera de Cuca 

y allá por la Lixeira 

o en las colinas de Malanga 

de esta tierra del todo empobrecida por el miedo 

y enriquecida por la certidumbre 

resucitan el fuego y la magia 

y las palabras ardientes de impaciencia 



En esas tardes cálidas 
y en las noches de luna 

—cuando en duelo el tambor llora un cadáver 
y las muchachas cantan— 

hay una celda de plomo sobre los hombros de nuestro hermano 
nuestra sangre nuestro espíritu 
dikamba dietu 22 

Late su corazón 

con el estruendo de las bombas 

y algunos tienen miedo de su amor 

erguido eternamente 

sobre un cuerpo fatigado de prisiones 

de noches de vigilia 

de ajenos sufrimientos 

de odio escupido en el rostro por la hipocresía 

Al lado 
alguien gime 

con los dedos empapados en sangre 

que corre de las uñas reventadas por la palmatoria 

Piensa en la victoria 

y no hay sueño que llegue para sus días de prisión 
o sueños que llenen el vacío de su soledad 

Hay minutos en que el mundo 
se resume en la sala de tortura 

¡Oh! 

¿quién dormirá 

cuando tiene al lado los gritos del loco 

que saltan por la ventana para apuñalearle la carne 

sobre el cansancio de insomnios angustia y expectación? 

¿Quién dormirá 

cuando presencia el enloquecimiento de su mejor amigo 

en la celda contigua 

muerto el espíritu por la tortura? 

A veces 

recuerda la magnífica sonrisa de Marina 
y también la mirada ingenua 
del joven barbudo como Fidel 
que habla con petulancia hacia las nubes 


22 «Nuestro amigo», en lengua kimbundu. 




¡Es nuestra! ¡Es nuestra! 
Xi ietu manu 
kelokota 

Kizuua a ndo tu bomba 
kolokotenu... 23 

En el silencio sepulcral 
de las cuatro paredes sin sol 
lee en la Biblia 

regalo de esperanza de su madre: 

«¡Bienaventurados los que tienen hambre 
y sed de justicia...». 

Porque de ellos será la patria 
y el amor de su pueblo. 


Adiós a la hora de la partida 

Madre mía 

(todas las madres negras 
cuyos hijos partieron) 
tú me enseñaste a esperar 
como esperaste en las horas difíciles 

Pero la vida 

mató en mí esa mística esperanza 
Ya no espero 

soy aquel por quien se espera 

Soy yo Madre mía 
somos nosotros la esperanza 
tus hijos 

que hemos partido hacia una fe que alimenta la vida 
Hoy 

somos niños desnudos en las aldeas del monte 
muchachos sin escuela que juegan con pelotas de trapo 
al mediodía en los arenales 
somos nosotros mismos 


23 Hermano, la tierra es nuestra 
firmeza 

algún día se prosternarán ante nosotros 
coraje... 




los contratados para quemar nuestras vidas en los cafetales 

los hombres negros ignorantes 

que deben respetar al hombre blanco 

y temer al rico 

somos tus hijos 

de los barrios de negros 

allá donde no llega la luz eléctrica 

los hombres borrachos hasta caerse 

abandonados al ritmo de un toque de muerte 

tus hijos 

con hambre 

con sed 

avergonzados de llamarte Madre 
con miedo de cruzar las calles 
con miedo de los hombres 
nosotros mismos 
Mañana 

entonaremos himnos a la libertad 

cuando conmemoremos 

la fecha de la abolición de esta esclavitud 

Vamos en busca de la luz 
tus hijos Madre 

(todas las madres negras 
cuyos hijos partieron) 

Van en busca de vida. 


Versiones: David Cherícián 



RASUL GAMZATOV 

Rusia, 1923-2003 


Dos puertas 

Todos en esta casa hallan dos puertas: 
una de entrada y otra de salida. 

Entré un día por una de esas puertas, 
crucé sin ruido y la cerré en seguida. 

Según costumbre de mi tierra amada 
al huésped una gran copa se entrega, 

Tal copa me ofrecieron a la entrada. 

Bebo y bebo y mi sed no se doblega. 

¡Cuánto hace que traspuse los umbrales! 

Me dieron un kumuz desde la cuna. 

Cuántos años que pulso sus leales cuerdas, 
y mi canción es sólo una. 

Soy viejo y me apresuro 

a escribir, amar, creer, en mi carrera, 

porque sé de seguro 

que, como a los demás, tras ese muro 

de la otra puerta, a mí nada me espera. 

Pero de cierto aquí está mi camino, 
y casi en el umbral de la otra puerta 
escucho su chirriar terco y cansino, 
y puedo verla ya un poco entreabierta. 

Y todo es muy oscuro tras la puerta, 
pero sé que, además, de antigua fecha 
hubo también una ventana abierta: 
para los sueños suficiente oferta, 
mas para un hombre demasiado estrecha 

Hacia ella voy como en un ansia vana, 
en la inutilidad de mis momentos 
choco con el cristal de la ventana 
y me cortan las manos sus fragmentos 

Al no alcanzar las ignoradas huellas 
que seguí, sé que no hay más puertas, 
sé que hace algún tiempo entré por una de ellas, 
que se abre ya la otra y pasaré. 

Versión: Desiderio Navarro y David Chericián 


416 



Una hazaña... 


¡Una hazaña es difícil! En la historia 
sólo un momento es, pero una vida 
digna después de mantener la gloria 
es aún más difícil y aguerrida. 


¡Ser ladrón es difícil, o traidor! 
Ese momento es breve, pero es 
más difícil borrar el deshonor 
o la vida con él vivir después. 


Si de pronto... 

Si de pronto en metal me convirtiera, 
no hagan de mí monedas. No he de ser 
tintineo en ningún bolso o cartera, 
mala luz en los ojos encender. 

Pero si mi destino es ser metal, 
hagan de mí armas, para que al salir 
de la vaina, ya espada o ya puñal, 
salga zumbando presto a combatir. 


Versiones:Valerí Gurenko y David Chericián 



PATRICIO LUMUMBA 

República Democrática del Congo, 1925-1961 


Que festeje nuestro pueblo 

¡Llora, mi querido hermano negro, 

En la bestia milenaria! 

Simunes y huracanes esparcen tu ceniza por la tierra. 
Tú, que antaño erigiste pirámides 
Para todos tus verdugos poderosos, 

Tú, acorralado en las redadas, tú, derrotado 
En todos los combates donde la fuerza triunfa, 

Tú, que aprendiste en la escuela secular 
Una sola consigna: «esclavitud o muerte», 

Tú, que te has ocultado en selvas sin salida 
Encontrando en silencio miles de muertes 
Bajo la máscara de la fiebre amarilla 
O bajo la de grandes colmillos de tigre, 

O en brazos del pantano cenagoso, 

Que ahoga como la boa, poco a poco... 

Y llegó el día en que apareció el blanco. 

Astuto y más malvado que todas las muertes, 

Trocó tu oro 

Por espejos, collares sin valor, 

Y violó a tus hermanas, tus mujeres, 

Y emborrachó a tus hijos, tus hermanos, 

Y arrojó a las bodegas a tus niños. 

Entonces el tam-tam en las aldeas 

Retumbó, y por él la gente supo que soltó sus amarras 
El navio extranjero hacia orillas lejanas, 

Donde el dólar es rey y el algodón es oro. 

Sentenciado a un destierro interminable, 

Trabajando como bestia de carga 
Bajo el sol implacable, todo el día 
Te enseñaron a alabar en los cánticos 
A tus amos y fue cantada en himnos 
La dicha prometida de otro mundo mejor. 

Y solamente les pedí una cosa: 

Que te dejaran vivir, que te dejaran vivir. 

Y en el fuego, en la alarma, en las confusas 
Ilusiones te desahogaste en ritmos lastimeros, 

Sin palabras y simple como la tristeza. 

Ocurría que incluso te alegrabas 

Y danzabas, fuera de ti, en un exceso de vigor. 

Y toda la magnificencia de la madurez, 

Toda la joven voluptuosidad 

Rugió en cuerdas de cobre, en tambores de fuego, 



Y al comienzo de esta potente música 
Surgió del jazz, su ritmo, y como un torbellino 
Declaró, en alta voz, al hombre blanco 

Que no era suyo todo este planeta. 

Tu, música, también nos permitiste 
Alzar el rostro y mirar a los ojos 
La futura liberación de nuestra raza. 

¡Que las orillas de los anchos ríos 
Que llevan al futuro vivas olas 
Sean tuyas! 

¡Y que el ardiente sol del mediodía 
Queme tu tristeza! 

¡Que se evaporen en los rayos solares, 

Y las lágrimas que tu bisabuelo 
Vertió en estos trigales humillantes! 

¡Que nuestro pueblo, ya libre y feliz, 

Viva y se regocije en nuestro Congo, 

Aquí, en el grande corazón del Africa! 


Versión:Antonia María Tristá y David Chericián 



ABDEL WAHAB AL BAYATI 

Irak, 1926-1999 

Escritos de algunos condenados a muerte después de la caída de la 
Comuna de París 

1 

He nacido en la era de las traiciones 
en los tiempos del dolor y de las revoluciones 
mi padre era un esclavo, cayó muerto sobre su arado 
y yo era un poeta errante 

en mi niñez yo perseguía la mariposa de la luna 
en las terrazas de las ciudades de cobre 
en su ausencia, yo hacía resonar las campanas 
en mis poemas, yo cavaba un túnel 
hacia el cielo de mi aldea azul 

yo emigraba con los pájaros y los idiomas de los libros de los 
revolucionarios 

he nacido exorcizado, mis pies transportaban el viento 
mi corazón entregado a las manos del destino 
como un martillo rojo 
he percibido en la videncia de lo invisible 
en las estrellas que puntean 

y en la experiencia de las noches: un pájaro carnicero surgiendo con el 
alba se abatía sobre el rebaño 

descuartizando las leyendas de esas ciudades desfiguradas en la tempestad 
del trueno y las garras de acero 
plantando el pico en su carne dentada 
desplegando sus alas sobre las ruinas del viejo mundo. 

Yo he visto: los reyes del mundo, sus criados 

y la cara de los tiranos 

aterrorizados 

cercando los rebeldes 

y el pájaro del trueno sin alas 

lanzar un grito y abatirse, destripado por un puñal envenenado 
2 

Mi padre era un esclavo, cayó muerto sobre su arado 
pero bajo la cuchilla del verdugo yo muero como mártir 

3 

Que se alcen las banderas de la Comuna de París 
y que de nuevo se levanten los pobres de la tierra 



4 


sangre sobre las iglesias góticas rojas 
sangre sobre las campanas 

sangre sobre los poemas de las lluvias y de los cuadros 
sangre sobre los cuadernos escolares 
sangre sobre París 

derramándose como tromba sobre las casas 
y cae la nieve 

5 

en mis poemas rompo el cerco 

de esas ciudades degolladas y andrajosas 

6 

Vendrá de nuevo el Cristo fiel 

pero esta vez, vendrá al país de la noche, de la nieve, de atrás de esta 
muralla acribillada 

he aquí que lo veo en el éter manteniéndose a la puerta del futuro lejano soste¬ 
niendo en una mano una espada, en la otra una rama de olivo depositando su 
crucifijo sobre las ruinas del viejo mundo 

7 

Que arda París 

nuestro amor es una herida y esa sangre en su cielo es una profecía di: in¬ 

cendio 

en mi prisión el guardián me ha deslizado un libro de cubierta negra 
no tenía título 
hablaba de San Agustín 

y de milagros del pájaro del trueno y de las revelaciones de un oscuro 
profeta de China 

lo he disimulado bajo mi camisa agradeciéndole al guardián sumido en 
su mutismo y su capote usado 
mis lágrimas se han secado antes de nacer en mis ojos 
he escrito en el margen del libro 
una carta a una mujer desconocida 
yo la había amado en los tiempos de la juventud 
le he dicho: Oh lago poblado 
de frases de amor, de estrellas y de peces 
le he dicho: adiós 

he dibujado en los cuadernos de la muerte un talismán 
he besado sus ojos verdes 
le he dicho... y el tiempo se ha cortado 
el ángel ha descendido sobre París 


421 



y los muertos se han levantado de sus tumbas 
aclamando al Mesías del mundo nuevo 

esperando al visitante desconocido que viene de los poemas de amor y 

de las alas de la primavera 

coronado de fuego y de nieve 

He dicho, pero la mano de San Agustín 

ha bendecido al niño 

en el vientre de la que yo he amado en los tiempos de la juventud 
le he escrito en los cuadernos de la muerte una larga carta 
que habla del dolor, de la presencia 
y de los milagros de la luz 

9 

Que se alcen las banderas de la Comuna de París 
y que de nuevo se levanten los pobres de la tierra 

10 

la separación fue la muerte 

ella venía con el alba para extraer del cofre de ese cuerpo 
las joyas 

la esperanza viajera 
y la llama de la vida 
ella venía con el verdugo 

trayendo la herencia de siglos que han ardido sus tiranos en los rayos 
del nacimiento 

con el dominador de la naturaleza, el hombre 
pare pues, madre! 

mi ataúd sobre la mariposa del relámpago se dirige hacia los campos 
y los bosques 

siémbrame, pues, como cenizas de la mañana 

en las ciudades del hambre y en los tiempos del dolor y de las revoluciones yo naz¬ 
co —a través de ese mundo que promete el diluvio— de nuevo 
con los millones a los que tortura su larga espera 
para que se levante en esta ciudad mártir 
una nueva Comuna. 


Versión: Francisco de Orad 



JEAN SÉNAC 

Argelia, 1926-1973 

Ciudadanos de belleza 

Y ahora cantaremos el amor 
Pues no hay revolución sin amor, 

No hay mañana sin sonrisa. 

La belleza en nuestros labios es un fruto continuo. 

Ella tiene el sabor exacto de los erizos de mar que se recogen en el alba 
y en las olas modula su canto. 

Pues todo es canto —¡exceptuando la muerte! 

¡Te amo! 

Hay que cantar, Revolución, el cuerpo sin cesar renovado de la Mujer 
La mano del Amigo, 

El garbo como una escritura en el espacio 

De todos esos transeúntes 

Que dan a nuestro andar su verdadera luz, 

Su impulso a nuestro corazón. 

¡Oh vosotros todos los que constituís la belleza serena o violenta, 

Cuerpos puros en la alquimia incansable de la Revolución, 

Miradas incorruptibles, besos, deseos en los tanteos de nuestra lucha, Puntos de 
apoyo, puntos reales para puntuar nuestra esperanza. 

¡Oh vosotros, hermanos y hermanas, ciudadanos de belleza, entrad en el 
Poema! 

He aquí el mar. La bahía (puesto que ella es un fruto de la luz y de 
nuestra mirada). 

Los jóvenes cuerpos están llenos de signos del mar 
(Oh, esto lo repito pues la belleza en nuestra página es de un infinito 
reconocimiento...) 

Todo es luz y canto mientras la Revolución forja sus herramientas. 

He aquí el mar. Tu cuerpo, pantano salino donde reino sediento. 

Beberemos el mar. Yo beberé tu alma. 

Ebrio de sal. Ebrio de sed. A sorbos pequeños me bebo tu alma. 

¡Qué espacio entre nuestras más cerradas conexiones! 

¡Qué mutaciones en este alambique saqueado! 

Tú irradias, portadora de planetas, 

Al borde de los abismos de lino. 

En el otro vertiente de nosotros mismos 
Nos tambaleamos. He aquí el mar. 

He aquí los campos. Los sarmientos retorcidos. Y también los retoños, 

la adornada yerba, la tierra 

¡Ancha como tus caderas! Y las palmas a lo largo 

De las largas carreteras asfaltadas. Cantaremos el amor 

Pues la Revolución en esta tierra es el elemento de fecundación capital ¡Qué gloria 

en esta simple mirada infantil —bajo ese velo 

Qué promesa! Cuán turbadoras son aquí las mañanas, 



Perpetuamente nuevas en sus modulaciones. 

—¿Quién cantará aquí dos veces el mismo canto? 

Y ahora el amor hasta saciarse. 

En nuestros dientes estallan las nuevas granadas, 

¡Las granadas de la conciencia popular, los frutos! 

Tu cuerpo era casi impalpable —¡y yo lo recorría con mis labios! 

Tan grande era sobre ti la multitud del sol 

Y alrededor las arenas. 

(Las palabras, dime, oh amor mío, vamos a renovar las palabras, 

A vestirlas de nuevo —que ya no sientan vergüenza en la ganga donde 
la desgracia las había puesto. 

Que salgan, que vayan a la calle, por el muelle, a los campos, 

Que, como tú, tengan la sonrisa apaciguada. En 

la boca de las palabras el espesor del mar, ¡el espesor de tus labios! 

La belleza en tus labios es un fuego continuo, 

El pájaro del sol que se empeña sobre su nidada milagrosa 
—¡Y acierta! 

¡Oh, no acabo nunca de saludar al día, de poner mi delirio 
En el orden cotidiano, de ordenarlo sobre tu cuerpo 
y de dar vida al alfabeto del sueño! 

Te amo. La Revolución asciende. 

Entre la pura sinfonía de los jóvenes cuerpos frente al mar. 

Y nosotros nos hemos acercado. ¡Qué deslumbramiento, tierra leal 
Qué bondad! 

La belleza estaba allí, para el primer llegado, al alcance de la mano 

Vulnerable y huraño, un fruto en equilibrio 

Entre la mirada y el hambre. En mí 

los pájaros, los pájaros 

Aleteaban, las palabras tomaban 

Sus sandalias de caminar. ¡Revolución, 

Ella era la mañana! 

He visto al más bello pueblo de la tierra 
Sonreír a la fruta y a la fruta entregarse. 

Pues la fruta concurre si tú la convidas a las bestas del hombre, 

La fruta estalla como una pupila. 

Tú crees que ella está en el desorden pero va nadando a brazadas 
regulares. 

Escucha el erizo a la medusa 
que se despliega para defenderse: 

Una melodía del espacio —y el cosmonauta responde. 

Tu corazón no estalla de alegría, se redondea, se compone. 

La paz es dulce sobre nuestra piel... 

Te amo. Tú eres fuerte como un comité de gestión 



Como una cooperativa agrícola 

Como una cervecería nacionalizada 

Como la rosa de mediodía 

Como la unidad del pueblo 

Como una célula de alfabetización 

Como un centro profesional 

Como una palabra de meddah 

Como el olor del jazmín en la calle deTayeb 

Como un gouache de Benanteur 

Como el canto de las paredes y la metamorfosis de las consignas 

Como la soleá de mí madre 

Los azules los tierras de Zerarti 

Como los bañistas en Pointe-Pescade 

Como el Negro deTimgad 

La Venus de Cherchell 

Mi corazón mis graffiti. 

Te amo. Tú eres mi locura positiva. 

Como una sandía muy roja 

Como la sonrisa de Ahmed 

Como una camisa de China 

Una djebbah deYasmina 

Como un hermoso discurso político 

Como un camión lleno de risas 

Como una muchacha que se quita el velo 

Como otra que se lo vuelve a poner 

Como un carnicero que anuncia precios bajos 

Como un espectáculo logrado 

Como la multitud que aclama 

Como Jean quien sobre una piedra 

Coloca otra y nombra la tierra 

Como el chorro de agua en el patio 

Como la bouqala en la noche 

Como una oración de Djelal 

Una elegía de Anna Greki 

Como una fórmula matemática 

Como la historia de Medjnoun 

Y su leila 

Como el desfile del I o de Noviembre 
Como la certidumbre de Bachir 
Como las escaleras de Odessa 
Como los olivos en Tilioua 
Como un danzarín de hadaoui 
Como el Anka y su paloma 
Como Yahia pelando el noun 

Y como Natalie que pela 

Una naranja. 

Tú eres mi poesía activa. Te amo. 


425 



Sí, tú eres fuerte, eres bella 

Como las palabras que en la hoja encuentran 

Su sitio 

Nuestro dolor cicatrizado 
Nuestro milagro del perdón 
Como los youyous 24 en las terrazas 
El satélite que responde 
Como un guijarro entre tu mano 

Y mi mano 

Para dar testimonio del verano. 

Juntos hemos afrontado el ridículo, 

Las costumbres adquiridas, las imágenes corrientes, 

Las fundiciones del capital. 

Este verano las cosechas fueron buenas. 

El mar muy azul. Casi verde. Te amo. 

Y ahora para nuestros niños digo el color deTolga, 

Ese azul que ha venido a golpear en nuestra ventana, 

No el azul del mar sino un lecho más profundo 
Para los ocios simples del alma. 

Y nuestro corazón, igual que una sábana, lo teñimos con este azul 
(Míralo: ¡Brilla!) 

¡La sonrisa azul deTolga entre sus ruinas y sus palmas! 

¡Y la dignidad de El Hamel! 

¡M’Chouneche que crepitaba de audacia al fondo de las cañadas! 
Ya nunca acabaré de avivar nuestras fraguas, 

No acabaré jamás de nombrar sobre tu cuerpo 
Los inñnitos prolegómenos... 

¡Oh Revolución paciente 


Y obstinada! 

¡Oh estos dientes que son la blanca página 
Donde mi poema se construye! 

¡Oh noche tan suave 
En el ajenjo de tus brazos! 

Sí, no temas, diles 

Que eres bella como un comité de gestión 
Como una cooperativa agrícola 
Como una mina nacionalizada. 

¡Osemos, oh amor mío, adornar con flores nuevas 
El cuerpo del nuevo poema! 

Y aun mismo si el horror se nos enfrenta 

(Puesto que nada es fácil, no, y todo sin fin se pospone). 


24 Gritos de guerra, de llanto o de alegría 





En la terraza de los cafés nuestros inflados simios 
Mordisquean el mañana con sus cacahuetes 

Y hablan de Ben M’Hidi como de un objeto de consumo anodino 
(¡Oh hermano-dinamita! ¡Oh hermano-llama desnuda! 

¡Oh hermano-viento activo que desarraigas la gangrena!), 

Aunque el desaliento y la irrisión nos asaltan, 

Ahora ya sabemos que estamos a salvo 
En el gran gesto socialista 

Pues la Revolución y el Amor han renovado nuestra carne 
(¡Salvas! ¡Cien veces salvas de tzaghrit y de semillas!) 

Te amo. Hacia el mar 

Los hijos del alfabeto erigen su alegría como juncos. 

Nos sentamos a la sombra 

Y tú te maravillas 

Porque una vaquita de San Antón ha venido a posarse en mis 
rodillas. 

Sí, aquellos que perecieron no nos ha engañado 
Es por eso que ahora cantaremos el amor. 


Argel, enero de 1963 — Pointe-Pescade, octubre de 1963 


Versión: Fayad Jamís. 


¡Salam, hermanos! 

¡Sea la paz con Cuba! 

De trigo y rosas nocturnas 
es nuestro canto para saludar a Cuba. 

Se ha levantado un pueblo, 

un diente de ajo apenas, un grano de maíz 

enfrenta al enorme potencial del crimen, 

y he aquí que su palabra 

ardiente y clara —¡campesino!— 

impone a toda la orquesta, a la maquinación, 

su pequeña música de libertad, 

y el mundo al escucharla 

se regocija. 

La Soumman 25 saluda a la Sierra Maestra! 

Hace ya años (¡siglos!) 

que a estos curiosos, bizarros y tenaces barbudos 


25 Soumman: lugar donde se inició la plataforma política e ideológica del FNL a través del I Congreso del mismo, en plena lucha. 




se les metió en la cabeza dar a la libertad sílabas españolas 
y lo lograron. 

Y fueron a meter esas sílabas en la cabeza de todos los hombres 
(¡incluso de una vieja «negra»! 

—curioso, ¿no es verdad?) 

y esta libertad ha cobrado tales proporciones 

—proporciones revolucionarias— 

que todos los hombres han puesto manos a la obra 

de la reforma agraria, la alfabetización, 

de la conciencia cívica. 

Curiosos bizarros hombres tenaces, 
hace ya siglos de esto... 

¡Los Aurés 26 saludan a Guantánamo-cubano! 

¡Hermano, almarada, álzate! Es exaltante esta historia. 

No hace siglos de esto, 
esa historia es la nuestra, 

científica y bella como una mañana de verano sobre las terrazas 

de Tlemcen. 27 

¡Libertad! 

¡Hurra! 

¡La Casbah saluda a La Habana! 

Argel, enero de 1963, para el cuarto 
aniversario de la Revolución Cubana. 


Versión: David Cherícián 


26 Región al este de Argelia, uno de los bastiones de la Revolución. 
2 7 Antigua capital de Argelia antes de la colonización. 




DAVID DIOP 

Senegal, 1927-1960 


Escuchad camaradas 

Escuchad camaradas de siglos de incendio 
El ardiente clamor negro de África a las Américas 
Mataron a Mamba 

Como también allá a los siete de Martinsville 

Como al Malgache allá en el chisporroteo débil de las cárceles 

Había en su mirada camaradas 

La cálida fidelidad de un corazón sin angustias 

Y su sonrisa más allá de los sufrimientos 

Por encima de las heridas sobre su cuerpo surcado 
Conservaba los claros colores de un ramo de esperanza 
Es verdad que mataron a Mamba de los cabellos blancos 
Que diez veces nos ofreció la leche y la luz 
Siento su boca sobre mis sueños 

Y el temblor apacible de su pecho 

Y mi memoria duele 

Como la planta arrancada fuera del seno materno 
Pero no 

He aquí que estalla más alto que mi dolor 
Más puro que la mañana que despertó la fiera 
El grito de cien pueblos aplastando las guaridas 

Y mi sangre de años de exilio 

La sangre que ellos creyeron agotar en el ataúd de las palabras 
Recobra el fervor que traspasa las brumas 
Escuchad camaradas de los siglos de incendio 
El ardiente clamor negro de África en las Américas 
Es el signo de la aurora 

El signo fraternal que vendrá a nutrir el sueño de los hombres. 


A los mistificadores 

Cínicos monstruos con tabacos 
Desplegados en elevadas orgías 

Y paseando la igualdad en una jaula de hierro 
Predicáis la tristeza encadenada al miedo 

El canto melancólico y el renunciamiento 

Y vuestros dementes mantos 

Precipitando la muerte sobre cada naciente verano 
Inventan la pesadilla de los pasos cadenciosos en los circos de 
los negros 

Hoy vuestras ciudades prohibidas 

Se abren con llantos tardíos y solemnes juramentos 



Y vuestras alambicadas palabras se arrastran inagotablemente 
Entre las ruinas acumuladas 

Es la hora en que vuestros pensadores acometidos de súbitos 
dolores 

Dan a luz en coro la unidad 

Y convierten la claridad en un monótono centelleo 
Que cederá al invisible torpor 

A las trampas tejidas alrededor de las cunas carcomidas 

Que cederá a las trompetas bautismales 

Mientras que las cuerdas estallan en el recio viento 

Y mueren las mascaradas mordidas de roca a roca 
Basta el temblor del maíz 

El grito del maní atormentando el hambre negra 
Para dirigir nuestros pasos hacia la verdadera luz 

Y a nuestras noches de alcohol de propaganda 

A vuestras noches aplastadas por saludos automáticos 

A vuestras noches de piadosos silencios e interminables sermones 

Opondremos el himno de los tensos músculos 

Que saludan la resplandeciente partida 

El insólito himno del Africa andrajosa 

Desgarrando las tinieblas establecidas por mil años. 


África 

África mi África 

África de los fieros guerreros en las sabanas ancestrales 

África a quien canta mi abuela 

A la orilla de su río lejano 

No te he conocido nunca 

Pero mi mirada está llena de tu sangre 

Tu bella sangre negra a través de los campos regada 

La sangre de tu sudor 

El sudor de tu trabajo 

El trabajo de la esclavitud 

La esclavitud de tus hijos 

África dime África 

Eres tú pues esa espalda que se dobla 

Y se tiende bajo el peso de la humildad 

Esa espalda temblorosa de surcos rojos 

Que dice sí al látigo en las carreteras del mediodía 

Entonces gravemente una voz respondió 

Hijo impetuoso ese árbol robusto y joven 

Ese árbol allá 

Espléndidamente solo en medio de flores blancas y marchitas 

Es África tu África que vuelve a crecer 

Que vuelve a crecer pacientemente obstinadamente 



Y cuyos frutos tienen poco a poco 
El amargo sabor de la libertad. 


La agonía de las cadenas 

Dimbokro Poulo Condor 

La ronda de las hienas alrededor de los cementerios 
La tierra saturada de sangre la risa burlona de los quepis 

Y en los caminos el gruñido siniestro de las carretas de odio 
Pienso en el vietnamita caído en el arrozal 

En el forzado del Congo hermano del linchado de Atlanta 
En la macabra emboscada del silencio 
Cuando el ala de acero pasa sobre las risas nacientes 
Dimbokro Poulo Condor 

Ellos creían en las cadenas que estrangulan la esperanza 
En la mirada que se extingue bajo el sudor eterno 
Sin embargo se trata del sol que brota de nuestras voces 

Y de las sabanas a las selvas 

Nuestras manos crispadas en el abrazo del combate 

Muestran a los que lloran chispazos de porvenir 

Dimbokro Poulo Condor 

Escucháis cómo ruge la savia subterránea 

Es la canción de los muertos 

La canción que nos lleva a los jardines de la vida. 

Los buitres 

En aquel tiempo 

A fuerza de palabras de civilización 
A fuerza de agua bendita sobre las frentes domesticadas 
Los buitres construían a la sombra de sus garras 
El sangriento monumento de la era tutelar 
En aquel tiempo 

Las risas agonizaban en el infierno metálico de las carreteras 

Y el ritmo monótono de los Pater-Noster 
Cubría los gritos de las plantaciones con provecho 
Oh el recuerdo ácido de los besos arrancados 

Las promesas mutiladas al choque de las ametralladoras 
Hombres extranjeros que no eran hombres 

Ustedes sabían todos los libros. Ustedes no sabían el amor 

Y las manos que fecundan el vientre de la tierra 

Las raíces de nuestras manos profundas como la rebelión 
A pesar de vuestros cantos de orgullo en medio de los montones 
de muertos 

Las aldeas desoladas Africa dividida 



La esperanza vivía en nosotros como una ciudadela 
Y de las minas de Suazilandia al pesado sudor de las fábricas 
de Europa 

La primavera tomará cuerpo bajo nuestros pasos de claridad. 


Versiones: 



RAUL GOMEZ GARCIA 

Cuba, 1928 1953 

J • • ■ • 

Ya estamos en combate. 

Por defender la idea de todos los que han muerto. 

Para arrojar a los malos del histórico Templo. 

Por el heroico gesto de Maceo, 

Por la dulce memoria de Martí. 

En nuestra sangre hierve el hado azaroso 
De las generaciones que todo los brindaron, 

En nuestros brazos se alzan los sueños clamorosos 
Que vibran en el alma superior del cubano. 

Ya estamos en combate... 

En nombre de las madres y de los hijos de nuestra tierra heroica 
En nombre del honor y del decoro que construyó su historia 
Por la estrofa magníñca del himno 
«Que morir por la patria es vivir». 

La libertad anida entre los pechos de los que viven hombres 
Y por verla en la estrella solitaria es un honor luchar 
A la generación del centenario le caben los honores, 

De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal. 

Ya estamos en combate... ¡Adelante! 

Adelante hasta el nido superior de la gloria 
Para que nazca en esta nueva aurora 
La república digna y decorosa 
Que fue el último anhelo de Chibás. 

No importa que en la lucha caigan más héroes dignos 
Serán más culpa y fango para el fiero tirano 
Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo 
Si no se tiene armas se pelea con las manos. 

Ya estamos en combate... ¡Adelante! 

De nuestra lucha heroica depende la Cuba verdadera 
La furia loca de Gómez y Agramonte... 

La lucha pura de Mella y de Guiteras... 

Adelante, Cubanos... ¡Adelante! 

Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate 
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano 
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos 



Sintamos en lo hondo la sed enfurecida de la patria 
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria. 

17 de julio de 1953—26 de julio de 1953 


434 



KATEB YACINE 

Argelia, 1929-1989 

La bomba y el tiempo 

(Nedjma debía permanecer de pie, muy cerca de la portera, su bulto a los pies, fin¬ 
giendo olvidarlo entre el tumulto, y bajar rápidamente en la próxima estación. 

Pero todo ha cambiado ahora... Los viajeros deben sentarse y mantener sus paque¬ 
tes en las rodillas. Nedjma permanece impasible, pero se oye su voz grabada en un 
murmullo: «Me toca a mí ahora. Me llevaré del mundo...» Mientras ella contempla 
la multitud de viajeros. Gritos y risas de niños. Rostros de madres, de viejos. Paisajes 
de Argelia desfilan en la pantalla. Desvía la mirada; parece ver a Marguerite por pri¬ 
mera vez.) 

Nedjma: 

No olvides bajar. 

Marguerite: 

Yo bajaré contigo. 

(Un silencio. Nedjma coge la mano de Marguerite. Las dos voces alternan:) 

Ah qué rápidamente pasa el tiempo 
Pero ¿qué es el tiempo 
Sino una bomba que tarda 

Y que tarda? 

Mustafá: 

La misma bomba nos arrastra, responsables sin serlo, 

Y rechazados entre los inocentes, como monstruos de 

clarividencia! 

Nedjma y Marguerite: 

En fin, él se quita como una venda 

El tiempo, esa larga mentira 

El tiempo, el Tiempo que mata 

El tiempo que hasta ahora nos mataba en silencio 

El tiempo ha vuelto a hallar su ritmo sanguinario 

Su galope, su furor 

El tiempo, esa larga mentira 

(Tictac precipitado cubierto por las dos voces) 

El tiempo ha vuelto a hallar su ritmo sanguinario 

El no sabe mentir, él galopa extenuado 

El no podrá jamás puntuar el mensaje 

Que otros mutilados y otros muertos nos han trasmitido 



Mustafá: 

El tiempo, era nuestra ignorancia 
A los ojos de los que luchan 
Un falso mundo se hunde 
Ellos están ya en otra parte 
Ya están en paz en la secreta morada 
En la que todo el tiempo está engullido 
Como una piedra 
Sin valor 

Y sin mentira 

Entre las hierbas del olvido 

Nedjma y Marguerite: 

El tiempo, era nuestra ignorancia 
Nosotros llegábamos sin saberlo, 

Inseparables de la bomba 

Mustafá: 

Apenas si una militaba 

Y la otra era simpatizante 

Y helas aquí 

Helas aquí voluntarias 

Y helas aquí voluntarias de la muerte 

Nedjma y Marguerite: 

En verdad, la muerte no es nuestro dominio 
Rápidamente pasamos este negro momento 

Mustafá: 

Por vuestros ojos la nación verá el día 

Nedjma y Marguerite: 

Reducidas a ser una explosión viviente 

Y que se hace esperar en el corazón del enemigo 

Es preciso que nuestra sangre se encienda y que cojamos 
fuego 

Para que se conmuevan los espectadores 

Y para que en el mundo se abran al fin los ojos 

No sobre nuestros despojos sino sobre las heridas de los supervivientes 



VÍCTOR VALERA MORA (EL CHINO) 

Venezuela, 1935-1984 

Livia incendia la pradera 


Livia Margarita Gouverneur, héroe del 
pueblo de Venezuela, muerta en combate 
contra los gusanos batís teros 


El moscardón de secas soledades, 
reyezuelo de alma grasienta y sombrío corazón 
coronado bajo aguaceros de muerte 
con sotanas y lunas. 

Soberbio y los verdes social verdugos 
atendiendo órdenes de la Embajada americana, 
dijeron que a Cuba había que destruirla: 
abrieron las puertas 
a la resaca de todo lo podrido 
y facturaron el basural del mundo. 

Insurgieron contra el hombre. 

Buscaron poderío en el hambre y la miseria. 

A la tuberculosis, al suicidio, 
fueron entregados 500 mil desempleados 
(el resto para abonarlos a corto plazo) 
y mandaron a crecer y multiplicarse. 

Se aliaron con los curas, el odio, el silencio. 

Se aliaron con el ordenamiento de las bayonetas, 
con la noche de las alambradas y la crueldad de los 

[burgueses. 

Se aliaron con lo más cercano al deshonor, 
con la identidad de la podredumbre. 

Y así la flor del cundeamor y la curva de la colina. 

Así el insaciable volcamiento de los bosques 
y la vastedad sonora y caballar de la llanura. 

Así el color del que te digo desde las hondonadas 

y el heredado caudal de los ríos 

(el Orinoco es el gran prisionero del imperialismo). 

Así las rutas espaciales, 

los mares fundados, los puntos cardinales, 

nuestro petróleo, nuestro hierro, 

nuestras placentas enterradas: 

todo fue entregado con dulzura 

a los mil veces malditos yankis. 


437 



Porque no son más 

que judas, cancerberos, ratas desplegadas. 

Entonces muchacha combatiente, 
camarada solar, rosa del pueblo, 
novia y hermana de lo que esperamos: 
con tus puños tus uñas tus zapatos 
tu libreta de apuntes tus canciones 
el vestido que no estrenaste 
tu digna bandera tu pistola 
y tu corazón que no aguantaba más, 
te despeñaste a rabia y fuego 
sobre toda su playa de traidores. 

Ahora, fue duro golpe tu caída. 

Hoy sonreír es una desvergüenza. 

Tú lo sabes mejor que nadie, 
y aceptamos esta vida de cuchillo 
y de violencia desatada. 

Hoy no sabemos si Cristo 

es mujer o es hombre, 

sólo que el pueblo de nuevo fue crucificado. 

Pero tu agonía volcada 

incendia la pradera, 

y hay jóvenes y sombras de jóvenes 

ardiendo por los montes 

en la inexorable luz de la guerrilla, 

para darnos la oportunidad de cumplir las canciones 

y la venganza más terrible. 


Manifiesto 

Nací de parto bravo 
y vivo sin dolerle a nadie. 

Mi padre era obrero, 
lo mató una tuberculosis pulmonar 
cuando yo siendo niño, iniciaba 
mi rojo andar del río a los caminos. 
Mi madre desde muy pequeñita 
es un asunto de naranjos y cereales. 


438 


Poeta militante del Partido del hombre, 
no vine a esta tierra a contar 
cuentos contados. 



Sino a cantar con mis anchas espaldas, 
a despellejarme en consignas. 

Camino por las calles como me da la gana, 
saludo a todos los que sonríen 
con las manos al viento 
y no me detengo, 

porque no hay tiempo ni para morir. 

Ignoro todo 

y creo solamente en el modo 
que adopta el latido. 

Bien vale explicar de nuevo. 

Señores, 

soy poco acostumbrado a llorar 

y cuando sucede, 

me llora hasta el pelo y la camisa. 

No es mi deseo dar pie 

para que los ríos guarden un minuto 

de silencio por mi tristeza. 

Por eso no vengo a pedir nada 
para esta sed y este ojo derecho. 

Pero sí, a reclamar lo que me corresponde 
como piel y relincho: 

Dejad que mi mujer ría honestamente. 

Dejad que los novios tiendan sus hogueras, 

sus latidos, sus sábanas comunes. 

Y os prometo, que asistiremos todos 

al derrumbamiento deñnitivo de las catedrales y la injuria. 

Con la solvencia de los pequeños vegetales 
decid donde leen los niños, 
que la lluvia es incapaz de quebrarle 
el corazón a nadie. 

Por favor, decidle, 

es de urgencia para sus sienes escolares 
que en los paredones de las almas malditas 
no se repita el fusilamiento de la ternura. 

Yo pido a voz y puños, 

que los únicos oradores públicos 

sean los panes recién salidos del horno, 

porque no es justo que los obreros vivan 

desayunando saludos solamente. 


439 



Por último, por doblemente triste, 
dejad de hablar en vida eterna. 

Porque alguien 
a quien aún conocíamos, 
en este mismo instante 
estira sus huesos para siempre. 

Es todo por hoy, amigos míos, 

mañana cuando mi verso se alargue el pantalón 

regresaré con el viento en armas, 
a reclamar algunas y otras cosas. 


Junio, 1958 


Carta de los niños a los señores gobernantes 

Ha llegado el reemplazo, 

por un instante dejo 

la trinchera que me tocaba defender. 

Husmeante aún sobre la mesa 

pongo mi pistola 45, 

suavemente como una buena amistad. 

El aire de la Ciudad Universitaria 
duro y sonoro se desborda en la tarde, 
comienzo a escribir el orden del día, 
a mi lado ella brilla desesperadamente 
pero su acerado corazón 
no asoma rencores hacia mí, 
porque las armas justas 
jamás renegaron del oficio del poeta. 

En medio de la batalla 

junto a los ladridos de la fusilería, 

se discute algo más 

que la posibilidad de morir, 

la noticia que nos traen 

los periódicos clandestinos: 

COMO EN AÑOS ANTERIORES 
LAS MANOS DE LOS NIÑOS 
SÓLO TENDRÁN AUSENCIAS. 


440 


Pues bien, señores, 

ya el pueblo enterró a sus muertos, 



cura los heridos 
y prepara sus fuerzas 
para el asalto y juicio final. 

Yo escribo esta carta 
porque los niños pobres 
reunidos en Asamblea General 
y en forma unánime 
me nombraron para ello. 

No voy a pediros 
¡CAMBIAD DE POLÍTICA! 

No estoy para hacer bromas, 
porque en este país 
los niños son muy hombrecitos 
y el mes de la masacre, Octubre, 
lo llevó atravesado en la frente 
de sien a sien 

como un clavo al rojo vivo. 

Continuemos, entonces, 
con lo nuestro: 

señores, magistrados elegidos, 
hagamos un poco de memoria: 
el Zar de todas las Rusias 
no amaba a los niños. 

Chang el mercenario 

sonreía asesinando hijos de obreros. 

En Hiroshima y Nagasaki 
Mr. Truman en 1945 
les dio una ración 
de democracia occidental 
y cultura cristiana. 

El generalísimo Francisco Franco 
cuando oye cantar un niño, 
acostumbra 

echar mano a su pistola. 

Antes de enero 

las mujeres de los patriotas cubanos, 
durante dos años consecutivos 
vistieron 20 mil veces de luto. 

En Argel los ultracolonialistas 
masacran aldeas 

y crucifican cuadernos escolares. 
Pero la historia es inexorable 



y cuando el hombre camina con dos piernas 
encuentra el mañana. 

Y digo estas cosas, recordando, 
la noticia más pura que llegó a mi pecho. 

En Moscú, sobre el monte Lenin, 

construyen un parque 

en desagravio a los pequeñitos del mundo 

que no tienen alegrías: 

allí se pueden cortar flores, 

gritar a todo pulmón, 

trepar árboles, 

tenderse sobre la hierba hasta crecer. 

Lo terminantemente prohibido: 

ponerse triste 

(cosas del socialismo). 

Pues bien, en la URSS, 

en las Democracias Populares, 

la economía se planifica 

en base al estado de ánimo de los pioneros. 

Hoy día en Cuba 

los niños van a la escuela, 

juegan béisbol, 

suben cantando las colinas 

y dirigen sus ojos fieros 

hacia el corazón del imperialismo. 

Señores, libérrimos «punto-fijistas», 
no seáis cabeza dura, 
aprended de la historia: 

¡Un niño sin juguetes 
es más peligroso que un océano de furias 
decidido a conquistar por asalto 
la más lejana estrella...! 

Hasta aquí, esta carta. 

Me voy, regreso a mis combates, 
porque es vieja costumbre en mí 
escribir el último verso del poema 
en las barricadas heroicas del pueblo. 


Residencia Estudiantil no 1 
Noviembre, 1960 



Tendrá que ser así 


Sinuosos tiempos, estaciones, caminos que nos tocan, 
propicios para el heroísmo más completo 
o para guardarnos como cautelosos erizos. 

Tempranamente fuimos aventados 
al margen de las cosas más simples y necesarias, 
clavados con alambradas alrededor de nuestra sangre 
y candados en la boca para oscurecernos. 

No tenía remedio 

la vida atada a lo melancólico. 

Terribles días. 

Pero recoge las páginas 

donde los enamorados escriben cortando con navajas, 
revisa los libros, 

busca en las grandes piedras talladas y en los manuscritos del mar, 

desde Gutenberg hasta las dos declaraciones de La Habana 

busca, acumula, reúne, clasifica, 

sal a la calle con balanza y metro, pesa y mide 

blanco y negro, amor y olvido, agua y fuego, 

filo geográfico y campana celeste. 

Al final todo más claro. 

Bañamos nuestra cabalgadura sólo una vez en aguas del mismo río. 
Camina a paso de monte y hasta amigo del viento 
que llevará los pesares al sitio de tu arrebato. 

Que los solitarios no te enfaden, pero resuélvete en multitud. 

Habla lo necesario con la gente sencilla 
y a su lado vive con ardor. 

A los soberbios embóscalos, tírales por mampuesto. 

Si nada tienes, llénate de coraje y pelea hasta el final. 

No te amargues. 

Agarra a la amargura por los cuernos y rómpele la nuca 
y si la muerte te señala, sigue cantando 

y en el primer bar que encuentres pide un trago de viejo ron 
y bébete la mirada de la novia y bébete su risa 
y la proximidad de su cadencia y el saludo de su cabellera. 

Bébete la vida. 

No hay que dejar que el camello de la tristeza 
pase por el ojo de nuestros corazones. 


443 



ROQUE DALTON 

El Salvador, 1935-1975 

Mi hermano Luis y yo 

Mi hermano Luis y yo hemos hablado seriamente, 

es la primera vez. Si atacan 

los policías y los guardias la Escuela 

vamos a resistir hasta el final; 

tenemos piedras y corazones más grandes que las piedras 

y 

lo que es más importante, conocemos 
las causas de la lucha. 

Si alguno de los dos cae peleando 
el otro llevará flores a mamá 
y le dirá que para ella también 
hay puestos en nuestras filas. 

Es raro, 

pero hasta diría que me siento alegre... 


O.E.A. 


El presidente de mi país 

se llama hoy por hoy Coronel Fidel Sánchez Hernández 
pero el General Somoza, Presidente de Nicaragua, 
también es presidente de mi país. 

Y el General Stroessner, Presidente de Paraguay, 

es también un poquito Presidente de mi país, aunque menos 
que el Presidente de Honduras o sea 

el General López Arellano, y más que el Presidente de Haití, 
Monsieur Duvalier. 

Y el Presidente de los Estados Unidos es más Presidente de mi país 
que el Presidente de mi país, 

ése que, como dije, hoy por hoy, 

se llama Coronel Fidel Sánchez Hernández 


Sobre dolores de cabeza 

Es bello ser comunista, 

aunque cause muchos dolores de cabeza. 


444 


Y es que el dolor de cabeza de los comunistas 
se supone histórico, es decir 



que no cede ante las tabletas analgésicas 

sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra. 

Bajo el capitalismo nos duele la cabeza 
y nos arrancan la cabeza. 

En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo. 

En la construcción socialista 

planificamos el dolor de cabeza 

lo cual no lo hace escasear, sino todo lo contrario. 

El comunismo será, entre otras cosas, 
una aspirina del tamaño del sol. 


Karl Marx 

Desde los ojos nobles de león brillando al fondo de tus barbas 

desde la humedad polvorienta en las bibliotecas mal alumbradas 

desde los lácteos brazos de Jenny de Westfalia 

desde los remolinos de la miseria en los exilios lentos y fríos 

desde las cóleras en aquellas redacciones renanas llenas de humo 

desde la fiebre como un pequeño mundo de luz en las noches sin fin 

le corregiste la renca labor a Dios 

tú oh gran culpable de la esperanza 

oh responsable entre los responsables 

de la felicidad que sigue caminando 



OTTO RENE CASTILLO 

Guatemala, 1936-1967 

Nuestra voz 

Para que los pasos no me lloren, 

Para que las palabras no me sangren: 
canto. 

Para tu rostro fronterizo del alma 
que me ha nacido entre las manos: 
canto. 

Para decir que me has crecido clara 
en los huesos más amargos de la voz: 
canto. 

Para que nadie diga: tierra mía! 
con toda la decisión de la nostalgia: 
canto. Por lo que no debe morir, tu pueblo: 
canto. 

Me lanzo a caminar sobre mi voz para decirte: 
tú, interrogación de frutas y mariposas silvestres, 
no perderás el paso en los andamios de mi grito, 
porque hay un maya alfarero en su corazón, 
que bajo el mar, adentro de la estrella, 
humeando en las raíces, palpitando mundo, 
enreda tu nombre en mis palabras. 

Canto tu nombre, alegre como un violín de surcos, 
porque viene al encuentro de mi dolor humano. 

Me busca del abrazo del mar hasta el abrazo del viento 
para ordenarme que no tolere el crepúsculo en mi boca 
Me acompaña emocionado el sacrificio de ser hombre, 
para que nunca baje al lugar donde nació la traición 
del vil que ató su corazón a la tiniebla, negándote! 


Vámonos patria a caminar 

Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. 

Yo bajaré los abismos que me digas. 

Yo beberé tus cálices amargos. 

Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. 

Yo me quedaré sin voz para que tú cantes. 

Yo he de morir para que tú no mueras, 

para que emerja tu rostro flameando al horizonte 

de cada flor que nazca de mis huesos. 


Tiene que ser así, indiscutiblemente. 



Ya me cansé de llevar tus lágrimas conmigo. 

Ahora quiero caminar contigo, relampagueante. 
Acompañarte en tu jornada, porque soy un hombre 
del pueblo, nacido en octubre para la faz del mundo. 

Ay, patria, 

a los coroneles que orinan tus muros 
tenemos que arrancarlos de raíces, 
colgarlos en un árbol de rocío agudo, 
violento de cóleras del pueblo. 

Por ello pido que caminemos juntos. Siempre 

con los campesinos agrarios 

y los obreros sindicales, 

con el que tenga un corazón para quererte. 

Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. 


Distante de tu rostro 

Pequeña patria mía, dulce tormenta, 
un litoral de amor elevan mis pupilas 
y la garganta se me llena de silvestre alegría 
cuando digo patria, obrero, golondrina. 

Es que tengo mil años de amanecer agonizando 
y acostarme cadáver sobre tu nombre inmenso, 
flotante sobre todos los alientos libertarios. 

Guatemala, diciendo patria mía, pequeña campesina. 

Ay, Guatemala, 

cuando digo tu nombre retorno a la vida. 

Me levanto del llanto a buscar tu sonrisa. 

Subo las letras del alfabeto hasta la A 
que desemboca al viento llena de alegría 
y vuelvo a contemplarte como eres, 
una raíz creciendo hacia la luz humana 
con toda la presión del pueblo en las espaldas. 
Desgraciados los traidores, madre patria, desgraciados. 
¡Ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte 
¿Por qué nacieron hijos tan viles de madre cariñosa? 

Así es la vida de los pueblos, amarga y dulce, 
pero su lucha lo resuelve todo humanamente. 

Por ello patria, van a nacerte madrugadas, 
cuando el hombre revise luminosamente su pasado. 

Por ello patria, 

cuando digo tu nombre se rebela mi grito 



y el viento se escapa de ser viento. 

Los ríos se salen de su curso meditado 
y vienen en manifestación para abrazarte. 

Los mares conjugan en sus olas y horizontes 
tu nombre herido de palabras azules, limpio, 
para llevarte hasta el grito acantilado del pueblo, 
donde nadan los peces con aletas de auroras. 

La lucha del hombre te redime en la vida. 

Patria, pequeña, hombre y tierra y libertad 
cargando la esperanza por los caminos del alba. 

Eres la antigua madre del dolor y el sufrimiento. 

La que marcha con un niño de maíz entre los brazos. 
La que inventa huracanes de amor y cerezales 
y se da redonda sobre la paz del mundo, 
para que todos amen un poco de su nombre: 
un pedazo brutal de sus montañas 
o la heroica mano de sus hijos guerrilleros. 

Pequeña patria, dulce tormenta mía, 
canto ubicado en mi garganta 
desde los siglos del maíz rebelde: 
tengo mil años de llevar tu nombre 
como un pequeño corazón futuro, 
cuyas alas comienzan a abrirse a la mañana. 


De los de siempre 

Usted, 

compañero, 
es de los de siempre. 

De los que nunca 
se rajaron, 
carajo! 

De los que nunca 
incrustaron su cobardía 
en la carne del pueblo. 
De los que se aguantaron 
contra palo y cárcel, 
exilio y sombra. 

Usted, 

compañero, 
es de los de siempre. 



Y yo lo quiero mucho, 

por su actitud honrada, 

milenaria, 

por su resistencia 

de mole sensitiva, 

por su fe, 

más grande 

y más heroica 

que los gólgotas 

juntos 

de todas las religiones. 
¿Pero, sabe? 

Los siglos 
venideros 

se pararán de puntillas 
sobre los hombros 
del planeta, 
para intentar 
tocar 

su dignidad 
que arderá 
de coraje, 

todavía. 


Usted, 
compañero, 
que no traicionó 
a su clase, 

ni con torturas, 
ni con cárceles, 
ni con puercos 
billetes, 

usted, 

astro de ternura, 
tendrá edad de orgullo, 
para las multitudes 
delirantes 
que saldrán 

del fondo de la historia 
a glorificarlo, 

a usted, 
al humano y modesto, 
al sencillo proletario, 
al de los de siempre, 
al inquebrantable acero 
del pueblo. 



Revolución 


Los que no ven 

nos dicen ciegos, 

pero tú nos has enseñado 

a ver el color 

del tiempo que viene. 

Los que no oyen 

nos dicen sordos, 

pero tú nos has enseñado 

a escuchar en todas partes 

el ágil sonido 

de la ternura humana. 

Los cobardes nos dicen cobardes, 
pero contigo nos enfrentamos 
a las sombras 
y les cambiamos el rostro. 

Los criminales nos dicen criminales, 
pero contigo revivimos la esperanza, 
le marcamos el alto al crimen, 
a la prostitución, 
al hambre. 

Y le ponemos ojos, 
voz, 

oídos, 

alma, 

al corazón del hombre. 

Los racistas nos dicen antihumanos, 
pero contigo le damos al odio 
su tumba mundial 
en la ciudad de los abrazos. 

Nos dicen tantas cosas. 

Y los que las pronuncian 
olvidan, 

estúpidos que son, 
que sus nietos 
amarán mañana 
jubilosamente 
la palabra estrellada 
de tu nombre: 

revolución. 



AGUSTÍN GÓMEZ-LUBIÁN 

Cuba, 1937-1957 

7 

• • • • 

La dama blanca besó mi frente 
con beso casto, beso de hermano. 

Besa la frente, la dama blanca 
a los que deben morir temprano. 

La sombra juega con mis cabellos, 
pasa por ellos su negra mano, 
con los cabellos juega la sombra 
de los que deben morir temprano. 

Extraña ansia siento en mi pecho, 
mi frente intenta buscar en vano, 
siento en mi pecho la extraña ansia 
de los que deben morir temprano. 

Nada me importa lo que suceda, 
de todo ello me siento ufano. 

¡Lo que suceda qué les importa 
a los que deben morir temprano! 


451 



SERGIO SAÍZ 

Cuba, 1940-1957 

Elegía a Karl Marx 

Profeta de la cara cubierta 

por blanco que sobra 
de adentro del alma. 

Apóstol sencillo, de los de mano dura, 
encía en desilusión 
y pecho cubierto que toca las nubes. 

Cantor al martillo y a los ojos tristes, 

defensor de hombres que lloran atados 
a un monstruo aceitado. 

Karl, el duro de tu nombre 

sirve de ariete, en el asalto ñnal 

al enemigo de piernas fuertes y tórax grasoso. 

Marx, el suave latir acompasado de tu apellido, 
es el nuncio profético, del nuevo mundo 
de justicia y decoro. 

Germano de cuerpo, universal de miras, 

en el fondo de tu cerebro siempre brilló 
la frase inmortal: 

«Proletarios del Mundo, ¡Unios!». 

Karl Marx el espacio se puebla de solemnidad, 

al vibrar en sonoro, tu obra de redención 
tu mano golpeó muy hondo, 

arremetió muy cerca, para dormir en paz. 

Te saludo, lanzo al imperio de los soles, 

el grito sin sonidos, de mi corazón, 
y uno mi mano, a tu cuerpo rudo 
para luchar en alto por la dignidad. 



JACQUES VIAU 

Haití, 1942-1965 

Nada permanece tanto como el llanto 

II 

Ya no es necesario atar al hombre para matarlo. 

Basta con apretar un botón 

y se disuelve como montaña de sal bajo la lluvia. 

Ni es necesario argüir que despreciaba al amo. 

Basta con proclamar —ceñuda la frente— 
que comprometía la existencia de veinte siglos. 

Veinte siglos, 

dos mil años de combatida pureza, 
dos mil años de sonrisas clandestinas, 
dos mil años de hartura para los príncipes. 

Ya no es necesario atar al hombre para matarlo. 

La noche, 
los rincones, 
no, 

nada de eso sirve ya. 

Plazoletas y anchas calles se prestan bulliciosas. 

No cuenta el asesino con los pacientes, 
no cuenta el príncipe con los sumisos. 

Todos han olvidado que el hombre es aún capaz de cólera. 
Las llamas se extinguen sin haber consumido el odio. 

El día irredento ha postergado la resurrección del hombre. 

Y los otros, 

aquellos que presencian la matanza sentenciando: 

«Locos, habéis tocado a las puertas de la muerte 

y ella se quedó en vosotros!». 

ésos 

sólo saben predecir la muerte. 

No han aprendido a cobijar la tierra en el corazón 
ni a ganar la patria para el hombre. 

Y el sumiso, qué hace? 

Dónde deposita su silencio? 

En qué lugar del corazón teje la venganza? 

Nadie lo sabe. 

Todos le han olvidado. 

Se ha dictaminado que su morada sea la sombra, 
que el pan deshabitado sea su alimento, 
que el pico le prepare el lecho 
y la pala le cubra el corazón. 

Qué es del hombre combatido? 

Nadie lo recuerda. 




Lo visten de trapos. 

Lo arrojaron en la parte trasera de la casa 
y allí 

con los residuos 
un guiñapo se amontona. 

Las llamas se extinguen. 

Se arrinconan los hombres en una sola sombra, 

en un solo silencio, 

en un solo vocablo, 

en un llanto solo, 

y cuando todo sea uno, 

uno el llanto y el vocablo uno, 

no habrá paz sobre la tierra. 

No habrá paz! 

Y aquellos que dictaminaron el destino del hombre, 
los que jamás contaron con los sumisos, 
amasarán con sangre su propia podredumbre. 

No habrá paz! 

Llanto para quebrar el llanto, 
muerte para matar la muerte! 

YI 

Que los hambrientos comprendan que la vida les pertenece. 

Que el callado plañidor de las calles, 

edibque con lo que nunca sus manos han tocado. 

Que el viento socave el armazón del llanto. 

Es preciso que el silencio deje de secundar nuestra voz. 

Que las sombras depongan su hostil armadura ante la vida. 

Precisamos de hombres tristes para hablar del hombre, 
de mendigos trotamundos para combatir la bota. 

Que los hombres de la tierra derriben los templos, 
lancen corazones derribados a los dioses que predican 
la muerte. 

Pródiga la muerte que mata al que fecunda. 

Pródigo el cañaveral que se alza devorándonos. 

Pródiga la fiebre que nos consume, 
a pesar de las raíces y de las hojas amargas. 

Se han congregado los plañideros para abordar el día. 

Cuál será el lugar que sus brazos ofrezcan, 
cuál el camino que a recorrer invitan? 

Qué preciado tesoro inventar con sus mentes afiebradas 
para que yo, 

sencillo mediador de palabras, 



adivine un silencio más largo que toda la sordera del mundo? 
Tengo miedo. 

Tanto y tanto golpeado. 

Tanto y tanto caído. 

Muchos creyeron en la posibilidad de la muerte. 

Otros en la posibilidad del arribo. 

Milenarias voces fatigadas levantaban un clamor. 

Toda la genealogía de la tristeza combatía por la pureza. 

Muchos antes de nosotros empujaron la barca, 
otros después de nosotros continuarán empujándola. 

No hemos sido los primeros, 

no seremos los últimos ciertamente, 

pero somos lo que del hombre no ha cesado de ser. 

Los niños apretujaban su inabordable tristeza. 

Sus rostros domeñaban los corceles, 
mas la máquina arremetía. 

Cómo reconquistar la vida para el hombre? 

En qué lugar del corazón dar forma a la venganza? 

En qué rincón deshabitado recomponer la alegría? 

Toda la prole de los callejones, 
toda la gente de la periferia, 

toda la adolescencia de la tierra concurría al encuentro con la vida, 
y un olor a pureza machacada abundaba en el viento. 

No ha habido tregua, 

toda la prole acarició la sangre en los rostros amigos que apetecían 
la vida. 

Crecieron de pronto los niños de la patria. 

Sus miradas se han hecho inexpresivas, 
parecen continuamente azorados o ciegos. 

Han comenzado a ver y a oír y a sentir, 
ya saben que hay abundancia de dones, 

que hay estrellas a la altura de sus cabecitas para guiar al hombre, 
que hay techos de dureza, manos, hombres y mujeres y aun niños 
de dureza. 

Han crecido ya los últimos testigos de estos días 
y la tierra tarda en prodigarse. 

Las niñas también han crecido. 

El sexo las acosa con fiebres, 

sus vientres acumularon ventarrones. 

Ahora hay collares en sus cuellos 
y en sus ojos noche, 
temblores en sus senos 



y en sus ovarios muerte. 

Volvió el hombre a su morada 

con la antigua sensación de muerte en los labios. 

Nada ha permanecido tanto como el llanto. 

Hemos sido testigos del esfuerzo de unos brazos, 

del hombre que mordiera el pavimento gritando la palabra redentora. 



JAVIER HERAUD 

Perú, 1942-1963 

Plaza Roja 1961 

Plaza Roja 1961. 

Verano de otoños incendiados. 

Palomas que circundan el aire 
a cada paso nuestro. 

Hombres que se detienen. 

Aire libre y puro y sano. 

(San Basilio canta su hermosa 
balada de colores.) 

Lenin, dormido, 

vigila la marcha de su pueblo. 

(Allí está. Pueden verlo. 

No es engaño.) 

Adoquines y pasos. 

Gente que se reúne: 

Gagarín que regresa de su vuelo 
con una flor que arrancó a las estrellas. 
(Titov besa a las mujeres y a los niños.) 

Plaza Roja 1961. 

El Kremlin reposa con su muralla 
exprimida del fondo de los siglos. 

Gorki en la pared 

canta a los niños su historia repetida. 

(En los jardines del Kremlin 
los niños juegan con helados 
de frutas y con globos.) 

Los enamorados se besan 
bajo árboles frondosos. 

La campana rota calla su sonido. 

(Del cañón salen palomas 
que juegan a los trinos.) 

Plaza Roja 1961. 

Aquí yo he estado en el centro del incendio, 
en plena Plaza Roja y varias veces, 
tragándome mis penas 
y forzando mi pequeñísima alegría. 

He dicho Paz en rojo, en calles, 
en plazas y jardines. 



Y digo paz en Moscú, en Tashkent, 
o en el corazón herido de mi pueblo. 


Arte poética 

En verdad, en verdad hablando, 
la poesía es un trabajo difícil 
que se pierde o se gana 
al compás de los años otoñales. 

(Cuando uno es joven 
y las flores que caen no se recogen 
uno escribe y escribe entre las noches, 
y a veces se llenan cientos y cientos 
de cuartillas inservibles. 

Uno puede alardear y decir 
«yo escribo y no corrijo, 
los poemas salen de mi mano 
como la primavera que derrumbaron 
los viejos cipreses de mi calle».) 

Pero conforme pasa el tiempo 

y los años se filtran entre las sienes, 

la poesía se va haciendo 

trabajo de alfarero, 

arcilla que se cuece entre las manos, 

arcilla que moldean fuegos rápidos. 

Y la poesía es 

un relámpago maravilloso, 
una lluvia de palabras silenciosas, 
un bosque de latidos y esperanzas, 
el canto de los pueblos oprimidos, 
el nuevo canto de los pueblos liberados. 

Y la poesía es entonces, 
el amor, la muerte, 

la redención del hombre. 



EDUARDO SIFONTES 

Venezuela, 1947-1974 


Los cadáveres están sepultados verticales, rojos, 
amarillos y violetas extraño en el aire podrido. Un 
sapo mea una flor, lo pongo en la mira de mi fusil y, 
ya, está listo, petrificado. A unos treinta metros del 
combate, el ejército enemigo encontró la cartera de 
Froilán, tirada en unas piedras; por eso pudieron 
identificarlo fácilmente. No te preocupes. Sé firme. 

Sin temerle ni a la tortura ni a la muerte. Hoy estás 
entre los más bellos sonidos de las montañas, 
avanzando entre nosotros, llevando dentro tus propias 
orquestas con esa influencia que ellas encierran; 
¡enorme! Hacia el oeste, a unos treinta kilómetros de 
la carretera Ojo de Agua y el frente está en buenas 
condiciones luego de unos pequeños bombardeos. En 
la actualidad, el cuadro ofrece otros colores. Tenemos 
20 años. Jamás moriremos. 


La ciudad está declarada en emergencia. Sólo me 
queda caminar, mirando un punto cualquiera del cielo, 
stop, quedar estático, mudo, ciego, con los ojos 
arropados puestos en algún astro sin luz. Stop. Estado 
de sitio. Y, paff, nuevamente los colores, lo telúrico, 
la dialéctica, lo bello, lo amargo y lo cotidiano, la 
cerveza, los destinos, el Che Guevara, la fuga, los 
bigotes amarillentos, Baudelaire, escala de valores, 
las estaciones juntas, el status quo, las cuatro paredes, 
LeónTrotski, las botas marrones, las flores, el re¬ 
volver, los despegues, Elsa, los blue jeans, los cuatro 
puntos cardinales, el curriculum vitae, las 
transparencias, los juegos del amor, las desapariciones, 
eh... Amigos todos, estoy sangrando. Con el pie 
izquierdo en la espalda, boqueando, decorativo, 
fugaz. Ahora sí, estoy bien muerto, me mató el rayo 
violeta de unos ojos café. Propongo esperanzarme 
en un planteamiento de resurrecciones. Eso sería una 
locura. Pero al fin ¿que puedo hacer? Aquí estoy 
yo. Elsa, Froilán, Ramar, Vicenta, Camaradas todos, 
he vuelto. 



LEONEL RUGAMA 

Nicaragua, 1949-1970 


Las casas quedaron llenas de humo 

Ay, patria, 

a los coroneles que orinan tus muros 
tenemos que arrancarlos de raíces 
colgarlos en un árbol de rocío agudo, 
violento de cóleras del pueblo 

Otto René Castillo 


A los héroes sandinistas: 


Julio Buitrago Urroz 
Alesio Blandón Juárez 
Marcos Antonio Rivera Berríos 
Aníbal Castrillo Palma 


Yo vi los huecos que la tanqueta Sherman 
abrió en la casa del barrio Frixione 

Y después fui a ver más huecos 
en otra casa por Santo Domingo. 

Y donde no había huecos de Sherman 

había huecos de Garand 
o de Madzen 

o de Browning 

o quién sabe de qué. 

Las casas quedaron llenas de humo 
y después de dos horas 

Gente sin megáfono 
gritaba que se rindieran, 

Y antes hacía como dos horas 

y antes hacía como cuatro horas 
y hacía como una hora 
gritaba 

y gritaba 

y grita 

que se rindieran. 

Mientras la tanqueta 

y las órdenes 

Las Browning 

las Madzen 

las M-3 

los M-l 


460 


y las carreras 
las granadas 



las bombas lacrimógenas... 
y los temblores de los guardias. 
NUNCA CONTESTÓ NADIE 
Porque los héroes nunca dijeron 

que morían por la patria, 
sino que murieron. 


461 



POESÍA PALESTINA DE COMBATE 


SAMIH AL QASSIM 

1939 

Aún queda 

La sangre de mis más altos ancestros 
corre en mí todavía 
y siempre escucho 

el relinchar de los corceles y el chocar de las espadas 
llevo un sol en mi mano derecha 
y repito 

en las encrucijadas de la noche 
el canto del dolor 


Lo gritaré 

Mientras me queden algunas pulgadas de tierra 
mientras me quede un olivo 
un naranjo 

un pozo... un bosquecillo de cactus 
mientras me queden recuerdos 
una pequeña biblioteca 
la foto de un antepasado... un muro 
mientras queden en mi país palabras árabes 
y cantos populares 

mientras queden manuscritos de poemas 
y los cuentos de Antar Al’Absi 

«las guerras del Llamado en las comarcas de Roma y Persia», 28 

mientras me queden ojos 

libros 

manos 

mientras me quede aliento 
lo gritaré de frente al enemigo 
lo gritaré, declaración de guerra 
en nombre de los hombres libres 
obreros, estudiantes, poetas 
lo gritaré... y que las panzas flojas 
y los enemigos del sol 
se harten del pan de la vergüenza 
mientras me quede aliento 
y aliento me quedará 
mi palabra será el pan y el arma 
en manos de los guerrilleros 


28 El poeta evoca un ciclo de cuentos populares árabes. 




Los labios cortados 


Yo habría podido relatar 
la historia del ruiseñor asesinado 
yo habría podido relatar 
la historia... 

si ellos no me hubieran cortado los labios. 



MAHMUD DARWISH 

1941-2008 

En espera de los que volverán 

Mi gente plantó sus tiendas en la arena 

y yo estoy despierto con la lluvia 

soy el hijo de Ulises el que esperó el correo del Norte 

me llamó un marinero, pero yo no he partido 

he amarrado los barcos y he subido a la cima de una montaña 

—Oh roca en la que oró mi padre 

para que fuera abrigo del rebelde 

yo no te vendería por diamantes 

yo no me iré 

yo no me iré 

Las voces de mi gente hienden el viento, 
sitian las ciudades 

—Oh madre, espéranos en el umbral 
nosotros regresamos 

Este tiempo no es ya como ellos imaginan 

el viento sopla según la voluntad del navegante 

y la corriente es vencida por la embarcación 

¿qué has cocinado para nosotros? nosotros regresamos 

han robado los jarros de aceite Oh madre y los sacos de harina 

trae las hierbas de los pastos 

tenemos hambre 

los pasos de mi gente resuenan como el suspiro de las rocas 

bajo una mano de hierro 

y estoy despierto con la lluvia 

En vano escruto el horizonte 

me quedaré en la roca... en la roca inconmovible. 


Luna de invierno 

Cogeré tu cadáver mártir 
haré fundir en sal y azufre 
después lo tragaré 
como té 

como aguachirle 
como un poema 
en el mercado de la mala poesía 
y diré a los poetas 

Oh poetas de nuestra gloriosa nación 

yo soy el asesino de la luna 

de la que ustedes eran los esclavos. 



TAWFIQ AZ-ZAYAD 

No nos iremos 


Aquí 

encima de vuestros pechos 
persistimos 

como una muralla 
en vuestras fauces 

como cascos de vidrio 
imperturbables 
y en vuestros ojos 

como una tempestad de fuego 


Aquí 

encima de vuestros pechos 
persistimos 

como una muralla 

en lavar los platos en vuestros tugurios 
en llenar los vasos de los señores 
en frotar las losetas en las negras cocinas 
para trasegar 

el bocado de nuestros pequeños 
de vuestros azules colmillos 

Aquí 

en vuestros pechos 
persistimos 

como una muralla 
hambrientos 

desnudos 
provocadores 
declamando poemas 
Somos los guardas de la sombra 
de los naranjos y de los olivos 
sembramos las ideas como la levadura en la pasta 
nuestros nervios son de hielo 
pero nuestros corazones despiden fuego 
cuando tengamos sed 

exprimiremos las piedras 
comeríamos tierra 

si tuviéramos hambre 
PERO NO NOS IREMOS 
y no seremos avaros de nuestra sangre 
Aquí 

tenemos un pasado 
un presente 


465 



Aquí 


está nuestro futuro. 


Escrito en el tronco de un olivo 

Porque yo no hilo lana 
porque yo estoy expuesto cada día 
a órdenes de arresto 
y mi casa está expuesta 
a las visitas policíacas 
a las pesquisas 

a las «operaciones de limpieza» 

porque me encuentro en la imposibilidad 

de comprar papel 

grabaré todo lo que me sucede 

grabaré todos mis secretos 

en un olivo 

del patio 

de mi casa 

yo grabaré mi historia 
y el retablo de mi drama 
y mis suspiros 
en mi jardín 

y las tumbas de mis muertos 
y grabaré 

todas las amarguras 

que borrará un décimo de las dulzuras por venir 
grabaré el número 
de cada caballería despojada 
de nuestra tierra 

el emplazamiento de mi aldea, sus limites 

las casas dinamitadas 

mis árboles arrancados 

cada florecita aplastada 

los hombres de los que se han regodeado 

en descomponer mis nervios y mi hálito 

los nombres de las prisiones 

las marcas de todas las esposas 

cerradas en mis puños 

las botas de mis carceleros 

cada juramento 

arrojado a mi cabeza 


466 


y grabaré Kafr Kassem 

yo no lo olvidaré 

y grabaré 



DirYassin 

tu recuerdo me devora 

y grabaré 

hemos alcanzado la cima de la tragedia 
la hemos alcanzado 

grabaré todo lo que me descubre el sol 
me murmura la luna 
lo que me narra la tórtola 
en los pozos 

cuyos enamorados se han exiliado 
para que lo recuerde 
me quedaré de pie para grabar 
todo el retablo de mi drama 
y todas las etapas de la derrota 
de lo inñnitamente pequeño 
a lo infinitamente grande 
en un tronco de olivo 
en el patio 
de mi casa 


467 



FADWA TUQAN 

1917-2003 

La peste 

Cuando la peste se propagó en mi ciudad 
yo salí 

con el pecho desnudo 

gritando la dureza de las tristezas a los vientos: 
Soplad oh vientos 
y traednos las nubes 
haced caer la lluvia 

para que purifique el aire de mi ciudad 

para que lave las casas, las montañas y los árboles 

Soplad oh vientos 

y traednos las nubes 

y que la lluvia caiga 

que la lluvia caiga. 


Me basta estar en su regazo 

Me basta con morir en mi país 
estar aquí enterrada 
y disolverme y anonadarme 
resucitar hierba en la tierra 
resucitar flor 

que cortará un niño crecido en mi país 
me basta con estar en el regazo de mi patria 
tierra 

hierba 

flor. 

Suspiros ante 
la ventanilla de los pases 29 
(En el puente Allenby) 

Detenerse ante el puente 
para pedir pasaje 
¡ah! pedir el pasaje 
estupor 

el aliento cortado 

suspendido en el horno del mediodía 

siete horas de espera 

¿quién cortó las alas al tiempo? 


468 


29 Se trata de los pases que las autoridades israelíes entregaban (sobre todo antes de la guerra de junio del 67) a los palestinos que 
deseaban regresar al otro lado del Jordán. 




¿quién alargó los pasos del mediodía? 

el calor me escuece la frente 

el sudor chorrea en mis párpados como sal 

¡ah! mil ojos 

como espejos dolorosos 

suspendidos por la impaciencia 

sobre la ventanilla de los pases 

mañas 

espera, espera 
pedimos el pasaje 

y la voz atroz de un soldado resuena 
como un silbato frente a la multitud: 

«Árabes, anarquía, perros 
reculen 

no se peguen a la barrera, ladren perros» 

una mano golpea la ventanilla 

como un silbato frente a la multitud 

¡Ah! mi humanidad sangra, mi corazón 

gotea su hiel, mi sangre se ha hecho veneno y fuego 

«¡árabes, anarquía, perros...!». 

Socorredme 

Oh venganza de los míos 
no tengo más que la espera 
¿quién cortó las alas al tiempo? 

¿quién alargó los pasos del mediodía? 
el calor me escuece la frente 
el sudor chorrea en mis párpados como sal 
Oh mi llaga 

el verdugo restregó mi llaga en el fango 

¿Quién testimoniará 
este encierro humillante? 
me he vuelto hiel 
mi sabor es mortal 
un odio aterrador 
se hunde en el fondo mi alma 
mi corazón es piedra y azufre 
geiser de fuego 
mil Hind 30 en mi piel 
excepto sus hígados 
Oh mi odio aterrador 
ellos mataron el amor en mí 
transformaron mi sangre 
en glicerina y alquitrán. 


30 Hind, madre de Mu’asoiah, fundadora de la dinastía de los Omeyas. Célebre por su crueldad y su hostilidad al profeta Mahoma antes 
de adherirse al Islam. Ella habría, en el curso de la batalla de Uhud, abierto el pecho de Hamzah, tío del profeta, que había matado a su 
padre en una batalla precedente y lacerado su hígado. 




SALIM JARRAN 

1947 

El hombre ahorcado 

Se podía ver, en algunas ferias en Israel, 
juguetes que representaban... 
un árabe ahorcado 


Un hombre ahorcado 
juguete para niños 
se vende en los mercados 

No... no se venden ya 
no los busques 
que tu niño comprenda 
que ya se han acabado 

Oh espíritus de los muertos 

en los campos de concentración nazis 

el hombre ahorcado 

no es un judío de Berlín 

el hombre ahorcado 

es un árabe 

como yo 
de mi pueblo 
que tus hermanos cuelgan 
Perdón 

no tus hermanos 
los aspirantes a nazis 

en Sion 

Oh espíritus de los muertos 

en los campos de concentración nazis 

si supieran ustedes 

si supieran ustedes 


A Sartre 

Si se degüella a un niño 
y sus verdugos tiran su cadáver 
en el fango 
¿te encolerizarás? 

¿qué dirás tú? 


470 


Soy palestino 

cada año me degüellan 



cada día 
cada hora 
ven 

observa bien la barbarie 
minuciosamente 
muchos espectáculos 
y el menor 

es que mi sangre corre... corre 
Habla 

¿por qué te has vuelto insensible? 
¿no tiene nada que decir? 


471 



Poemas encontrados en cadáveres de guerrilleros 
vietnamitas caídos en combate 

ANÓNIMO 

La estación del fósforo líquido 

Racimos germinan varas de plata 

el cielo nos ha reservado en esta 

estación de fuego líquido y fósforo 

la lluvia en la caída diseca las hojas de hierba 

y en mis ojos campesinos se abren 

los mirtos maduros de la muerte. 

Qué nos ha reservado el cielo qué granizo 
qué siembra, pueblo mío, tenemos condicionen 


Patria total 

Veo otra vez tus manos, Tinh, cuando plantan el arroz 
a media agua aparecen tus manos veloces 
sólo la verde punta de los tallos aflora. 

Como el arroz, bajo el agua, estoy sembrando mis años 
sólo aflora el futuro de mi patria total. 



NGUYEN THIEN 

1939 

La muerte del zángano 

Finalmente golpeado ulula el helicóptero 
—zángano enloquecido— ulula grita gime 
araña el aire con sus mancas hélices 
se empluma a contraviento el helicóptero 
verde pardo que no quiere morir. 

Brinca desesperada la blanca estrella guerrera 
pero helo aquí al zángano de la muerte 
el pequeño fusil le ha arrancado las alas 
y ahora yace grasiento el tierno vientre al sol 
cebo de sangre entre la verde trampa 
de la selva. ¡Oh, zángano, 
oh, zángano, ven! 



HO THIEN 


El niño que no habló 

Tenía doce años aquel niño 

vietnamita cuyo nombre no sé 

los mercenarios lo capturaron junto a su padre 

cuyo nombre no sé, una mañana en los Grandes Altiplanos. 

El Boina Verde miró al muchacho flaco 

sus ojos de cabra herida y se convenció pronto 

de que bastaba amedrentarlo para hacerlo hablar. 

Así el Boina Verde dio una rápida orden: 
y los mercenarios se llevaron al padre tras la verde muralla 
«ahora fuerza, muchacho, dinos dónde está el Frente 
dinos dónde está el Frente o matamos a tu padre». 

Delgado era el muchacho, delgados sus ojos impávidos 
delgada su voz cuando repuso no. 

«Un solo minuto, muchacho —aulló el Boina Verde— 
para decir dónde está el Frente o hacer morir a tu padre» 
y el pulso con el reloj se acercó a su cara, 
corría la manecilla un paso tras otro. 

«Ya basta, muchacho, faltan diez segundos, 

así que fuerza, muchacho, dinos dónde está el Frente». 

Después la manecilla de plata en el pulso del Boina Verde 

despedazó con el último paso el tiempo el cielo los árboles 

«maten al viejo» —aulló el Boina Verde 

tras la verde muralla se oyeron los rápidos golpes. 

El cielo y el bosque quedaron en silencio entonces 

y los mercenarios en silencio, sólo el niño lloraba, 

en silencio el Boina Verde sólo el niño 

sentado en la tierra lloraba 

como lloran los niños cuando muere su padre. 

«Rayos —dijo un mercenario al Boina Verde— 
el muchacho no sabía nada, hemos matado al viejo por nada» 
así se fueron, los mercenarios y el Boina Verde, 
en cambio el muchacho sabía. Todo lo sabía, del Frente, 
las cuevas, las pistas, los caminos, los nombres. 

Y en aquel mismo instante 

inexorablemente protegido por la coraza de su llanto, 
tierno niño cuyo nombre no sé, 

el Frente movía en los Grandes Altiplanos su paso de tigre. 
Esto lo ha escrito HoThien, de la cuarta unidad de llanura, 
lo oyó narrar a una mujer en Dalat sobre los Altiplanos 
sesenta días después del año nuevo. 




NGUYEN VAN KAT 


Dientes de tigre 

En Da Nang, para capturar algunos dientes de tigre, 
y durante el ataque al foso atrincherado 
los tensos proyectiles buscaban mi bandera 
cuando el mortero amigo vociferó su injuria 
calibre ciento cinco contra el foso atrincherado 
manos siempre distintas llevaban adelante la bandera 
porque los soldados mueren sobre el mar de la tierra 
también los soldados viet mueren sobre el mar de la tierra 
sólo mi grande y alegre bandera no morirá jamás. 




ANÓNIMO 

El camino que lleva a Bien Hoa 31 

El camino que lleva a Bien Hoa 
lo he recorrido de ida y vuelta 
he conocido el dragón y el lagarto 
en el camino que lleva a Bien Hoa. 

Hojas fusiles plasma arroz zapatos 

cajas carne té fruta verdura 

bombas morteros cargadores sonrisas de mujer 

de ida y vuelta han viajado 

por el camino que lleva a Bien Hoa. 

Sé que otros días irán y vendrán 
la lúcida mañana que a traición nos agarra 
y luna sol perros viento lluvia 
niños mutilados y guerrilleros muertos 
olas negras olas blancas nafta y alcol 
a la gran deriva de Bien Hoa 
hasta que el gran monzón del pueblo 
sople sobre el camino de Bien Hoa. 


31 Una de las bases más importantes de las fuerzas armadas yanquis en Viet Nam. 


Versiones: David Cherícián 


476 




ERNESTO CHE GUEVARA 

1928-1967 

Canto a Fidel 

Vámonos, 

ardiente profeta de la aurora, 

por recónditos senderos inalámbricos 

a liberar el verde caimán que tanto amas. 

Vámonos, 

derrotando afrentas con la frente 
plena de martianas estrellas insurrectas, 
juremos lograr el triunfo o encontrar la muerte. 

Cuando suene el primer disparo y se despierte 
en virginal asombro la manigua entera, 
allí, a tu lado, serenos combatientes, 
nos tendrás. 

Cuando tu voz derrame hacia los cuatro vientos 
reforma agraria, justicia, pan, libertad, 
allí, a tu lado, con idénticos acentos, 
nos tendrás. 

Y cuando llegue al final de la jornada 
la sanitaria operación contra el tirano, 

allí, a tu lado, aguardando la postrer batalla, 
nos tendrás. 

El día que la fiera se lama el flanco herido 
donde el dardo nacionalizador le dé, 
allí, a tu lado, con el corazón altivo, 
nos tendrás. 

No pienses que puedan menguar nuestra entereza 
las decoradas pulgas armadas de regalos; 
pedimos un fusil, sus balas y una peña. 

Nada más. 

Y si en nuestro camino se interpone el hierro, 
pedimos un sudario de cubanas lágrimas 
para que se cubran los guerrilleros huesos 

en el tránsito a la historia americana. 

Nada más. 




INDICE GENERAL 



A manera de presentación para esta edición.7 

Prólogo a la primera edición.9 

Nota de la primera edición sobre la traducción de los poemas.11 

HEINRICH HEINE 

Los tejedores de Silesia.13 

Himno.14 

SÁNDOR PETÓFI 

El pueblo.15 

La guerra siempre.15 

Canto nacional.16 

Se rebeló el mar.17 

¡Ahorcad a los monarcas!.18 

GEORG WEERTH 

Canción de los mozos errantes.20 

El pobre Tom.20 

POETAS DE LA COMUNA DE PARÍS 

JEAN-BAPTISTE CLÉMENT 

El tiempo de las cerezas.22 

GASTON CRÉMIEUX 

A Clovis Hugues.23 

CLOVIS HUGUES 

En una inscripción.24 

VÍCTOR HUGO 

El proceso a la revolución.25 

ACHILLE LE ROY 

El canto de los proletarios.26 

LOUISE MICHEL 

A mis hermanos.28 

EUGÉNE POTTIER 

La Internacional.29 

JULES VALLES 

Horas de exilio.31 






















JRISTO BOTEV 

El ahorcamiento deYasil Levski.34 

Jadyi Dimiter.34 

Mi plegaria.36 

Compartimos.37 

Lucha.37 

MIHAI EMINESCU 

Emperador y proletario.40 

A. GUERRA JUNQUEIRO 

A la mocedad de las escuelas.46 

El cazador Simón.46 

La bendición de la locomotora.47 

A Inglaterra.48 

JOSÉ MARTÍ 

Versos sencillos.52 

Académica.53 

Hierro.54 

Banquete de tiranos.56 

Contra el verso retórico.57 

Antes de trabajar.58 

Bien: yo respeto.58 

Pollice verso.59 

Al buen Pedro.61 

Dos patrias.61 

Yugo y estrella.62 

RUBÉN DARÍO 

A Roosevelt.64 

AHMED CHAUKI 

Oh velas sobre elTíger.66 

ANTONIO MACHADO 

El mañana efímero.67 

A don Francisco Giner de los Ríos.68 

El crimen fue en Granada.68 

El crimen.68 

El poeta y la muerte.69 

Meditación del día.70 

Sonetos.70 

La primavera.70 

El poeta recuerda las tierras de Soria.71 

Amanecer en Valencia desde una torre.71 

La muerte del niño herido.72 




































ENDRE ADY 

El nieto de Gyórgy Dózsa.74 

Alzó el vuelo el pavorreal.74 

Canción del hijo proletario.75 

TUDOR ARGHEZI 

Yo, sombra.76 

¿Por qué estar triste?.76 

Una ambulancia.77 

ALEXANDR BLOK 

Los doce.79 

LEÓN FELIPE 

Romero sólo.89 

Revolución.89 

El llanto... el mar.90 

No he venido a cantar.91 

Comunión.92 

Al Che Guevara, mi gran amigo.93 

El gran relincho.93 

HO CHI MINH 

La visita.95 

de la mujer del preso.95 

En camino.95 

Leyendo la Antología de los mil poetas.95 

Buen tiempo.95 

Luna llena de enero.96 

Noticias de la victoria.96 

Poema dedicado al anciano Bui Bang Doan.96 

Sin título.96 

CLAUDE MAC KAY 

Si debemos morir.97 

Volveré.97 

ERICH WEINERT 

La canción de la bandera roja.98 

A un muchacho obrero alemán.99 

JOHANNES R. BECHER 

El que conmovió el sueño del mundo — Lenin.100 

Alemania.101 

La bandera.102 

Sé que este tiempo.102 

































PAVLO TICHINA 

Rondeles.103 

HUGH MAC DIARMID 

A casi todo el mundo en Europa.104 

Otro epitafio para un ejército de mercenarios.104 

El esqueleto del futuro.104 

CÉSAR VALLEJO 

Himno a los voluntarios de la República.105 

Masa.109 

España, aparta de mí este cáliz.109 

¡Cuídate, España...!.110 

Los nueve monstruos.111 

Traspié entre dos estrellas.113 

VLADIMIR MAYAKOYSKI 

¡Danos un motor!.115 

Negro y blanco.119 

Conversación con el camarada Lenin.123 

Marcha de izquierda.125 

JAROSLAW IWASZKIEWICZ 

Morir en París.127 

Paz.128 

Suspiro.129 

KIM JIONG ZIK 

El pino verde de la colina Nam San.130 

El país del sol.130 

No está lejos el día de la independencia.130 

MANUEL NAVARRO LUNA 

Raíces bravas.131 

El General Antonio.131 

¡Adelante...!.133 

Santiago de Cuba.133 

Canto de las azadas.135 

PABLO DE ROKHA 

Marx.138 

Oda a la memoria de Gorki.139 

PAUL ÉLUARD 

Advertencia.144 

Valor.144 

Las hermosas balanzas del enemigo.145 
































Tontos y malvados.146 

En España.147 

A la memoria de Paul Yaillant-Couturier.147 

Libertad.148 

SERGUEI ESENIN 

El ayer que desaparece.151 

Carta a una mujer.153 

ELMER DIKTONIUS 

Obreros.156 

Crea, creador.156 

Quiero lanzar.157 

El dios de los pobres.158 

REGINO PEDROSO 

Salutación fraterna al taller mecánico.160 

Y lo nuestro es la tierra.162 

Mañana.162 

Canción de fragua.164 

Nueva canción.164 

Una mañana clara cantaba en lo infinito.165 

LOUIS ARAGON 

¿Conoces el país de los obreros?.170 

La rosa y la reseda.171 

WLADYSLAW BRONIEWSKI 

¡No pasarán!.173 

A los pioneros.173 

En nuestra tierra.174 

Mazovia.176 

BERTOLT BRECHT 

Cantata por el aniversario de la muerte de Lenin.177 

Elogio del revolucionario.178 

Loa al Partido.179 

A los soldados alemanes en el Este.180 

FEDERICO GARCÍA LORCA 

Romance de la Guardia Civil española.184 

Oda al rey de Harlem.187 

New York .190 

Oficina y denuncia.190 

Grito hacia Roma.192 

































DESANKA MAKSIMOVI 

Fábula sangrienta.194 

Fábula del fusil de la sublevación.195 

JRISTO SMIRNENSKI 

Mineros de la hulla.196 

Los escuadrones rojos.197 

Esto es la calle.198 

PÍO TAMAYO 

Ffomenaje y demanda del indio.199 

RUBÉN MARTÍNEZ YILLENA 

San Pedro.204 

La ruta de oro.204 

El gigante.205 

Mensaje lírico civil.206 

Grito.210 

YITZSLAY NEZVAL 

A orillas del río Svratka.213 

Tú, seas quien seas.214 

En Las Tres Flores.214 

JIRIWOLKER 

Balada de los ojos del fogonero.216 

Los ojos.218 

El mar.219 

JULIÁN PRZYBOS 

Los amurallados.221 

El carbón y el mármol.221 

A la obrera.222 

C. DRUMMOND DE ANDRADE 

Manos tomadas.224 

Mundo Grande.224 

Carta a Stalingrado.227 

NICOLÁS GUILLEN 

Puedes.229 

Lenin.230 

La sangre numerosa.231 

A Conrado Benítez.231 

Lectura de domingo.232 

Che Guevara.233 

A Chile cuando Alessandri.233 
































rompió relaciones con Cuba.233 

El cosmonauta.234 

Ho Chi Minh.234 

Guadalupe W 1.235 

Pointre-á-Pitre.235 

No sé por qué piensas tú.235 

Yanqui con soldado.236 

El apellido.236 

Elegía familiar.236 

NAZIM HIKMET 

Conversación conVladimir Ilich sobre Lenin.240 

A la Revolución de Octubre.241 

Se llegará a la Luna.243 

Con sangre y con sudor.243 

Carta de Polonia.244 

Tal vez mi última carta a Memet.248 

Dos palabras tan sólo.250 

LANGSTON HUGHES 

Lenin.252 

Carta a la Academia.252 

Revolución.253 

Buenos días, Revolución.253 

NAKANO SHIGUEJARU 

Canto.256 

La estación de Shinagawa en la lluvia.256 

Saludos de la noche.257 

Adiós a la madrugada.258 

Una foto aparecida en el periódico.259 

RAFAEL ALBERTI 

Un fantasma recorre Europa.261 

El terror y el confidente.262 

Yo también canto América.263 

Los campesinos.265 

Galope.265 

Canción a la juventud.266 

A Ernesto Guevara.266 

GAFUR GULIAM 

El tapiz.268 

Una gota de miel.268 




































CECIL DAY LEWIS 

La montaña magnética: 25.270 

La montaña magnética: 32.270 

PABLO NERUDA 

Llegada a Madrid de la Brigada Internacional.272 

A mi Partido.273 

Un minuto cantado para Sierra Maestra.273 

Nuevo canto de amor a Stalingrado.274 

Oda a las Américas.277 

LACO NOVOMESKY 

Negra y roja.280 

Sabiduría.280 

Y I. L.281 

JOSÉ PORTOGALO 

Elogio del esfuerzo.282 

El tema del alba en el trabajo.282 

Albañiles.283 

A una mano de jornalero.284 

ARYO TURTIAINEN 

Despertar.286 

Lamento del hierro.286 

Despedida de la amada.286 

Dos melodías.287 

JÓZSEF ATTILA 

Canción para tararear.288 

La multitud.288 

Los atrapados.289 

Socialistas.290 

Obreros.291 

PETRUS BROVKA 

Ni monte adorna.293 

Pan negro.294 

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN 

Donde todo termina.296 

Himno de la Confederación de Trabajadores.297 

Historia de veinte años.298 

Imágenes de Cuba.302 

Víctor Jara.303 
































WALTER LOWENFELS 

La ejecución.304 

«Esta nación bajo Dios...».304 

Carta al Presidente.305 

ARTUR LUNDKVIST 

El viento en pie.310 

Dadnos un sueño.312 

Vida como hierba.312 

La gente del hambre.313 

DASHDORZHIIN NATSAGDORZH 

Mi tierra natal.315 


MIKLÓS RADNÓTI 

Marcha forzada.317 

España, España.318 

Tarjetas postales.318 

Séptima égloga.320 

JACQUES ROUMAIN 

Sucios negros.321 

CESARE PAYESE 

Casa en construcción.325 

Disciplina.326 

Externo.327 

Fumadores de papel.327 

Leña verde.329 

THEODOSIS PIERIDES 

Canción de ira y duelo.330 

MICHAEL DEI-ANANG 

¿Hacia dónde vas, África?.331 

Intrépidos pescadores (fragmento).333 

RUI DE NORONHA 

Levántate y anda.335 

YANNIS RITSOS 

El loco.336 

Escala de sensaciones.336 

Obrero del verbo.336 


NIKOLA YAPTSAROY 

Cine (Fragmento). 


338 




























MIGUEL HERNÁNDEZ 

El niño yuntero.339 

Elegía segunda.340 

Las manos.342 

Canción del esposo soldado.343 

El herido.344 

ALEXANDR TVARDOVSKI 

Si siempre como un ruiseñor solitario.347 

Me han matado cerca de Rzhev (Fragmento).348 

(Fragmento).348 

EUGEN JEBELEANU 

Pesantez.350 

Memoria.350 

La luz.351 

DENNIS OSADEBEY 

Resolución de la joven África.353 

Oda al Níger.353 

AIMÉ CÉSAIRE 

Sol serpiente.355 

Las armas milagrosas.355 

Para saludar al Tercer Mundo.357 

Indivisible.359 

IYÁN GORAN KOYACIC 

Fosa.360 

VINICIUS DE MORAES 

Obrero de la construcción.362 

EFRAÍN HUERTA 

Elegía de Lídice.367 

Cantata para el Che Guevara.368 

La oración porTania.369 

KUBA (KURT BARTHEL) 

Rebelde.371 

Sobre nuestros días se dirá.372 

Tú, feliz jardinero.372 

BRANKO COPIC 

La canción de los proletarios muertos.374 

María en Pressima.375 





























BERNARD BOUA DADIE 

Tam-tam festivo.376 

¡Seca las lágrimas!.376 

Manos.377 

DASHTSEVEGUIN CENGUEE 

La paloma.380 

TREFOSSA (HENRY DE ZIEL) 

Un poema verdadero.381 

MOHAMED AZIZ LAHBABI 

Rabat.382 

Quién creó a quién.382 

LOUISE BENNETT 

¡Aquí está!.384 

¿Volver a África?.384 

EDUARDAS MEZHELAITIS 

Partícula de la tierra madre.386 

El hombre.386 

MOHAMMED DIB 

Puertos.389 

Florecerá la primavera.389 

TO HUU 

Mamá.391 

Luom.392 

Avanzamos.393 

ÓSCAR ALFARO 

El pájaro revolucionario.397 

ERNESTO CARDENAL 

Canto nacional .398 

(fragmento) .398 

SÉKOU TOURÉ 

La gran renovación.405 

¡Hombre de África!.406 

AGOSTINHO NETO 

El llanto de África.408 

Crear.409 

Contratados.410 


























Más allá de la poesía.410 

Un cumpleaños.411 

Noches de prisión.412 

Adiós a la hora de la partida.414 

RASUL GAMZATOV 

Dos puertas.416 

Una hazaña.417 

Si de pronto.417 

PATRICIO LUMUMBA 

Que festeje nuestro pueblo.418 


ABDEL WAHAB AL BAYATI 

Escritos de algunos condenados a muerte después de la caída de la Comuna 
de París.420 


JEAN SÉNAC 

Ciudadanos de belleza.423 

¡Salam, hermanos!.427 

¡Sea la paz con Cuba!.427 


DAVID DIOP 

Escuchad camaradas.429 

A los mistificadores.429 

África.430 

La agonía de las cadenas.431 

Los buitres.431 


RAÚL GÓMEZ GARCÍA 


KATEB YACINE 

La bomba y el tiempo. 

VÍCTOR VALERA MORA (EL CHINO) 

Livia incendia la pradera . 

Manifiesto. 

Carta de los niños a los señores gobernantes 
Tendrá que ser así. 


433 


435 


437 

438 
440 
443 


ROQUE DALTON 

Mi hermano Luis y yo.444 

O.E.A.444 

Sobre dolores de cabeza.444 

Karl Marx.445 





























OTTO RENE CASTILLO 

Nuestra voz.446 

Vámonos patria a caminar.446 

Distante de tu rostro.447 

De los de siempre.448 

Revolución.450 

AGUSTÍN GÓMEZ-LUBIÁN 

...?.451 

SERGIO SAÍZ 

Elegía a Karl Marx.452 

JACQUES VIAU 

Nada permanece tanto como el llanto.453 

JAVIER HERAUD 

Plaza Roja 1961 .457 

Arte poética.458 

EDUARDO SIFONTES 

Los cadáveres están sepultados.459 

LEONEL RUGAMA 

Las casas quedaron llenas de humo.460 

POESÍA PALESTINA DE COMBATE 
SAMIH AL QASSIM 

Aún queda.462 

Lo gritaré.462 

Los labios cortados.463 

MAHMUD DARWISH 

En espera de los que volverán.466 

Luna de invierno.466 

TAWFIQ AZ-ZAYAD 

No nos iremos.467 

Escrito en el tronco de un olivo.468 

FADWA TUQAN 

La peste.470 

Me basta estar en su regazo.470 

Suspiros ante.470 

la ventanilla de los pases.470 

























SALIM JARRAN 

El hombre ahorcado.470 

A Sartre.470 

Poemas encontrados en cadáveres de guerrilleros vietnamitas caídos 
en combate 

ANÓNIMO 

La estación del fósforo líquido.472 

Patria total.472 

NGUYEN THIEN 

La muerte del zángano.473 

HO THIEN 

El niño que no habló.474 

NGUYEN VAN KAT 

Dientes de tigre.475 

ANÓNIMO 

El camino que lleva a Bien Hoa.476 

ERNESTO CHE GUEVARA 

Canto a Fidel.477 











3.000 ejemplares 
Se terminó de imprimir en la 

Fundación Imprenta de la Cultura 


Guarenas, octubre 2010